jueves, 28 de febrero de 2019

Hechos y sensaciones.


I.

-¿Sabías que hay zonas del cerebro que no se activan cuando estás solo?

-No…

-Pues ya vez… la gente cree que piensa mejor estando solo, pero se activan menos zonas de tu cerebro cuando no hay nadie contigo…

-¿Está comprobado?

-¿A qué te refieres?

-Ya sabes… estudios serios sobre el caso… ¿de dónde sacaste la información?

-No lo sé. Tal vez lo leí en algún lado. Pero lo importante es que es un tipo de sensación.

-¿Un tipo de sensación?

-Sí. Un tipo bueno de sensación.

-Entonces tienes una sensación que te dice que el cerebro se activa en mayor medida cuando estás acompañado.

-Exacto.

-¿Y me lo cuentas como un hecho?

-Ehh… ¿y acaso una sensación no es un hecho?

-No. No es un hecho.

-Y eso… ¿está comprobado?

-…


II.

-¿Te habías dado cuenta?

-¿De qué?

-Del anillo alrededor de la luna.

-¿De nuevo una sensación o esta vez es un hecho?

-Yo creo que es un hecho… ¿por qué no lo miras…?

-…

-¿Lo viste?

-Sí… se ve un anillo alrededor de la luna.

-Entonces es un hecho.

-No necesariamente.

-¿A qué te refieres…? ¿Podemos tener los dos la misma sensación?

-Pues puede no ser un hecho ni una sensación.

-¿Y entonces qué es?

-No sé… un efecto, tal vez… deja buscar…

-¿Buscar?

-Sí… No llega muy buena señal, pero lo confirmo y te digo…


III.

-Lo busqué y hay varios estudios... pero no se confirma que sea un hecho.

-…

-Es decir… es cierto que el anillo ese a veces se percibe… y es un hecho que hay estudios, pero…

-Déjalo ahí… no me interesa.

-¿No te interesa…? Pero si tú comenzaste a hablar sobre el asunto…

-Puede ser… pero el anillo ya se fue…

-…

-Creo que me gustaría desactivar algunas zonas de mi cerebro en este instante.

miércoles, 27 de febrero de 2019

Desde fuera.


I.

-¿No crees que es raro?

-¿Qué cosa?

-¿No crees que es raro que no hagan ruido?

-¿Quiénes no hacen ruido?

-Las estrellas.

-…

-¿No crees que es raro que no hagan ruido?

-No.


II.

-Pues yo sí lo encuentro raro.

-¿De verdad?

-¡Claro…!

-Pues yo no entiendo… ¿cómo va a ser raro que no hagan ruido?

-Pues es raro… Sin duda que es raro… Se supone que son inmensas, no… Al menos podrían escucharse un poco… respirar un poco… Después de todo se mueven, ¿no?

-No sé… no estoy seguro que se muevan.

-Yo creo que sí... Todo se mueve, creo yo.

-¿Crees que todo se mueve?

-Sí… eso dije… Aunque…

-¿Qué?

-El espacio en que se mueven las cosas…

-¿Qué pasa con el espacio en que se mueven las cosas?

-Tal vez ese espacio no se mueva. Puedo aceptar eso, si quieres.

-…

-Pero todo lo demás sí.


III.

-Igual el tema es el ruido, no el movimiento.

-¿Vas a seguir?

-Sí…

-Pues yo no voy a participar.

-De acuerdo.

-¿De acuerdo qué?

-Que no participarás.

-…

-Estarás ahí, creyendo que no participas… pero igual respiras.

-Claro que respiro, ¿quieres que no lo haga?

-No me refería a eso.

-…

-Me refería a que respiras, y cuando respiras se escucha… si me concentro se escucha…

-…

-Pero con las estrellas no sé… no me resulta escucharlas.


IV.

-Las personas más grandes hacen más sonido que las pequeñas.

-…

-No me refiero a la voz… si no a sonidos de vida… respirar, por ejemplo… incluso al dormir hacen más ruido…

-…

-Con las estrellas debiese ser similar, creo yo… aunque supuestamente no se trate de algo vivo… pero ahí la clave es el movimiento…

-…

-Sé que no están vivas, pero incluso un muerto, si lo mueves, hace ruido… y aunque en el espacio no haya roce… no sé… no me cuadra ese silencio…

-…

-¿Tú qué piensas…?

-…

-Vamos… ¿qué piensas?

-Nada.

-¿Nada?

-Nada… o tal vez en otra cosa…

-¿Qué cosa?

-En que vienes desde fuera…

-…

-A veces pienso que tú vienes desde fuera…

martes, 26 de febrero de 2019

Tardígrados en el espacio.


I.

-¿Conoces a los osos de agua?

-¿Es un grupo de rock?

-No. Son unas especies de bichos pequeños.

-Pues no, no los conozco.

-Creo que el nombre correcto es tardígrados.

-¿Tardígrados?

-Sí. Tardígrados.

-Entonces menos.


II.

-¿Sabías que aguantan en el espacio exterior?

-¿Quiénes?

-Los tardígrados.

-Claro que no… ya te dije que no sabía de ellos

-Es cierto… Pero bueno… De todas formas aguantan en el espacio exterior.

-¿Qué quiere decir que aguantan?

-Que no se mueren… que los tardígrados en el espacio no se mueren…

-Pues nosotros tampoco.

-¿A qué te refieres?

