miércoles, 28 de febrero de 2018

Presente.


Estuve presente cuando asaltaron el banco.

Hacía la fila hacía media hora, para recibir mi sueldo, cuando un hombre pasó por mi lado y fue directamente donde la cajera.

Junto a la puerta, en tanto, aunque esto no lo supe hasta después, otro hombre se posicionaba junto al guardia.

Fue entonces que ambos hombres sacaron sus pistolas.

Uno de ellos apuntó al guardia y el otro a la cajera, aunque al mismo tiempo miraba de reojo a los que estábamos en la fila.

Luego, nos gritaron para que nos tiráramos al piso, boca abajo.

Desde el piso, sin embargo, pude ver incluso de mejor forma aquello que ocurría.

Mientras uno de los hombres había encerrado al guardia en el baño, el otro guardaba el dinero que le entregaba la cajera en un bolso.

Se veían inquietos.

De hecho, daban la impresión de no haber querido estar ahí.

Son hombres comunes, recuerdo que pensé en ese instante.

Son como yo o como cualquiera, salvo que están asaltando un banco, pensaba.

No debo haber dejado de mirarlos hasta que abandonaron el banco, con un bolso lleno de billetes.

Tras esto, los que estábamos en la fila nos pusimos de pie, todavía conservando los puestos.

Y claro, llegó la policía.

Ni siquiera nos preguntaron si vimos algo, simplemente hablaron con el encargado de la sucursal y se fueron a su oficina.

Otro policía se puso en la puerta y tras unos instantes salió una persona del banco a decirnos que nos atenderían, pero por otra caja, pues debían chequear cuánto era lo robado.

Pasó así otra media hora hasta que cobré mi sueldo, y me fui del lugar.

Yo soy como ellos, me dije entonces, solo que ellos no tienen blog y yo aún no he asaltado un banco.

martes, 27 de febrero de 2018

Seis dedos.


I.

Florencia se contó los dedos de los pies y en uno descubrió que tiene seis.

Contó varias veces para asegurarse y confirmó así su primera observación.

Seis dedos en el pie izquierdo, es lo que confirmó.

Entonces llamó a su mamá.

Con lágrimas en los ojos, llamó a su mamá.


II.

La madre de Florencia contó los dedos de su hija.

Varias veces, por cierto, ya que no podía convencerse de aquel descuido.

Y claro, confirmó que tenía seis dedos en el pie izquierdo.

¿Nunca te diste cuenta antes?, le preguntó a su hija.

Antes ni siquiera sabía contar, dijo Florencia.


III.

El doctor que la vio recomendó que lo dejaran tal cual.

De hecho, hasta dio a entender que el sexto dedo podría ayudar a cuestiones de equilibrio.

De todas formas hizo un presupuesto que sorprendió a la madre de Florencia.

¿Todo eso por quitarle el dedo?, le preguntó al doctor.

Así es, dijo el médico. Todo eso.


IV.

Florencia no pudo dormir la noche previa a la operación.

Y es que en parte, se quedó pensando qué hacer con el dedo, cuando se lo quitaran.

Finalmente, luego de la operación, se lo llevó en una bolsa a casa, pero debió arrojarlo a la basura esa misma noche pues comenzó a tener mal olor.

El mismo olor, pensó Florencia, que había arrojado aquel gatito muerto que escondió bajo la almohada cuando parió su gata.


V.

Esa noche la madre de Florencia le contó de la operación a su esposo, que trabajaba en el norte, desde hacía varios meses.

Todo salió bien, le dijo. Solo tiene que ir a curaciones durante dos semanas.

Pero Florencia, preguntó el padre, ¿quedó bien…?

Por supuesto, afirmó la madre, eso te decía... ahora solo tiene que crecer, nada más.

Nada más… repitió el padre, tratando de recordar cómo era su hija.

lunes, 26 de febrero de 2018

Humorista triste.


Yo quería ser un humorista triste.

Provocar una sonrisa, digamos, sobre un fondo de agua.

Ni carcajadas ni llanto.

Ni sollozos ni aplausos.

