miércoles, 24 de julio de 2019

Creyendo que existo.

"Aprenderá también él...
Tampoco nosotros sabíamos
que estábamos en el mundo.
También a ser se aprende..."
I. C.

*
Creyendo que existo, leo El caballero inexistente, de Ítalo Calvino.

Y mientras lo leo, como soy profe (o creyendo serlo), voy anotando algunas frases para facilitar un análisis y construyendo preguntas, para una posible prueba.

Eso es lo que hago, principalmente, durante el día.


*
Este año renuncié, por cierto, a mi trabajo de profe.

Por un año, supuestamente, renuncié.

Fallaron hace un tiempo unos planes, estaba agotado y quería intentar escribir algo más serio.

Algo así como un proyecto literario, dirían algunos.

Ha pasado medio año y no sabría decir si comencé.


*
Miento: No comencé.

En lo absoluto comencé.

No flojeo, sin embargo, y tengo ideas.

Tengo un porqué, incluso.

Podría sentarme y escribirlo.

Así de simple, podría ser.

No creo, sin embargo, tener un para quién.

Sería como cocinar para nadie.

O intentar dar un regalo que nadie quiere recibir.

Eso siento, al menos, antes de escribir la primera palabra.


*
Ya dije que no flojeo.

Pero lo reitero.

A diario dedico a una serie de actividades que me hacen sentido.

Tan solo en el libro, los apuntes de análisis y la prueba, ya demoro lo que equivaldría a una jornada laboral.

Hoy fue El caballero inexistente.

Ayer fue uno de Marisé Condé.

Antes de ayer fue El solitario, de Ionesco.

Son ejemplos, por supuesto, pero podría seguir si a alguien le interesa, o tiene dudas.


*
Asimismo, si alguien tiene críticas, puedo complementar la información.

Dedico tiempo a hacer ejercicio.

Trato de compartir con mi hijo lo más que puedo (y me deja).

Comparto un poco con el hijo pequeño de mi hermana.

Trato de estar atento a aquello que tenga sentido… y que no detallaré.

Lo digo porque nadie parece entender el peso de aquello que dije más arriba.

Que falta un para quién.

Y para el que diga que debo escribir de todas formas… pues eso es lo que hago aquí, por ejemplo.

Hace más de nueve años que lo hago.

Un texto diario.

Sin saber para quién.

Este es el número 3448 de esos textos.

El 3448 día consecutivo en que lo hago.

Pero quería dar más.

Sentí que podía dar más.

Porque esto comenzaba a flaquear y nunca busqué la calidad en este espacio.

Igual que cuando corro y me agoto, pero acelero un poco en vez de parar.

Entonces, sin tener ni ahorros decidí renunciar a mi trabajo para dar más.

Y no veo que haya nadie a quien le interese recibir.

Y me siento ahora, ante la pantalla en blanco, con una pierna desgarrada.


*
Leo mucho, por cierto, para ser ese quién, que necesitan otros.

Siento al menos que así le otorgo un sentido al trabajo que esos otros hicieron.

Y claro… me equivoco en mil cosas, por supuesto.

Debo comprender mal muchas otras.

Pero quiero comprender, al menos.

Estoy dispuesto.

Y a diferencia de Agilulfo que deja su armadura en el libro de Calvino.

Que la deja y como no existía, se desvanece sin más.

Yo me aferro a mi armadura.

La construyo y destruyo cada día para mantener una forma.

Es precaria y no protege mucho, pero mi armadura es mi consigna.

Y mi corazón late en la consigna.

Hoy la hice transparente.

No les miento.

Esta es mi armadura.

1 comentario:

  1. Sin duda por ti, quizá por todos y por el azaroso destino.

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