lunes, 31 de diciembre de 2012

Lo sospeché desde un principio.


Ahora todos dicen que sí,
que lo sospechaban
y hasta que lo sabían desde antes…
pero yo sé que no es cierto.

Es decir…
en mi caso lo es,
claro,
yo no me pondré en duda…
pero justamente porque mi posición
era discutida
y hasta rechazada sin mediar argumentos,
es que sé que los demás
vivieron sin sospechar nada
hasta el último de sus días.

Y es que al igual
como las calles de la ciudad
van cambiando de nombre…
fui descubriendo que todos
y cada uno de nosotros
éramos, finalmente,
siempre el mismo.

Con todo,
no caeré aquí
en grandes explicaciones…
además
mi intención nunca ha sido
convencer a nadie…

Así,
ocurrió simplemente
que fuimos pasando de uno en otro
como por habitaciones que eran,
en esencia,
exactamente iguales…

Y es que si quitas la lámpara
los muebles
y hasta los libros
descubrirás que todo espacio vacío
es siempre igual
a sí mismo.

Charly Parker lo sabía,
por ejemplo,
y por eso mandó construir una casa
con tres habitaciones blancas,
exactamente iguales,
para nunca saber
en cuál de ellas
se encontraba…

Yo,
en cambio,
que también lo sé,
juego a vivir cada día
despojándolo de todo…
como si fuese mi habitación.

Y es que en eso consiste,
a fin de cuentas
ordenar la biblioteca…

Vosotros, en cambio,
que creéis ser únicos,
podéis oír el secreto,
mas no comprender…

Y es que hoy
no se acaba un año.

Hoy se acaba el mundo.

domingo, 30 de diciembre de 2012

Esta tumba está vacía.


Pueden hacer lo que quieran:
cavar,
llorar,
enterrar las uñas en la tierra…
pero esta tumba está vacía.

Así, la verdad resulta ser simple
y evidente:
nada hay
bajo la superficie.

Sé que les han dicho
otras cosas
y que buscarán
sin tomar en cuenta mis palabras…
pero lo cierto
es que han entendido mal
el mensaje.

Y es que no es bajo la piel,
ni bajo la tierra…
ni siquiera en vuestra sangre:
la misión encomendada
estuvo siempre a simple vista…

Y claro…
puede que se resistan a creerlo,
pero todo es simple:

Ni siquiera hay tumba.

Así,
en vez de salvar a los que lloran,
yo les vengo a decir
que son justamente ellos
los que no necesitan
ser salvados…

Ocúpense mejor
de los que ríen,
de los que no saben…
de los que se olvidan a sí mismos…

Y es que ellos son los que,
creyéndolos superficiales,
se han alejado justamente
de la superficie…

Pero claro…
les decía en un inicio
que son libres ustedes
de hacer lo que les plazca…

yo solo quise advertirles…

Y es que igual como un niño
arruina un reloj
para comprender el tiempo,
ustedes entierran sus uñas en lo vivo
para buscar tumbas…

¡Cuánta insensatez
y despropósito…!

Porque es cierto:
todo ha sido dicho,
pero a veces olvidamos
que hasta las mismas palabras
pueden de pronto sorprendernos
y cambiar su sentido...

Esta tumba está vacía.

sábado, 29 de diciembre de 2012

El niño que no sabía contar.


Me gusta leer sobre casos extraños. Casos médicos, me refiero. De ahí mi predilección por los textos de Wingarden, o de Oliver Sacks, aunque la historia del niño que no sabía contar salía mencionada en una entrevista a Werner Herzog.

Creo que en dicha entrevista, el director alemán hablaba del niño en relación al paso del tiempo –al registro del paso del tiempo, más bien-, aunque lo cierto es que el caso excedía con creces ese tema y se instalaba casi como un símbolo… Uno de esos que creemos comprender, pero cuyo significado no logramos establecer nunca, finalmente, de forma clara.

Y es que el niño que no sabía contar, según Herzog, no era siquiera capaz de asociar los vasos que debía llevar para una mesa en que comían dos personas… ni era capaz de repartir un par de dulces entre un par de amigos… es decir, el niño que no sabía contar era también incapaz de comprender cuántas veces debía hacer algo… y supongo que, proyectando lo anterior, no habrá tenido noción, tampoco, de cuántos era el mismo, realmente.