Nada de exageraciones ni menos salidas de emergencia.

Y es que la única risa honesta, creía, era la sonrisa.

No teníamos derecho a otra cosa, si queríamos ser humanos.

Consciente de esto fui buscando y creando material.

Organicé rutinas.

Ensayé con mis alumnos en medio de las clases.

¿Se saben el chiste de la niña que bailaba sola?

¿O el del viejo que atrasó el reloj?

¿Conocen el del hombre que solo lloraba al picar cebolla?

¿Se saben el chiste de Dios buscando a Dios?

Y claro, de vez en cuando las sonrisas anunciaban el buen camino.

Las miradas claras.

La serenidad.

El gesto de comprensión.

Lamentablemente, los reveses lo volvían a uno irremediablemente más amargo.

Y la amargura, claro está, te lleva a cuestionar tus certezas más profundas.

A cuestionar incluso quién eres, me refiero.

Y qué somos o queremos ser, para los otros.

¿Se saben el chiste del hombre que caminaba en su propio sitio?

¿O el de la niña que abrió su muleca para ver si tenía corazón?

¿Conocen el de la oruga que se transformó en otra oruga?

¿Se saben el chiste del hombre que quería ser un humorista triste?

domingo, 25 de febrero de 2018

Eso no es lo que yo dije. (Fragmento al azar)


(…)

-Eso no es o que yo dije.

-¿Cómo?

-Digo que cambias mis palabras. Las transformas. No me parece justo.

-O sea que además de todo lo anterior ahora ocurre que soy injusta.

-Otra vez…

-Reiteradamente injusta.

-No he dicho eso.

-Una y otra vez injusta. Eso dices.

-No. No digo eso. No hablo de ti. Hablo de situaciones…

-O sea que no soy digna de que tú hables de mí… No soy lo suficientemente buena como para eso…

-Eso no es lo que yo dije.

-Claro que sí… Hablas de situaciones que te afectan… Ni siquiera soy un otro ante ti… Apenas soy un factor en las situaciones que tú sufres…

-¿Qué…?

-Lo que oyes. Ni siquiera en una discusión me permites ponerme a tu altura, como un igual... Yo desaparezco y quedas tú y tus situaciones…

-No es eso lo que quise decir… Creo que entiendes mal…

-¡Lo que faltaba…! Así que ahora soy estúpida.

-No es eso… Yo…

-No entiendo así que soy estúpida. Una imbécil que no es capaz de entender lo que tú dices…

-No es entender, tal vez… lo dije mal… Además el problema es otro.

-Claro… es otro el problema, pero te la tomas conmigo. Me atacas todo el tiempo… Me tratas de injusta, estúpida y ni siquiera tengo ante ti el nivel de un igual…

-Lo interpretas mal…no llores...

-Todo eso y ahora más encima no sé interpretar… ¿Perlas para los cerdos, no…?

-¿Qué…?

-Que por si fuera poco resulta que ahora debo interpretar mal… ¿me hablas en parábolas, acaso…? ¿Eres un ser superior que le habla una cerda incapaz de entender correctamente el sentido profundo de tus palabras…?

-No... No es eso... -No llores... Eso no es lo que yo dije…

(…)

sábado, 24 de febrero de 2018

Al borde del milagro.


Él y ella planean robar un banco. Aunque en realidad no es precisamente un banco, pero como idea general está bien. Para que no los descubran  consideran importante varios aspectos en el plan. Uno de ellos dice relación con no gastar nada en absoluto durante cinco años. Seguir con su vida tal cual, digamos, durante aquel periodo. Cada uno con su trabajo y su vida familiar, que por lo demás es común. Acuerdan entonces esconder lo robado en un sitio de mutuo conocimiento, pero de difícil acceso. Entonces de disponen a ejecutar el plan.

