domingo, 31 de julio de 2016

Los hombres no; las palabras mienten.


Ahora está preparando la colación para su hijo, pero hace un par de horas estaba acostada con un hombre. En eso piensa. En aquel hombre. En el encuentro de esta tarde. Ni ella ni él dijeron mucho, pero a veces es mejor. Las palabras dicen poco, o hasta engañan. Ella siempre lo piensa así: Los hombres no; las palabras mienten. Después de estar con aquel hombre ella fue por su hijo. Siete años. Se queda con sus abuelos. El nombre no importa. Ella pregunta por la comida y por lo que hizo. El niño contesta apenas. No le pregunta a ella qué hizo. Mejor así. Ahora ella prepara la colación para el colegio. A veces su hijo no la come y la deja en la mochila. Una vez en el estuche de los lápices encontró un trozo de fruta podrida. Es normal, se supone, a esa edad. La responsabilidad es de ella, además, según comenta la profesora. El hombre con quien se acostó también tiene un hijo. No es que hablaran de ello, en todo caso. Ella lo sabe porque la amiga que los presentó se lo dijo. Un hijo y una ex mujer, le dijo. No quiere nada serio. Ella lo sabía y estaba bien. Esta fue su primera reunión en la que hubo sexo. Ella no tenía nada hacía más de un año. Tal vez él lo sospechó. Estuvo muy frío. No tan mal, pero frío. Ella pensó que quizá estaba molesto pero no sabía por qué. Es decir, no tomó la iniciativa, pero tampoco se negó a nada. Tal vez debió gemir más. O quizá él tenía un problema y solo se juntó por compromiso.  Igual su amiga le dijo que él era así. Probablemente ella también se acostó con él. Es posible, al menos. Mañana le preguntará sobre el encuentro, en el trabajo. Entonces ella prepara las palabras que le dirá, así como prepara la colación. Si él llama está bien y si no también. La vida sigue. En unas horas estará durmiendo y en menos de cien años estará muerta, sin duda. Ahora falta una bolsa para la colación. Mejor dejar de pensar tanta cosa y centrarse en encontrarla. Además su hijo llama por el beso de las buenas noches. Después solo queda ordenar la ropa y a dormir. Mejor así, se dice. Por esta vez, se va a duchar en la mañana.

sábado, 30 de julio de 2016

¿Viste las noticias?


I.

-¿Viste las noticias?

-No.

-Entonces, ¿no viste el reportaje sobre la mujer china que andaba descalza por el mundo?

-¿Lo dieron en las noticias?

-Sí.

-Entonces no lo vi. Partí diciéndote que no vi las noticias.

-Verdad.


II.

-¿De qué trataba?

-¿El reportaje de la mujer china?

-Sí, ese…

-Era de una china que iba descalza visitando distintas partes del mundo.

-¿Y por qué iba descalza?

-Es que ella decía que con el contacto directo con la tierra, se podía captar algo así como los latidos del mundo, como el pulso…

-¿Cómo si el mundo fuera un ser humano?

-Sí… o sea, no sé si un ser humano, pero al menos un ser vivo… con latidos y esas cosas.

-¿Y por eso iba descalza por el mundo?

-Sí… O algo así entendí, al menos.


III.

-Todavía no entiendo por qué recorría el mundo.

-¿La mujer china?

-Sí.

-¿Y qué no entiendes?

-No entiendo para qué lo recorría… ¿acaso no podía sentir el pulso del mundo en China…?

-Sí, sí podía… A lo mejor lo expliqué mal…

-…

-¿Te dije que lo que buscaba era el corazón del mundo?

-No.

-Entonces lo digo ahora. Ella buscaba el lugar donde se encontraba el corazón del mundo.


IV.

-¿Sabes…? Todavía no entiendo para qué la china esa buscaba ese lugar.

-¿No entiendes por qué la mujer china buscaba el corazón del mundo?

-No. O sea entiendo lo de ir descalza y sentir el pulso del mundo… pero de qué sirve buscar el corazón… además puede ser desagradable… o sea, si no sabes dónde está puedes encontrarte con… no sé… el ano del mundo, por ejemplo…

-Tal vez… pero ella buscaba el corazón.