Así, Herzog planteaba que el problema del niño se desarrollaba en múltiples dimensiones: una vinculada a la memoria –o a la falta de una memoria concreta, más bien-, otra a la percepción del mundo –incapacidad de distinguir diferencias en el todo-, y otra a la estructuración y uso del lenguaje -lo que lo llevaba aparentemente a comprender los mensajes de los otros, pero lo alejaba de la utilización de un lenguaje que no fuese estático y descriptivo-.

Más allá de esas especificaciones, sin embargo, lo que he tratado de hacer desde que recordé esta historia, es intentar comprender de qué forma sentía este niño el paso de la realidad… es decir, he estado intentando hacerme una idea de cómo sería no percibir este mundo como algo cuantificable… Lamentablemente, solo se me ocurre compararlo a la presencia de un cuadro cuyos colores se deshacen, a medida que lo “tocas”.

Quizá en otro momento hubiese hablado de pureza… o de un hecho maravilloso similar a un sueño… pero lo cierto es que esa incapacidad de establecer un orden –y desde ahí comprender la significación de un mundo aún no representado-, me asusta sobremanera.

Y es que algo me dice que eso que veía aquel niño, es finalmente la verdadera cara del mundo… la voluntad pura que no alcanzamos a comprender porque para hacerlo debemos olvidar incluso quienes somos, como individuos.

Es decir, corremos el riesgo -sí el niño tiene verdad en su percepción-, de diluirnos en el todo, y caer desde nosotros mismos, como desde un barranco.

Y claro... quizá sea por esto que Herzog concluye la historia del niño contándonos que este murió ahogado en en un estanque, cercano al lugar donde vivía.

Yo, en tanto -y a pesar de buscar de diversas formas-, nada más sé sobre esa historia.

viernes, 28 de diciembre de 2012

¿Qué más podría buscar?

"Con las mujeres no hay manera"
Boris Vian.



Ella sonríe mientras mira el monitor.

-¿Qué más podría buscar? –pregunta.

-No sé… -contesto yo, mientras le sirvo un té-. ¿Siempre juegas a eso?

-Sí… me gusta encontrar datos, historias… ¿no tienes azúcar?

-Este té se toma sin azúcar –digo yo.

Ella toma un sorbo mientras escribe algo en google.

-Es amargo –dice.

-Es un té especial –le explico-, es un té que han masticado previamente unos monjes tibetanos… la saliva permite una fermentación más rápida… de ahí el sabor amargo.

-¿Me estás hueveando?

-No… si quieres búscalo en google…

-Si te molesta que esté frente al monitor solo dilo… no tienes para qué inventar historias raras y asquerosas…

-¿Tú crees que me molesta?

-Sí –dice ella-. Y creo que ni siquiera te das cuenta cuando eres agresivo…

-¿Es agresivo un té masticado por monjes tibetanos?

-Es agresivo que te molesten mis ganas de buscar, de saber…

-No me molestan tus ganas… disculpa si di esa impresión…

-Lo que pasa es que tú crees saberlo todo, o hasta tenerlo todo, con tu biblioteca… ¿eso te pasa, cierto…?

-No –dije yo-. No me pasa eso.

-Pues yo creo que sí te pasa… y creo también que te falta humanidad… te falta corazón, incluso…

-Puede ser, pero te indicaste el lado equivocado.

-¿Cómo?

-Cuando hablaste del corazón… te indicaste el otro lado…

-¡¿Y qué mierda sabes tú dónde está mi corazón…?!

Yo guardé silencio.

-Te gusta siempre andar cuestionando… siempre juzgando o pensando que el otro no sabe qué buscar… o concluir que estamos perdidos…

-…

-¿No vas a decir nada…? ¿Quieres que me sienta absurda hablando…? ¿Esa es tu técnica ahora?

-Si quieres hablo.

-Lo prefiero… siempre y cuando no vengas nuevamente con tu humor enfermo y falto de humanidad…

-¿Lo dices por lo de té?