-A que nosotros también aguantamos en el espacio exterior.

-¿Te refieres a los viajes espaciales?

-Claro.

-Entonces aguantamos, pero con ayuda de cosas.

-¿Y?

-Que eso es un poco como hacer trampa.

-Puede ser… pero aguantamos.


III.

-¿Sabes si volvieron?

-¿Quiénes?

-Los tardígrados.

-¿Te refieres a los que aguantaron en el espacio?

-Sí.

-Pues no sé… creo que los dejaron, para ver su resistencia…

-¿Y entonces de qué sirve aguantar en el espacio?

-¿De qué sirve?

-Sí… ¿de qué sirve?

-Pues no sé… supongo que sirve para eso… para no morir…

-Pero no regresaron.

-Nadie regresa del espacio.

-¿A qué te refieres…?

-A eso… a que nadie regresa del espacio.

-Pero Yuri Gagarin volvió.

-No. Te equivocas. No volvió.

lunes, 25 de febrero de 2019

Una ciudad bajo el agua pierde su nombre.


I.

Una ciudad bajo el agua pierde su nombre.

No es una ley, digamos, pero es lo que suele pasar.

Queda de inmediato convertida en ruinas, aunque sus estructuras no se dañen mayormente.

Entonces, al pasar el tiempo, pueden ir expediciones a visitarlas.

Les venden tours, a los visitantes, y les arriendan los implementos necesarios.

Muchos van encantados y se sacan fotos submarinas.

Cada año nacen en promedio dos ciudades, o poblados, con estas características.

Si no me creen pueden buscar información y solo entonces desconfiar.


II.

Los que han vivido en esos pueblos, sin embargo, no hacen tours.

De hecho, por lo general, no regresan.

En el mejor de los casos dan una vuelta breve, y observan desde la orilla.

Se contentan con observar, digamos, la superficie del agua.


III.

Yo mismo, si soy sincero, viví un tiempo en un pueblo que hoy se encuentra bajo el agua.

Aunque me fui del lugar años antes, por lo que no viví el proceso.

Recuerdo que alguien me dijo que bajo esas circunstancias mi sensación no contaba.

Yo estaba en la orilla, mirando la superficie del agua, y eso fue lo que me dijo.

Además, me advirtió, cuando miras el lugar desde la orilla, se te acercan bichos.

Y claro... debo admitir que lo de los bichos, al menos, era cierto.

Sin embargo, ya no me molestan.

domingo, 24 de febrero de 2019

Cuando la tierra evoca a la gente.


I.

Cuando la tierra evoca a la gente salen hongos blancos.

Ocurre en pequeñas islas, cerca de Japón.

Por lo general se trata islas que han sido habitadas y que luego han quedado desiertas.

Entonces, luego de algunos años, comienzan a verse estos hongos blancos.

Suelen medir entre un metro y un metro sesenta centímetros.

Y adoptan, según quienes los describen, cierta apariencia humana.

No una apariencia exacta, claro, pero a la distancia lo parecen.

Además, a la tierra, supongo que no le importan los detalles.


II.

Aparecen por lo general en zonas húmedas.

Cerca de pequeños bosques o en las orillas juncosas de la costa.

Sobresalen entonces, entre la vegetación y hasta transmiten cierta tranquilidad.

Me refiero a que no parecen ajenos, o figuras sobrepuestas.

Están en comunión, digamos, con el lugar.

En armonía.

Como siempre debió ser.


III.

Leí una vez que los onas, en la Patagonia, también hablaban de unas figuras parecidas.

Aunque la documentación que ahora encuentro  solo examina lo que ocurre cerca de Japón.

No aparecen en lugares habitados, según los estudios, aunque no se explica los motivos.

Yo supongo, simplemente, que no es algo necesario.

Por eso decía en un inicio que estos hongos brotan cuando la tierra evoca a las personas.

Y entonces los recrea perfectos, llenos de quieta bondad.

Tal vez eso, de cierta forma, también sea una evocación de la tierra.

sábado, 23 de febrero de 2019

En un capítulo de Lupin III.


Ocurrió en un capítulo de Lupin III. En la serie animada del 71. En ese capítulo Lupin era capturado por el inspector Zenigata y encerrado en prisión. El capítulo dura veinte minutos, pero en ese capítulo Lupin pasa en prisión todo un año. Todos esperamos que se arranque, pero Lupin no parece apurado. Afuera de la prisión está Jigen, su compañero, pero solo está de guardia... esperando. No va por su ayuda e incluso evita que otro personaje intente liberarlo. Si Lupin quiere irse lo hará, dice en un momento. Entonces el capítulo avanza y Lupin es condenado a muerte. Se espera la orden, con una extraña calma. Durante todo ese año, por cierto, Zenigata ha estado en la prisión, atento a que Lupin intente evadirse. De hecho, algún guardia de la prisión le dice que parece querer incluso que Lupin se arranque. Después de todo, perseguir a Lupin es el sentido de vida del inspector Zenigata. Y claro, ya en el día de la ejecución Lupin se dispone a hacerlo. No antes. Todo un año esperó en su celda y decidió escapar en ese instante. Y claro, mirando sutilmente podemos encontrar cierta alegría en Zenigata, al mismo tiempo que Lupin muestra abiertamente las razones de esa espera. Escapa ese día para humillar a Zenigata. Después de todo, no fue solo él el que estuvo en prisión...el inspector se mantuvo todo el tiempo en el lugar, atento a sus movimientos. Eso debe producirle vergüenza, dice Lupin. Vergüenza por no vivir su propia vida. Por darla por completo a algo que se escapa, igualmente, de las manos. Y es que solo cuando eso queda claro escapa Lupin. Por otro lado Jigen, su amigo, también ha esperado un año, afuera de la prisión, al igual que un monje budista que aparece varias veces rondando la cárcel y que tal vez ofrezca una clave para este capítulo, si lo observamos con atención... ¿De qué está hablando el capítulo, entonces? Pues yo creo que de convicciones. De convicciones y de una vida que no se vive, para demostrar a otro que tampoco está viviendo la suya. Eso es lo que ocurre, en un capítulo de Lupin III. No es poca cosa.

