jueves, 31 de octubre de 2013

El fin del viaje.


Ellos estaban acampando en un sector prácticamente inhabitado. Habían llegado tras un acercamiento en lancha y varios kilómetros de caminata.

Él cargaba las cosas más pesadas, pero era ella quien llevaba lo más imprescindible y quien solía organizar en detalle estos viajes, que habían realizado ya en varias ocasiones.

El silencio en el lugar que eligieron les pareció absoluto, por lo que el temperamento de ambos se vio considerablemente afectado.

Fue al segundo día cuando encontraron un grupo de cangrejos flotando en la orilla del lago.

Ambos los tomaron, los olieron y conversaron sobre la posible procedencia y la forma en que habrían podido llegar a ese lugar tan apartado.

-Quizá un pescador los tenía en su bote, y cayeron al agua –dijo ella.

-No parecen muertos hace mucho –dijo él.

Al día siguiente el lago estuvo calmo y el silencio comenzó a incomodarles.

Ni siquiera los abejorros que molestaron el primer día vinieron a inquietarles durante la comida.

Esa noche conversaron sobre el tema.

-¿Te imaginas…? –dijo ella- ¿Te imaginas si mañana comienzan a llegar cadáveres de hombres por el lago?

-¿A qué te refieres? –dijo él.

-Lo sabes… -continuó ella-. Ni siquiera se oyen pájaros… no hay bichos… si hasta el árbol donde colgamos la ropa parece muerto…

-Los árboles de esa especie siempre parecen muertos, son secos…

-No… no me refiero a eso… me refiero a que parecen muertos recientemente…

-Eso es absurdo.

-Lo sé… -dijo ella-, lo sabemos… pero ¿no te resulta extraño este silencio…?

Quizá fue por esta sensación extraña que decidieron adelantar el regreso.

Así, a la mañana siguiente recogieron sus cosas y volvieron a armar las mochilas. No hablaron sobre esta idea de la muerte del mundo, aunque mientras desayunaban, a la orilla del lago, ambos compartieron la idea de que el agua estaba inerte.

-El agua se mueve porque el mundo se mueve –dijo ella.

-Eso no es cierto –dijo él-. Hay fenómenos que lo explican… la luna y esas cosas…

-Lo sé… -agregó ella-, pero hoy tengo esa impresión… nunca lo había visto así…

-¿Y qué veías…? –preguntó él- ¿Que el agua se movía por sí sola?

-Sí… quizá sí… tal vez era la ilusión de sentirla viva…

-¿Y ahora piensas que murió o algo así…?

-No exactamente… siento que es el mundo el que la mueve…

-¿Y por qué sientes que se mueve el mundo? –volvió a preguntar él, con un tono extraño.

-Tal vez porque alguien lo empujó –contestó ella-. Alguien empujó el mundo hace mucho y se está cayendo.

Él no quiso preguntar nada más.

Caminaron seis horas antes de llegar al punto donde esperarían la lancha.

Él encendió su celular y comprobó que tenía carga y señal suficiente para llamar al hombre de la lancha.

La comunicación se realizó sin problemas.

Hora y media después la lancha llegó hasta donde ellos se encontraban.

-Ese no es el hombre que nos trajo –comentó ella, mientras se acercaba a la lancha.

-De cierta forma sí –dijo él, con tono cansado.

Justo en ese instante, el cielo comenzó a cubrirse.

miércoles, 30 de octubre de 2013

Para regresar al sueño.



X gana un premio en su empresa por destacarse en su trabajo.

Parte de ese premio es una entrada para asistir al show de un humorista famoso.

X está casado, pero por un error de coordinación solo recibe una entrada.

X va, de igual forma, a ver el show del humorista.

Todos ríen durante el desarrollo del show.

Cuatro mil personas, estima X, son los que ríen.

Es decir, 4000 personas ríen de una forma casi desbordada.

Un hombre, por ejemplo, llega a sufrir un ataque al corazón, en medio de carcajadas.

Una mujer, cerca de X, no puede aguantarse y se orina, entre tanta risa.

El problema es que X, bajo ningún aspecto, logra encontrar chistoso al humorista.

Ni una sola risa en 2 horas de show.

Así, de regreso, X le cuenta esta situación a su esposa.

Ella lo escucha, pero no le da importancia a lo sucedido.

