miércoles, 31 de julio de 2019

Su tío murió y le dejó un loro.


I.

Su tío murió y le dejó un loro.

El loro se llamaba Ismael.

No lo voy a describir, porque era un loro común.

O sea, verde y con plumas. Nada más.

También le dejó una jaula y algunos juguetes para el loro.

Y comida especial, que alcanzaba para varios años.


II.

Entre los juguetes había un triciclo, un monopatín y una serie de sombreros que hubiesen servido para montar un show.

El loro, sin embargo, no parecía saber usarlos.

Preguntó a otros familiares, incluso, por si habían visto al ave alguna vez usando esos implementos.

Pero nadie nunca había visto nada.


III.

Semanas más tarde descubrió que el loro decía “amén”.

Lo decía después que alguien hablaba con emoción sobre algo.

El tío nunca había sido religioso, pero tal vez el loro perteneció a alguien más, antes que al tío.

Entonces enseñó la gracia a algunas visitas.

A todos le pareció simpático.


IV.

Para que el loro hiciera la gracia, él tenía que fingir, cuando hablaba.

Me refiero a fingir la emoción, o el tono, con que debía pronunciar las palabras.

De hecho, nunca interrumpía las conversaciones habituales, salvo en contadas ocasiones.

Eso lo llevó a pensar un poco.

Pero solo un poco.


V.

Aquello que pensó, podría considerarse triste, y no viene a cuento.

Explicaría esa tristeza, en todo caso, pero sería igual que describir al loro.

O sea, diré simplemente que comprendió que lo emocionaban pocas cosas.

Y que sus palabras eran como los juguetes de ese loro, nada más.

Así sea.

martes, 30 de julio de 2019

Pintando el diluvio.


-¿Y ese de ahí quién es?

-Noé. Todavía no manda ningún pájaro. Está mirando no más. Por una ventana del arca.

-¿Todo eso es lluvia, entonces?

-Sí. No sabía bien cómo dibujarla… pero es lluvia.

-¿Y todavía no hay suficiente agua como para que el arca flote…?

-Ya está flotando…

-¿Esa es agua?

-Sí. Es que están los cuerpos, por eso no se nota mucho.

-¿Los cuerpos…?

-Sí, los cadáveres… ¿los muertos flotan, no?

-¿De qué muertos hablas?

-Hombres, mujeres, animales… ¿acaso el diluvio no fue para acabar con ellos? Pues yo supongo que el agua estaba llena de cadáveres… y hasta otros restos flotando… tal vez hasta uno a medio morir podría estar sujeto entre los cuerpos…

-…

-Una vez, por ejemplo, ocurrió que una mujer murió ahogada estando embarazada, y encontraron viva a su hija, todavía, después de algunos días… salió en las noticias...

-Pues no sé… tal vez estás creyendo demasiadas cosas… Después de todo está el asunto de la oxigenación y todo eso…

-Puede ser, pero de todas formas no los he dibujado a medio morir… esos son solo cuerpos… o sea, cuerpos y restos de otras cosas… deben haberse aferrado a algo, ¿no crees? Tratar de sobrevivir… a lo que voy es que el agua no puede haber estado limpia… en la superficie, al menos… no había orillas donde llevar las cosas…

-…

-De todas formas, igual me has dejado la duda… tal vez lo de los muertos flotando es solo un mito, después de todo… o pasa en un momento determinado y luego se hunden, sin más, los restos…

-¿Y no has pensado en mejor dibujar flores…? ¿O pintar esos típicos platos, con algunas frutas…?

-¿Naturaleza muerta, dices tú…? Pues no sé… Esto también lo es de alguna forma, ¿no crees…?

lunes, 29 de julio de 2019

Vueltas al asunto.


Estuvo seis días, en el hotel.

En cinco de ellos lo vi sentado, frente a una piscina.

La actitud que tenía era siempre la misma.

Las piscinas, en cambio, eran tres.

Todas tenían un bar pequeño.

Él era siempre el primero en llegar y pedía agua mineral con hielo.

Entonces, fijaba la vista en la superficie de la piscina.

En el agua, más bien, sobre todo en los sectores vacíos.

Yo debía sacar fotos en el lugar, y mientras revisaba las del primer día, comencé a fijarme en que siempre salía aquel hombre.