viernes, 22 de febrero de 2019

La última roca.


Llegamos sin mayor dificultad a la última roca, pero luego subió la marea.

Como no podíamos regresar decidimos quedarnos ahí, a esperar que la marea bajara.

Sabíamos que serían varias horas, pero estábamos bien abrigados y en la mochila teníamos agua y galletas.

Estábamos así, conversando, cuando desde una lancha nos alumbraron con un foco.

No estaba a una distancia prudente como para hablarle, pero intentamos demostrar que estábamos bien.

Lamentablemente, no tomaron en cuenta nuestra actitud y un rato después vimos que llegó una pequeña embarcación de la armada.

Nos hablaron por altavoces y nos dijeron que levantáramos verticalmente las manos para decir sí y que las moviéramos horizontalmente para decir no.

Entonces nos preguntaron si teníamos alguna herida y detallaron varias situaciones de gravedad.

Contestamos todo, pero no tuvimos oportunidad de decirles que se fueran, que en unas horas bajaría la marea y regresaríamos sin problemas.

Entonces escuchamos el helicóptero.

Intentaban situarlo sobre nosotros y también nos hablaban por altavoces aunque a ellos no les entendíamos.

Minutos después lanzaron unas cuerdas y un par de tipos comenzaron a bajar hacia donde estábamos.

Cuando llegó le intentamos explicar que no había peligro. Que la marea ya había llegado a su punto más alto y ni siquiera nos salpicaba agua.

Le mostramos nuestra agua y las galletas y hasta le ofrecimos alguna.

Entonces el tipo nos recomendó que inventáramos una historia o si no tendríamos que pagar de nuestros bolsillos el procedimiento.

Bajaron después unas camillas y nos amarraron a ellas.

Luego nos llevaron así, en andas, hasta la playa.

Ahí nos revisaron un paramédico y nos tomaron declaración.

Como no quisimos mentir nos citaron al día siguiente y tal como nos habían advertido, nos pusieron una multa por el costo agravado del procedimiento.

Calculé que el monto correspondía a poco más de treinta y ocho meses de mi sueldo.

No lo pagamos, por supuesto, por lo que de vez en cuando me llegan citaciones que he decidido ignorar.

Por otro lado, el nosotros que existía en ese entonces ya no existe, y no he vuelto a ver a la persona con que estábamos sobre esa roca.

Y es extraño, porque la multa viene exclusivamente mi nombre y cuando cuento la historia poco a poco la he ido transformando, hasta hacerla desaparecer.

A veces, incluso, culpo a esas notificaciones, de que me cueste olvidarla.

jueves, 21 de febrero de 2019

El que quiere entender me entiende.

-El problema no es que no hable claro -me dijo-. El que quiere entender me entiende. Todos es siempre cuestión de voluntad. De saber que lo que puedo decir tal vez te sirva. Me refiero a que si piensas que ya está, pues nada más eso: ya está. Y si es así el asunto es simple: no me escuches. O escúchame si quieres, por cortesía, pero no me entiendas. Así es. Así funcionan las cosas. Da lo mismo si soy yo el que habla o si es otro. O si es otra. Da lo mismo las cervezas que hayan de por medio o hasta el nivel social. Tú lo sabes. O más bien: ojalá lo sepas. No hablo raro. No hablo así porque esté borracho o porque tenga un tono distinto por mi nacionalidad o supuesto nivel social. Ya te dije que entender es siempre cuestión de voluntad. Y la voluntad, claro, es cuestión de espíritu. A eso se reducen las cosas. Todas las cosas. Y la última reducción es el espíritu. Eso creo yo, al menos. Eso espero. Si no fuese así y quisieras entender pues me entenderías a mí y luego entenderías que estoy mal. Y luego, claro, dependería de mi propia voluntad si quiero, yo mismo, comprender aquello. Tendría que ponerme en duda, digamos, como primer paso. Algo que no es malo, aunque parezca serlo... ¿crees que es así?

-Pues no... -dije yo-. No lo creo.

-Entonces entendiste bien -me dijo-. Eso es algo.

miércoles, 20 de febrero de 2019

Vender los cubiertos de plata.



I.

Nos costó vender los cubiertos de plata.

Fuimos a tres lugares y en todos ellos querían darnos mucho menos que su valor.

No me molesta eso en todo caso, sino que nieguen el valor que tienen esas cosas.

Y es que si me dijeran, por ejemplo, que son valiosos pero que no pueden dar más, yo los vendería de inmediato.

Lamentablemente, suelen ir por otro camino, y te dicen incluso que lo que ofrecen es lo justo.

