miércoles, 27 de julio de 2016

No nos engañemos.


No sé si te das cuenta, pero desde un inicio Hansel y Gretel saben que van hacia la bruja. Ni siquiera se extravían. Van hasta su casa, simplemente. Y claro… hacen creer a la vieja que han caído en su engaño. Pobre Bruja. Ella cree que los atrapa. Es más, piensa que puede comerlos, pero lo cierto es que ni siquiera tiene hambre. Entonces, son Hansel y Gretel quienes la convierten en bruja. Son la droga que alguien ingresa escondida a un centro de rehabilitados. Ellos construyen a la bruja para así poder tener historia. Consiguen un techo. Se alimentan, pero ellos sí que tienen hambre. De esta forma –más unos cuantos entredichos-, damos de pronto con la bruja en el horno y unas líneas más tarde con el fin de la historia. Nadie más sabe de Hansel y Gretel. Nada más sabemos de su padre, ni del bosque y hasta los felicitan por sus actos. Todo fue en legítima defensa. La alegría oculta el aroma de la carne quemada. Así se construye una historia. Lo demás es el costo, simplemente. Y el costo, por supuesto, se le paga al rey. Puede intentarse otra cosa, pero no nos engañemos. Siempre tras de esto hay un rey. Y nadie mata al rey. Nadie lo engaña. Después del jaque mate, incluso, el rey negocia.

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