Ella y él roban un banco. O sea, no es un banco precisamente, pero para hacerse la idea está bien. Todo sale de acuerdo al plan y nadie resulta herido. El monto del robo, además, resulta mayor del esperado. Luego del atraco, viajan doscientos kilómetros para esconder el dinero, durante cinco años. Ambos hacen un juramento para no violar el acuerdo. Ella le dice a él que juren por su hijo, pero el responde que no tienen. Segundos después entiende la noticia y ambos se abrazan y regresan hasta su casa. Siguen con sus vidas tal cual, aunque buscan un trabajo algo mejor, pensando en que ahora tendrán un hijo.

Él y ella viven tienen mellizos y viven bien durante cinco años. Durante este tiempo, según el acuerdo, nunca volvieron a hablar del dinero robado. Los mellizos han crecido y no han pasado mayores dificultades. De hecho, él y ella podrían decir sin temor a engañarse, que llevan una vida feliz. Por lo mismo, olvidan el acuerdo hasta que ven una película sobre el atraco a un banco. Entonces calculan que ya han pasado casi seis años y estiman que debiesen regresar por el dinero. Él y ella acuerdan sin embargo, esperar a los seis años exactos, para planificar algo más.

Ella y él viajan con los mellizos hasta el lugar donde escondieron el dinero. Cada uno por su cuenta piensa que es mejor no hacerlo, pero no terminan por confesar sus ideas al otro. Además, no debiese existir un verdadero peligro a esta altura. El dinero alcanza para dejar de trabajar y vivir en cualquier sitio hasta que los mellizos, al menos, hayan dejado la universidad. Tras los cálculos, vuelven entonces a su casa con el dinero repartido en tres mochilas pequeñas. Él y ella piensan, durante el viaje, que todo estaría mejor si dejan las cosas como están. Justo entonces, al borde del milagro, ocurre la catástrofe.

viernes, 23 de febrero de 2018

Cosas que caen desde el armario.


No distingues, en el momento, qué cosas caen. Tampoco las ves venir. Simplemente abres el armario y todo se viene encima. Igual que en las series cómicas, salvo que no hay risas ni objetos tan pesados. Por lo mismo, no es un suceso en extremo peligroso, aunque por lo general se recibe algún golpe y sobre todo un susto. Y el corazón queda entonces latiendo tan aprisa que resulta imposible seguir ignorándolo. En lo personal siempre me pasa por las mañanas. Y eso que no tengo armario. Me refiero a que despierto y el mundo se me viene encima, igual que las cosas de un armario. Objetos, recuerdos, deberes y hasta sueños no cumplidos. Y el corazón queda latiendo entonces como si fuese a decirme algo. Debiese acostumbrarme, pero lo cierto es que me sorprende cada día. Además, las cosas que caen del armario no suelen ser las mismas. Me doy cuenta de ello ya que durante el día las recojo, mientras hago también otras cosas. Las recojo y las ordeno, por cierto. Lamentablemente, a veces se hace de noche y no consigo ordenarlas. Y es entonces cuando debo elegir entre no dormir y recoger aquellas cosas, o ir juntando cada vez más a medida que pasan los días y esperar el colapso. Objetos, lugares, fotos y todas esas cosas de las que estás relleno tú y el mundo, aunque pretendas negarlo. Y claro, es entonces cuando el corazón queda latiendo tan aprisa que resulta imposible seguir ignorándolo.

jueves, 22 de febrero de 2018

Ganas de verte.


Cuando te nía ganas de verte, decía su carta, me sentaba en el banco de una plaza. No servía si me quedaba sentada en el departamento o intentaba distraerme de otra forma. Solo se me pasaba si me sentaba en el único banco de una plaza. Aunque tal vez decir que las ganas de verte se me pasaban, pienso ahora, no sea la forma más exacta de expresar lo que sucedía.

Era una plaza pequeña, continuaba. Estaba entre los dos edificios del condominio en que vivo. Tenía un pasto bien cuidado, un par de árboles de mediano tamaño y un pequeño sector repleto de flores y algunas plantas más pequeñas. Con el tiempo me fui dando cuenta que cuando me sentaba en ese banco fijaba mi vista un pequeño arbusto, que estaba junto a unas flores. A raíz de eso, no podía recordarte sin asociarte con él.