-De acuerdo, pero… ¿para qué?

-En las noticias no dijeron bien.

-Pero tú, por qué crees que lo buscaba.

-No creo que lo entiendas…

-¿Por qué?

-¿No sientes un impulso natural por acercarte a corazón de las cosas vivas?

-Las cosas no están vivas.

-Pues ya ves. No entiendes.

viernes, 29 de julio de 2016

Marcas.


Él tenía algo en la mano derecha.

Algo así como una marca.

Afuera estaba oscureciendo.

Él, en tanto, parecía somnoliento y solo hablaba de dinero.

Compras, ventas y esas cosas.

Él mismo, de hecho, era algo así como una marca.

Incluso, si te acercabas lo suficiente, podías notar una marca en su frente.

Eso es lo que pasaba.

Intrigado, decidí un día preguntarle directamente por las marcas.

Con cuidado, le pregunté.

Entonces él se mostró molesto y escupió el suelo.

Luego guardó silencio.

Yo también.

Pasaron así años y las marcas siguieron en su sitio.

Envejecí, pero no crecí.

Él también envejeció.

Supongo que entonces ambos nos dimos cuenta que éramos felices a ese ritmo.

Nada dijimos, sin embargo.

Solo dejamos pasar el tiempo.

De esta forma, llegó a enfermedad y él quedó postrado.

Luego murió, como todos.

Me gustaría alargar la historia, pero llega hasta allí.

Por otro lado nunca supe, qué eran esas marcas.

jueves, 28 de julio de 2016

Más o menos.


I. Más o menos la rutina

Un japonés pasea en bicicleta por el barrio.

Todos los días, poco antes que amanezca, justo cuando me voy al trabajo.

Viste siempre con un buzo que suele ser azul o celeste.

Yo voy con corbata y suelo llevar un libro en la mano.

Esa es más o menos la rutina.


II. Más o menos el encuentro.

Hace unos días me detuvo, tras ver que yo llevaba uno de Yoko Ogawa.

Según entendí él conocía a la autora, y creo que había leído un par de libros.

Poco más pudimos hablar.

Creo que mencionó a Mishima, Oé, Tanizaki y algún otro.

Yo debo haber mencionado a Endo, Dazai, Kobo Abe y la Yoshimoto.

Antes de irse preguntó por Murakami.

Yo levanté el pulgar y él pareció aprobar.

Así fue más o menos el encuentro.


III. Más o menos el mito.

En la panadería del barrio escuché hablar sobre el ciclista japonés.

Los que hablaban, por cierto, se equivocaban pensando que era chino.

Decían que siempre lo ven en bicicleta justo antes de salir el sol y poco antes de oscurecer.

Nadie creía saber dónde vivía.

Yo pensé que lo que hablaban, de cierta forma, parecía un mito.

Un ciclista japonés que trae y se lleva al sol, en resumen.

Ese más o menos sería el mito.


IV. Más o menos el final.

Como la historia que es cuento está en proceso, todavía falta un final.

De todas formas, podría agregar que hoy en la tarde vi pasar al japonés en bicicleta.

Junto antes de anochecer, como habían comentado.

Cuando me vio se detuvo unos instantes e intentó comentar algo de Tony Takitani y de El país de nieve.

Luego siguió pedaleando, algo distraído.

Como casi choca con un camión, yo me pregunté qué pasaría si él muriera mientras acarrea al sol.

Y es que ese podría sería un buen final, me dije.

Pero claro… aquello no ocurrió.

Por lo mismo es este, más o menos, el verdadero final.

miércoles, 27 de julio de 2016

No nos engañemos.