Esa misma noche, X se levanta a fumar para pensar más tranquilo sobre su actitud.

Quizá el problema soy yo, piensa X.

Es decir… si todos ríen… puede que sea yo el que esté fallando, concluye.

X, entonces, piensa en la relación con su esposa y analiza sus sentimientos.

Además, X se cuestiona sobre su verdadero interés por trabajar en su empresa.

Así, atando cabos, X se cuestiona finalmente si es o no, una persona normal.

Y es que sus amigos le dicen que sí… que es normal… pero él no sabe bien qué significa aquello.

¿Cómo se sabe que uno es normal?, se pregunta X.

Así, casi al amanecer, X vuelve a repasar su rutina y mientras lo hace recuerda uno de los chistes del humorista.

X comienza a reírse, entonces, del chiste que había recordado.

El sonido de su risa, por último, despierta a la mujer de X, quien se acomoda en la cama, molesta, para regresar al sueño.

martes, 29 de octubre de 2013

Quiero saber poquito.

"Solo hay dos maneras de descubrir
que la Tierra es redonda:
leyendo mucho, o siendo feliz"
C. L.


Escucho a un niño decir que quiere saber poquito.

Un niño que piensa que la cabeza debe doler cuando se sabe harto.

Escucho a un niño que tiene razón.


Luego voy a la reunión con mis colegas.

Y traspaso notas a un libro.

Números raros.

Rayitas.

No sé bien qué significan esas rayitas.


Entonces voy a otra reunión,fuera del colegio.

No sé si llamarla “de trabajo”, pero hace referencia a unos proyectos.

Un hombre que me ha visto diez minutos hace seis años y piensa que soy un genio.

No me conoce.

No sabe que yo ni sé qué significan
los números que escribo en los libros.

Ni siquiera eso.


Luego vuelvo a casa.

Jugamos con mi hijo.

Comemos mucho.

Pierdo en los juegos, con él.

Hablamos un poco de su vida escolar.


Eso fue hace unas horas.


Ahora, acaba de terminar un debate presidencial y yo estoy cocinando.

Debo hacer tres pruebas para mañana pues las dejé olvidadas en otro sitio.

Abro un mail donde mi AFP me informa que en estos 4 meses me descontaron $400.000, pero se perdieron  $350.000.

Quiero salir a caminar.

Son las 1:40 y quiero salir a caminar.

Tomar aire.

Llorar, tranquilo, un poquito.

Dolerme por el debate, por la injusticia, por la torpeza del mundo.

Mirar los árboles, respirar hondo, sonreír al final.


Quiero saber poquito.

Recoger las palabras de ese chico que creía que la cabeza debía doler, si se pensaba harto.

Cocinar sin receta.

Respirar.


lunes, 28 de octubre de 2013

Un destello en un ser insignificante.

“Ese destello
en manos de un ser insignificante
era una amenaza”.
José Donoso


En un pequeño pueblo de Rumania descubren a un niño con un extraño poder.

Ocurre durante los últimos años del gobierno de Ceaucescu, en 1988.

Yo lo veo en un documental antiguo que encuentro en un VHS, realizado por un emergente canal de cable estadounidense.

El poder del niño consiste en producir una intensa luz cada vez que frota una parte de su cuerpo.

Es decir, surge un destello de la parte del cuerpo que el niño se ha frotado.

Los padres del niño lo esconden de los encargados del partido durante varios años.

Finalmente, el niño es presentado ante Ceaucescu a finales de 1987.

Para ese entonces el niño tenía aproximadamente 8 años.

Ceaucescu tenía casi 70.

Científicos de distintas nacionalidades intentan convencer al mandatario, para que les deje tratar al niño.

Ceaucescu cede ante una pareja de científicos noruega, que vivía en Inglaterra.

El niño llega a vivir en una especie de sala de hospital.

Vive ahí durante 7 años.

A veces, los científicos noruegos saben que está llorando porque se ha frotado los ojos y el rostro quedó brillante.

También, en el documental se da a entender que, por el brillo, lo sorprendían cuando intentaba masturbarse.

Es extraño el documental.

Juega a ser serio, pero de vez en cuando agrega una anécdota aparentemente graciosa.

También sale un caso de una anciana china y unos siameses de Indonesia.

Pero bueno… a mí me interesa el niño rumano.

Busco información en internet y no encuentro.

