martes, 1 de noviembre de 2022

Puertas / Huesos de ballena / Otros proyectos


Me gustaba esa casa porque tenía puertas que se abrían hacia los dos lados. No batientes, como las cantinas del Oeste, sino puertas tradicionales que, por algún mecanismo extraño, podían abrirse hacia ambos lados.

No servía de nada, por supuesto, aquella gracia, pero a mí al menos me permitía sentir que habitaba un lugar especial.

Una casa pequeña, bien temperada y acogedora. Con dos habitaciones y un living-comedor en el que apilé los libros que me llevé a aquel lugar.

Viví ahí, por cierto, durante poco menos de un año.

La arrendé por ese periodo pensando que sería el lugar y el tiempo necesario para terminar con una novela que escribía en ese entonces.

La novela trataba sobre un tipo que se robaba unos huesos de ballena, en un museo de historia natural y que se obsesiona poco a poco tratando de reconstruir, en su pequeño departamento, el esqueleto del cetáceo.

A medida que la escribía, le leía los capítulos a una chica que me visitaba en aquel entonces, quien no parecía interesarse demasiado por mi narración, aunque escuchaba con respeto, al menos, cada una de las doscientas páginas que llegué a leerle.

Cuando quedaba un mes para terminar ese año y la novela ya llegaba a su fin, la chica me dijo que era la última vez que me visitaba, pues sentía que estar ahí no le hacía bien.

-¿Estar aquí? –le pregunté esa vez.

-Sí, no me hace bien estar aquí –repitió.

Recuerdo que le expliqué que de todas formas solo quedaba un mes para que se venciera el arriendo de la casa y que –a pesar que a mí sí me agradaba la casa-, no pensaba renovarlo.

-Después supongo que buscaré arriendo en otro sitio –le dije-. Si quieres ahí podemos vernos.

-Puede ser –me dijo.

Finalmente, terminé dejando la casa unos días después, luego que entraran a robar y se llevaran, entre otras cosas, mi notebook y un disco duro en el que guardaba mis trabajos, dejándome sin respaldo de la novela.

No sé bien por qué, pero después de aquello, rehuí y no quise volver a ponerme en contacto con aquella chica.

La casa, por cierto, hoy en día no existe.

En el lugar donde se encontraba construyen hoy en día un edificio de departamentos, que al parecer estará listo en, al menos, un año más.

Así y todo, según se indica en un letrero, todos los departamentos ya se encuentran vendidos y solo se atiene en una pequeña oficina, en la que se ofrecen, según se señala, otros proyectos.

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