Hoy, por lo demás, se cumple un mes desde el momento en que robé ese pequeño arbusto e intenté mantenerlo vivo al interior de mi departamento.  Ni siquiera duró dos semanas. Tal vez lo trasplanté mal y no me fijé a tiempo.  Sea cual sea el motivo lo cierto es que sus hojas las encontrabas por todos lados. De hecho, hoy haciendo aseo boté la última de ellas y por eso me decidí a escribirte. Bajé a la plaza para que se me pasara, pero estuve intranquila mirando el lugar donde había estado el arbusto. De ahí que llegara a una conclusión que me parece, dentro de todo, de lo más sensata: necesitaba el arbusto para no escribirte.

De mí te contaré solamente si me preguntas. Y puede que ni siquiera lo haga, pues no estoy segura que sea bueno mantener contacto. De todas formas creo que es bueno que sepas que me acuerdo de ti, aunque no quiera, o no tenga un propósito claro. Estoy segura que tú pensabas que te había olvidado por completo.

Suerte en el futuro, concluía su carta. Encuentra, pero no trasplantes arbustos. Un abrazo.

miércoles, 21 de febrero de 2018

Una llamada.


Llevaba casi sesenta días sobrio cuando lo llamó su ex mujer.

Quería preguntarle unas cosas referidas a los papeles del auto.

Él se lo explicó rápidamente, pero ella no colgaba.

Entonces él aprovechó de contarle que llevaba casi sesenta días sobrio.

Además, le contó que había entrado a un gimnasio y que había bajado aproximadamente siete kilos.

Su ex mujer bromeó entonces y le preguntó si acaso se había cortado un brazo, pero él no entendió la broma.

Para perder esos kilos tan rápido, le explicó su mujer, pero él siguió sin entender.

Se hizo un silencio entre ambos hasta que él le preguntó por Max.

Max era el perro que vivió con ellos durante los últimos cuatro años.

Ella se lo había quedado, pues él se mudó a un departamento, donde no podía tenerlo.

Max está bien, dijo ella. De hecho ha estado mucho más tranquilo en este último tiempo.

¿Podría sacar a pasear a Max un día de estos?, preguntó entonces él, aprovechando la instancia.

No es un hijo, contestó ella. No tuvimos hijos.

Él no contestó de inmediato pero luego dijo que sí, que tal vez sería mejor no verlo.

No hay para qué complicar las cosas, agregó.

Es cierto, dijo ella.

Como no se les ocurrió que más decir se quedaron un rato en silencio.

Luego se despidieron y trataron de no pensar el uno en el otro.

martes, 20 de febrero de 2018

Cortes (Toda la historia)


Al sacar la tapa, la botella se trizó.

Sin embargo, ella no se percató de aquello.

A raíz de esto, cuando ella tomó de la botella se cortó los labios.

Lamentablemente, como ya estaba ebria, no sintió los cortes y siguió así hasta que se terminó el contenido.

Mientras esto sucedía yo estaba frente a ella y la observaba hacerse los cortes.

También la observé limpiarse la sangre, sin darse cuenta de lo que ocurría.

No sabría decir por qué no le advertí de aquello.

Tal vez fue porque yo también había bebido demasiado.

O tal vez exista otra razón, de la que no soy plenamente consciente.

De todas formas, dándole vueltas a lo sucedido saqué en limpio unas par de cosas.

1) No disfruté en modo alguno de la situación.

2) Mientras la miraba, consideré que el daño que se hacía no sería permanente.

No recuerdo haber sacado nada más en limpio.

En cambio, recuerdo haber pensado que tal vez Dios permitía el mal por una razón –o sinrazón- similar a la mía.

Dejé entonces pasar un par de días y la llamé para ver cómo estaba.

Ella dijo que bien y no comentó nada sobre sus cortes.

Quedamos de juntarnos de nuevo, otro día, pero yo no fui y estoy seguro que ella tampoco lo hizo.

Desde entonces no hemos hablado.

De hecho, nos topamos en el metro el otro día, pero fingimos no vernos.