Es decir, apenas unas pistas, en una página en rumano.

Y claro, un par de malas imágenes.

Al final, sin embargo, encuentro una fecha que parece ser la de su muerte.

Abril de 1997.

Muere en Escocia (o al menos ahí se encuentra enterrado).

Abril es el mes más triste, decía Eliot.


Me pregunto si alguna vez, le habrá brillado el corazón.

domingo, 27 de octubre de 2013

El camarero odia al cocinero y ambos odian al cliente.

"El camarero odia al cocinero
y ambos odian al cliente"
Vian (1998)

"El camarero odia al cocinero
y ambos odian al cliente"
Haruki Murakami (2012)

"Me cago en las coincidencias"
Otto Wingarden (1978)


-¿Has pensado por qué sucede esto? –me dijo.

-¿Qué cosa? –dije yo.

-Esto… lo que dice la frase: “El camarero odia al cocinero y ambos odian al cliente”.

-¿Y quién dijo esa frase?

-Tú po, hueón… en un poema viejo…

-¿Yo?

-Sí po… era un poema de un hueón que entra a una casa a robar flores, pero al final le da pena cortarlas…

-Qué gay…

-Sí, pero me gustaba porque era como inconexo y se iba del tema y entonces salía esa frase del camarero…

-¿Y ahora querís saber qué significa esa frase?

-Sí. Eso.

-¿Y para qué querís saber eso?

-No sé, generalmente me tranquiliza.

-¿Saber?

-Sí… o sea, me gustaría entender, al menos… porque así me puedo bajar tranquilo del poema…

-¿Cómo la música de los ascensores?

-¿Cómo?

-Eso… que pretendís leer un poema e ir de un piso a otro, nada más… con un poquito de música invisible…

-Pues sí… quizá sea eso.

-¿Y yo tengo que satisfacer tus ansias de entender porque tú eres algo así como el cliente?

-Eh… sí, parece que si…

-¿O sea que yo soy el camarero?

-No sé… yo pensaba que el cocinero.

-Pues te digo desde ya que no hay cocinero.

-…

-Yo solo sirvo las palabras… las busco en la cocina, ya hechas… y las sirvo.

-¿Sin preparación?

-No sé, no quiero pensarlo, si te soy sincero… Además, ¿de qué te vale saber eso…?

-¿Acaso uno no puede saber cómo se cocina lo que come?

-Pues no… creo que no hay derecho.

-¿Por eso odian al cliente?

-…

-¿Lo odian porque están obligados a hacer y servir para otros?

-No es tan simple. Además no hay plural.

-Pero en la frase…

-Hueón, las palabras no son importantes en sí.

-¿Y qué es importante entonces?

-Otra cosa.

-¿Qué cosa?

-Otra. Y no son las palabras. Así que no vale la pena alargar el asunto.

-¿Por qué?

-Porque esto tampoco es importante, y me incomoda.

-A mí también me incomoda.

-Pues entonces con mayor razón. Nos incomoda a ambos.

-¿Intentamos mejor cambiar de tema?

-No. Me siento mal... disculpa… Es que uno no debiera hablar de uno mismo.

-…

-¿Y sabes? Creo que ya sé que significa esa frase, para que acabemos la conversación.

-¿Y qué significa? –preguntó.

-Significa que en ese entonces estaba equivocado –contesté-. Eso significa.

_____

Mientras escribo la entrada se apaga el computador así que busco la frase entre los archivos y descubro que está también en el último libro de Murakami que descargué estos días, pero que todavía no leo.

Entonces agrego los epígrafes.

Y ya es tarde para cambiar el texto.

sábado, 26 de octubre de 2013

Un incidente.


Lo crean o no fui testigo de lo que aparece a continuación en una especie de bar, en Valparaíso.

Dos estudiantes que minutos antes habían leído unos poemas.

Fue más o menos así:


-Tú tenís que acordarte, po hueón… una vez me dijiste el nombre…

-¿Qué nombre?

-El nombre, po hueón… de esa parte que tenemos en el cuerpo donde no alcanzamos a tocarnos…

-Eso sonó maricón.