No sé si te das cuenta, pero desde un inicio Hansel y Gretel saben que van hacia la bruja. Ni siquiera se extravían. Van hasta su casa, simplemente. Y claro… hacen creer a la vieja que han caído en su engaño. Pobre Bruja. Ella cree que los atrapa. Es más, piensa que puede comerlos, pero lo cierto es que ni siquiera tiene hambre. Entonces, son Hansel y Gretel quienes la convierten en bruja. Son la droga que alguien ingresa escondida a un centro de rehabilitados. Ellos construyen a la bruja para así poder tener historia. Consiguen un techo. Se alimentan, pero ellos sí que tienen hambre. De esta forma –más unos cuantos entredichos-, damos de pronto con la bruja en el horno y unas líneas más tarde con el fin de la historia. Nadie más sabe de Hansel y Gretel. Nada más sabemos de su padre, ni del bosque y hasta los felicitan por sus actos. Todo fue en legítima defensa. La alegría oculta el aroma de la carne quemada. Así se construye una historia. Lo demás es el costo, simplemente. Y el costo, por supuesto, se le paga al rey. Puede intentarse otra cosa, pero no nos engañemos. Siempre tras de esto hay un rey. Y nadie mata al rey. Nadie lo engaña. Después del jaque mate, incluso, el rey negocia.

martes, 26 de julio de 2016

Fome.


-Vi una versión de Esperando a Godot donde al final llegaba Godot.

-¿Y…?

-No sé… Era fome igual.

-¿Fome la obra o fome que llegara Godot?

-Fome la forma en que llegó Godot.

-¿La forma?

-Sí… Lo que pasa es que en cada función llegaba de forma distinta y a mí me tocó una muy fome…. Me refiero a que a veces Godot era un leproso, o un equipo de fútbol, o una puta, o hasta un cantante afro… pero en la función que yo vi era un tipo normal.

-¿Normal cómo qué?

-Ya sabes, como un hombre promedio… mediana edad, semi formal, creo que venía de un trabajo normal…

-¿Pero se veía feliz o algo así…?

-Feliz no… pero tampoco triste… Ya sabes… con una felicidad regular, digamos… No sé bien cómo decirlo…

-¿Y qué pasaba?

-¿Qué pasaba cuando llegaba Godot?

-Sí.

-Pues eso… llegaba… O sea, Vladimir y Estragón estaban junto a árbol y de pronto ven venir a un hombre… luego él se presenta como Godot y les pregunta si ellos lo esperan… Entonces no le contestan y se van…

-¿Nada más?

-Sí y no… De Vladimir y Estragón nada más. Godot se queda alegando solo, aunque sin rabia… algo murmura sobre el trabajo y se acomoda un anillo que al parecer es de matrimonio… creo que comenta algo del tiempo y se queda en el escenario hasta que se apagan las luces y dan a entender que acabó la obra.

-¿Y ahí sí nada más?

-Sí. Ahí sí.

-Fome igual. Tenías razón.

-Sí. No era aporte.

-…

-…

-…

-¿Tú no has visto ninguna, a todo esto?

-¿Ninguna qué?

-Ninguna obra.

-Pues no. No he visto ninguna.

lunes, 25 de julio de 2016

Ser uno mismo no quiere decir nada.

“La acción no es la vida,
sino una manera de echar a perder
cierta fuerza”
A. R.


Ser uno mismo no quiere decir nada.

Es una forma de amoblar la nada.

Algo así como un diseño de interiores sin soportes.

Un engaño para colgar lo que somos de un clavo.

Un clavo que es lo único que existe por sí mismo.


Ser uno mismo no quiere decir nada.

Nada eres si eres tú mismo.

Todo esfuerzo en esa dirección es vano.

Lo verdaderamente vivo no sabe qué es y sobrevive.

Sobrevivir es la forma de vivir más pura.


Ser uno mismo no quiere decir nada.

Es la respuesta a una pregunta que no tiene respuesta.

Un mantra que aletarga.

Una fórmula que entrega una solución parcial no aproximada.

Vivir día a día, tal vez, pero saltarse alguno.


Ser uno mismo no quiere decir nada.

Es tal vez un sitio hacia el cual ir, pero no un lugar para quedarse.

El eco de una palabra no dicha y carente de significado.

Ni siquiera ser sombra es ser uno mismo.

Y la fuerza se va y te sientes honesto, pero solo estás cansado.


Ser uno mismo no quiere decir nada.

Sin embargo, si lo aceptas, puedes caer en el vacío de ti mismo.

Y nadie emerge siendo, del vacío de sí mismo.

No es terrible, pero es más de lo que algunos pueden soportar.

