domingo, 30 de abril de 2017

Nadie sabe lo que buscas.

“¡Qué escándalo para saber
dónde poner su cabeza!”

Buscas en todos lados.

No se sabe qué buscas.

Sacudes las ropas.

Observas entre las palabras.

Y hasta escarbas en la tierra.

Nadie sabe qué buscas.

Tal vez sea algo no creado.

Tal vez sea algo que llevas puesto.

O tal vez sea el nombre de ese al que nadie necesita.

Y es que miramos y no entendemos.

Vamos hacia ti y no nos acercamos.

Te preguntamos y no dices.

Y al final resulta cierto:

Nadie sabe qué buscas.

No creas que no intentamos.

Nos fijamos en el número de copas.

Nos fijamos en el largo de tus uñas.

Nos fijamos en unas gotas de sangre que están justo donde no debiesen.

Y claro, se ordenan entonces las preguntas:

¿Qué era lo que buscabas antes que lo buscaras?

¿Qué eran estas palabras antes de ser dichas?

 ¿Qué era el mundo antes de ser mundo?

Y no es que quiera respuestas, pero quiero entender un poco más.

Puede que no creas, pero me gustaría entender un poco más de todo esto.

¿Comprendes tú aquello que busco?

¿Conoces el camino, tal vez, para llegar?

¿Sabes qué era el hombre antes de ser un hombre?

Y es que hay quienes se ríen de nuestras palabras, pero tú no.

Tú permaneces bajo las piedras, y en silencio.

Buscas en todos lados y tal vez sea yo aquello que buscas.

Nadie sabe, sin embargo, y todos seguimos, como si supiésemos.

Esto es parte del escándalo.

sábado, 29 de abril de 2017

Un grito antes del amanecer.


Antes del amanecer siempre hay un grito.

O se oye un grito, más bien.

Lo he escuchado en los distintos lugares en que he vivido y nunca le he dado mayor importancia.

De hecho, solo recuerdo un par de oportunidades en que he planteado esta situación a alguna otra persona, ninguna de las cuales, por cierto, tomó mi información como algo serio.

No es siempre el mismo grito, aunque la mayoría de las veces se trata de uno bastante agudo, aparentemente el de una chica.

Estos últimos días, sin embargo, he puesto mayor atención a esos gritos y he descubierto que parecen decir una misma frase.

No logro comprender la frase, pero estoy seguro que lo haré en estos días.

Tampoco sé qué descubriré, de todas formas, cuando lo haga.

Mis expectativas son altas, ya que incluso he conseguido un equipo para grabarlo y poder trabajar con mayor precisión.

Con todo, no espero escuchar los futuros números del loto, o una frase reveladora que vaya a cambiar mayormente mi suerte. Lo que me interesa más bien es saber cuál es el llamado y si tiene relación con el nacimiento de cada día.

Una vida más plena, después de todo, supongo que construye de esa forma, recogiendo en los otros, pequeños fragmentos que aporten con nuestro propio sentido.

En este momento espero, por cierto, poder llegar a comprender esos fragmentos.

Y claro, como no es simple cosa de oído, trato más bien de estar dispuesto.

Eso es, por cierto, lo que hago ahora.

Y es que antes del amanecer, como les decía en un inicio, siempre se oye un grito.

Ahora voy hacia él, finalmente, y los invitó a hacerlo, si se animan.

Eso quería contarles, nada más.

viernes, 28 de abril de 2017

El mundo tiene pájaros azules.


Yo quería decir que el mundo tiene pájaros azules.

Pero ocurre que cuando lo digo, no lo digo bien.

Me refiero a que, por ejemplo, la frase no utiliza el verbo preciso.

No porque el mundo no pueda tener algo (yo lo veo como un sujeto bien dispuesto a hacerlo), sino más bien porque los pájaros azules no pueden pertenecer estrictamente a algo, aunque sea al mundo.

Pero claro, el mundo tampoco es un sitio o una escenografía donde haya pájaros azules, ni tampoco existan, porque los pájaros azules, estoy seguro, existen principalmente (si es que lo hacen), dentro de ellos mismos y en la mirada del que los ve.