Esa es toda la historia.

lunes, 19 de febrero de 2018

Los mellizos de la señora Patricia.


I.

-¿Supiste que la señora Patricia tuvo mellizos?

-¿Qué señora Patricia?

-La del 304… al fondo…

-¡¿La señora Patricia…?!

-Sí po… Si eso te dije...

-Pero ella es vieja…

-No ahora po, hueón… Tuvo los mellizos cuando era joven.

-No sabía… Nunca he visto que la vengan a ver.

-Es que no vienen po, hueón… Están muertos.

-Por eso no vienen.

-Por eso no vienen po, hueón.


II.

-Adivina qué pasaba con los mellizos.

-¿Los de la señora Patricia?

-Sí po, hueón… de eso estábamos hablando.

-No puedo saber po…

-Sé que no podís po, hueón… pero adivina.

-¿Y qué voy a adivinar?

-Lo que pasaba con los mellizos po, hueón.

-¿Y cómo lo adivino…?

-Usa la imaginación po, hueón, no seai fome.

-…

-¿Y?

-es que no se me ocurre…

-Pero di cualquier hueá, cómo no se te va a ocurrir alguna hueá.

-Es que no sé, po…

-Puta el culiao fome…


III.

-Les puso el mismo nombre.

-¿Qué cosa?

-La señora Patricia… a los mellizos… Eso era lo raro… Que les puso el mismo nombre.

-¿A los mellizos?

-Sí po, hueón.

-¿Y para qué hizo eso?

-No sé po, hueón… pero les puso el mismo nombre.

-¿Y cuál nombre les puso?

-No me acuerdo bien po, hueón… pero lo importante es que les puso el mismo…

-¿Y cómo hacía para diferenciarlos?

-No tengo idea… aunque según me cuentan murieron siendo guaguas.

-¿Los mellizos?

-Sí po, hueón... Los mellizos.

-¿Los dos?

-Sí po, los dos… de una enfermedad.

-¿De la misma enfermedad?

-Yo creo que sí, porque se supone que murieron casi al mismo tiempo.

-…

-…

-¿Y cómo queríai que adivinara esa hueá…?


IV.

-¿Cómo supiste la historia, a todo esto?

-El conserje me la contó… parece que antes hablaba con la señora Patricia.

-¿El conserje de la mañana?

-Sí po… ese. También me contó que el marido de la señora Patricia murió en un accidente de ferrocarril, hace un montón de años.

-¿Y por eso se quedó sola la señora Patricia? ¿No alcanzó a tener más hijos?

-No, si tuvo como seis más.

-¿Y se murieron también…? Nunca he visto a ninguno…

-No, esos están vivos. No vienen de maricones no más.

-Ah…

domingo, 18 de febrero de 2018

Ni siquiera los dioses conocen la verdad.


I.

Ni siquiera los dioses conocen la verdad.

El otro día, por ejemplo, se me acercó uno a hablar y no se sabía mi nombre.

Por lo mismo yo, que me sabía el suyo, fingí entonces haberlo olvidado.

Ante esto, el dios me dijo que él habría conocido el mío si yo hubiese recordado el suyo.

Y claro, yo que lo sabía supe en ese instante que hasta los dioses mienten.


II.

Me siguió ese dios durante varios días.

Al parecer quería hacerlo a escondidas, pero su torpeza acababa siempre por delatarlo.

Cruzaba el semáforo en rojo, se tropezaba con las cunetas y hasta lo mordió un perro en una pierna, posiblemente por su actitud sospechosa.

Cuando los creamos no recuerdo que les hayamos puesto dientes, comentó mientras le curaba la pierna.


III.

Esa noche me acompañó hasta la casa y le preparé una cama, en un futón.

Según él no necesitaba dormir, pero lo escuché roncar a los pocos minutos.

Por la mañana también negó necesitar alimentos, pero al final del desayuno ya se había comido cuatro panes.

Para compensar puedo multiplicar los que te quedan, dijo al terminar.

No es necesario, le dije.


IV.

Se fue de improviso esa misma tarde, pues no lo vi al llegar del trabajo.