-Claro… ¿solo lo haces porque sabes que me dan asco esas cosas…?

-Espera –digo yo. Luego le acerco una caja.

-¿Qué es eso?

-El envase… ahí dice… hierbas para infusión previamente masticadas por monjes tibetanos de la región de

Entonces ella, de improviso, me lanza lo que queda el té y se va al baño, con náuseas.

Cinco minutos después pasa junto a mí, sin mirarme. Toma sus cosas y se va del lugar dando un fuerte portazo.

El monitor sigue encendido.

Y Google espera.

Así, finalmente, tras pensarlo un momento, me decido a buscar la palabra humanidad.

Lamentablemente, no encuentro una definición satisfactoria.



jueves, 27 de diciembre de 2012

La trompeta de Boris Vian.


La lista es grande.

La han anunciado por diarios y revistas y yo estoy ahí.

También hay otras personas, claro.

Muchas personas.

Tantas que yo debo alejarme hacia un costado, donde no las oigo.

Entonces comienza la subasta.

Un hombre con un traje a rayas muestra los productos.

Un reloj del S. XVII.

Un libro autografiado por William Faulkner.

Tres dibujos a lápiz de Juan Emar.

Con todo, los precios no son tan altos.

Pero ocurre que yo soy profe.

Así que los dejo pasar.

Llega entonces la peluca de un comendador.

La placa dental de un presidente de hace más de cien años.

La camiseta con que Pelé jugó un amistoso contra Chile.

¿Y saben…?

Extrañamente la mayoría de las cosas no llegan a alcanzar siquiera la postura mínima.

Y es que la gente está casi siempre en silencio, observando.

Pasan así las joyas.

Los vestidos de época.

Un robot de madera de hace casi doscientos años.

¿Usted por qué viene?, me pregunta entonces una mujer.

Por la trompeta de Boris Vian, digo yo.

Ella asiente.

Pasan otros productos y entonces llega la trompeta.

Está en una caja dañada, que también fue de Boris.

En una entrevista, por cierto, él comenta que guardaba dentro de la trompeta el lápiz con que escribió La espuma de los días.

Señalan entonces la postura mínima.

Son poco más de nueve meses de mi sueldo.

Íntegros.

Y también son los únicos ahorros que he logrado reunir, en mi vida.

¿Toca usted la trompeta? Me pregunta la mujer.

Yo me quedo en silencio para evitar explicaciones.

El hombre del traje a rayas hace un nuevo llamado.

Yo, en tanto, espero hasta el último segundo y levanto mi mano.

Pasan diez segundos.

Ya no hay vuelta atrás.

Todo está hecho.

Tengo la trompeta de Boris Vian.

La caja, por cierto, tenía también unos apuntes a mano, muy borrosos.

A solas, en casa, horas después, intento obtener el primer sonido.

La trompeta se niega.

Es como la espada en la piedra, digo yo.

Pasa un momento.

Vuelvo a intentar.

Fracaso.

Nuevo fracaso.

Pero es la trompeta de Boris Vian, me digo, como dando ánimos.

Cierro entonces los ojos y pienso algunas cosas.

Le hablo, incluso, a la trompeta.

Sinceramente.

Y hasta le digo que confíe.

Vuelvo entonces a intentar, tranquilo.

Se escucha un sonido.

Luego otro, más fuerte.

Así, algo duele, al interior, cuando suena.

Algo que pensé ya no existía.

Y claro… puede parecer egoísta… es cierto…

Pero mi vida es ahora un poquito más plena.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Tan cerca los unos de los otros.


Armo un ventilador que no funciona.

Lo intento, pero no enciende.

Casi, pero no enciende.

Tan cerca.

Tanto que a veces quedas junto al frente.

Y no funciona.

Y uno quiere explicar, pero no.

Tan cerca, pero no.

Entonces desarmo el ventilador.

Lo llevo de vuelta a la tienda.

En la tienda hay también una mujer.

Tan cerca.

Y claro, ella tiene un ventilador, en otra caja.

¿Tampoco?

Tampoco, digo yo.

Ella sonríe. O casi.