Y eso me molesta, claro.

Así soy yo.


II.

Algunos me critican diciendo que exagero mi reacción.

Que me ofusco demasiado cuando aparece la frase: "el valor de las cosas".

A veces intento explicar que no es el valor de las cosas, lo que me ofusca al hablar.

Y entonces explico que lo que me molesta es hablar del valor, sin más.

No podemos hablar así no más sobre el valor, les digo.

No es algo para tomar a la ligera.

Pero claro, supongo que no me explico bien, aunque de todas formas me siguen pidiendo que los acompañe.

No es por simpatía en todo caso, sino que alcanzan mayores precios cuando voy yo.

Ni yo sé por qué ocurre de esa forma.

martes, 19 de febrero de 2019

Darle vueltas al asunto.

No le entendí muy bien lo que dijo. Supongo que eran indicaciones para llegar a un lugar. No lo sé. Por las señas supuse que debía venir por aquí. Y vine. Además el camino no era tan empinado y había una especie de sendero, a un costado de la quebrada. De todas formas es raro. No me refiero al tipo ni a su forma de hablar. O sea, eso también, pero es raro sentir que a pesar de haber seguido indicaciones y haber encontrado el sendero, no creo haber llegado donde él intentaba decirnos. Es decir, no me quejo… Hay muchos árboles, el agua se ve limpia, el lugar está muy bien… pero no sé. Yo creo que quería decir otra cosa. Enviarnos a otro lado. No digo que mejor. No me refiero a la vista ni a las condiciones… No sé bien cómo explicarlo. De todas formas si cuando baje encuentro de nuevo al tipo y me pregunta, yo tendría que decirle que me extravié. Que todo está bien, pero no pude llegar donde él decía. Y claro… tal vez el tipo intente nuevamente explicarse y otra vez no le entienda lo que diga. Y entonces, conociéndome, me pondría a pensar dónde está realmente el problema y no pararía de darle vueltas al asunto. El asunto de la comunicación, me refiero. Luego, por supuesto, llegaría a Santiago y tendría que volver a lo de siempre. Y para volver uno se miente un poco. Siempre pasa eso, digamos. Y contaría del tipo que hablaba mal como una anécdota, pero en lo personal guardaría una explicación alternativa. Absurda, claro, pero que no deja de tener un rasgo de verdad. Concluiría por ejemplo que el problema estaba en mí. Que el tipo tal vez hablara bien, me refiero. Que hablaba claro, pero algo en mí no quería comprenderlo. Y es que así pienso yo, si soy sincero. Y es posible que al igual que el tipo ese pretenda entonces explicarme y usted sienta que me sigue, pero en realidad llegue a comprender otra cosa. Es extraño, ¿no cree? Me refiero a que nunca lo sabremos, realmente.

lunes, 18 de febrero de 2019

Lo que hacemos.

En total trotamos una hora diaria. En dos instancias de media hora, claro, sin mayores exigencias. Acostumbramos subir el segundo día y sin hablarlo nos fijamos un circuito y lo seguimos. Luego trotamos. Es sencillo. Subimos a un lugar plano, en la montaña, a trotar. Casi siempre van ovejas a comer, en ese espacio. Los primeros días se arrancan, es cierto, pero ya después de la semana no las molestamos mayormente. Nos miran recelosas, claro, pero podríamos decir que compartimos sin problemas. Por lo general después de cada trote bajamos al lago, a nadar. Solo un momento en todo caso, para refrescarnos. Luego la rutina suele cambiar, según el clima. Caminamos por la orilla del lago, por ejemplo, o hacemos una ruta más larga, hasta la playa u otro lugar. Así se nos pasa el tiempo hasta que decidimos regresar. No sé por qué, pero siempre decidimos hacerlo después de una noche despejada. En lo personal me gusta mirar las estrellas y me tranquiliza ver que cada una está donde corresponde. El día que regresamos desarmamos las carpas y subimos al lugar donde acostumbramos trotar, aunque esa mañana, por lo general, no trotamos. Simplemente observamos las ovejas y comprobamos que en el pasto ha quedado marcado, nuevamente, nuestro circuito. Eso es lo que hacemos. Luego regresamos.

domingo, 17 de febrero de 2019

No quiero analizarlo.


Si bien no es propiamente un juguete, es muy buscada hoy por los más importantes coleccionistas, la figura del doctor Walter Freeman, que se vendió durante 1940 y 1942 en Estados Unidos. La figura forma parte de una colección que incluye también el vehículo en que el doctor se desplazaba (lobotomovil) y hasta un set que incluye un picahielo y una cabeza de madera de tamaño natural, con indicaciones para realizar una supuesta lobotomía, práctica que, por cierto, el doctor Freeman abundantemente realizó, durante más de treinta años.

También se reconocen en la colección las figuras de dos pacientes, una de las cuales parece representar a Rosemary Kennedy (hermana mayor de JFK) quien fuera operada por el médico, aunque tanto las razones por las cuales fue sometida a la lobotomía como el resultado de esta son más que cuestionables.

En agosto del 2016 se subastó una colección completa de estas figuras, alcanzado un precio récord en la categoría de juguetes (U$ 480.000), aunque no se conoció abiertamente la identidad del comprador.

Tengo fotos de la paciente que supuestamente era Rosemary Kennedy -también hay una figura en venta en una página de subastas-, y después de meses sin llorar no he podido parar de hacerlo al verla.