Esto último, por cierto, tampoco quiere decir nada.

domingo, 24 de julio de 2016

El alma de las fiestas.


I.

Ella me dijo que era el alma de las fiestas.

Estaba orgullosa.

Ser el alma de algo, ya sabes.

El espíritu.

Entonces yo le pregunté qué era cuando no era el alma de las fiestas.

Ella preguntó a qué me refería.

Yo le dije que me refería a eso.

A qué era cuando no era el alma de las fiestas.


II.

Como ella se molestó comenzó a cuestionar mi existencia.

¿Acaso tú eres el alma de algo?, me decía.

Yo la dejaba hablar.

Algunas personas nos miraban.

Ella estaba molesta y ya no parecía el alma de las fiestas.

Entonces decidí decirle quién era.

Quién era realmente.


III.

Yo soy el fin del mundo, le dije.

Ni el alfa ni el omega, pero sí el fin del mundo.

Y el fin del mundo no es el alma de nada.

No necesita ser el alma de nada.

Puedes ponerme en duda, como todos.

De todas formas, eso no hará que deje de serlo.

Yo soy el fin del mundo, le dije.


IV.

Ella decidió no creer y lanzó una carcajada.

Una carcajada muy fuerte, como debe hacerlo el alma de las fiestas.

Las personas que nos miraban también rieron, aliviadas.

Este hueón dice que es el fin del mundo, les dijo.

Ellos volvieron a reír.

Entonces me voltee, para que no recordaran mi rostro.

Y salí del lugar donde la verdad, de una forma u otra, había sido dicha.

sábado, 23 de julio de 2016

Sin título.


I.

Fuera de los locales comerciales montan juegos para niños.

Toboganes inflables, camas elásticas y otros de ese estilo.

Yo observo la cama elástica.

Así, tras varios minutos viendo saltar a los niños me fijo en algunas cosas:

1. Ningún niño cumplió el tiempo máximo en las camas individuales.

2. Los niños establecen una secuencia de salto que no se atreven a innovar luego del tercer minuto.

3. Varios padres parecen decepcionados de los saltos de sus hijos y algunos hasta los critican por su desempeño.

Y claro, si bien observo otras cosas, esos son los aspectos que me llaman la atención.


II.

Horas después estoy en casa.

Intento escribir algunas cosas.

Tras otras horas dejo tres textos inconclusos que me detengo a observar.

Así tras varias lecturas a esos textos intento concluir algunas cosas:

1. Intentando ser honesto me he vuelto deshonesto.

2. El mayor error está en el lugar de nacimiento de lo escrito.

3. Un texto no debe ser una forma de soporte o resistencia.


III.

Desde hace años me puse una fecha para abandonar mi trabajo y lanzarme a escribir “en serio”.

A medida que se acerca esa fecha, han surgido una serie de problemas que imposibilitan que ese abandono sea total o pueda ser realizado en las condiciones que proyecté.

Sin embargo, el mayor problema no es ese, sino que tengo miedo de lo que pueden revelar mis propios sentimientos.

Siento que al igual que los osos, que expulsan un tapón intestinal al salir de la hibernación, debo arrojar una especie de tapón espiritual, prontamente, y eso me asusta.

Me asusta porque la fragilidad que me es propia debe regresar, y no sé si estoy en condiciones de vivir de esa forma.

Me asusta por mí y por los otros, en definitiva, y porque sé que es una labor que me requiere por completo y no está todo en mis manos.

Quiero lluvia, quiero árboles y quiero vivir mi propia fiebre, pues esa es la forma en que me siento vivo.

No poder hacerlo, por razones necesarias, me obligan a retener mis emociones y cada día siento que eso hace más daño.

Me siento egoísta al hablar así de mí, pero supongo que es una explicación que debía.

Esto, ya que de verdad este blog surgió como un deseo de entregar algo con amor.

Está gastada la palabra y suena cursi, pero lo cierto es que no hay otra.

No hay otra, pero lo cierto es que observo que esto se está convirtiendo en una especie de cama elástica, donde vengo a realizar un ejercicio.

