lunes, 30 de septiembre de 2019

Dados.


I.

Veo una noticia sobre hombre finlandés que siempre que arroja un dado le sale el tres. Es tan absurdo que no resulta creíble, pero veo la noticia de igual forma. Al parecer se hizo conocido en redes sociales, y solo después de varios meses algunos medios europeos intentaron comprobar su historia que, sorpresivamente, habría resultado ser cierta. Se muestran entonces un gran número de videos y hasta aparece un matemático indicando las probabilidades de sus lanzamientos, para luego cuestionar la decisión de un casino de no dejarlo apostar ni ingresar en sus salas. Finalmente, se explica en la noticia que, si alguien arroja un dado y este choca en aquel hombre, al caer también sale, asombrosamente, el número tres. No hay explicación alguna, por supuesto, sobre este asunto. Así termina la noticia.


II.

Sin creer aún en la noticia la comento con mi hijo y comenzamos a buscar en internet. Encontramos esa misma información y una serie de videos del hombre lanzando dados en diversos programas a los que fue invitado, sin que variase el resultado en ninguna oportunidad. Y claro, más allá de algunos comentarios, no encontramos prueba alguna de que aquello fuese falso. Incluso, encontramos información sobre una anciana egipcia a quien le ocurre lo mismo, solo que le sale el uno; y sobre unos hermanos turcos, que obtienen siempre el dos y el cuatro, sin variación alguna.


III.

Más allá de la información que encontramos con mi hijo, seguimos creyendo que aquello que encontramos es mentira. De hecho, no sé en realidad para qué buscamos. Después de todo, no creo que hubiésemos podido encontrar nada que cambiase nuestra opinión. Y es que se trata de cosas que no se pueden aceptar, simplemente. No sé si eso es bueno o es malo, pero sé que sin duda da forma a nuestra vida. O a los bordes dentro de los cuales se desarrolla nuestra vida. Por lo mismo, cambiamos entonces el tema de conversación, con mi hijo. Finalmente, cada uno por su lado, nos fuimos a acostar.

domingo, 29 de septiembre de 2019

Esos hombres.


Hablo por teléfono con un amigo. Vive en China hace seis meses. Hace dos fue testigo del ataque de un hombre con un machete. Ocurrió en el metro. En una estación muy concurrida. Un hombre bastante mayor que cargaba un largo morral sacó desde dentro el arma y se abalanzó sobre un grupo personas, en su mayoría ejecutivos jóvenes que esperaban que el tren se detuviera. El hombre fue hasta ellos gritando, con el machete en alto, levantado sobre su cabeza. Sin embargo, como comenzó su carrera varios metros antes y además se veía débil, el hombre pareció cansarse casi de inmediato y se detuvo agotado, frente a los hombres, que habían intentado cubrirse. Aparecieron en ese instante dos guardias que se lanzaron sobre el hombre y lo redujeron con aparatos que daban golpes eléctricos, dejándolo inconsciente. El machete rodó por el suelo y quedó cerca de donde estaba mi amigo. Luego llegaron otro par de guardias y un policía que ayudó a trasladar el cuerpo hasta un sector más lejano de la estación. Mi amigo dice que observó el machete y que parecía muy viejo. Tenía una empuñadura gastada, de madera, y una hoja gruesa en la que ni siquiera se apreciaba un buen filo. Mientras lo seguía observando las puertas del metro comenzaron a cerrarse así que mi amigo se apresuró a entrar. El machete seguía tirado, cuando avanzó el tren, sin que nadie se acercara a tomarlo. Respecto a los gritos del hombre, por cierto, me dijo que no entendió nada. Y que nadie en general entiende nada, pues esos hombres suelen usar un dialecto que ya casi está en desuso. No sé bien a qué se refería cuando dijo esos hombres.

sábado, 28 de septiembre de 2019

Como palomitas de maíz.


Cosas explotando como palomitas de maíz.

Bueno… no explotando exactamente, pero transformándose al menos, de forma explosiva.

Una ampolleta en un cuarto.

Un reloj de pared en la cocina.

O una de las zapatillas que estaban bajo la cama.

Así comenzó todo.

Era algo llamativo, más bien, en un inicio.

Tema de conversación obligado entre los vecinos y tema de investigación científica y hasta de preocupación global, con el pasar de los días.
                       
Aparecieron grabaciones en los noticiarios, cada vez más preocupantes.