Desde antes que se permitiera ocuparla, hasta después que se acababa el tiempo de uso.

Él siempre estaba ahí.

Los días siguientes comprobé que incluso se movía entre una piscina y otra.

Eligiendo siempre, por cierto, la menos concurrida.

Durante esos días, nunca lo vi acercarse a nadie ni fijar la vista en alguna persona.

Solo miraba el agua, fijando la vista en los sectores en que había menos movimiento.

Por lo general llevaba un periódico, pero solo lo miraba si la piscina se llenaba y ya no había donde posar la vista.

Y cada cierto rato, por cierto, volvía a pedir agua mineral, con hielo.

Así pasaron cinco días.

Seis horas diarias, aproximadamente, pasaba el hombre de esa forma.

Entonces llegó el sexto día.

Como no lo vi consulté con el encargado del hotel, a quien le había mostrado algunas fotos y le había comentado sobre el comportamiento de aquel tipo.

El encargado me dijo que un encargado de seguridad había ido a hablar con él, por su actitud en las piscinas.

Una conversación amable, aparentemente, aunque eso no evitó que me sintiera culpable por haber comentado el hecho.

Y es que el hombre no salió de la habitación el sexto día, y a la mañana siguiente se fue, según me dijeron, del hotel.

Más tarde, mientras seleccionaba las últimas fotos, pude fijarme en una en que el hombre miraba fijamente a la cámara.

Intenté hacer zoom en la imagen, pero extrañamente la figura del hombre estaba fija; y mientras todo crecía, en la pantalla, él mantenía su primer tamaño.

No quise pensar más en ese asunto y guardé las imágenes, sin más.

Finalmente envié las seleccionadas y un par de días después me enviaron un cheque, por el trabajo.

Nunca cobré aquel cheque, por cierto.

Fue mi precio, tal vez, para no darle más vueltas al asunto.

domingo, 28 de julio de 2019

Nadie quiere estar solo.


I.

Nadie quiere estar solo.

Y nadie quiere reconocer que está solo.

Ambas cosas dan miedo.

Y ambas cosas duelen, también, en cierto modo.


II.

De todas formas, lo importante no es el dolor.

Tampoco es el miedo.

Y extrañamente, tampoco es el estar solo.

Lo importante, creo, es algo de lo que generalmente no se habla.


III.

Un pozo (o algo así como un pozo).

Un pozo cerrado donde yace algo que intuimos oscuro.

Un pozo en la altura del pecho.

Y que se percibe más claro, cuando estamos solos.


IV.

Ese pozo sí que complica.

Quien lo ha sentido en sí, sabe de qué hablo.

Lo que podríamos llamar naturaleza humana, yace dentro.

Y su sola existencia, nos entumece.


V.

Solos sin Dios, entonces.

Solos sin prójimo y sin compañía alguna.

El pozo amenaza con ser nosotros mismos.

E intuimos así, recién en ese instante, el verdadero peso de estar solos.


VI.

Sin nombre.

Sin acciones que puedas llamar propias.

Sin acceso a la verdad de los otros.

Descubres que siempre has sido el pozo dentro de lo que creías ser tú mismo.


VII.

Nada a qué asirse, entonces.

Ser el pozo es caer en el pozo.

Y el estar solo se convierte así en el vértigo de perder todo.

Sabiendo, sin embargo, que nunca se ha tenido.

sábado, 27 de julio de 2019

Agua hervida.


Era algo así como un experimento.

Debíamos tomar el tiempo que se demoraba en hervir cierta cantidad de agua.

Bajo distintas fuentes de energía debíamos hacerla hervir.

Carbón, madera, gas natural, electricidad y algunas otras.

Luego debíamos variar la cantidad de aquellas sustancias.

Y volver a anotar, por supuesto.

Recuerdo que había que utilizar algunas fórmulas, incorporando datos.

Y verificar que la temperatura inicial del agua fuese siempre la misma.

Ya habíamos hecho hervir un par cuando nos complicó algo bastante básico.

Qué hacer con el agua hervida.

Detuvimos los experimentos para plantear la situación.

Guardamos un poco en un termo, y nos preparamos café, mientras decidíamos.

Y es que no queríamos botar el agua recién hervida.

No nos planteamos el porqué, pero coincidimos en ello casi de inmediato.

Además, cada prueba debía ser realizada con un litro de agua.