Siempre casi.

Ni siquiera fue un regalo, dice ella.

¿Tampoco?

Tampoco.

A veces yo misma, ¿sabe…?

¿Qué?

A veces yo misma me regalo, dice ella.

Apoyamos un ventilador en el otro.

Tan cerca.

El vendedor pregunta si venimos juntos.

Decimos que no.

Que no sabemos si venimos juntos.

El vendedor sonríe.

¿Funcionó…? pregunta.

No.

O casi.

Decimos.

Debemos llenar papeles.

Atrás de un escritorio, firmamos.

Tan cerca.

Escribimos nuestros nombres con un mismo lápiz.

Es todo como un rito.

Una unión, casi.

Siempre casi.

Vivimos cerca, dice ella.

Sonreímos.

Somos torpes.

El vendedor ofrece nuevos ventiladores.

Yo no sé.

Ella parece consultarme.

Mis decisiones siempre son equívocas, le digo.

Ella comenta que es lindo equivocarse.

A veces.

Entonces ella elige una maleta.

Viajo mañana, me dice.

Vacaciones.

No te vayas, digo yo.

No es lindo equivocarse.

Tan cerca.

El vendedor vuelve a ofrecerme cosas.

Ella dice que vuelve en tres semanas.

Que quizá.

Que vivimos cerca.

Yo le digo que es ahora.

Ella queda en silencio.

Tan cerca.

Siempre casi.

Entonces pido de regreso el ventilador.

No importa que esté malo.

Mi vida tampoco funciona muy bien, comento.

Ella sonríe.

Cargo al ventilador como a un hijo muerto.

Ella habla por teléfono y me dice que espere.

Yo no espero.

Rompen mis datos.

Mi nombre se hace pedazos.

Ella vuelve a decirme que espere.

Tan cerca.

Yo me voy, sin embargo.

Casi huyo.

Luego estoy en casa.

Entonces armo nuevamente el ventilador.

Y funciona.

No se por qué, pero funciona.

Tan cerca.

Esto es todo lo que necesito, me digo.

El aire me llega al rostro.

No es cierto.

martes, 25 de diciembre de 2012

Lanzar la primera piedra.


Para no pensar junto piedras.

Y como no pienso, mientras lo hago, a veces reúno también otras cosas.

Pero claro, por no pensar les digo piedras, y las cuento.

Eghk, Daghf, Brpp, Tghll… así las cuento.

Luego hago torres, pero como no pienso, estas se desarman y caen, y solo forman bultos.

Luego, cuando me canso, las lanzo.

Esto puede durar horas.

Y claro… como no pienso, resulta que las lanzo en cualquier dirección y a veces oigo gritos.

¡¡¡Aahhhgggg….!!! suenan los gritos.

Entonces, por lo general, llueve, y yo me calmo.

Así, cuando la lluvia cae, no necesito juntar piedras para no pensar.

Me apretó contra mí mismo y cae la lluvia.

Las partes en que siento caer la lluvia soy yo, pero la lluvia no lo sabe.

Y es que ella tampoco piensa.

Por eso, la lluvia moja piedras y atraviesa la luz y la oscuridad, prácticamente de la misma forma.

De hecho yo, cuando pensaba, hice un experimento para calcular si la lluvia caía a la misma velocidad cuando atravesaba luz u oscuridad.

¿Y saben…? Llegué a resultados que me conmovieron.

Muchas cosas me conmueven, por cierto.

Hasta las piedras.

Y es que si bien puedo evitar pensar, el sentir suele funcionar de forma independiente.

Por suerte, sentir y no pensar se puede... y no duele tanto.

Es decir, se puede vivir con eso, al menos.

Por ejemplo, la luz que está llegando acá llegará a Plutón en una hora.

Así, si no pienso, mi sentir se va con la luz, y no queda sujeto a ningún significado.

Por eso lanzo piedras.

Palabras incluso como piedras, que sin pensar, las cuento.

Eghk, Daghf, Brpp, Tghll… así las cuento.

Alguien en Plutón diría incluso que con dolor, pero no es cierto.