Miles de manzanas en una plantación, en Argentina.

La piedra Rosetta en el Museo Británico.

Y hasta los ojos de un presidente asiático, mientras daba un discurso ante las cámaras.

En todos los lugares coincidían en que se trataba de palomitas de maíz.

Con distintos nombres por supuesto.

Pop Corn, cabritas, pochoclo, crispetas… en todos lados veían lo mismo.

Hasta los científicos que investigaban el suceso habían caído en el uso de ese tipo de palabras.

Buscaban causas, sustancias reactivas, patrones comunes… las teorías caían una tras otra.

Nunca hubo un resultado adecuado ni se logró revertir el estado de nada que ya se hubiese transformado.

Hubo pocas muertes, a pesar de todo.

De hecho, algunos se negaron a llamarle muerte y decían que era una metamorfosis, nada más.

Así por ejemplo una familia en Japón cuya hija sufrió el evento, fue mantenida en casa, como una palomita de maíz. Mientras los padres se negaban a entregarla diciendo que se mantenía tibia, y que estaría bien con ellos.

De todas formas, como decía, fueron poco los casos de muerte, afortunadamente.

Las cifras oficiales hablan de poco más de tres mil, en todo el mundo.

Luego, de improviso, todo terminó de la misma forma que comenzó.

No se revirtió el estado, pero ya no hubo nuevas transformaciones.

Las noticias poco a poco volvieron a sus temas habituales.

Las investigaciones cesaron.

Todo quedó como una anécdota, de la que hablábamos cada vez menos, mencionando nuestras propias hipótesis.

Yo mismo, por ejemplo, he pensado que se convertían en algo más, y que los veíamos simplemente como palomitas de maíz…

Que el concepto ocultaba su forma final, supongo.

O nos protegía de algo.

Supe que en Brasil, por otro lado, se creó una especie de culto con una serie de personas que entonan himnos y ruegan por ser transformadas alguna vez, en estas palomitas.

Elevan las manos al cielo y a veces sienten que el momento está cerca.

Dicen que la luna será lo primero en transformarse, y entonces ocurrirá aquello que purificará el universo y nos devolverá nuestras verdaderas formas.

Tal vez por eso, de vez en cuando observo la luna, aunque no noto en ella nada extraño.

viernes, 27 de septiembre de 2019

De papel.


Se ganaba la vida haciendo figuras de papel.

Generalmente con dobleces, aunque en ocasiones se ayudaba también con tijeras o reforzaba las uniones entre ciertas piezas.

Lo primero que vi, de sus creaciones, fue la catedral de Notre Damme.

Estaba expuesta, junto a otras de sus creaciones, en una feria de objetos artísticos que se ubicaba, en ese entonces, en las afueras de un museo.

Como era al aire libre, había colocado una serie de biombos en torno a su puesto, para evitar las corrientes de aire, y para que no le llegase directamente el sol.

La gente se acercaba hasta el lugar y le pedía fotografiar sus obras.

Yo, que también estaba asombrado, me acercaba a la catedral para ver los detalles, percatándome que los papeles utilizados estaban escritos, y correspondían a hojas de libros, envejecidas.

Incluso, mirando con mayor atención, pude observar unos nombres que me parecieron familiares, escritos en las hojas de la catedral.

-Nuestra señora de París -dijo entonces el artista, mientras yo observaba-. La catedral está hecha con páginas del libro de Víctor Hugo.

Fue entonces que me fijé en las otras creaciones y comprobé que había operado de la misma forma.

La estatua de un príncipe con hojas del cuento de Wilde.

Una máquina del tiempo con páginas del libro de Wells.

Una especie de submarino a partir de un libro de Verne.

O un bicho extraño, hecho con La metamorfosis.

No vendía las figuras, por cierto, sino que uno podía dejar una colaboración, tras observar el trabajo o sacarse una fotografía.

Me tocó observar, de hecho, a un par de personas bastante insistentes ofreciéndole dinero por alguna de sus obras.

-No las vendo -escuché decir al hombre-, es parte de mi biblioteca.

Con el tiempo, vi otras de sus obras expuestas en una pequeña sala de una corporación cultural, pero nunca he sabido más sobre ellas.

Sin embargo, me ocurre por lo general cuando leo mis libros u observo mi biblioteca, imaginar qué figura podría hacerse con cada una.