Así, mientras intento combinaciones y busco palabras para contarles que el mundo tiene pájaros azules, ocurre que entre tanta búsqueda pierdo de vista y de pronto observo y el mundo ya no los tiene.

Es decir, no es exactamente lo que ocurre, pero es lo que digo que ocurre.

Entonces, imagino las palabras estas como una jaula chistosa donde mostrarles estos pájaros azules y mi sorpresa (y alegría) de que el mundo los tenga.

Y claro, digo que es chistosa la jaula, porque en el fondo no es jaula, y es bueno que no lo sea y reírse entonces del intento de llevarles a ustedes la sorpresa de que el mundo tenga pájaros azules, aunque no lo diga bien.

Por suerte (de nuevo no es esto, tengo la esperanza de que la palabra sea gracia), me es posible sentir, junto con la alegría, la presencia de esos pájaros azules nuevamente cerca… y milagrosamente ya ni siquiera necesito observarlos para verlos ni palabras mostrarlos.

Y es que usted no necesita de las palabras exactas para compartir mi sorpresa (y alegría) al sentir estos pájaros azules.

Lo que usted necesita es amar el mundo, y que le brillen los ojos con los pájaros azules y hasta quererme un poquito de paso, porque los pájaros azules nos hacen imposible no ver mejor aquello que nos rodea (y hasta lo que somos), mientras vuelan por ahí.

jueves, 27 de abril de 2017

Punto de referencia.


-¿Y dice usted que me vio dónde…?

-Lo vi el otro día, sobre el techo, parece que estaba arreglando algo… según recuerdo fue el martes.

-¿Sobre qué techo?

-Sobre su techo, claro…

-Pues no era yo, vecina…

-Claro que lo era, si hasta nos saludamos a lo lejos…

-¿Qué tan lejos?

-Yo desde el patio y usted se veía sobre el techo… ahí, mire, justo donde está el pájaro.

-Pues no creo que el martes haya estado ese pájaro.

-¿Qué?

-Ya le dije, vecina. No creo que ese pájaro este ahí desde entonces.

-Pero no sea hueón po, vecino… yo le digo lo del pájaro como un punto de referencia no más.

-¿Un punto de referencia de qué?

-De usted pues, vecino… de usted arriba del techo.

-¿Y cuándo?

-El martes… si ya le dije…

-¿Y yo era un punto de referencia de ese pájaro…?

-Al revés vecino, para el otro lado…

-Los puntos no tienen lados.

-Le digo que el pájaro ese sirve como punto de referencia para donde estaba usted.

-¿Y si se vuela el pájaro?

-¿Qué pasa si se vuela el pájaro?

-¿El punto se va con él?

-No… ya le dije que los puntos son alguna marca referencial…

-¿Y se quedan ahí siempre?

-¿Los puntos, dice usted?

-Claro.

-Pues sí, supongo que sí.

-Pues entonces voy a subir a borrarlo, me gusta que el techo esté impecable.

-¿Sabe vecino…? No sé si me está hueveando o no, pero mejor me  voy a entrar y dejamos las conversación hasta acá…

-Es que no se va a poder eso, vecina... hoy es martes.

-¿Y qué?

-Que me debo subir al techo y usted debe estar en el patio, para verme.

-…

-Y después tiene qué decirme que me vio en el techo y…

-¿Usted está loco?

-No, no lo estoy, vecina… piense que es como un punto de referencia… pero un punto único, luego ya no hay modo de salir.

-…

-Igual no se asuste, uno olvida pronto, y luego sale natural de nuevo…

-¿Está seguro…? Como que empecé a sentirme confundida…

-No se preocupe, vecina, es lo normal… si quiere le ayudo para seguir…

-De acuerdo…

-Pues cuente hasta tres mentalmente, luego yo sigo...

-...

-¿Y dice usted que me vio dónde…?

miércoles, 26 de abril de 2017

Los pies de nuestra vida.


Él decidió cambiar de vida cuando se puso unos calcetines sobre otros.

O sea, no en ese momento exacto, si no cuando se los sacaba para ducharse, esa noche.

Y es que en ese momento no pudo comprender cómo es que había unos calcetines, bajo los calcetines que se había puesto esa mañana.

Fue así que se detuvo en medio del cuarto de baño y permaneció largo rato observando sus pies.