-No seay hueón, acuérdate… era un punto en la espalda… los japoneses tenían un nombre especial para nombrar eso…

-No me acuerdo…

-Salía en una revista, parece que era un ideograma que también servía para otro concepto, medio abstracto…

-A lo mejor te estai confundiendo… yo no recuerdo nada de…

-No empecís po, heón… si te conozco… después decís que hay momentos pa hablar de algunas cosas… pa mí que no querís decir no más…

-¿Y por qué tendría que haber una palabra pa nombrar un lugar que no se puede ni tocar…? ¿Por qué no dejarlo así no más…?

-¡Viste! ¡Sí sabís el nombre, hueón…!

-No lo sé, hueón… pero de todas formas puede que sea un lugar que hay que dejarlo ahí no más… ni tocarlo ni hablar de él…

-Si la hueá existe se puede nombrar… Además uno sí puede ver ese lugar en el otro…

-Puede ser… Pero sinceramente no recuerdo nada de eso…

-Puta que soy mala onda, hueón… sabís qué… ¡vos mismo soy como ese punto de mierda!

-¿Qué punto?

-Deja de hacerte el hueón… Digo que tú mismo soy un poco como ese lugar que no se toca… No podís negarlo, te gusta moverte pa ese lugar, cuando estamos hablando…

-Quizá… pero todos hacemos eso de vez en cuando… hablemos de otra hueá, mejor…

-No po, hueón… no tenís derecho a irte pa ese lado… no cuando estai hablando con otro, po hueón…

-Mira hueón… de verdad no me acuerdo de qué hablai, pero entiendo el punto… y derecho tengo… además se supone que ese punto es tuyo…

-No po hueón, no es tuyo… y menos cuando hablai con otro…

-¿Y por qué no es de uno?

-Porque por algo no te lo podís tocar po, hueón… por algo solo pueden tocarlo los otros…

-Pero está en uno, por hueón…

-Pero no te lo podís tocar… no funciona así…

-Hablai como si eso fuera un interruptor…

-Y lo es po, hueón… de cierta forma…

-¿Y ahora me vay a decir que evolucionai si otro te lo toca… como Gokú?

-A lo mejor po, hueón… y no lo vay a descubrir si ni siquiera lo querís nombrar…

-…

-¿Y? ¿No me lo vay a decir?

-¡Sabís que, hueón…! Me cansó la hueá… te voy a sacar la cresta si seguís hueando con eso…

-¿Vay a pelear, hueón…?

-Claro que voy a pelear po, hueón…

-Ven pa acá entonces po…

-Voy po, cnchetumare…


Fue entonces que se pusieron a pelear.

Botaron la mesa, unos vasos y hasta me llegó un golpe, por estar muy cerca, en la espalda.

Poco después los separaron y los tiraron a la calle, donde no se escuchó más ruido.

Parece mentira, pero el golpe me llegó justo en esa parte que no me puedo tocar, de la que ellos hablaban.

Esa misma noche, intenté averiguar el nombre por el que discutían, pero no lo encontré.

Y es que hubiese sido un buen título para esta entrada.

Ahora simplemente es una entrada mala. Parejita.

viernes, 25 de octubre de 2013

No era dolor.


No era dolor. No se trataba de la herida o de algo relacionado con ella. Pero la sangre debía ser secreta, pensaba. Por eso no se ve. Por eso vive como un río subterráneo. Eso pensaba y se tapaba la herida con las manos. Como si en vez de sangre ella intentase ocultar su desnudez y tuviese vergüenza. De vez en cuando alguien se detenía a mirar. Quizá incluso alguien comentara algo. Poco más. Afortunadamente no era dolor. Casi nunca era dolor, pensaba ella. La gente resume todo en el dolor, y hasta piensa que es una especie enemigo. Pero claro, aquí se trataba de ocultar algo a los otros. Es decir, poco importaba ella misma. Lo que importaba ahora, en cambio, era aquella sangre. Ocultar aquella sangre, más bien. Esa sangre que debía ser secreta. Si no para qué el silencio, pensó.  Para qué esos caminos tranquilos que no fueron hechos para ser vistos. Y claro, debe haber sido ese instante cuando yo la vi. Ella ocultaba la sangre y yo, extrañamente, no ocultaba nada. Quizá por eso fue sincera. Tal vez por eso me pidió ayuda. No recuerdo sus palabras exactas, pero fue entonces que habló de la sangre. Yo intenté pensar lo que decía y al final comprendí. O creí hacerlo. No estaba hecha para ser vista, resumí. Y claro, ella sonrió antes de dormirse. De todas formas, creo que ya he dicho esto varias veces... Lo demás, en tanto, no lo digo porque es como la sangre.