Esa era parte de las indicaciones.

Y sacando cuentas, debíamos hacer hervir poco más de cuarenta litros.

La situación era incómoda.

Ni siquiera ahora le veo mucho sentido, pero supongo que intuíamos, de cierta forma, el desperdicio de energía.

Entonces terminamos el café y miramos los escasos apuntes.

Resolvimos un par de fórmulas.

Y completamos la primera hoja del informe.

Por último, echamos a suertes quien terminaba el informe e inventaba los datos.

Perdí yo, por supuesto.

Luego no hicimos nada más.

viernes, 26 de julio de 2019

Porque creyó ver al gato.


Se bajó del taxi en Portugal con Sata Isabel, porque creyó ver al gato.

Pagó rápidamente y se bajó sin esperar el vuelto mientras buscaba al animal, con la mirada.

Caminó buscándolo hasta que le pareció verlo afuera de la Posta Central.

Se distrajo mientras cruzaba la calle y volvió entonces a perderlo de vista.

De todas formas, ella estimó que el gato debía estar cerca todavía, así que siguió buscando.

Le dio vergüenza preguntar a los que estaban ahí, así que permaneció en silencio.

Estaba segura de haberle visto un collar rojo, tal como tenía Esteban, el gato que había huido de su departamento hacía un par de semanas.

No pudo ver el detalle de las manchas, pero era un gato probable, digamos.

El tamaño, la forma de andar… el collar rojo.

Marcos se había enojado con ella por la pérdida de Esteban.

Él estaba seguro que no lo había dejado salir, así que la única opción que quedaba era ella.

Ella, sin embargo, había ampliado las opciones a una ventana que daba al exterior y que él acostumbraba dejar abierta.

Era un quinto piso, es cierto, pero los gatos suelen arreglárselas.

Eso le dijo ella a Marcos, pero él no quiso seguir discutiendo.

Sin embargo, desde entonces, él está muy distante y prácticamente no se hablan.

Probablemente sea por el gato, piensa ella, mientras lo busca.

Probablemente sea por el gato.

jueves, 25 de julio de 2019

Un cerdo chilla, un hombre cierra la boca.


I.

Un cerdo chilla, un hombre cierra la boca.

El dicho es simple, sin duda.

Pero a veces no es cierto.

Yo he visto, por ejemplo, hombres que chillan.

Y es probable que alguien haya visto, sin duda, a un cerdo cerrando su boca.


II.

No hablaré, sin embargo, de hombres que chillan.

Y tampoco hablaré de cerdos que cierran la boca.

Diré por el momento, simplemente, que las palabras no pueden marcar límite alguno.

Luego me quedaré en silencio un rato.

Porque el silencio es digno. Y puro. Y necesario.


III.

(Ahora estoy en silencio)


IV.

Una vez, de pequeño, estaba yo escribiendo en un cuaderno.

Describía algo, según recuerdo, en el banco de una plaza.

No se trataba de cerdos chillando ni nada de eso, por cierto.

Simplemente describía el lugar, y poco más.

Entonces vino un tipo y me ofreció cambiar el cuaderno por alguna otra cosa.

Me ofreció por él una pequeña maleta vacía y una bebida

Casi igual que una escena en una película, que vi años después.

Recuerdo que lo cambié, finalmente, y fue como si me arrebataran el habla.

La descripción del mundo, digamos.

Cerré la boca entonces, como un buen ser humano.

Boté la bebida porque no tenía gas.

Y me quedé con la maleta vacía y el silencio.


V.

Un cerdo chilla, un hombre cierra la boca.

El dicho es simple, sin duda.

Pero tras repetirlo un par de veces, sabes que no es cierto.

Pasa lo mismo con otras experiencias, pero no me detendré en aquello.

Eso se los dejo a los que chillan.

Hoy, por mi parte, cerraré la boca y me quedaré en silencio.


miércoles, 24 de julio de 2019

Creyendo que existo.

"Aprenderá también él...
Tampoco nosotros sabíamos
que estábamos en el mundo.
También a ser se aprende..."
I. C.

*
Creyendo que existo, leo El caballero inexistente, de Ítalo Calvino.

Y mientras lo leo, como soy profe (o creyendo serlo), voy anotando algunas frases para facilitar un análisis y construyendo preguntas, para una posible prueba.