También faltaba un televisor y lo que me quedaba del sueldo que siempre cobro en efectivo.

No necesitas esas cosas, me dejó escrito en un papel, bajo un imán, en el refrigerador.

Tampoco necesitas la verdad, ni que yo te la traiga, concluía.

sábado, 17 de febrero de 2018

Frutos.

"Lo que sentimos, no lo que es sentido
es lo que tenemos"
R. R. (F. P.)

I.

Tanto el fruto que recogemos
como el fruto que cae a tierra
ha de pudrirse con el tiempo.

Y para no ver la podredumbre
comemos el fruto que está en nuestras manos
y torcemos la vista ante aquel que ha caído.

Solo resulta dulce, sin embargo,
el fruto que comemos
y en esa verdad existe otra verdad,
de la misma forma que en el fruto
existe una semilla.


II.

Tanto el fruto que recogemos
como el fruto que cae a tierra
ha de pudrirse con el tiempo.

Y para no ver la podredumbre
comemos el fruto que está en nuestras manos
y torcemos la vista ante aquel que ha caído.

Solo resulta dulce, sin embargo,
el fruto que comemos
y en esa verdad existe otra verdad,
de la misma forma que en el fruto
existe una semilla.


III.

Tanto el fruto que recogemos
como el fruto que cae a tierra
ha de pudrirse con el tiempo.

Y para no ver la podredumbre
comemos el fruto que está en nuestras manos
y torcemos la vista ante aquel que ha caído.

Solo resulta dulce, sin embargo,
el fruto que comemos
y en esa verdad existe otra verdad,
de la misma forma que en el fruto
existe una semilla.

viernes, 16 de febrero de 2018

Falso movimiento.

“Quiero alzar por encima de donde los hombres
placer o dolor sienten”
R. R-

I.

En el mercado de la esquina pusieron como publicidad una figura inflable.

De esas que se conectan a ventiladores para aparentar movimiento.

Así, la figura parece bailar alegremente ya que la acompaña cierta música y tiene dibujada una sonrisa.

Casi todos los que llegan al mercado sonríen al verla y hasta se fotografían con ella, al terminar las compras.

Podría decirse, por lo mismo, que la figura inflable tuvo un éxito inmediato.


II.

Durante la tarde un auto se detuvo ante el mercado y provocó un accidente.

Y es que mientras grababan la figura, otro vehículo los impactó por atrás.

No fue tan grave, aunque a una niña se le abrió una herida en la cabeza y a uno de los conductores aparentemente se le fracturó un brazo.

Minutos después llegaron carabineros y una ambulancia.

También se llenó de gente que observaba y grababa lo ocurrido.

La figura siguió bailando y sonriendo mientras desocupaban el lugar.


III.

Según me cuentan el mercado fue multado pues no tenía permiso para poner esa figura.

Debieron desmontar los ventiladores y la figura fue doblada sin mayor cuidado y puesta sobre unas cajas.

Vista al pasar, parecía simplemente una bolsa grande en desuso.

De hecho, los mismos que la habían fotografiado pasaron junto a ella, sin percatarse de su presencia.

Incluso la sonrisa, que quedó justo hacia arriba, parecía más bien una grieta.

jueves, 15 de febrero de 2018

Timbres. (Variaciones)


A)

Cuando en tú casa tienes timbre
y suena el timbre,
es señal que alguien
–esperado o no esperado-,
está afuera aguardando
que tú salgas.


B)

Cuando en tu casa no tienes timbre
y suena el timbre,
es señal que no estás,
de forma alguna,
al interior de tu casa,
por lo que aquel que tocó el timbre
probablemente no está esperando
por ti.


C)

Cuando en tu casa tienes timbre
y no suena el timbre,
es señal confusa pues tal vez nadie espere,
pero también puede ser
que el timbre esté estropeado,
o lo estén tus oídos,
o que esté esperando afuera,
frustrado,
un hombre triste
y sin brazos.