Se oscureció temprano aquel día.

No era dolor.

jueves, 24 de octubre de 2013

Un trébol de tres hojas.


Encuentro en mi jardín
un trébol de tres hojas.

Un trébol perfecto, sin duda.

Un milagro.

Está junto a otros, es cierto,
pero yo elijo solo a uno.

Así, me acerco para verlo al sol.

Para olerlo, incluso.

Para admirarlo.


No tiene nombre.

Carece de cualquier rasgo que permita identificarlo.

Pero yo lo elijo en este instante.

Entonces, lo reconozco especial.

Lo hago único.


No es el emperador de los tréboles.

No es el zar de mi jardín.

No es el dios de la Tierra…


Es, sin embargo, un trébol de tres hojas.

Un trébol perfecto, que estaba en mi jardín.

No entrega una mejor suerte.

No hay grandes mitos sobre su origen.

Pro él deja mi vida, finalmente,
en mis propias manos.


Brota de la tierra, entre miles.

Crece.

Sobrevive.

Yo lo encuentro.

¡Todo un milagro!


Si él tuviese ojos quizá diría lo mismo.

Pero claro, como no los tiene,
yo lo acaricio, para que se entere.

Nos alegramos.


Así, junto a él, el sol de la tarde
nos llega a ambos.

Quizá también nos escogió,
pienso entonces.


Una luz naranja
ilumina el  jardín.


Mi sombra,
sobre la tierra,
descubro,
también se asemeja a un trébol.

Es un buen día.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Quiere nada: serás libre.

“Quiere poco: Tendrás todo
Quiere nada: Serás libre.”
Ricardo Reis


Nada.

No suena tan difícil.

¿Pero saben?

No quiero la libertad.

Es decir, no quiero la libertad para ser libre.

No para eso.

Y es que mi idea de libertad es más bien otra cosa.

Es decir, aprendí, con el tiempo, que era otra cosa.

Por ejemplo, el poder terminar aquí mismo la entrada más breve de este blog.

Pero no sin antes haber dicho, sin embargo, aquello que sentía, debía expresar.

martes, 22 de octubre de 2013

Me retiré al bosque, me dijo.


-Me retiré al bosque, como me dijeron, pero solo encontré árboles –me dijo-. No creas que no lo intenté. Yo los escuché y hasta quise creer, pero al final el bosque resultó ser otra cosa... Es decir, te retiras de la ciudad donde todo está lleno de personas y te encuentras en el bosque donde todo está lleno de árboles. ¿Y sabes…? Eso no es buscar tranquilidad… ni es tiempo para pensar ni todas esas cosas que se dicen… eso es simplemente una expresión de cobardía.

-¿Cobardía? –atiné a decir.

-Cobardía, po hueón… Cobardía porque en el fondo no buscamos silencio, ni paz ni esas cosas… lo que buscamos es que no hayan otros… buscamos ser los únicos… O sea, no sentirte en juicio es lo que da tranquilidad... No escuchar a nadie porque en el fondo no queremos que nos digan nada… por eso son fáciles los árboles… y por eso somos cobardes…

-¿Somos cobardes porque preferimos árboles?

-Si po, hueón… yo sé que te gustan los árboles y no te va a gustar mi teoría, pero es cierta… Y es que es por cobardía que encontramos lindos un montón de árboles y no un montón de gente… Y claro, es entonces cuando la gente piensa que está tranquila y se para en medio de los árboles y prefiere nombrar eso como un bosque… porque admitir que es solo un montón de árboles es casi renunciar a esa idea de unidad y paz que llega cuando uno habla de bosque…

-Pero un bosque es un conjunto de árboles y…

-Pero es más fácil amar un bosque que a un montón de árboles… -señaló-, igual que es más fácil amar un árbol que a una persona… ¿sabes por qué pasa eso?

-No…

-Por cobardía po, hueón… porque nosotros somos uno y además no somos árboles…

-No te entiendo –interrumpí.

-Que preferimos amar hueás distintas… meternos en medio de hueás distintas… -me explicó-. Porque si no quedamos con lo semejante es casi lo mismo que quedarnos con nosotros mismos…

-Mmm… -dije yo.

lunes, 21 de octubre de 2013

Jirafas.