Y es que todo es igual de absurdo, si se analiza bien.

Absurdo y triste.

Por eso no quiero analizarlo.

sábado, 16 de febrero de 2019

Asediaron un pueblo vacío.


Asediaron un pueblo vacío durante seis semanas. Obviamente no sabían que estaba vacío, pero al final se dieron cuenta. Fue un grupo de portugueses durante la quinta cruzada. Iban acompañados de un monje que relata lo sucedido en tres cartas que se conservan hasta el día de hoy. Copias de ellas hay en un pequeño museo en Sintra, que es donde conocí la historia. En la primera de las cartas cuenta que se situaron a trescientos metros de las murallas y describe la forma en que cortaron los caminos de acceso. También informa del desvío un arroyo que proveía de agua a aquel lugar. Finalmente, en la primera misiva, el monje a cargo proyecta que en dos a tres semanas debieran reunirse con emisarios del pueblo y que esperan obtener recursos suficientes para asegurar cierto trayecto del viaje.

La segunda de las cartas da cuenta de los supuestos avances del asedio. El monje señala que apenas se escuchan murmullos desde el otro lado de las murallas e infiere que la población se encuentra diezmada y debilitada. Dice que el mismo fue como emisario en dos ocasiones a llamar a las puertas y a dejar mensajes, pero que el orgullo del pueblo es mayor de lo que él podía imaginar. por último solicita información sobre las fechas y el lugar exacto en el que debe reunirse con un grupo de avanzada.

El tercer documento ya revela la situación real del pueblo. Deja abierta la posibilidad de que hubiese sido abandonado durante el asedio, pero luego se contradice señalando la imposibilidad de tal éxodo ya que estaban bloqueados todos los caminos. El monje se lamenta asimismo por la escasez de víveres y da cuenta de la insubordinación del al menos la mitad de quienes lo acompañan, quienes insisten en quedarse en el pueblo y abandonar la cruzada, argumentando que lo sucedido se trata de una manifestación divina... o de un llamado.

Nada más dice la tercera misiva y nada más se sabe del asunto.

Según lo que se señalaba en el museo, el poblado en cuestión no fue habitado, aunque tampoco se tiene información extra sobre lo sucedido con el grupo, o con el monje que iba a cargo de ellos.

viernes, 15 de febrero de 2019

Ayer.


I.
Me contó que se lanzó en paracaídas y que no se le abrió a tiempo. Por suerte, sin embargo, cayó al mar y fueron rápidamente a rescatarlo. Se fracturó piernas y se dañó una vértebra, aunque volvió a caminar luego de año y medio de terapias recuperativas. Se ladea un poco al andar, pero avanza a buen ritmo y la mayoría lo considera una persona simpática. Tiene una esposa que vive con él y una hija que se fue a Australia y que los visita una vez al año.

II.
También torturó gente, pero eso no me lo contó. De vez en cuando averiguamos sobre alguno y nos turnamos para ver quien intenta acercársele. Generalmente voy yo, pues dicen que me controlo más y al parecer la gente me cuenta cosas y me gano fácil la confianza. Este caso fue así. Me invitó incluso a quedarme junto a él y su esposa en una cabaña. Así lo hice aunque solo pasé una noche. Jugamos dominó y su esposa preparó un küchen. Era de manzana. Estaba un poco crudo.

III.
Le inutilizó una rodilla y los dedos de la mano derecha a uno de los que torturó. Esa persona tiene 76 años y fue quien me confirmó la identidad. También me contó de quemaduras, electricidad y otros detalles de los que prefiero no hablar. Y es que las palabras no sirven creo yo, para estas cosas. También me contó sobre la muerte de dos compañeros en las que también participó. Y claro, coincidió en la historia del paracaídas, aunque la narró de diferente forma.

IV.
No le mentí al tipo cuando preguntó sobre mí. No le di detalles, claro, pero supongo que no soy bueno para hacerlo. Además tampoco hice nada malo. Cumplí con lo que me correspondía, nada más, y no cometí daño alguno. En lo personal me gusta estar con ellos y saber qué han hecho y tratar de comprender entonces, quienes son. Y me tranquiliza sentir que me alejo sabiendo más sobre todos nosotros. A veces he dejado una nota o, como esta vez, la dirección del blog. Es algo frívolo, pero quise hacer una excepción. pues aquí no suelo hablar sobre este tipo de cosas. No es algo premeditado en todo caso. Pero ocurre que no sé, sinceramente, cómo hacerlo.

jueves, 14 de febrero de 2019

Roma.

