X gana un premio en su empresa por destacarse en su
trabajo.
Parte de ese premio es una entrada para asistir al
show de un humorista famoso.
X está casado, pero por un error de coordinación
solo recibe una entrada.
X va, de igual forma, a ver el show del humorista.
Todos ríen durante el desarrollo del show.
Cuatro mil personas, estima X, son los que ríen.
Es decir, 4000 personas ríen de una forma casi desbordada.
Un hombre, por ejemplo, llega a sufrir un ataque al
corazón, en medio de carcajadas.
Una mujer, cerca de X, no puede aguantarse y se
orina, entre tanta risa.
El problema es que X, bajo ningún aspecto, logra
encontrar chistoso al humorista.
Ni una sola risa en 2 horas de show.
Así, de regreso, X le cuenta esta situación a su esposa.
Ella lo escucha, pero no le da importancia a lo
sucedido.
Esa misma noche, X se levanta a fumar para pensar
más tranquilo sobre su actitud.
Quizá el
problema soy yo, piensa X.
Es decir… si
todos ríen… puede que sea yo el que esté fallando, concluye.
X, entonces, piensa en la relación con su esposa y
analiza sus sentimientos.
Además, X se cuestiona sobre su verdadero interés por trabajar en su empresa.
Además, X se cuestiona sobre su verdadero interés por trabajar en su empresa.
Así, atando cabos, X se cuestiona finalmente si es
o no, una persona normal.
Y es que sus amigos le dicen que sí… que es normal…
pero él no sabe bien qué significa aquello.
¿Cómo se sabe
que uno es normal?, se pregunta X.
Así, casi al amanecer, X vuelve a repasar su rutina
y mientras lo hace recuerda uno de los chistes del humorista.
X comienza a reírse, entonces, del chiste que había
recordado.
El sonido de su risa, por último, despierta a la
mujer de X, quien se acomoda en la cama, molesta, para regresar al sueño.
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