Hace unos días me llegó un mail de una amiga que trabaja en el zoológico. Fue para el día de mi cumpleaños. No lo abrí entonces porque pensé que era un saludo y nunca me han gustado los festejos. Menos el de este año pues hace mucho que lo venía vaticinando como el último. Lo vaticinaba con recelo, por supuesto, pero no entraré en detalles. El caso es que olvidé aquel mail sin siquiera abrirlo hasta que hoy en la mañana descubro otro mensaje de esa misma persona. Y bueno, no lo abrí de inmediato porque pensé que reclamaría algún saludo a raíz del anterior y me complica dar explicaciones. De más está decir que siempre me hago líos. Pero lo digo igual. Un poco para quitar peso a la noticia que descubro venía en el último mail. Murió tu jirafa, decía. Luego contaba que habían tenido que sacrificarla porque esta viejita. Aunque claro, hacía años que estaba viejita. Años atrás la visitaba y hasta me dejaban entrar a escondidas a algunos lugares del zoo. No daré detalles, por supuesto. En cambio, diré que las jirafas son hermosas y magníficas. Los ojos de la jirafa, sobre todo. Una vez miré una recién nacida a los ojos y hasta hoy, creo que son los ojos más puros que he visto. No exagero. De hecho, aminoro lo que siento para no caer en detalles ni en expresiones literarias sobre estos animales. En un cuento muy antiguo hablaba de eso..Hacia el final del cuento, realmente. Fue uno de los pocos cuentos que mandé a un concurso luego de que dejara de escribir por años. Lo publicaron el 2007, creo, en un libro de cuentos del concurso de la revista Paula. No gané, esa vez. El cuento estaba lleno de imperfecciones pues lo había escrito el día antes de que se acabara el plazo y tuve que cortarlo y más encima lo publicaron con nuevas correcciones que no hicieron sino empeorarlo. Ni siquiera tengo el libro, hoy en día. Me hice el leso en ese tiempo y no conté que lo del zoo era una experiencia real, aunque algunos amigos recordaban que yo lo había contado. Casi todo lo que cuento es real, por cierto. No quiero acordarme de esa jirafa que murió. Esa era mi jirafa del cuento. La última vez la había visto hace unos meses, pero había soñado con jirafas en estos días. Retrocedí entonces al mail anterior. El del día de mi cumpleaños. En él me hablaban de la muerte de una cría de jirafa. Es decir, en dos semanas murieron la más joven y la más viejita. Como un círculo. Me impresiona el corazón de las jirafas. Es el más fuerte de los corazones de los animales conocidos. Me enternece que no puedan dormir, salvo pocos minutos y siempre de pie. Me hacen trizas sus ojos. Mi amiga me cuenta que había un concurso para poner nombre a la jirafa. Ella había pensado el nombre Vian, para ponerle, a la jirafa pequeña. Me acordé de ti, cuando murió, decía el mensaje. Apoyó la cabeza y murió a los pocos minutos, con los ojos abiertos. Recordé tu cuento, decía. Me imaginé que moría por alguien más, no sé. Eso decía el mail. Yo estaba de cumpleaños ese día. El año que siempre he pensado iba a ser el último, por razones que no vienen al caso. Pero murieron dos jirafas. Una que quise mucho y otra que no alcancé a conocer. Era triste visitarla en el zoo, ahora ultimo y mi contacto tenía menos poder que antes. Igual no es excusa. No me despedí y olvidé algunas cosas. El cuarto de las jirafas tenía las medidas perfectas, decía el cuento de aquel entonces, las medidas de Dios. Si él existe, pensaba en aquel entonces, debía de tener aquellos ojos.

domingo, 20 de octubre de 2013

El último apaga la luz.

“Es preferible no viajar
con un hombre muerto”
Henry Michaux



-Estaba de espaldas –me dijo-. Estaba de espaldas, sobre la hierba y justo sobre mí estaba el sol.

-Ya –dije yo.

-Entonces, no sé bien por qué –continuó-, empecé a imaginar que el sol era algo así como la llama de una vela… una vela próxima y chiquita… ¿me entiendes?

-Sí.

-Pues bien… fue sin pensarlo casi, pero justo en ese instante, intenté soplar al sol…

-¿Soplarlo?

-Claro… ya te dije que yo pensaba que era como la llama de una vela…

-Es cierto.