Abajo siempre está Roma. Bajo los cimientos, me refiero. Quemas la ciudad. La destruyes. Luego cavas y está Roma. Como una capa primaria. Como un sedimento. Si Adán hubiese excavado en el paraíso hubiese encontrado Roma. Ruinas de Roma, claro, pero Roma al fin. Incluso bajo las ruinas de Roma encuentras otra Roma. Por eso creció tan rápido la Roma que conocimos. La de los libros. La del imperio. Porque sus bases se reunieron en un punto con las primeras raíces. Un contacto mínimo, es cierto, pero eso bastó para un imperio. Ese fue su nutriente, digamos. La Roma fósil que permanece tibia bajo todo aquello que creemos superficie. Y es que la Roma primigenia nunca fue superficie. No estaba hecha para ser superficie. Siempre estuvo abajo. Siempre necesitó ser desenterrada. Rescatada. Descubierta. Sin embargo, ignorantes a esto, enterramos incluso a nuestros muertos sobre la primera Roma. Y aspiramos a una profundidad que es apenas segunda superficie. Una vida sobre una cáscara, la nuestra. Una vida que desconoce su verdadero soporte. Una vida que se cree frágil y breve por simple ignorancia. Cuando la sangre sale del cuerpo busca llegar a esa Roma. Sigue una llamada, digamos. Se hunde en la tierra buscándola. Bajo los muertos, incluso. Abajo de lo que llamamos negligentemente profundidad. Ahí está Roma. Abajo siempre está Roma. A algunos, escogidos, los llama como el mar. Ellos quemarán las ciudades y enterrarán sus uñas buscando bajo las cenizas. Roma estará ahí, por supuesto. Esperando por nosotros. Roma.

miércoles, 13 de febrero de 2019

Los cebollines como argumento.


Siempre que voy a comprar algo compro cebollines. Un paquete de tres generalmente, unidos por un elástico. No lo pienso de antemano, simplemente lo hago así. Incluso, si voy a un lugar donde no venden cebollines, me desvío y paso por un lugar en que sí hayan. Entonces compro un paquete y lo meto en un costado de una bolsa y regreso a casa. Tal vez si no encontrara cebollines no regresaría más. No parece razonable, pero me parecen sin duda un buen argumento. El argumento de los cebollines, podría llamarlo. Volví porque tengo cebollines y debo prepararlos. Luego pienso en qué más debo preparar, mientras estoy en casa. Hoy por ejemplo los acompañé con papas doradas en mantequilla. También cociné tiras de carne y un poco de arroz. Nada muy complejo. Antes de picar los cebollines los dejé juntos, frente a una tabla, y comencé a pensar en aquello que escribía arriba. En el argumento de los cebollines, me refiero. Entonces caí en cuenta que los tres cebollines del paquete nunca son iguales. No pueden, de hecho, ser iguales. Siempre hay de diferentes tamaños como si fuesen una familia. Tanto así que alguien podría dibujarles rostros y les aseguro que coinciden. Le conté a mi hijo, mientras cocinaba, pero no me tomó en serio y me acusó de andar borracho. Era cierto, en parte, pero lo de los cebollines era todavía más cierto. Finalmente, comimos viendo One Punchman que también volvía con cebollines cuando iba de compras. Aunque no sé si en su caso, ellos puedan considerarse como argumento.

martes, 12 de febrero de 2019

Escribí mis memorias en seis días.


Escribí mis memorias en seis días. Y me sobraron cuatro. Me preparé por largo tiempo pensando que sería una gran tarea. Al final sirvió apenas de ejercicio. Aunque no sé, si soy sincero, qué mierda ejercitaba. Entonces para hacer algo me dediqué a corregirlas.  No el estilo, que eso nunca me ha importado, sino la veracidad de los hechos. Pero la veracidad de los hechos me era esquiva. Y es que la veracidad finalmente, no dependía de la realización del hecho sino de haberlo comprendido. La comprensión es lo que valida al hecho, anoté entonces, y hasta lo dejé de epígrafe. Luego lo borré y lo cambié por un dibujo. Pretendía ser un autorretrato, pero sin darme cuenta dibujé un helado de chocolate. Ni siquiera se notaba que era un helado y menos de chocolate. Por lo mismo lo borré. Luego busqué con google algún autorretrato, pero no salía ninguno mío. O tal vez sí, no sé, pero si lo había me desconocí. Eso es algo que sucede. No es tan malo, desconocerse. Por eso es bueno escribir nuestras memorias. Aunque sea a la rápida y solo le dediques seis días y además te sobren cuatro. La portada finalmente la dejé así: con la palabra Memorias y con el dibujo de un paraguas. Un paraguas cerrado, por cierto. Mientras lo dibujaba manché la imagen con helado de chocolate. Más o menos, comprendí.

lunes, 11 de febrero de 2019

(No) Reseña.


Debo reseñar una película inacabada realizada aparentemente por un ayudante de cámara de Raoul Walsh, en 1914. Habría sido rodada durante la filmación de La vida de Pancho Villa, y tiene la particularidad de haber sido grabada, en su totalidad, cabalgando sobre un caballo. Más allá de las importantes dificultades técnicas para realizar tal hazaña y la innovadora propuesta artística que supone -la que incluye un largo plano secuencia en primera persona de poco más de ocho minutos-, lo que me llama realmente la atención del film es su argumento central.

La historia, trata acerca de la rebelión de una serie de siervos que acusan ser explotados por sus patrones -lo que incluye derechos sobre las esposas e hijas de los trabajadores-, razón por la cual se organizan para dar muerte a algunos de ellos y quemar sus propiedades.

La película por cierto, nos cuenta esto a partir de la conversación de los siervos junto a una fogata, tras haber huido de las casas en que prestaban servicio, y nos muestra luego el entrenamiento de este grupo y el ataque realizado por estos rebeldes a las mansiones de dos de sus patrones.

En esos ataques, podemos ver cómo son quemados tanto los patrones como los siervos que se mantuvieron leales a ellos, al mimos tiempo que se observa cómo los rebeldes se llevan a lugares solitarios a las hijas y mujeres de los hacendados, para cobrar venganza de lo que les sucedió a sus propias familias.

