sábado, 15 de abril de 2017

Ella dice que habla con las plantas.


Ella dice que habla con las plantas y yo le creo. A veces pasa horas con ellas. Al principio creí que se trataba de una forma de decir, pero de a poco observé que ella se lo tomaba más en serio de lo que pensaba. Apaga radios y cualquier aparato que pueda emitir algún ruido. Luego parece concentrarse mientras se acerca a ellas. Y es que emiten una voz muy bajita, me dice. Ha costado que me hable de aquello, pero con el tiempo se atreve a contarme cosas. Por ejemplo, me contó que anota en una libreta lo que las plantas le dicen. Yo pensé que eran secretos importantes o cuestiones de gran trascendencia, pero ella me dijo que eran frases cortitas, y que hasta podían parecer simples. Saludos; una observación sobre el día; o hasta un chiste sobre pulgones, me dijo. Me gustaría compartir algunas de esas frases acá, pero ella no me deja. O sea, no me lo prohíbe expresamente, pero entiendo que es algo que me confía de forma reservada. Además, si soy sincero, siento que es mejor de esa forma. Y es que escribirlos acá no es lo mismo que te lo diga directamente una planta. Yo mismo, por ejemplo, cuando escuché el chiste de los pulgones, lo encontré un poquito fome. Ella, en cambio, parecía disfrutar de una alegría que solo puede producirse cuando una planta te lo cuenta directamente. O eso me explicó ella, al menos. Lo único malo de esto, sin embargo, es que uno se pone un poquito celoso. Y es que ya ni me animo a hablarle pues siento mis palabras demasiado torpes en comparación con las que deben de usar las plantas. Ella no sabe que siento esto, en todo caso. Supongo que estaremos así un tiempo hasta que ella se decida por las plantas y yo definitivamente por el silencio. Lo digo sin rencor e intentado diluir la envidia, con afecto. Ella dice que habla con las plantas, y yo le creo.

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