Cuando ellos digan eso, además, mi sentir habrá cambiado…

Lo mismo pasa con los otros, y hasta con las piedras, aunque con distancias mucho menores.

Y claro… a veces también oigo gritos, pero no importa.

Y es que hoy se grita, y hasta se vive, por cualquier cosa.

Por eso lanzo piedras.

No sé si me explico.

lunes, 24 de diciembre de 2012

Cómo se salvó Anne-Marie.


Anne-Marie dice que se salvó y yo también, pero los otros no.

De hecho, los otros dicen que Anne-Marie… eh, bueno… que no se salvó, digamos… pero lo dicen más feo.

Yo no veo la necesidad de decirlo feo.

Y no es por evasión, no crean… a mí eso de adornar con palabras no me gusta…

A veces hablamos sobre eso, con Anne-Marie… sobre eso de adornar con palabras, me refiero… Y claro, siempre que lo hacemos  terminamos jugando a hacer sonidos, o comunicándonos con gestos… para no ensuciar lo que decimos, dice ella… y así salvarnos…

Y es que a Anne-Marie le gustan esos juegos.

Los juegos en los que uno debe salvarse.

Lo malo es que a veces cambia las reglas de improviso y no me avisa. Y como solo gana uno, al final termino perdiendo y condenándome, con el resto.

Con todo, me alegra que Anne-Marie gane.

No se lo digo porque quizá pierda un poco de alegría al sospechar que no compito con verdaderas ansias de triunfo… pero es que de verdad me alegra su salvación.

No sé si a ustedes les pasa eso… pero yo creo que de cierta forma todos tenemos a alguien para quien preferimos el triunfo… y eso nos alegra.

Por eso no es bueno que se hable mal de aquellos triunfos y digan entonces que Anne-Marie no se salvó.

Además, si no se hubiese salvado yo estaría triste y no lo estoy en lo absoluto.

Es cierto que está extraña, pero yo que la conozco se que ese es su gesto de ser salvada.

Lo que pasa es que su salvación se produce por sucesos tan pequeñitos que apenas se sabe que existen…

Y es que así, en uno de esos sucesos pequeñitos, es que se salvó Anne-Marie.

Tan pequeñito que a veces uno se confunde y yo hasta comprendo que duden, si no saben.

Por eso los perdono de dudar de mi alegría por la salvación de otro.

Porque no saben, me refiero.

Simplemente porque no saben.

domingo, 23 de diciembre de 2012

El enojo de Rodolfo, en navidad.


Rodolfo se enoja porque siempre hay uno que no es un reno.

Es decir, es algo que se sospecha… una especie de mito que se formó entre los renos quién sabe cuándo y que hoy ninguno de ellos pone en duda.

Con todo, explicar la forma en que esto sucedió es difícil, principalmente porque la manera de pensar de estos animales no es del todo clara y además está el asunto ese del lenguaje, que viene siempre a complicar las cosas.

Es decir, yo lo entiendo porque veo a Rodolfo… pero a usted que ve mis palabras y debe confiar simplemente en mis apreciaciones, no debe de serle demasiado simple… Por lo mismo, debo confesar, valoro sinceramente que esté aquí.

Y es que al igual que Rodolfo, es normal que de vez en cuando nos enojemos al descubrir que hay algo que no corresponde… algo ajeno que –creemos-, viene a ensuciar todo y a hacernos menos fáciles las cosas.

Pero claro… también podemos equivocarnos, en esas apreciaciones.

Así, mientras acaricio a Rodolfo, intento transmitirle eso que a veces nos cuesta comprender… y es que aquello que no corresponde, puede a veces estar en nosotros mismos… y no necesariamente ser cuestión de culpa, o de descuido...

No lo digo con soberbia, ni poniéndome por sobre los que puedan comprender otra cosa… pero creo que a veces nos enojamos porque estamos agotados, y equivocamos la mirada, nada más…

Y es que es normal cansarse, Rodolfo… es normal que brille menos la nariz de vez en cuando y hasta es normal que en alguna oportunidad te quedes a oscuras…Y es normal por tantas razones que no voy siquiera a intentar nombrar, para no aburrirte…

Solo no te enojes, y no equivoques la mirada…

Todos son renos, Rodolfo.