-Y bueno… soplé al sol… suavecito…

-¿Y?

Ella pareció dudar por un momento.

-Puedo contártelo, pero no lo vas a creer –dijo entonces.

-Inténtalo igual –dije yo.

-De acuerdo… -continuó-, pues ocurrió que soplé… suavecito y sin esperar mucho… y el sol se apagó…

-¿Se apagó?

-Sí, como la llama de una vela… y fue como si una ola de frío y de oscuridad me hubiese envuelto de golpe…

-Espera… ¿estás diciendo que soplaste el sol y que todo se volvió oscuro y frío?

-Sí… eso mismo…

-Mmm…

-No espero que me creas, pero sucedió… y era una oscuridad y un frío que se quedaba pegada a una, mientras se sentía que todo alrededor sufría las mismas consecuencias…

-¿Y entonces?

-Sé que lo dices irónicamente, pero voy a contestar igual… -me dijo-. Pues lo que ocurrió fue eso… todo alrededor comenzó a enfriarse… a morir un poquito…

-¿A qué te refieres con todo? ¿Todo incluso yo, por ejemplo…?

-Pues sí, todo -aseguró ella-. Incluido tú.

-Pero yo estoy vivo… -alegué-. Ya ves que se cae tu experiencia.

-No se cae. Lo que pasa es que el frío y la oscuridad confunden… y a veces no se asimila tan pronto…

-¿Qué quieres decir? –pregunté entonces.

-Que estás muerto. Que todos estamos muertos. Que esto es como esos nueve minutos en que la luz sigue llegando si es que se acaba el sol… solo que no son nueve minutos y que es un fenómeno propio…

-¿Propio?

-Sí. Propio. Un sol que se niega a apagarse en cada uno… y con una duración distinta hasta enfriarnos.

-Y entonces luego que el último se enfríe…

-El ultimo apaga la luz –dijo ella, interrumpiendo.

-Mmm…

-Igual puedes no creerme –terminó ella, sonriendo-. Así es más fácil.

sábado, 19 de octubre de 2013

El recuerdo como traición de la naturaleza.

“El recuerdo es una traición a la Naturaleza
porque la Naturaleza de ayer no es Naturaleza”
Alberto Caeiro.


Como no cambiamos piel
resulta una contradicción
albergar toda una serie de recuerdos.

Esto, ya que los recuerdos
suelen transformar ciertos acontecimientos
en algo tan lejano a la verdad
que acostumbramos aceptarlos
casi como construcciones propias.

Así, sucede que vamos desenterrando muertos
y maquillándolos
y llevándolos, incluso, a la mesa…
y es que estar con ellos supone,
una sensación de alivio,
un saberse vivo por descarte, podríamos decir,
o quizá,
hasta podríamos entender que funcionan,
en nosotros,
como un soporte plástico
del mundo.

Por suerte,
llega entonces la piel, que te señala
que es de un material distinto
cada fracción de tus recuerdos,
e incluso,
te demuestra fácilmente que no existe
verdad
en la memoria
y que todo es camino
y pasar
y realidad punzante
en el ahora.

Y claro,
quizá es por eso que el desgaste
de la piel,
duele de una forma distinta
que el desgaste del tiempo…
y hasta es más difícil de aceptar,
entonces,
que eres tú y no el camino
el que no permanece.

Renovamos entonces el auto
y compramos accesorios
y hasta estiramos la piel,
pero ni la verdad
ni la existencia es heredable
de un momento para otro.

Así, finalmente,
nos negamos a morir
y nos contradecimos:

No se puede recordar la Naturaleza,
decimos,
pero creemos que observamos el mismo sol
cada mañana.

viernes, 18 de octubre de 2013

Una manzana. Una ventana. Un corazón.

“Las cosas no tienen significado: tienen existencia.
Las cosas son el único sentido oculto de las cosas.”


Yo tenía la ventana abierta.

Y una rama del manzano se metió hacia mi cuarto.

Al principio era pequeña, pero hizo calor y la dejé entrar.

Entonces, la rama se hizo tan grande que hasta comenzó a dar frutos.

Y fue así que una manzana apareció justo en el interior del dormitorio.

No hay otra explicación.

No hubo premeditación ni sensación previa.

Todo fue natural como el nacimiento del sueño.

Y claro… una manzana y una rama llevan a que tarde o temprano la fruta caiga.