Un ejercicio constante y con buenas intenciones, es cierto, pero un ejercicio al fin y al cabo.

Estoy cansado y amargo y no sé cómo, pero no puede transformarse en eso.

Y es que el corazón no es un músculo, como algunos dicen.

El corazón no es un músculo.

viernes, 22 de julio de 2016

Otro.

"-¿Me está escuchando...?
-Eh... sí, lo siento. Continúe."
E. L.


-Una vez creí que estaba embarazada –me dijo-. Pero al final no lo estaba.

-¿Y por qué lo creíste? –pregunté.

-No sé bien… Tal vez quería estarlo. Y obviamente la regla no me llegó durante meses, así que todo calzaba…

-¿Y no te hiciste un test o fuiste al médico?

-Estaba tan convencida que no me hice prueba alguna, salvo a los tres meses cuando creí necesario comenzar a controlarme y fui al doctor…

-¿Y fue entonces que te enteraste…?

-Sí, pero no de inmediato… O sea yo insistía que estaba encinta así que debimos hacer varias pruebas… hasta que me convencí, por supuesto… más o menos...

-¿Cómo más o menos?

-Lo que pasa es que yo sentía algo distinto… como que tenía vida adentro… O sea, me ponía la mano… me acercaba música… Si hasta me sentía hinchada… supongo que atribuía cualquier sensación a esa vida extra que yo creía estaba formando…

-¿Y los demás qué decían?

-¿Quiénes?

-No sé… la familia, tu pareja…

-La verdad es que no lo hablé con mi familia, y al que yo creía que era el padre ni siquiera le conté, la verdad es que no estábamos juntos…

-Pero, ¿no le dijiste a alguna amiga o algo?

-No… Tal vez sea extraño, pero sentirme embarazada me hacía sentir cierta compañía…. Como una especie de conexión espiritual… estaba bien sola, me refiero… porque no estaba sola, claro…

-Y después que confirmaste que no lo estabas, ¿qué hiciste?

-Pues la verdad es que me costó mucho entenderlo… O sea, dejé de hincharme, volví a menstruar… no debía haber duda alguna, pero yo de cierta forma seguía sintiendo que tenía un bebé dentro…

-Pero entonces, ¿cuándo se pasó?

-Si quieres que sea sincera te tendría que decir que justo a los nueve meses. Tal vez me consideres algo loca, pero desde entonces siento que de cierta forma tuve un hijo… se llama Iván… en unas semanas cumple siete años…

-…

-No te asustes… Sé que debo decir que no existe y si quieres lo digo, pero intento ser sincera…

-¿Y ahora dónde está, según tú…?

-¿Iván?

-Sí… ¿dónde está ahora?

-Sentado junto a ti, haciendo un dibujo imaginario con sus dedos, sobre la mesa.

-¿Y qué es lo que dibuja?

-¿De verdad te interesa...? 

-...

-¿No le quieres preguntar?

jueves, 21 de julio de 2016

Parece mentira.

"A veces no hay una lección..."
M. L.

La idea parece absurda, pero los estudios realizados afirman que funciona. Todo aparece hoy en el suplemento de un diario de supuesto prestigio, prácticamente como un reportaje. En principio, la idea fue de un psiquiatra finlandés, pero la implementación corrió por parte de una empresa de prestigio, que al final se está quedando con la fama. Se trata de combatir la delincuencia, por supuesto, solo que esta vez a través una empresa de Guardias de Inseguridad. Ahora bien, es cierto que cuando se escucha por primera vez parece una mala broma, pero los hechos demuestran que son bastante efectivos. Y es que según sus estudios, por muy preparados y entrenados que estuvieran los guardias de seguridad tradicionales, el delincuente promedio ya sabe qué esperar de ellos y, por lo mismo, puede preparar de antemano estrategias para anularlos, de una forma u otra. En cambio, la presencia de estos Guardias de Inseguridad –cuyos requisitos esenciales son ser débiles, cobardes e idealmente desequilibrados-, puede resultar más disuasiva, sobre todo si se tiene en cuenta la poca predictibilidad de sus acciones y la irracionalidad de algunos de sus actos. Por otro lado, en el reportaje también se señalan otros puntos a favor de este servicio, entre los que pueden mencionarse la empleabilidad de sujetos que difícilmente pueden insertarse en el mundo laboral y la consiguiente mejora del empelado, quien puede asimilar su nueva actividad como parte de una terapia o directamente como un tipo de tratamiento, si es que la inestabilidad del sujeto era perjudicial para él en otras áreas de su vida. En definitiva, se destaca finalmente en el artículo, se trata de revalorizar la inestabilidad y la desesperación como herramientas que pueden ser útiles a la estabilidad general de la sociedad. De más está decir que esto último, por cierto, terminó de convertir en mierda esta bella iniciativa.