Hacia el final de la película, sin embargo, se observa cómo uno de estos rebeldes da muerte a otros siervos que han cometido excesos en esta toma de justicia (esa es la secuencia filmada en primera persona que señalaba anteriormente), y se sabe que en la idea original existía cierto ajusticiamiento militar, que no alcanzó -aparentemente-, a ser filmado.

Es reconocible en la película la presencia del actor Eagle Eye además de una pequeña aparición -como hacendado-, del propio Pancho Villa, quien sorpresivamente había accedido a filmar junto a Walsh y hacer de sí mismo en la película que este filmaba sobre su vida.

De hecho, es una de sus frases refiriéndose su participación en esos dos filmes, la que me gustaría dejar como cierre de este texto:

(...) Trabajé de mí mismo con Raoul Walsh (...) También lo hice siendo otro y descubrí que me sentía más yo mismo siendo otro (...) y eso se disfrutaba más".

No diré más -aquí-, sobre este asunto.

domingo, 10 de febrero de 2019

Soñé que hablaba con Woody Allen.


Soñé que hablaba con Woody Allen.

O más bien, soñé que hablaba en serio con Woody Allen.

Es decir, no con el Woody que intenta bromear o decir algo ingenioso cada ciertos minutos, sino con uno más honesto.

Un Woody capaz de decir las mismas verdades, pero con el peso específico que conllevan esas verdades.

De hecho, el tono y hasta la apariencia de ese Woody iba revelándose cada vez más trágico.

Amargo hasta el extremo de quedarse en silencio en medio de una conversación y no moverse en lo más mínimo.

-Una vez cuando niño, casi me ahogo -me contó en un momento-. Intentaba hacer señas a la orilla y todos pensaban que estaba jugando. Luego yo también lo pensé y hasta de cierta forma me divertí, mientras me ahogaba. Luego sopló un viento que formó grandes olas y estas me devolvieron a la orilla. Una mierda de viento. Yo creo que me llevó a la orilla equivocada.

Recuerdo que en el sueño. la forma de hablar de Woody era lo que más me llamaba la atención. Lenta, pesada... no se parecía en lo absoluto a la voz con que lo asociaba, aunque de cierta forma sus palabras bien podrían haber sido dichas por el Woody de mi memoria.

Así, tras una primera parte del sueño en que logramos hablar de algunos temas, la conversación pareció acabarse prontamente.

Y es que tal vez lo que debía ser dicho se dijo de inmediato y luego ya no era necesario fingir.

Recuerdo que hacia el final, antes de despertar, me llamó la atención la extrema inmovilidad de Woody. Estaba sentado sobre el suelo, en una posición extraña y aparentemente incómoda, y no se movía en lo más mínimo. Como si todo en él fuese gravedad. Peso.

-Parezco liviano, pero no podrías moverme -fue lo último que dijo, adivinando mi observación-. Hoy estoy aquí y tú no podrías moverme. Hoy me tocó ser el tapón del mundo. Si me muevo un poco verás el vacío. Y si ves el vacío no despiertas.

Y claro, obviamente no lo moví y desperté. Y luego escribí este texto.

Menos mal que no soñé con Bergman.

sábado, 9 de febrero de 2019

Siempre le ocurre lo mismo.


Siempre lo ocurre lo mismo. O casi siempre, en realidad. Estaciona en un lugar y no recuerda dónde lo hizo. Por lo general le sucede en lugares de estacionamiento masivo. En las afueras de un mall, en un supermercado o en las calles adyacentes a un barrio comercial. En un principio no reaccionaba así, pero ahora lo asume como algo normal, con cierta resignación casi y simplemente se dedica a buscarlo, sin apuro. Como si buscar el vehículo fuese un rito necesario para cambiar el ritmo antes de llegar a un lugar más íntimo, más propio. No lo teoriza, por supuesto, pero así lo hace. Camina de un lado a otro, ordenadamente entre las filas de vehículos. Generalmente cargando alguna bolsa. Alguna vez, en los estacionamientos concesionados, un guardia se le acerca y le ofrece ayuda. Supongo que lo ven como alguien sospechoso y luego le preguntan como parte del protocolo. Entonces le consultan por la zona en que lo dejó. Por la letra y el número que había en el lugar, por el tipo de auto incluso. Él responde por supuesto, pero ante todo dice que no se preocupen, que no hay apuro. Y es que en el fondo, él sabe cómo solucionarlo y no lo hace. Bastaría con memorizar zonas o una foto, en el peor de los casos. Muchos se lo han recomendado y hasta le han contado sus experiencias. Y claro, él escucha, pero mantiene en secreto algunos aspectos. No un secreto voluntario, necesariamente. Más bien un silencio porque no sabe cómo llevar a palabras lo que le ocurre. La sensación al encontrarlo, por ejemplo. Una especie de tranquilidad, o de alivio que no sentiría de recordar dónde lo dejó. Una alegría, incluso, al comprobar que no estaba loco. Que tenía un auto. Que hay una casa por tanto y una familia donde volver. Parece exagerado, pero eso es lo que comprueba. Que esta es su vida, en definitiva. Eso es lo que encuentra al encontrar el auto.


viernes, 8 de febrero de 2019

Extinto.