Cuando lo logro -aunque por lo general no suelen ser figuras concretas, como en el caso de aquel artista-, siento que he comprendido verdaderamente.

De esa forma, supongo, yo también me gano la vida.

jueves, 26 de septiembre de 2019

Bucear (casi) en la superficie.


Fuimos a bucear al embalse en ese entonces.

Éramos tres, más la persona que nos guiaba.

Conocía un camino por el que llegamos sin ser vistos tras un par de horas de caminata.

Nos habían convencido tras mostrarnos unas fotos de la pequeña iglesia que había quedado bajo el agua.

Estaba prácticamente vacía pues se habían llevado la mayoría de los muebles antes de inundar la zona, pero el altar y una gran cruz permanecían en su sitio.

Organizamos los implementos, nos pusimos los trajes y el guía nos recordó algunas normas.

No teníamos mucha experiencia buceando, pero el lugar era tan tranquilo que no suponía gran peligro.

La profundidad, además, tampoco era tanta.

Fue entonces que bajamos llevando unas linternas y una cámara para grabar algunas imágenes.

No estaba tan claro como hubiese querido, pero de todas formas divisamos la iglesia.

Era una típica iglesia de provincia, pensé, solo que estaba bajo el agua.

También vimos restos de otras construcciones y hasta encontramos restos de unos juegos para niños, en un lugar que debido haber sido un parque.

Llegamos de esta forma hasta la entrada de la iglesia y avanzamos con cuidado unos metros.

La iglesia no tenía bancas y estaba casi desocupada, pero extrañamente me pareció menos vacía que las que estaban en la superficie.

Grabamos unos minutos, iluminando con nuestros focos, y recorrimos el lugar.

Luego comenzamos el regreso.

Tuvimos un par de percances con cierto peligro, pero no se trata de ellos, este texto.

De hecho, debo confesar que aquí solo intento recordar una imagen.

Una iglesia bajo el agua, simplemente.

Menos vacía que las de la superficie, como decía arriba, y con un silencio que parecía hablar, poblado de agua.

Había pensado describirla en detalle, en un principio, pero ahora creo que no tendría sentido.

Y es que nada tiene sentido, o casi nada, aquí en la superficie.

miércoles, 25 de septiembre de 2019

La naturaleza está.


Hace muchos años un hombre chino me enseñó a podar los árboles.

No hablaba español, al igual que su familia, por lo que podaba primero él mismo, para servir de ejemplo.

Más o menos aprendí.

El hombre chino vivía con su esposa, también china, y con la madre de ella, en una cabaña, cerca de Osorno.

También vivía con ellos un niño pequeño, que se llamaba Shui, y que era el único que hablaba un poco de español.

Estuve varias veces en su casa y me llamaron la atención varias cosas.

Entre ellas, la forma en que el niño jugaba con unas figuras de superhéroes.

Y es que al manipular las figuras de aquellos que supuestamente volaban -piensen en Superman, por ejemplo-, el niño las apoyaba siempre en algo, para imaginarlos volar.

Es decir, por más capa y superpoderes que tuvieran, el niño debía poner bajo ellos una nube, por ejemplo, o hasta un ave de plástico, para justificar su vuelo.

-¿No puede volar Superman por sí solo? -le pregunté a Shui.

Él me miró sin entender.

-¿No puede volar sin ayuda? -le intenté explicar mostrándole el pájaro de plástico que ponía debajo del superhéroe.

-La naturaleza está, no ayuda -me contestó el niño, mientras volvía a jugar.

Como debe haber notado que no entendí, volvió a hablar.

-Superman sí puede volar solo -me dijo, mientras me pasaba la figura cuidando de poner bajo ella el pájaro de plástico.

-Pero mira -le dije, quitando el pájaro de debajo de Superman-. Si el pájaro no está… ¿Superman vuela o no vuela?

-La naturaleza está -alegó Shui mostrando el pájaro que y había dejado en mi otra mano.

-Pero sin la naturaleza bajo él, se cae… -insistí.

-Nosotros también -dijo Shui, tocando el suelo-. La naturaleza está.

Mientras pensaba si lo que me dijo fue lo que entendí, le devolví la figura de Superman y el pájaro de plástico, que él volvió a poner debajo, haciéndolos volar.

-Sí vuela solo -me dijo, como despedida.

Yo le di la razón, y me fui del lugar.

martes, 24 de septiembre de 2019

La naturaleza de las cosas.