Eso es lo que hago, principalmente, durante el día.


*
Este año renuncié, por cierto, a mi trabajo de profe.

Por un año, supuestamente, renuncié.

Fallaron hace un tiempo unos planes, estaba agotado y quería intentar escribir algo más serio.

Algo así como un proyecto literario, dirían algunos.

Ha pasado medio año y no sabría decir si comencé.


*
Miento: No comencé.

En lo absoluto comencé.

No flojeo, sin embargo, y tengo ideas.

Tengo un porqué, incluso.

Podría sentarme y escribirlo.

Así de simple, podría ser.

No creo, sin embargo, tener un para quién.

Sería como cocinar para nadie.

O intentar dar un regalo que nadie quiere recibir.

Eso siento, al menos, antes de escribir la primera palabra.


*
Ya dije que no flojeo.

Pero lo reitero.

A diario dedico a una serie de actividades que me hacen sentido.

Tan solo en el libro, los apuntes de análisis y la prueba, ya demoro lo que equivaldría a una jornada laboral.

Hoy fue El caballero inexistente.

Ayer fue uno de Marisé Condé.

Antes de ayer fue El solitario, de Ionesco.

Son ejemplos, por supuesto, pero podría seguir si a alguien le interesa, o tiene dudas.


*
Asimismo, si alguien tiene críticas, puedo complementar la información.

Dedico tiempo a hacer ejercicio.

Trato de compartir con mi hijo lo más que puedo (y me deja).

Comparto un poco con el hijo pequeño de mi hermana.

Trato de estar atento a aquello que tenga sentido… y que no detallaré.

Lo digo porque nadie parece entender el peso de aquello que dije más arriba.

Que falta un para quién.

Y para el que diga que debo escribir de todas formas… pues eso es lo que hago aquí, por ejemplo.

Hace más de nueve años que lo hago.

Un texto diario.

Sin saber para quién.

Este es el número 3448 de esos textos.

El 3448 día consecutivo en que lo hago.

Pero quería dar más.

Sentí que podía dar más.

Porque esto comenzaba a flaquear y nunca busqué la calidad en este espacio.

Igual que cuando corro y me agoto, pero acelero un poco en vez de parar.

Entonces, sin tener ni ahorros decidí renunciar a mi trabajo para dar más.

Y no veo que haya nadie a quien le interese recibir.

Y me siento ahora, ante la pantalla en blanco, con una pierna desgarrada.


*
Leo mucho, por cierto, para ser ese quién, que necesitan otros.

Siento al menos que así le otorgo un sentido al trabajo que esos otros hicieron.

Y claro… me equivoco en mil cosas, por supuesto.

Debo comprender mal muchas otras.

Pero quiero comprender, al menos.

Estoy dispuesto.

Y a diferencia de Agilulfo que deja su armadura en el libro de Calvino.

Que la deja y como no existía, se desvanece sin más.

Yo me aferro a mi armadura.

La construyo y destruyo cada día para mantener una forma.

Es precaria y no protege mucho, pero mi armadura es mi consigna.

Y mi corazón late en la consigna.

Hoy la hice transparente.

No les miento.

Esta es mi armadura.

martes, 23 de julio de 2019

Algo que busco.


Busco una esfera de vidrio. No sé bien qué nombre tienen. De esas que las agitas un poco y aparentemente cae nieve, en su interior. Siempre quise una, pero una distinta. Me refiero a que fuese distinto lo que tuviese dentro. Había tenido algunas muy raras. Una en que había un paisaje de playa, con pequeñas figuras que simulaban personas en traje de baño. Era distinta, claro, pero no era lo que quería. Esa la regalé, según recuerdo. También tuve otra en la que caía nieve sobre un paisaje construido a partir de unos cuadros de Chagall. El problema fue que era tan hermosa, que la supuesta nieve que caía la afeaba. De hecho, esa la rompí, intentando desarmarla y quitarle la nieve. Casi lo mismo ocurría con una que reproducía una obra de Hiroshige, que vi una vez en la tienda de un museo, en Londres. Esa sí era hermosa vista con nieve, pero la esfera era la que terminaba molestando. La curvatura de la esfera, me refiero. O algo así. Ahora, con los años, supongo que ya me he decidido. Busco una esfera sin paisaje, o con un paisaje plano, ojalá natural. Una que puedas agitar para que luego la nieve caiga, sin más, sobre la superficie. Parece sencillo, pero es algo que busco hace años y no encuentro. Si a alguien le interesa, ese sería un buen regalo. No busco mucho más.

lunes, 22 de julio de 2019

Quietos.