miércoles, 20 de julio de 2016

El resto del iceberg.


No la punta.

Yo hablo más bien del resto del iceberg.

¿O es que acaso no lo has visto?

Porque al final es cosa de mirar bien, nada más.

Querer verlo, me refiero.

Estar dispuesto.

Y es que es cierto que es terrible, pero piénsalo así:

No hay nada peor después de eso.

Nada duele más que aquello.

Ese es el resto del iceberg.

No hay más.

Si puedes después sigue tu vida y ama a tus semejantes.

Tú elijes, por supuesto.

Será difícil, pero tú elijes.

Después de todo, nadie te va a presionar.

El perro moverá la cola y el sol saldrá por las mañanas.

Se sucederán las estaciones.

Nadie parecerá enterarse que lo has visto.

Y claro… de vez en cuando te sentirás a gusto.

Recuerda que eso también es parte de todo esto.

Alimento para el iceberg, digamos.

Dios no te ama, pero no es tan grave.

Aceptarlo es simple: las frutas no brotan para ti.

Además, ¿quién merece siquiera la dulzura de un durazno…?

Y es que era tan fácil, tan liviano vivir ignorando todo aquello.

Tan fácil que ni siquiera sabrás si fue mejor verlo.

Ese era el resto del iceberg, chiquilla.

Ya lo viste.

Yo te entiendo.

martes, 19 de julio de 2016

Creer porque es absurdo.


- ¿Sabes en qué me gustaría reencarnar?

-¿Reencarnar?

-Sí, ya sabes… luego de morir y todo eso.

-Pues no sé… ¿en algún animal?

-No… De hecho no pensaba en algo vivo.

-¿Reencarnar en una cosa, entonces?

-Claro… ¿en qué crees que me gustaría reencarnar?

-Eh… pues no sé… dime mejor.

-¿Seguro que no quieres intentar?

-Seguro.

-Pues me gustaría reencarnar en uno de esos pinos aromático…

-¿Esos que cuelgan en los autos?

-Sí, de esos mismos… pero me gustaría en todo caso ser uno sin olor.

-Espera… ¿me estás diciendo que te gustaría reencarnar en un pino aromático, pero sin aroma?

-Sí… Eso mismo.

-Pero eso es muy hueón.

-¿Es hueón porque no tiene aroma?

-No… Ya bastaba con reencarnarse en el pino de cartón… Lo de no tener olor ya es una hueá más rebuscada…

-Puede ser…

-Además, ¿para qué mierda sirve un pino de esos sin olor?

-No sé, pero te has fijado que a veces pierden el olor y siguen estando colgados.

-Puede ser, pero solo por un tiempo… supongo que luego la gente se da cuenta y los bota, ¿no?

-No siempre… Yo creo que en el fondo aunque no tengan olor deben producir un efecto placebo…

-¿Y te gustaría eso entonces…? ¿Tener un efecto placebo…?

-Pues sí, es una opción… estar ahí colgando para que los otros sientan que uno aporta algo a ese espacio…

-Pero en realidad no sería así.

-La realidad no importa… A mí me gustaría simplemente ser ese puto pino místico… sin aroma… que cuelga en todos lados…

-¿Y que los otros pienses que aportas algo?

-Exacto… y que del mismo sinsentido surja un sentido…

-Pues ojalá se te cumpla, entonces…

-Sí, ojalá… Yo creo que es posible.

-¿Creer porque es absurdo?

-Usted lo ha dicho, Tertuliano.

lunes, 18 de julio de 2016

Un breve recorrido.