Me hablaron de un niño que se convertía en zorro.

Varias personas del lugar lo habían visto en la montaña.

No solía acercarse a nadie, según decían, pero a veces podías verlo, caminando en las cercanías, cuando todo estaba en silencio, casi siempre al atardecer.

Yo había andado mucho por el lugar y creía en aquella historia.

Después de todo, varias veces había visto al pequeño convertido en zorro y hacía muy poco había visto al niño, caminando solo, en medio de los árboles.

Mientras escuchaba, otra persona planteó que tal vez era un zorro que se convertía en niño y no al revés.

Algunos le dieron la razón.

Otros mantenían lo contrario.

Discutieron por bastante tiempo, aunque debo reconocer que sus argumentos eran débiles, y hasta sonaban un tanto absurdos.

Que el niño parecía más verdadero como niño, decían algunos.

Que el niño tenía ojos de zorro, decían otros.

Yo los escuchaba, simplemente, sin participar.

Ya se habían calmado los ánimos y la mayoría de la gente se había ido cuando escuché a una señora farfullar algo acerca de la naturaleza.

La miré y ella se dio cuenta que la había oído.

Yo una vez vi al zorro y al niño, me dijo.

Los vi juntos, me refiero, en la montaña.

Pero la gente insiste en creer que el día se convierte en noche o que los vivos se convierten en muertos, sin comprender la naturaleza de las cosas.

Yo asentí y me avergoncé un poco, porque ella tenía razón.

Y entonces la vergüenza me llevó a guardar silencio.

Sin comprender, todavía, la naturaleza de las cosas.

lunes, 23 de septiembre de 2019

Dominó.

* Dentro de los juegos creados se encuentra un dominó. Tiene 60 piezas y se pueden crear distintas jugadas. Los extremos obligatorios son el comienzo y el fin. Por lo general dura unos minutos y gana el jugador que se queda sin piezas. Ordeno acá, en triadas, uno de los juegos que resultó más largo, con 36 jugadas.


Dentro del comienzo está la luz.
Dentro de la luz está la oscuridad.
Dentro de la oscuridad está el tiempo.

Dentro del tiempo está el camino.
Dentro del camino está la huella.
Dentro de la huella está el pie.

Dentro del pie está el destino.
Dentro del destino está la fe.
Dentro de la fe está el mar.

Dentro del mar está el desierto.
Dentro del desierto está la flor.
Dentro de la flor está el hombre.

Dentro del hombre está Dios.
Dentro de Dios hay un bosque.
Dentro del bosque está Dios.

Dentro de Dios está el silencio.
Dentro del silencio está el grito.
Dentro del grito está el dolor.

Dentro del dolor está el golpe.
Dentro del golpe está el puño.
Dentro del puño está el corazón.

Dentro del corazón está el latido.
Dentro del latido está la sangre.
Dentro de la sangre está el grito.

Dentro del grito está la herida.
Dentro de la herida está la espada.
Dentro de la espada está el dolor.

Dentro del dolor está el hambre.
Dentro del hambre hay un ojo.
Dentro del ojo está el mundo.

Dentro del mundo está la tierra.
Dentro de la tierra hay una caja.
Dentro de la caja hay un muerto.

Dentro del muerto está la muerte.
Dentro de la muerte está el gusano.
Dentro del gusano está el fin.

domingo, 22 de septiembre de 2019

Un reloj en el fondo de la piscina.


Ella encontró un reloj en el fondo de la piscina.

Nadaba tocando el fondo, cuando lo encontró.

Era un reloj metálico, bastante grande y pesado.

Entonces lo tomó y miró a los costados, sin sacarlo del agua.

Apenas había un par de niños, con sus madres.

Estaba claro que el reloj no era de ellas, así que observó también fuera de la piscina.

Yo estaba sentado en un extremo, observándola también, cuando ella me vio.

De inmediato me hizo un gesto, a lo lejos, levantando el reloj.

Yo me hice el desentendido hasta que ella salió del agua y vino hasta donde me encontraba.

Me saludó y preguntó si el reloj era mío.

Yo observé el reloj y dije que no.

Ella se mostró confusa y se disculpó, no sé bien por qué.

Le dije que lo dejara con el salvavidas, ya que probablemente le preguntarían a él.

Ella asintió y fue a entregárselo.

El salvavidas lo guardó y ella me hizo un gesto a la distancia.