D)

Cuando en tu casa tienes timbre
y suena el timbre,
pero tú no sales al encuentro de quien llama,
es señal de que no estás en casa,
o que no tienes ánimos
o que tal vez has muerto
y nadie aún lo sabe.


E)

Por último,
cuando en tu casa no tienes timbre
y no suena el timbre,
diré que es la peor situación de todas,
pues bien podría haber alguien
allá afuera,
esperando por ti,
o bien podría no haber
absolutamente nadie,
lo que te obligaría a decidir continuamente
si sales o no en busca
de esa primera posibilidad.

miércoles, 14 de febrero de 2018

Túneles, escaleras y caminos.

“Un día
Habrá algo diferente al día
Algo que se llamará el Jodel”
B. V.

I.

No importa hacia dónde nos lleven,
pero hay que construir escaleras.

Construir túneles, escaleras y caminos.

Incluso moldes para los pasos
que han de llevarnos hasta los otros
y acercarnos a nosotros mismos.

Túneles, escaleras y caminos.

Rutas, en definitiva,
que nos lleven hasta el corazón secreto
de los hombres.

Tan secreto que se ha vuelto mudo
y ya ni corazón parece.

Construir túneles, escaleras y caminos,
decía,
no importa hacia donde nos lleven.


II.

Tal vez el amor en forma de cosa.

Tal vez el amor en forma de escalera, o túnel, o camino.

No sé hacerlo por supuesto,
pero ansío la construcción de algo
que podamos sacarlo del silencio
y llevarlo hasta los ojos.

Algo que llevarnos a los ojos
cuando hablamos de amor
y resulta,
extrañamente,
ser cierto.

Tal vez el amor en forma de cosa,
decía,
tal vez el amor en forma de escalera, o túnel, o camino.


III.

Caravanas de hombres que no avanzan.

Y entre ellos da vueltas un hombre que va desnudo.

Un hombre desnudo que camina
con la ropa en la mano,
porque no sabe a ciencia cierta
cómo construir escaleras
o túneles
o caminos.

Y en los ojos de los otros
observa algo así como pájaros cobardes
que no se atreven a cantar.

Caravanas de hombres que no avanzan,
decía,
y entre ellos da vueltas un hombre feliz
que va desnudo.

martes, 13 de febrero de 2018

Pobre hombre.

“Todas las causas, pobre hombre,
o casi todas las causas,
están perdidas, pobre hombre,
de antemano.”

Escucho una canción sobre un hombre
que intentó quemarse a lo bonzo.

Es un tema del cancionero americano,
que ha sido interpretado por distintas voces
a lo largo del tiempo.

No es una canción muy popular,
pero me gusta su letra
y la versión que escucho ahora
agrega un par de versos
que no estaban presentes
en las versiones anteriores.

La letra de la canción, por cierto,
habla sobre un hombre que se roció bencina
e intentó quemarse a lo bonzo,
pero fracasó pues al empaparse
mojó también los fósforos
con los que pretendía dar inicio al fuego.

Pobre hombre, dice la canción, en su coro,
doblemente un pobre hombre.

Buscando información sobre la letra,
encuentro datos sobre el hombre real
cuyo intento de arder
había dado pie a la canción.

Asimismo,
me entero que el mojar los fósforos,
o inutilizar el encendedor con la misma bencina
con la que se cubre cada hombre,
es algo que ha ocurrido en numerosas ocasiones
cuando se intenta este tipo de actos.

En el caso de la historia referida la canción,
el hombre incluso habría ingerido bencina
para arder más rápido,
por lo que estuvo intoxicado y al borde de la muerte,
durante varios días
antes de ser sentenciado a dos años de prisión.

Por otro lado, respecto a la causa que defendía,
esta no se menciona en parte alguna de la letra
y tampoco consigo encontrar datos sobre ella
en ningún sitio informativo,
por lo que el coro de la canción pasa a ser, entonces,
todavía más certero.

Pobre hombre, dice la canción, en su coro,
doblemente soy un pobre hombre.

lunes, 12 de febrero de 2018

El error.