-¡Mamá….! ¡Mamá…!

-¿Qué pasa?

-¡Mi hermano de nuevo está haciendo eso en la bicicleta…!

-¿Eso….? ¿Qué es eso…?

-¡Lo de quedarse quieto en la bici…! ¡Dile que no lo haga…!

-¿Es peligroso lo que está haciendo?

-¡Sí…! ¡Y me da miedo…!

-De acuerdo… Yo le digo…

-¡Pero dile fuerte, mamá…!

-¡Francisco…! ¡Deja de hacer tonterías en la bici, que es peligroso…!

-¡No es peligroso, mamá….! ¡Ven y mira…!

-¡Sabes que no puedo ir a ver ahora, pero deja de hacer eso, que asustas a tu hermano…!

-…

-¿Me escuchaste, Francisco…?

-…

-¡Mamá…! ¡Lo sigue haciendo…!

-…

-¡Y me mira con cara de burla…!

-¡Mentira…! ¡Ni siquiera lo miro…! ¡Además no es peligroso…!

-¡Es verdad, y me sigue mirando…!

-¡No quiero tener que ir para allá…! ¡Les advierto…!

-¡Pero mamá…!

-¡Francisco, tú eres más grande….! ¡¿No puedes dejar de hacer cosas raras…?!

-¡Pero si solo estoy arriba de la bici y me equilibro en el lugar, quedándome quieto…!

-¡Parece muerto, mamá…! ¡Lo hace para asustar porque parece muerto así de quieto…!

-¡No podría estar muerto arriba de una bici, idiota…!

-¡No le digas idiota a tu hermano, recuerda que es pequeño…!

-¡Pero cómo se le ocurre que un muerto va a estar arriba de una bici…! ¡Es imposible que dé miedo!

-¡Da miedo igual…! ¡Como si todos estuviéramos quietos…!

-¡Pero entonces muévete…! ¡Déjame arriba de la bici y muévete tú…!

-¡No puedo…! ¡Mamá… él sabe que con miedo no puedo…!

-¡Ya les advertí que dejaran el asunto ese…! ¡Voy a ir para allá y quiero todo solucionado…!

-…

-¡Mamá…! ¡Mi hermano se está riendo porque sabe que no puedes venir…!

-¡Mentira…! ¡No me río por eso…!

domingo, 21 de julio de 2019

Nevó. Un poco. En la montaña.


Nevó. Un poco. En la montaña.

Yo estaba. En la montaña. Cuando nevó.

Caminando. Estaba yo. En la montaña.

La nieve. Al caer. Me detuvo.

Observé entonces. Nevar. En la montaña.

Mis ropas. Se mojaron. Por la nieve.

Y mi cuerpo. Se mojó. Por mis ropas.

Tuve frío. Mojado. En la montaña.

Además. El viento. Comenzó.

Busqué. Refugio. Bajo un árbol.

Tarde busqué. Refugio. Bajo un árbol.

Tiritaba. Bajo el árbol. En la montaña.

Me movía. En mi lugar. Bajo el árbol.

Dos horas. Pasaron. De esa forma.

A lo lejos. Un zorro. Pasó.

Blanca. Se volvía. La montaña.

Y el viento. No dejaba. Entender bien.

Para qué. La nieve. En la montaña.

Para qué yo. Y por qué. Bajo la nieve.

Otra hora. Pasó. Mientras pensaba.

Me movía. De un árbol. Hasta otro.

Dolía. En el pecho. El corazón.

Por frío. Tal vez. Dolía el corazón.

Mis pisadas. En la nieve. Se borraban.

Nada son. Mis pisadas. En la nieve.

No rogué. A nadie. Por ayuda.

La nieve. Se detuvo. Por sí sola.

Dos horas. Caminé. Sobre la nieve.

Dos horas más. Decía. Caminé.

A oscuras. Llegué luego. Hasta una calle.

Un auto. Me trajo. A este Hospital.

La nieve. Tan blanca. En la montaña.

La vida. Tan extraña. Y para qué.

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