O sea, no sus pies exactamente, sino el segundo par de calcetines que descubrió bajo el primero (y bajo ellos sus pies).

Por un momento incluso él reconoce que sintió que tal vez no había pies abajo, o que no eran suyos, o hasta que había una larga hilera de calcetines y al final unos pies diminutos, como de bebé, que no podían llevarlo a ningún sitio.

Extrañamente, él señala que esto le produjo una risa que lo sorprendió, pues no estaba acostumbrado a reír a solas, ni mucho menos por algo que no lograba comprender.

Ya más lúcido se formuló algunas hipótesis de lo sucedido, y tras no encontrar una más sólida que otra se miró al espejo y se decidió a cambiar de vida.

O sea, él era consciente que la vida –de ser-, es siempre la misma, pero comprendió entonces que cambiar de vida, podía ser también comenzar una comprensión nueva, que lo llevase de pronto a descubrir una vida nueva bajo otra –al igual que los calcetines-, y plantearse entonces nuevas hipótesis a una profundidad mayor, sobre aquello que está bajo nuestra vida.

Los pies de nuestra vida, entonces.

Y ya tenemos el título.

martes, 25 de abril de 2017

Esperanza del cero.


Algo así como una cuenta regresiva. Una cuenta que comenzamos con la esperanza del cero. Regresar al cero, más bien. Volver a ese punto que nos permita lanzarnos ahora a alturas distintas. Esa es la idea, por supuesto. La idea declarada. Luego caemos en cuenta que el cero no existe. Fingimos que lo es, en todo caso, y regresamos, pero no volvimos realmente a sitio alguno. Ni tiempo ni lugar es el cero. Ni cinturón ni anillo, tampoco. Un invento como casi todo eso que supuestamente puede lanzarnos a alturas distintas. Una mierda de frase, por lo demás. Un cero dicho con más sílabas... algo así como otra cuenta regresiva. Otro invento, digamos. Otra esperanza del cero. Y claro, entonces haces la cuenta más lento… Me refiero a que alejas el cero ese porque ya no sabes si estás listo realmente para ese despegue. Juegas a posponerlo, incluso. Fragmentas los números. Aplazas la llegada a ese lugar que no existe. Ni cinturón ni anillo, te dices. Pero lo dices para no dudar. Para jugar a que no mientes  y llegar a ese no lugar donde hay negación absoluta. Algo así como una cuenta regresiva, digamos. Una última esperanza del cero. Eso digo yo.

lunes, 24 de abril de 2017

Así son las cosas.

“Es la naturaleza la que habla en nosotros.
Así son las cosas.
El modo de ser de las cosas
no puede ser absurdo”.

¿Sabe usted cómo son las cosas?

¿Cómo es su naturaleza, me refiero?

¿La diferencia entre la naturaleza de ellas y su propia naturaleza?

¿O cree ser, acaso, más que las cosas?

¿Qué me dice…?

¿Le gustaría ser más que las cosas?

¿Qué me diría si le digo que usted está lleno de la naturaleza de las cosas?

¿Y qué me dice si le agrego que aparte de aquello, no tiene usted más nada?

¿No le agrada ser solo piel y naturaleza de las cosas?

¿Suena a poco?

¿Es usted más que aquello?

¿Qué más le gustaría tener, como relleno?

¿Un alma…? ¿Una parte de Dios…? ¿Un corazón que todo lo puede…?

¿O es que acaso también es usted uno de esos que se creían genios?

¿Es de esos…?

¿Es usted uno de esos que pensó siempre que era alguien especial?

¿Era de los que sienten que estaba destinado a algo importante?

¿Acaso no sabe que ese es en el fondo un espejismo provocado por la naturaleza de las cosas?

¿No comprende que es un tipo de reacción que se produce entre su piel y aquel relleno que en el fondo no le agrada?

¿Acaso quiere ser usted el que viva…?

¿Quiere ser usted el verdadero dueño de sus palabras y acciones?

¿Es que acaso sabe usted cómo son las cosas?

domingo, 23 de abril de 2017

Prácticamente como un extraño.


Conozco a alguien que colecciona piezas legos.

No set completos o figuras, sino piezas sueltas.

Todas piezas distintas, digamos.

Principalmente distintas por su forma, en primer término.