Confía en mí.

sábado, 22 de diciembre de 2012

Me acuerdo de Hegel.

“El espíritu es la unidad viviente
de lo diverso”
Hegel


Me acuerdo de Hegel.

Días confusos,
extraños,
y me acuerdo de Hegel.

Quizá es porque me caía mal.

O regular, más bien,
antaño.

Y es que me molestaba,
digamos,
esa oposición en la unidad
que él veía en la vida
(en la vida preguntándose
sobre sí misma)
y que según yo
trataba él,
erróneamente,
como un problema.

Con todo,
me di cuenta con el tiempo
que malentendí sus palabras,
y que desconfié, incluso,
debido a su fría inteligencia.

Por suerte,
un día,
logré ver tras esa vida dividida,
una vida amplia, nueva…
una unidad superior, incluso,
que podía volverse
hacia sí misma,
es decir,
objeto y sujeto al mismo tiempo…
es decir,
igualito que yo
cuando me miro los pies
como si fuesen ojos.

Y claro…
me gustó que Hegel,
llamase espíritu
a eso que era incluso
más grande, o amplio,
que lo que llamamos vida.

Así,
mientras el espíritu es el Todo,
podríamos decir que Hegel pensó en la  vida
como el movimiento del Todo,
y al hombre,
desde ahí,
como el punto
en que el movimiento del Todo
realiza su encuentro último
consigo mismo.

Y claro…
es por esto que Hegel,
dejó de caerme mal…
porque hizo del hombre,
en definitiva,
el lugar de las operaciones de espíritu.

viernes, 21 de diciembre de 2012

Una herida en la piel.



Y mientras te metes al mar
porque el mundo sigue vivo,
te das cuenta que el mundo mismo
te es ajeno.

Los otros.

Las cosas.

Tú mismo.

Entonces,
un corte en la piel,
el viento
y hasta el contacto de alguien,
parecen recordarte
que siempre has de intentar
ser parte de lo vivo.

No digo que lo logres.

No digo siquiera
que el intentar sea válido
o noble
o que debas sentirte orgulloso
de eso que haces
prácticamente por instinto.

Lo que digo,
en cambio,
es que la vida del mundo
te es ajena,
y que el mar
y que el viento
y que los otros
poseen una existencia
fuera de tu corazón
y de tu entendimiento.

Por esto,
finalmente,
mientras te metes al mar,
supuestamente porque el mundo
sigue vivo,
lo único cierto
es que te engañas…

Y es que lo importante
y hasta lo bello,
de existir,
existe contigo,
desde ti, me refiero…
y el valor de todo
y el valor de los otros
y hasta la vida del mundo,
resultan ser extensiones
del propio valor
que le das a tu vida.

No es obvio.

No es triste.

Y no es,
por cierto,
una herida en la piel.

jueves, 20 de diciembre de 2012

La condescendencia de Kant, y otras sensaciones.

“Al tomarse por lo que no son,
al imaginarse en una configuración diferente de la real,
los hombres evitan lo trágico, es cierto,
pero pasan inadvertidos ante sí mismos”
Michel Onfray

I.

Me gusta creer que la condescendencia de Kant con la creencia –como oposición a la razón-, no era en realidad una condescendencia directa con ella, precisamente, sino con los creyentes.

Es decir, me gusta creer que se trata en realidad de una condescendencia que bien pudo ser comprensión –o hasta afecto-, por el prójimo.


II.

Un personaje de un cuento de Chejov se enamora de una mujer tras verla ponerse un sombrero.

Ella no pensaba cuando lo hacía… ella vivía de una forma autómata… comenta, argumentando sus sensaciones.

Wingarden, por su parte, analiza el cuento y señala que el hombre no se acerca a ella porque siente que descubrió el mecanismo secreto de lo humano… el diseño vacuo… lo nombra.

Y claro... algo similar ocurre con las máquinas de Theo Jansen, que parecen vivas, por el viento.


III.

Esta es más o menos una traducción de un trabalenguas finlandés:

“Estoy perdido si no finjo estar perdido. Fingir es una ruta, si sabes que se finge. Fingir que nos perdemos. Fingir que estamos fuera de nosotros. Perder. No estoy perdido si finjo estar perdido.”