Mire usted, yo la acompaño.

La de allá es la cordillera, supongo que ya la ha visto.

Lo demás es una ciudad, como cualquier otra.

Muchas farmacias, demasiados autos, pocos niños.

A veces en las paredes quedan los nombres de políticos.

No sé qué más decir.

Botillerías.

Iglesias.

Smog.

Perros vagos de vez en cuando.

De todas formas puede usted mirar y preguntar libremente.

¿Se fijó en ese sector, a su derecha?

Los que van tras los celulares son los habitantes.

Casi todos tienen los mismos horarios, ya se dará usted cuenta.

La misma vida, casi.

¿Le tomo yo la foto?

Sonría.

A todo esto, si quiere que me calle, usted avisa.

Es que a veces me han dicho que sueno negativo.

¿Le molesta si voy tomando una cerveza?

Si quiere alguna me avisa y compramos heladas en la otra esquina.

La idea es caminar, por supuesto.

Hidratarse para caminar, me refiero.

¿Qué…?

¿Yo…?

No… o sea, sí, pero tenemos una relación amor odio.

Claro, yo la amo y ella me odia.

De todas formas ya no creo en esas cosas.

Cuidado con ese hoyo…

Ah, y trate de llevar la cámara en el bolso.

Sí, un poco…

Digamos que acá las cárceles están llenas y los corazones vacíos.

Sí, vacíos.

¿Ya vio la cordillera, al otro lado?

domingo, 17 de julio de 2016

Bienvenido a Cincinnati.


Estamos bebiendo y ella me cuenta algunas cosas. Lo hace de forma apresurada y con un tono gracioso, que no sé cómo explicar. De vez en cuando le hago preguntas, para que se ordene, pero es un poco imposible. Lo que sigue es un ejemplo, nada más.

**

-Yo doy la bienvenida a Cincinnati –me dijo-.  Ya sabes, la pronuncio genial… Cincinnati…  Una persona amiga de una prima me escuchó y movió unos contactos hasta que la usaron en publicidad… y luego en los aeropuertos, cuando llegas a la ciudad…

-¿Tu voz suena en los aeropuertos…?

-Claro… O sea, en los vuelos oficiales… Yo doy la bienvenida a Cincinnati… Como la voz en el metro, al llegar… Yo lo encuentro asombroso… O sea, no es arrogancia, pero me siento orgullosa… ¿Sabes cuánta gente viaja a Cincinnati…?

-No… no sé…

-Pues yo tampoco, pero es mucha… Y toda esa gente escucha mi voz… Mi voz dándole la bienvenida… ¿No sientes algo maravilloso cuando digo esa palabra…?

-¿Cuál palabra?

-Cincinnati… Escucha… Cierra los ojos… Cincinnati… ¿No sería genial que esa palabra fuera la única palabra de un idioma…?

-¿Qué solo se pudiera decir Cincinnati?

-Claro… Solo esa palabra, pero con distintos tonos y matices… ¿Cincinnati…? Cincinnati… Ciiiiincinnati… Esa última es como más sexi, ¿no crees?

-Eh… puede ser…

-A todo esto… ¿has estado en Cincinnati?

-No, yo no…

-Pues yo tampoco. Y eso lo hace más genial, ¿no crees…? De pronto hasta podríamos ir… O mejor aún… tal vez hasta ya estemos ahí…

-¿Ahí dónde…? ¿En Cincinnati?

-Claro… Imagínate que descubrimos que Cincinnati es también una unidad espacial… ya sabes, de un espacio infinitamente mayor en el que todos estamos…

-¿Una galaxia Cincinnati?

-Y más todavía… Es que no digo solo espacial… O sea sí espacial, pero que abarque algo más todavía… Una especie de dimensión Cincinnati… ¿te imaginas…? Yo misma podría dar la bienvenida en cuánto alguien acceda a esa región… Escucha: Sea usted bienvenido a la dimensión Cincinnati… ¿no crees que sería genial?

-Sí –le dije-. Podría ser.

Luego ella siguió hablando de otras cosas.

sábado, 16 de julio de 2016

Qué comí, qué pensé, qué leí.