Aunque también -si comparten la forma-, estas piezas van variando en su color.

Asimismo estas piezas –o bloques, como esta persona prefiere llamarlas-, están dispuestas en muebles que se encuentran en distintas partes de su casa.

Cada una de las piezas, además, tiene un nombre al lado, una fecha y una serie de especificaciones referidas principalmente a su primera edición.

Debido a esto, poco espacio queda en esta casa para cualquier otro tipo de objetos, salvo aquellos imperiosamente necesarios y funcionales (lámparas, ceniceros y otros de ese tipo).

Otra de las reglas de su colección es no juntar, bajo ningún motivo, alguna pieza con otra.

Es decir, ninguna de esas piezas –o bloques-, pasará a formar parte de una figura u objeto al unirse con otra.

Así me lo recalcan, al menos, mientras me enseñan parte de la colección.

Y claro, mientras observo esta colección –no lo he dicho hasta ahora, pero se trata de miles de piezas-, me embarga una sensación extraña.

Como si todos esos bloques así dispuestos, tuviesen una especie de significado mayor, o fueran parte de un lenguaje secreto, cuyo funcionamiento desconozco.

Me gustaría, sin embargo, señalar alguna hipótesis sobre dicho significado.

Pero lo cierto es que no sé qué significa.

De hecho, tras verlas, no sé siquiera si conozco realmente a aquella persona que colecciona estas piezas.

Y hasta yo mismo me percibo, mientras las veo, prácticamente como un extraño.

sábado, 22 de abril de 2017

Caen piedras.


I.

Caen piedras.

Igualito que lluvia, pero caen piedras.

Y yo que pensaba hasta partir de nuevo.


II.

No caen con tanta fuerza

Ni hombre ni piedras, me refiero.

Casi siempre se paran, al final.

Hacen una seña, si es que están bien.

Luego siguen.


III.

Caen piedras, pero yo no digo llover.

Llover es otra cosa, si se piensa.

Caen piedras, decía, y unas golpean donde no deben.

Nadie pide disculpas, por el daño.


IV.

La primera vez lo vi en un dibujo.

Alguien lo soñó y luego dibujó aquella historia.

Caían piedras pequeñas en toda la ciudad.

Ni siquiera quien lo soñó, consideró realmente el daño.


V.

Caen piedras.

Algunas son filosas

Miras lo que sucede y lo comentas como cosa nueva.

Entonces una piedra desgarra la piel, y tú caes.


VI.

Tú caes.

Piensas que vas a levantarte.

Piensas que las piedras no son malas.

Piensas que es un sueño, y de los sueños se despierta.


VII.

Junto a ti caen piedras.

La ciudad incluso, parece que va a caer.

Hay ruidos en todos sitios.

Si alguien grita tu nombre, ya no sabrías, siuiera, si mirar.


VIII.

Caen piedras.

Igualito que lluvia, pero caen piedras.

Y yo que pensaba hasta partir de nuevo.

viernes, 21 de abril de 2017

Problema suyo.


I.

Si ella no sonríe, el problema es suyo.

Y es que yo, por mi parte, tengo otras cosas en que pensar.

Números, principalmente, aunque también una serie de listas que repaso en mi cabeza.

Ojalá se entienda.

Y es que no digo, en todo caso, que su risa no sea importante.

Ni tampoco digo que los números y otros elementos lo sean más.

Acá se trata más bien de hacerse cargo.

Y claro, nada tengo que ver yo con ese asunto.


II.

Como me ven hablar a solas se acercan a verme.

Sin escándalo ni alboroto, pero un tanto intrigados.

Dice que estoy frío, que en otro tiempo no habría dudado en lo absoluto.

Y claro, yo no respondo principalmente porque tendría que aclarar varias cosas:

En primer lugar tendría que aclarar que no estoy frío.

Y luego, tendría que explicar por qué no creo en la frase “otro tiempo”, ni en tiempo alguno.


III.

No tengo temperatura.

Lo compruebo varias veces y el asunto es claro.

Y es que en cuanto me pongo un termómetro, este desaparece siempre, bajo el brazo.

Es como un acto de magia solo que no hay espectadores ni magia alguna.

Es por eso que aquello que llaman tiempo permanece fijo desde hace años.