Voy en el metro y sube un hombre con un micrófono y un amplificador. Tras saludar nos explica que a continuación, para amenizar nuestro viaje, imitará el sonido de una serie de animales extintos. Luego, sin más preámbulo, comenzó a hacer uno extraños berridos que nos explicaría luego, eran propios del rinoceronte lanudo. A continuación entregó unos datos de estos animales y luego comenzó la imitación de otro. Creo que el siguiente fue el leopardo nebuloso de Formosa y le siguió después la rana incubadora gástrica, cuyos datos me apresuré a investigar a través de mi celular comprobando que, al menos la información entregada, era cierta. La gente le prestó más atención cuando imitó a un dodo y hasta sacó aplausos con sus imitaciones finales, del tigre de tasmania y del pájaro carpintero imperial, aunque señaló que de este último posiblemente exista todavía algún ejemplar, a pesar de lo cual la ciencia ya lo consideraba extinto.

Mientras pasaba pidiendo una colaboración a lo largo del vagón, escuché que una niña le preguntaba a su mamá qué significaba que un animal estuviera extinto.

No escuché bien la respuesta de la madre -que por lo demás fue bastante breve-, pero me fijé en el rostro de la niña, que no parecía haber comprendido completamente la explicación, o el porqué de la explicación, aventuré.

Fue entonces cuando el hombre pasó por mi lado, y yo fingí leer un libro pues no llevaba dinero.

Lo mismo hizo, por cierto, la mayor parte de los que iban en el vagón, aunque ellos fingían ayudándose con sus teléfonos.

El hombre entonces pareció murmurar algo, mientras tomaba el amplificador y enrollaba el cable del micrófono, aunque tal vez simplemente haya sido la imitación de otro animal, cuyo nombre desconozco.

jueves, 7 de febrero de 2019

Acercamieto (fragmento)


Su labor más interesante fue crear un sistema de clasificación para seres humanos que no se basaba en razas, géneros, antecedentes familiares ni académicos ni en ningún otro rasgo que, en ocasiones anteriores, hubiese podido ser fundamento para establecer alguna tipología o categorización. Así, para determinar su clasificación, se basó únicamente en la respuesta de cada individuo ante el encuentro de un objeto dispuesto aparentemente al azar ante él. Dicho objeto, por cierto, fue un billete de 20 dólares. Experimentó en su propio pueblo natal, Lewiston, ubicado en el condado de Androscoggin, en el estado de Maine (USA), identificando en su primer estudio seis tipos característicos de reacciones, las que amplió posteriormente a siete cuando su espectro se amplió incorporando estudios a habitantes de Wyoming, Vermont, Dakota del Norte e incluso Québec, en Canadá, siendo apoyado para esto último por una pequeña universidad francesa que se interesó por su propuesta. Los resultados de su trabajo -muy vilipendiado hasta el día de hoy por algunos sectores académicos-, han sido analizados sin embargo por estudiosos de diversas áreas quienes han asociado la clasificación propuesta con una serie de perfiles de comportamiento, entre los que destacan los de tipo sicológico que han enriquecido su primera propuesta. De esta forma, la primera clasificación que se basaba principalmente en la reacción inmediata del individuo ante el encuentro del dinero (tipo de recolección; búsqueda de otros billetes en el sector; consulta por el dueño del billete encontrado, entre otros), ha sumado ahora una serie de conductas secundarias que hacen referencia con el nivel de aprehensión del individuo hacia el dinero encontrado, reflejado por lo general en el tipo de gasto que se hace del recurso y al tiempo en que el individuo demora en desprenderse de él. Respecto a las divisiones realizadas y a los perfiles de comportamiento asociados, se prepara hoy en día una publicación más seria y minuciosa, que será anunciada en un futuro próximo. Por lo mismo, y hasta que ese momento llegue, no me es posible dar el nombre del sujeto en cuestión ni ningún otro dato específico que arroje luces sobre el estudio. Si a alguien le interesa, por supuesto, puede comunicarse de forma privada.

miércoles, 6 de febrero de 2019

Esa es tu casa.


I.

Eliges primero un punto de luz.

Luego vas hacia él.

Lo haces crecer, a medida que avanzas.

Entras en él.

Dejas de avanzar.

Esa es tu casa.


II.

Sin embargo, ten cuidado:

No siempre es buena la luz.

No es siempre bueno llegar.

No es siempre buena una casa.

Y es que la luz permanente no es luz.

El llegar tras llegar es permanecer.

Y hasta la casa, luego de un tiempo... deja de ser tu casa.


III.

Un amigo, por ejemplo.

Él fue hasta la luz.

La hizo crecer e ingresó.

Yo creí que era feliz.

Pero luego la luz lo consumió y apareció colgado en esa casa.


IV.

Me gustaría olvidar sin más aquel asunto.

Que quede ahí, digamos, como un templo vacío.

Pero no es así.

Lamentablemente no es así.

Y es que otros viven, hoy en día, en esa casa.


V.

Tú que los ves vivir, déjalos ahí.

No es por eso que te hablo, en todo caso.

Te hablo más bien porque estoy solo.

Y porque no quiero elegir.

Y porque tengo miedo de esa casa.


VI.

Y es que al final es sencillo (y no lo es).

Eliges primero un punto de luz.

Luego vas hacia él.

Lo haces crecer a medida que avanzas.

Entras en él (o no entras).

Y dejas de avanzar (o avanzas).

¿Ya ves qué sencillo es?

Esa (tal vez) es tu casa.

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