Ya no sé ni qué decirte.

¿Me dejas contarte cosas?

Ya sabes… cosas comunes: qué comí, qué pensé, qué leí…

Pues mira, para darle interés comienzo al revés.

Déjame ver… qué leí…

Pues leí un libro que se llamaba “Me enamoré de un mamífero”.

Era de una profe de primaria que intentaba explicar a niños pequeños algunas características del ser humano.

O sea, era una narración breve donde una mujer explicaba que se había enamorado de un mamífero y daba algunas características.

Decía por ejemplo, que el mamífero de quién estaba enamorada era un vertebrado de sangre caliente y que ella lo notaba cuando se tomaban de las manos.

También contaba que su enamorado había nacido como una cría viva… y que había visto fotos de él, como recién nacido.

El libro era muy bonito e iba avanzando a partir de breves textos y dibujos en cada página.

Hacia el final hablaba de la reproducción de los mamíferos y hasta llega a mencionar la palabra muerte, pero viéndola casi como algo anecdótico, siempre y cuando se perpetúe la especie.

De verdad era un libro hermoso.

Ahora te hablo de lo qué pensé.

Pues bien, para no alejarme diré qué pensé a partir de la lectura del libro.

Lo que pensé fue que podía desprenderse de la lectura no solo lo que eran los mamíferos, sino que además podía uno llegar a definir lo que era el amor, para esta especie.

Pensé en la posibilidad de hacer una guía con la lectura y pedirles eso a mis alumnos.

Me refiero a que definan qué parece entender por amor la narradora del libro.

Eso y ejemplos y fundamentos y sobre todo, el desarrollo de un punto de vista particular sobre el tema.

Cosas de ese estilo, ya sabes.

Ahora te digo qué comí.

Deja recordar.

Tomé café con leche y tostadas con mantequilla.

Carne, arroz y ensalada.

Fruta.

Unas papas horneadas con mucha pimienta y crema de champiñones.

Chocolate.

Pan y queso.

Un par de cervezas chicas.

Comida de mamífero, en definitiva, como podrás ver.

Eso podría contarte.

No sé qué más decirte.

Tal vez que no ando muy bien, pero no se me nota.

Sí, eso.

Ahora sí que nada más.

viernes, 15 de julio de 2016

Agua cayendo.


Ella gana un viaje para ir a las cataratas del Niágara.

La premian en su trabajo, junto a otra compañera, quien se enferma a última hora.

Por lo mismo, ella termina realizando sola aquel viaje.

El vuelo tiene apenas una escala y en general resulta agradable.

También le resulta agradable el último trayecto en bus, hasta un hotel, cerca del lugar.

La ventana de su habitación no da hacia las cataratas, pero desde el restaurant pueden verse, a la distancia.

Ella se saca una foto y la envía a sus compañeras, junto con breves comentarios.

Ese mismo día, en la noche, descubre el minibar.

Abre una pequeña botella de vodka y se la bebe de inmediato.

Luego ve televisión y lleva hasta la cama las otras pequeñas botellas.

Entonces ella mira su habitación y la tele y la cama y las botellas.

Y claro… siente que algo no encaja.

Un poco como Gulliver, tal vez, por los tamaños de las botellas.

La cama además, le pareció, tenía una forma irregular.

Descorchó una pequeña botella de vino con un sacacorchos que parecía un cortauñas de bebé.

Luego destapó cuidadosamente una de champán, aunque el corcho apenas saltó.

Por último, dormitó un poco sobre la cama.

Mientras estaba ahí, tendida, pensó por qué habían elegido, como premio, la visita a las cataratas del Niágara.

Después de todo, el lugar no tenía relación alguna con su trabajo y nadie había comentado nada especial, al respecto.

Incluso, semidormida, estimó la posibilidad que no estuviese realmente ahí, junto a aquellas cataratas, y que las botellitas y la cama y hasta el pequeño sacacorchos, fueran una especie de engaño, de su percepción.

Entonces, intentó recordar que le habían parecido, desde el restaurant, las famosas cataratas.

Solamente es agua cayendo, se dijo.

Esas no son las verdaderas cataratas.

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