Ella, en tanto, no sonríe.

jueves, 20 de abril de 2017

El resumen de mi postura.


Uno debiese aprender a vivir teniendo en cuenta exclusivamente todo aquello que no es una idea.

Ese es el resumen de mi postura.

Con una mala sintaxis, si se quiere, pero el resumen es ese.

Como complemento a este resumen, sin embargo, me gustaría aclarar a partir de ejemplos, qué entiendo por aquello que es y no es una idea.

Vivir, por ejemplo, no es una idea.

Tampoco son ideas las piedras, la sangre y los cementerios.

El hombre, por otro lado, es sin duda una idea.

La muerte, tan temida, también lo es.

Y claro, también son ideas el amor, el patriotismo y el espíritu.

Por el contrario, no son ideas las corbatas, los billetes de a diez mil y las monedas de a quinientos.

Tampoco son ideas los funerales ni los garbanzos crudos.

La contradicción, por su parte, es a veces una idea y a veces no.

Escribir, en tanto, no es una idea en lo absoluto.

No escribir, sin embargo, es una idea casi pura.

No morir, por cierto, también es una idea.

Leer, por otro lado, no lo es.

El orden no es una idea y el desorden a veces sí y a veces no se sabe.

Aprender a vivir es, lamentablemente, una idea.

Y es que no sé si se entiende, pero aquí pretendo simplemente explicar el resumen de mi postura:

Uno debiese aprender a vivir teniendo en cuenta exclusivamente todo aquello que no es una idea.

Quién quiera comprender... etc.

miércoles, 19 de abril de 2017

Otro sueño.


Soñé que estaba rodeado de calcetines.

Supongo que limpios, aunque el sueño, a fin de cuentas, no tenía olor.

El caso es que, por alguna razón que desconozco, yo debía dar vuelta esos calcetines.

Introducir la mano en ellos para luego voltearlos, me refiero.

Fue entonces que, en el sueño, me percaté que al hacerlo, el calcetín desaparecía.

O sea, objetivamente desaparecía, pero yo sentía que de cierta forma estaba ahí, solo que no tenía un “lado de adentro”

Fui probando así, en el sueño, con los distintos calcetines que me rodeaban.

Y claro, ocurría lo mismo con cada uno de ellos.

Me percaté eso sí, de pronto, que los calcetines que volteaba no eran míos.

Me refiero a que yo los daba vuelta, pero ni siquiera eran ropas mías.

Y esa sensación de cierta forma me trajo un poco de alivio.

Seguí entonces dando vuelta calcetines hasta que no quedó ninguno en torno a mí.

Sentía que estaban ahí, en todo caso, pero del lado equivocado.

Posteriormente, en el sueño, comencé a hacer lo mismo con otras cosas.

Intentar voltearlas, me refiero.

Un chaleco, un cenicero, un pantalón y hasta un libro.

Con todos ellos, por cierto, ocurrió lo mismo: desaparecían por no tener “lado de adentro”.

Fue así que en el sueño, de pronto, me encontré en medio de una habitación vacía.

Finalmente, en esa misma habitación, decidí yo mismo voltearme, como a un calcetín.

Me refiero a que introduje mi mano por mi garganta, apreté fuerte, y me intenté dar vuelta, igualito como ocurrió antes, con las calcetas.

Y claro, igual como había ocurrido antes, sucedió que tras hacerlo, desaparecí sin fijarme mayormente dónde iba.

Luego de eso, no hay mucho que agregar salvo que el sueño siguió de esta forma hasta el final, horas más tarde.

Una habitación vacía y cosas volteadas, me refiero.

Yo mismo, uno más, entre esas cosas.

martes, 18 de abril de 2017

Si usted tiene razón.


I.

Si usted tiene razón, yo no la tengo.

Ojalá tenga usted razón.

Y es que la razón mía está un poco amarga.

Y tal vez sea bueno entonces, un poco de la suya.


II.

Si usted tiene razón, ojalá que el mundo lo sepa.

Que conozca su razón, me refiero, para que las cosas se sostengan en su sitio.

Para que las frutas no maduren y permanezcan en el árbol.

Que tenga usted razón para que las raíces se aferren a la tierra y no abandonen por tan poco.