Y las frutas son bellas, pero les cuesta hablar.

Les cuesta encontrar las palabras adecuadas así que te miran, en silencio.

Pero lo cierto es que eso basta.

No hay queja.

La dulzura y la belleza, hacen el resto.

Tomar la manzana.

Enterrar suavemente los dientes en ella.

Eso basta.

El aroma, también… la tersura.

No importa si dice algo.

No importa si parte de aquello que dice, se desgaja de ella, como una verdad en parte.

No importa, pero se agradece.

Y es que quizá por eso, incluso, tomo con ternura la manzana que ya se desprende.

La dejo junto a mí.

La observo.

Y ya no sé si es sueño, o si ella me observa.

O si decimos observar porque hablar de amor, o de deseo, es cursi.

En el sueño, además, ella tiene voz de agua.

Ya no sé si es manzana o es un corazón.

jueves, 17 de octubre de 2013

Quien construye versos como ladrillos.

“Todos los problemas son insolubles.
La esencia de que haya un problema
es que no hay una solución.
Buscar un dato significa no haber un dato.
Pensar es no saber existir”.
F. P.


Quien construye versos como ladrillos
y apila palabras y mezcla significados,
no sabe realmente que el material del lenguaje
no está hecho para edificar nada.

Y es que al igual que ocurre con el agua,
el lenguaje pierde esencia si se estanca
y está hecho más bien para saciar la sed de unos y otros
y para que el corazón se refresque
y recuerde que está vivo.

Con todo, ciertas palabras fijas,
ciertos versos incluso,
quedan a veces como pequeños arroyos
y el movimiento en ellos
asegura la renovación
de aquel agua.

Quizá por eso,
es que el orden de mi biblioteca
no termina por ocurrir nunca,
y todo aquel movimiento se sucede
para despertar mi sed
y asegurar que mi propio lenguaje
tampoco se estanque.

Nada de grandes construcciones.

Nada de frases inmortales.

Además, el problema real
no es edificar, para resguardarnos…
de hecho, eso es algo que,
afortunadamente,
no tiene solución…

El problema aquí es más bien
no dejar de tener sed;
y mantenernos, para esto,
en movimiento nosotros mismos.

Y claro…
quien construye su vida como ladrillos,
y se llena de logros y reconocimientos de importancia,
no sabe realmente que el material de la vida
no está hecho, tampoco, para edificar nada.

Y es que si necesitáramos construcciones,
estas ya vendrían hechas…

¿Y entonces…?

Pues es muy sencillo:

Nada de grandes vidas.

Nada de biografías repletas de bloques
y acciones innecesarias…

En vez de eso,
recuerde usar el lenguaje como medo exclusivo para calmar la sed.

Y utilice su vida como medio exclusivo para llevar esa agua
hacia los otros,
hacia usted
y hacia los que más la necesitan.

miércoles, 16 de octubre de 2013

Comprender por fuera.


También es cuestión de amor
el poder comprender por fuera.

Comprender la piedra,
comprender el viento,
comprender la flor,
me refiero.

Nada de buscarles alma.

Nada de inventarle sentimientos.

Compréndalos usted con los ojos,
con la piel
o hasta con el corazón, si prefiere,
pero no insista en el análisis.

No diseccione.

No transforme esa primera comprensión
en un pensamiento incompleto.

Sonríale, mejor, a la piedra.

Sienta el viento en el rostro.

Disfrute la flor y no la piense.

Además, nada más va a descubrir si le arranca los pétalos.

Nada, tampoco, si analiza la piedra.

Y nada aprenderá, ciertamente, si mide la velocidad del viento.

Y es que la esencia de todo aquello
le quedó a Dios –o a quien sea- volteada hacia fuera.

Como si se hubiese arrancado los calcetines,
al revés,
y hubiesen luego quedado repartidos,
y vivos,
en distintos lugares de la tierra.

No los ordene, entonces.

No los someta a estudios.

Déjelos así pues están con el secreto hacia fuera.

Obsérvelos.

Sonríales.

Alégrese.

Compréndalos por fuera, en definitiva.

Y es que también es cuestión de amor,
como decíamos,
el poder llegar a comprender
sirviéndonos de la pura mirada.

Así, en resumen,
solo dos observaciones:

1. La naturaleza está volteada.

2. Alguien se dejó el corazón, sobre la mesa.

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