El error fue pedir el mal. Veinte años después puedo decirlo: el error fue pedir el mal. No importan las buenas intenciones. Poco importa lo preparado que hubiésemos creído estar. El error fue pedir el mal. Fue un error porque nos creímos fuertes. Fue un error porque a fin de cuentas no soportamos una mierda. Todo por creernos buenos y pedir el mal. Por sentirlo asustaba a verlo, pero sí podías irnos buenos y capaces de vencer todo. Lo repito: el error fue pedir el mal. Y es que entonces el mal vino. No tuvo reparos en arremeter ante nosotros. Hizo caso y vino. Sin más. No hay duda: el error fue pedir el mal. Confiamos en nosotros mismos, pero lo cierto es que nos sobrepasa. Nos llenamos de aquello que apenas comprendíamos. Prácticamente nos sometimos. Y es que el error, como decía, fue pedir el mal. Y el nuevo error, entonces, fue pensar que no habría más horrores. Hoy que pasó el tiempo, al menos podemos decirlo. Pusimos todo en juego. Y el mal que pedimos se encontró entonces con algo que estaba desde antes en nosotros. Algo que estaba desde antes y que por lo demás desconocíamos. Pedimos el mal y el mal vino. Fue más que nosotros. El mal vino. 

domingo, 11 de febrero de 2018

Luces encendidas y luces apagadas.


Cuando está fuera de casa ella acostumbra dejar las luces encendidas.

Cuando está en casa, sin embargo, suele estar con las luces apagadas.

Fue a raíz de esta conducta que alguien le dijo que su casa parecía más viva cuando ella estaba fuera.

Fue a modo de broma, en una reunión de amigos, pero ella pareció sentirse mal y se fue del lugar, sin despedirse de nadie.

Cuando llegó a casa, poco después, observó desde fuera y estimó que la observación tenía algo de certeza.

Después de todo, las luces de la cocina y del patio estaban encendidas y justo mientras se acercaba los regadores automáticos comenzaron a funcionar.

Tal vez sea cierto, se dijo, esta casa está más viva cuando no estoy en ella.

Se acercó con cuidado.

Se limpió los pies al entrar y observó el interior.

Mientras lo hacía, hizo algunas observaciones:

Cocinaré algo y ensuciaré cosas.

Me daré una ducha y dejaré a un lado la ropa usada.

Me meteré en la cama y apagaré las luces.

Un par de horas después, por cierto, había hecho exactamente lo que había dicho.

Ya en la cama, leyó los mensajes en el celular.

Una compañera de trabajo le preguntaba por qué se fue de esa forma de la reunión.

Por otro lado, quien le había dicho la frase sobre su casa, se disculpaba con ella si es que eso la había molestado.

No tenía más mensajes.

Apagó entonces el celular y se quedó en silencio, a oscuras.

Extrañamente le hubiese gustado llorar, pero no estaba triste.

Nunca estaba triste.

sábado, 10 de febrero de 2018

De qué cosas (no) está hablando.


Deja de hablar a las seis y vuelve a hablar a las nueve.

Siempre se ha negado a decirnos el porqué y al final nos hemos acostumbrado.

No importa la situación, ella simplemente sigue con sus quehaceres, pero en silencio.

De pequeños la pellizcamos una vez y resultó que sí gritaba, por lo que el asunto, al parecer, solo contempla el no uso de palabras.

También hubo una oportunidad en que atrasamos los relojes y conseguimos que partiera una hora después, aunque se dio cuenta del engaño al poco rato.

Por otro lado, como es una acción voluntaria no ha sido necesario que vaya al doctor, aunque al principio, en casa, a todos nos asustaba.

Tal vez por esto, ella insiste en que no nos preocupemos, que solo es un descanso.

Pocas veces hemos hablado el tema más allá de aquello, pero de todas formas hemos conseguido algunas pocas palabras al respecto.

Por ejemplo, en una oportunidad ella confesó que es un poco más feliz cuando no habla.

Dice que le hace bien.

Que le da un valor distinto a las cosas.

Es extraño, sin embargo, todo aquello.

Y es que nosotros no sabemos, finalmente, de qué cosas está hablando.

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