III.

Si usted tiene razón, ojalá que su razón pierda poco a poco su certeza.

Y es que no está viva la razón, si no duda de sí misma.

No está viva si no se extravía y aprende a vagar sin brújula.

No está viva si usted cree tener razón y se ríe de mi lógica.


IV.

Si usted tiene razón, yo tendré que buscar de nuevo otras verdades.

Vaciar mis cajones, mis maletas y llenar de otro licor mi cantimplora.

Si usted tiene razón me quitará sin querer un gran peso de encima.

Y entonces la amargura dudará y tendré que aprender sobre la vida, nuevamente.

Ojalá tenga usted razón.

lunes, 17 de abril de 2017

Una flor desde la piel.

A veces hago el experimento.

Muy de vez en cuando, pero el resultado es siempre el mismo.

Y es que si no me baño en dos días comienza a nacer desde mi piel, una pequeña flor negra.

No brota dónde mismo, pero brota.

Un tallo delgado y firme.

Una flor cerrada, en el extremo.

Por lo general la veo nacer y luego me baño.

No espero a que la flor se abra ni nada por el estilo.

Además, dos días es más que suficiente y suelo meterme entonces, bajo la ducha.

La flor, en ese instante parece disolverse bajo el agua, dejando mínimos residuos.

Como una mancha de tinta pequeña.

O como un poco de ceniza oscura.

Nada de importancia, a fin de cuentas.

Simplemente se va.

Por lo mismo, a veces dudo si me inventé todo o si es cierto.

Y claro, entonces es cuando vuelvo a quedarme así por dos días.

La flor vuelve de esta forma con mi fe y me recuerda que no estoy tan loco.

O sea, no estoy tan loco, pero me brota una flor del cuerpo.

Nunca la he visto florecer y no me importa.

Es negra y brilla, si la pones al sol.


Yo no sé por qué ocurre.

domingo, 16 de abril de 2017

Y uno que pensaba saber tanto.


Y uno que pensaba saber tanto.

No ahora, por supuesto, pero hubo un tiempo.

Uno de esos tiempos en que uno se cree fuerte y capaz… y todas esas cosas.

Tal vez usted también pasó por uno.

Y claro… tal vez también les ocurrió encontrarse en el peor momento con la sorpresa.

Ese descubrimiento que revela de golpe que al final no se piensa ni se sabe tanto.

¡Pobre y triste descubrimiento…!

Y no lo digo por el saber en sí o la falta de este.

Yo hablo más bien de la incapacidad que se revela en ese instante.

De las raíces torpes que percibimos bajo la piel.

De la felicidad que se muestra más distante y todas esas cosas que de pronto se alejan y parecen imposibles.

Pero claro… no me hagan explicarles si ya saben.

Además, como dice el sabio, lo que falta no se puede contar.

Y lo que perdimos, no sirve más que para canciones amargas.

¡Y nadie quiere, en el fondo, canciones amargas…!

No sé si ustedes también pasaron por esto, pero les aseguro que avergüenza.

Creer que sabemos y no saber.

Creer que amamos y no saber qué amamos.

De verdad que avergüenza.

Si hasta pensaba que era el mismo viento el que soplaba un día hacia allá y el otro hacia acá.

¡Seré hueón…!

sábado, 15 de abril de 2017

Ella dice que habla con las plantas.


