-¿Y por ese precio qué incluye? –pregunté.
-Incluye todo… -me dijo-. Todo lo que está a la vista.
Entonces yo miré y la muerte me entró por los ojos.
Lentamente entró por mis ojos.
Pasaron unos minutos.
-Es solo una forma de morir –dijo entonces-. No se aflija.
-No me aflijo –dije yo.
Pasó otro minuto y luego él bajó el precio.
Yo pagué.
Pagué simplemente porque el precio no era lo suficientemente alto como
para no hacerlo.
Eso hice.
Entonces él se fue y comenzó el frío.
O más bien fue el viento lo que intensificó la sensación de frío.
No sé decirlo, tal vez.
Y claro… tampoco sé cuánto duró aquello.
A lo lejos oí un animal. Tal vez un perro.
Luego nada más, hasta que de pronto una voz.
-¿Esto es suyo? –escuché que preguntaba.
-Sí –dije yo- Es mío.
La voz pareció titubear.
-¿Está seguro que es suyo? –agregó.
-Es mío –corroboré-. Yo pagué.
Como la voz no insistía creí necesario aclarar.
-Todo lo que está a la vista –señalé-. Todo eso es mío.
La voz seguía sin hablar.
Supongo que no podía agregarse nada.
Y es que tal vez la muerte, pensé, también había entrado por sus ojos.
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