Yo le respondí de la misma forma.

La vi tomar sus cosas, poco después, e irse del lugar.

Al parecer había ido sola, igual que yo.

Dejé pasar unos minutos y fui donde el salvavidas, a preguntarle si había encontrado un reloj.

Él me hizo describirlo y luego me lo entregó.

Le agradecí.

Volví entonces a meterme a la piscina y dejé el reloj al fondo, en la parte más honda.

Luego salí del agua y tomé mis cosas.

Por último, me fui del lugar.

sábado, 21 de septiembre de 2019

Lluvia.


-¿Sabías que un hombre puede morir bajo la lluvia?

-Eh… sí, supongo que sí…

-Pero yo no digo de frío ni de enfermedades…

-¿No?

-No.

-¿Y entonces?

-Entonces piensa… ¿no se te ocurre cómo?

-Pues no sé… ¿ahogado?

-No… Además, yo digo por efecto directo de la lluvia, no a raíz del agua acumulada…

-No te entiendo…

-Me refiero a morir bajo la lluvia, debido al golpe del agua… al desgaste que ella provoca…

-¿Se puede morir así…?

-Claro… casi todos la ven inofensiva, pero una gran lluvia podría matar a una persona… Solo es necesario el golpe constante del agua por un tiempo determinado…

-¿Cuánto tiempo?

-Varía, dependiendo de la intensidad de la lluvia y de lo quieto que esté quien la recibe… ¿acaso no sabes que la lluvia ablanda las cosas duras?

-¿Ablanda las cosas duras?

-Claro… acaso no la ves caer en la tierra y ablandarla…

-Pero las rocas no se ablandan…

-Se ablandan y se socavan, esa es la verdad… aunque todo depende del tiempo y la intensidad de la lluvia.

-¿Y un hombre?

-Un hombre con mayor razón… es menos duro que una roca, si lo piensas… incluso su cabeza…

-…

-Es agua cayendo simplemente, sobre un hueso esférico, con cinco agujeros…

-Pues no sé… entiendo lo que dices, pero lo cierto es que sigue sin parecerme posible…

-Lo que pasa es que te niegas a verlo de esa forma… crees que eres más fuerte que la lluvia…

-No es eso…

-Lo es. Confías demasiado en tu cabeza, como todos los hombres… pero un día…

-No es eso, ya te lo dije.

-De acuerdo... Dejémoslo así… Además, parece que ya va a comenzar…

-¿La lluvia?

-Sí, la lluvia.

-Tienes razón, mejor vamos afuera.

viernes, 20 de septiembre de 2019

Iriskrinjinen.


I.

Le llegó la caja un sábado, muy temprano.

De hecho, todavía estaba acostado cuando sonó el timbre y vio afuera el furgón de envíos.

Dos hombres cargaban la caja mientras esperaban que él saliera y firmara el recibo.

Él firmo y les pidió amablemente que le dejaran la caja en el patio.

Era mucho más grande de lo que había pensado y parecía bastante pesada.

Les dio a los hombres una pequeña propina y los acompañó hasta la puerta.

Luego cerró con llave y se dirigió a abrir la caja.

Era bastante obvio que no contenía lo que había pedido.


II.

Él había encargado una docena de camisetas.

Le había gustado el diseño y pensó que podrían ser un buen negocio.

Encargó doce solamente para comprobar la calidad y la seguridad del envío.

Pero en esa caja, sin duda, había mucho más que doce camisetas.

Mientras la abría, observaba las letras chinas escritas a un costado.

No entendía nada, por supuesto.

Entonces hizo cortes en la caja hasta que logró abrirla.

Dentro encontró un gran plástico, plegado.

No entendía bien qué era así que hizo espacio, para sacarlo.

Era una sola gran pieza.

Con un pituto, en una esquina, para inflarla.


III.

Buscó un manual, en la caja, pero no encontró nada.

De todas formas, era un procedimiento básico.

No tenía motor para inflarla, así que empezó a soplar, simplemente.

Veinte minutos después estaba mareado y no había avanzado prácticamente nada.

Así y todo, le pareció que era una figura humana.

Al menos encontró unos pies, que tenían peso y distinguió también las extremidades y una cabeza.

Tal vez era una especie de juego inflable, se dijo.

Podía venderlo y ganar algo de dinero, pensó, mientras volvía a inflar.

Lo hizo durante seis horas, a intervalos, ese día.