Ella dice que habla con las plantas y yo le creo. A veces pasa horas con ellas. Al principio creí que se trataba de una forma de decir, pero de a poco observé que ella se lo tomaba más en serio de lo que pensaba. Apaga radios y cualquier aparato que pueda emitir algún ruido. Luego parece concentrarse mientras se acerca a ellas. Y es que emiten una voz muy bajita, me dice. Ha costado que me hable de aquello, pero con el tiempo se atreve a contarme cosas. Por ejemplo, me contó que anota en una libreta lo que las plantas le dicen. Yo pensé que eran secretos importantes o cuestiones de gran trascendencia, pero ella me dijo que eran frases cortitas, y que hasta podían parecer simples. Saludos; una observación sobre el día; o hasta un chiste sobre pulgones, me dijo. Me gustaría compartir algunas de esas frases acá, pero ella no me deja. O sea, no me lo prohíbe expresamente, pero entiendo que es algo que me confía de forma reservada. Además, si soy sincero, siento que es mejor de esa forma. Y es que escribirlos acá no es lo mismo que te lo diga directamente una planta. Yo mismo, por ejemplo, cuando escuché el chiste de los pulgones, lo encontré un poquito fome. Ella, en cambio, parecía disfrutar de una alegría que solo puede producirse cuando una planta te lo cuenta directamente. O eso me explicó ella, al menos. Lo único malo de esto, sin embargo, es que uno se pone un poquito celoso. Y es que ya ni me animo a hablarle pues siento mis palabras demasiado torpes en comparación con las que deben de usar las plantas. Ella no sabe que siento esto, en todo caso. Supongo que estaremos así un tiempo hasta que ella se decida por las plantas y yo definitivamente por el silencio. Lo digo sin rencor e intentado diluir la envidia, con afecto. Ella dice que habla con las plantas, y yo le creo.

viernes, 14 de abril de 2017

Tras la puerta.


I.

Cuando alguien golpea la puerta, se cree que es lógico que (tras la puerta) haya alguien.

En cambio, cuando no golpean la puerta, se acostumbra creer que (tras la puerta) no hay nadie.

Ahora bien… tras haberle dado vueltas a estas consideraciones, me he decidido a escribir esto a modo de protesta, pues difiero en gran medida de esa lógica, básicamente por tres razones, o disgustos:

En primer lugar, no me gusta que se pase por alto la posibilidad de que haya alguien (tras la puerta) que prefiere no golpearla.

En segundo término, tampoco me gusta que la lógica surja siempre desde el mismo lado de las puertas.

Por último –y aunque se trate de una razón sencilla-, debo reconocer que menos aún me gusta eso de mantener las puertas cerradas.


II.

Tratando de ser consecuente con lo anterior, me gustaría comentar que he optado, desde hace algunos años, por abrir las puertas.

Las de mi casa, en primer término, pero lo cierto es que también intento dejar abiertas las puertas a donde vaya.

Lamentablemente, aún no me acostumbro y sigo pensando que, tras el silencio, puede existir alguien que no golpea una puerta que ya ni cerrada está.

Por lo mismo, suelo asomarme a las puertas abiertas y ya  hay quienes deben de pensar que es la curiosidad lo que me lleva.

No es así, por supuesto, pero no me interesa perder más tiempo dando explicaciones.

Y es que supongo que escribo para gente sensata.

Eso es lo que creo.


III.

A veces veo cosas cuando me asomo a las puertas abiertas.

Cosas extrañas, me refiero.

Cosas perturbadoras.

No son cosas que disgustan, es cierto, pero de todas formas se trata de cuestiones que incomodan.

Un palabra esdrújula y un final abrupto, por ejemplo.

Un final abrupto, decía, como este.

jueves, 13 de abril de 2017

Ella compra lanas de colores.


Me hablan de una mujer que va todos los meses a comprar lanas de colores.

Recorre los pocos locales que quedan en una de las calles del centro de Santiago y se lleva las lanas de los tonos más inusuales que encuentra.

Dicen que acaricia la lana, que la huele y que a veces desenhebra algunas de ellas, para ver su textura.

Ninguno de los vendedores sabe el nombre de la mujer, pero varios de ellos deducen que la mujer va a comprar tras cobrar su jubilación.

-A mí me da hasta pena venderle –me dice una vendedora bajita, que tiene un puesto en una esquina- Se nota que no tiene mucho dinero y siempre calcula en un papel, los distintos precios.

-En cambio a mí me da alegría –comenta otra vendedora, más pequeña, del mismo lugar, aunque no da argumentos.

Yo anoto ambos comentarios en un cuaderno y hago cálculos para saber qué día debo ir a ese sector, para encontrar a la mujer.

Así, tras dejar pasar una semana voy unas cuántas tardes y a la tercera la encuentro.

Es una mujer delgada, de poco más de sesenta años, según calculo.

Camina con pasos lentos y cortos, fijándose en las vitrinas.

Veo que compra lanas en distintos locales y me fijo que va contando el dinero y reuniendo los vueltos, antes de entrar en un nuevo local.

Así, tras poco más de una hora, la veo alejarse del sector de esas tiendas con varias bolsas llenas de lana, principalmente de colores vivos y brillantes.

Por último, antes que se aleje más, me acerco y le hago una única pregunta.

-Disculpe… -le digo-. Sé que es indiscreción, pero, ¿me podría contar que hace con las lanas…?

Ella demoró unos segundos en iniciar una respuesta.

-Las quiero –me dijo, mientras me miraba fijo, y sonreía.

Yo también sonreí.

Finalmente, ambos nos despedimos inclinando nuestra cabeza y nos alejamos del lugar, en direcciones contrarias.. 



miércoles, 12 de abril de 2017

Cansancio.

“Uno se cansa de la piedad
cuando la piedad es inútil”
A. C.


No sé usted, pero yo me canso.

No a la primera, pero me canso.

Y no solo de la piedad, como en el epígrafe.

De hecho, me canso de un larguísimo número de cosas.

No obstante, en vez de hacer listas, prefiero resumir y decirlo brevemente:

Me canso de los otros y me canso de mí mismo.

No es que los odie, los repudie o que dirija hacia ellos –o hacia mí mismo-, críticas sobre cuestiones irreparables.

No es eso, digamos, pero sí me canso.

Y la razón de ese cansancio puede que –ahora sí-, tenga una relación directa con la inutilidad que se menciona en la cita de allá arriba.

Y es que me canso, en definitiva, de aquello cuya utilidad no queda clara o bien establecida.

O siendo más exacto, me canso justamente de que dicha utilidad, no quede nunca bien establecida.

Extrañamente, es luego de ese cansancio –y de la renuncia a la posible comprensión de dicha utilidad-, que nace en uno la pequeña fuerza que nos lleva a superar ese estado.

Es decir, parece generarse desde el absurdo una pequeña “fuerza” que nos lleva a pasar sobre el cansancio y volver a los otros y hasta a retomar el cargarse uno mismo, aunque ni siquiera tengamos muy claro hacia dónde nos dirigimos.

¿Cansarse de los otros, entonces…?

¿Cansarse de uno mismo…?

¿Cansarse hasta de la vida porque resulta inútil…?

Supongo que está bien, a fin de cuentas.

Aceptar el absurdo, me refiero.

Y claro… buscar en él el combustible necesario para generar nuevamente el movimiento.

Insistir en eso, mientras tanto.

martes, 11 de abril de 2017

¿Cómo llegaste hasta acá?

"Uno se cansa de la piedad,
cuando la piedad es inútil"
A. C.

I.

-¡¿Cómo llegaste hasta acá…?!

-¿Te asusté?

-Sí, pero no es el punto… ¿cómo llegaste…?

-Pues no sé… en metro, supongo, luego caminé unas cuadras…

-No… me refiero a acá… al cuarto… ¿cómo lograste entrar?

-Pues no ocurrió nada especial, llegué afuera y entonces vi a tu padre que estaba en el jardín y nos saludamos y me dijo que estabas aquí…

-¿Estaba mi papá en el jardín?

-Sí, creo que estaba podando unas rosas, o algo así, luego me dijo que pasara…

-¿Hay rosas en el jardín?


II.

-¿Y?

-¿Y qué?

-¿Lo comprobaste?

-Pues sí, era cierto… mi papá está en el jardín podando unas rosas.

-¿Hablaste con él?

-Sí… lo saludé…

-¿Siempre llega así?

-¿Así cómo?

-Así sin avisar…

-Pues no sé… no lo veía hacía semanas.

-Pues ahora está ahí… si quieres me voy…

-No, está bien, quédate… Además papá está ocupado…

-¿Ocupado?

-Sí, ya sabes…. Tú mismo lo dijiste… está podando unas rosas.


III.

 -¿Sabes…?

-¿Qué…?

-Respecto a las rosas…

-¿Sí…?

-Pues eso: nunca han dado rosas.

-¿Cómo?

-Que por eso no sabía que eran rosas.

-…

-Me refiero a que solo se veían los tallos verdes y de vez en cuando alguna espina, pero no recuerdo haber visto nunca una rosa.

-Pues mejor entonces… tal vez si ahora tu papá la arregla puede dar alguna flor.


-Sí… tal vez.

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