Emplearía, finalmente, varios más.


IV.

Desde el segundo día sus vecinos le preguntaron por aquello.

Él dijo que se trataba de un proyecto, y que no podía contar más.

La figura ya se veía por sobre las paredes y seguía creciendo.

Pensó en conseguirse algo para inflarlo, pero desistió finalmente, y tomó aquello como un desafío personal.

Tres días después terminó de inflarlo.

La figura debía tener más de cuatro metros, fácilmente.

Encontró unas cuerdas que servían para anclarla al piso y evitar que se cayera, con el viento.

Se trataba de una especie de extraterrestre, por cierto, de aspecto amistoso, sin ninguna función especial.


V.

Desde la ventana de su dormitorio, en el segundo piso, podía ver el rostro del extraterrestre.

Parecía sonreír, de cierta forma, aunque no lo hacía de una manera tradicional.

Cuando soplaba el viento y se movía un poco, los perros de los vecinos ladraban, aunque cada vez menos.

Esto trajo algunos problemas, pero como él se comprometió a que solo estaría inflado por unos días, mientras comprobaba su resistencia, no lo molestaron más.

Pasaron así una semana, y luego quince días.

Cada mañana, si notaba que se había desinflado un poco, volvía a echarle aire, antes de irse a trabajar.


VI.

Le puso nombre al extraterrestre.

Iriskrinjinen, lo llamó.

A veces hablaba con él, desde su cuarto.

Buscó el producto en internet, para saber algo más, pero no encontró nada.

En el recibo tampoco había información, salvo las medidas de la caja.

Concluyó entonces que Iriskrinjinen era un ser único.

Después de todo, él y sus vecinos eran iguales, pero Iriskrinjinen no.

Él mismo lo había inflado, además.

Estaba lleno de su aliento, y podía sentirse orgulloso.

A veces, soñaba que venía una tormenta y se lo llevaba.

Despertaba angustiado y solo se aliviaba al verlo otra vez, tras la ventana.


VII.

Fue un día en que hizo horas extras cuando se perdió Iriskrinjinen.

Volvió tarde, ese día, y ya antes de entrar notó que el extraterrestre no estaba.

Tampoco encontró las amarras y solo quedaban las marcas de sus pies, en el piso.

Preguntó a sus vecinos, esa noche, pero nada habían visto.

Extrañamente, pensó que Iriskrinjnen se había ido por su cuenta, al no verlo llegar.

Estaba triste, por supuesto, pero más tranquilo de lo que esperaba.

Esa noche, frente al computador, encargó nuevamente doce camisetas, por si se repetía el milagro.

Lloró un poquito, mientras lo hacía, nada más.

jueves, 19 de septiembre de 2019

La piñata está vacía.


Los niños se molestan porque la piñata está vacía.

La han golpeado cada vez más fuerte, hasta que ha caído hecha pedazos.

Luego se han lanzado sobre ellos, pensando que algo había entre los restos.

No encontraron nada, por supuesto.

Fue entonces, recién, que comenzaron a inquietarse.

Se miraban entre ellos.

Parecían preguntarse cuál era la sensación correcta.

Solo entonces se enojaron.

Uno lanzó un grito.

Otros rompían en trozos más pequeños lo restos esparcidos por el suelo.

Los que estaban más atrás buscaban algo en qué desatar su furia.

No se trataba, claro está, de un buen espectáculo.

Yo los observaba desde lejos, sin ser visto, intentando no indignarme.

Y era difícil no hacerlo…

Debía ordenar los hechos; comprenderlos un poco.

Todo es siempre cuestión de expectativas, me decía.

Después de todo, era una gran piñata.

No había adultos.

Cada uno de los niños había sido provisto con un palo.

Supongo que ese es un error, es cierto, pero no les da derecho a ser insensatos.

¡Con qué derecho, se molestan…!

¡Alegan injusticia, sin siquiera distinguir qué es aquello que merecen…!

¡Que la piñata está vacía…!

¡Qué el mundo está vacío…!

¡Que dentro de los cuerpos solo hay tripas y sangre…!

Pobres insensatos…

Cerdos entre perlas…

Les di palos, les di rabia, les di hambre…

¿Siguen molestos porque la piñata está vacía…?

¡Yo les di lo que no tienen…!

¡Les di la vida…!

¡Les di la vida, hijos de puta…!

¡Y les di un barranco!

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