I love Finlandia.


IV.

Sin motivo alguno me visita la verdad, y me entrega un papel pequeño, escrito con mi propia letra:

“Amo a una mujer en cuyo corazón existe un reproche muy suave.

Amo una mujer que no existe”


V.

Pueden parecer extrañas, pero mis conclusiones más honestas, respecto a los puntos anteriores, son las siguientes:

Me siento querido por Kant.

Siento respeto por Chéjov.

Amo Finlandia y a mujeres que no existen.

Quizá Theo Jansen diseño mi corazón.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

¿Quieres un dólar?

“Sobre el hombre que corre
está el hombre que vuela”
Gangnam Style.



-¿Y para qué quiero yo un dólar?

-¿Para qué…? Pero si todo el mundo quiere un dólar…

-¿Todo el mundo?

-Sí, todo. Lo vi en la tv.

-¿Qué viste en la tv?

-Un estudio. Ponían distintos objetos en el camino de personas, en todo el mundo. Y ellos eligieron el dólar.

-¿Lo eligieron?

-Sí… lo eligieron. Pusieron de todo en sus caminos: flores, fotografías, objetos brillantes, billetes de lotería… pero con lo único que decidieron detenerse y agacharse a recoger, fue con el dólar…

-¿Ni siquiera los boletos de lotería?

-Ni siquiera eso. En la tv salía un doctor que hablaba de la desconfianza, y sobre la necesidad de tener seguridad… supongo que el billete de dólar proporciona eso…

-Pero si un dólar no alcanza para nada…

-Quizá no, pero es más real que el billete de lotería…

-Mmm…

-Es incómodo aceptarlo, lo sé… pero es cierto.

-Sí… puede que tengas razón…

-¿Vas a querer el dólar, entonces?

-¿Cuál dólar?

-El dólar que te ofrezco… el dólar que te hace parte de las personas del mundo…

-¿Y para qué sirve eso?

-No lo sé bien, pero al menos es menos triste… menos solo…

-Mmm… no sé…

-¿No sabes qué…?

-No estoy seguro si tomarlo…

-Pues mientras te decides, yo dejo el billete ahí, en el suelo, junto a ti…

-Pero hay viento…

-Lo sé, pero eres rápido…


martes, 18 de diciembre de 2012

El fin del mundo.



Mi amiga estaba durmiendo.

El cabello le caía sobre el rostro.

Su cabeza brillaba, bajo el sol.

Entonces,
sin tener claro el motivo,
golpee como si fuera una puerta
la cabeza de mi amiga.

Suavemente golpee.

Luego esperé.

Sentí un ruido.

Así,
de entre sus cabellos,
apareció entonces un ser brillante
y diminuto.

Primero me pareció azul.

Luego de un rojo brillante.

Por último, blanco.

Esta no es una puerta,
me dijo,
y yo escuché atento,
porque pensé que él tenía razón.

Nada más es cierto, pensé.

Compré una cafetera que nunca usé.

Y me dieron ganas de usarla.

En tanto,
el ser diminuto,
se apoyó sobre una oreja
de mi amiga.

Veo claramente la situación, estimé.

Pero no comprendo mi rol.

¿No es extraño como la gente nunca forma un todo?

Este es el fin del mundo,
me dijo entonces ese ser,
un silencio innecesario
una máquina sin uso.

Intenté reflexionar.

Sentí un viento suave, sobre el rostro.

Tras pestañar, el ser no estaba.

Entonces, preparé dos cafés,
en la máquina sin uso
y acerqué mi boca
a la oreja de mi amiga.

El mundo va a acabar, le dije.

Pero no es cierto.

Quiero dormir contigo, le dije.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Las cosas de acá abajo son en verdad inciertas.

“En sueños, Chuan Cheng se convierte en mariposa
y la mariposa vuelve a ser Chuang Chen”
Li Po


Las cosas de acá abajo
son en verdad inciertas
dice Li po.

Y yo agradezco que lo sean.

El agua, por ejemplo.

Y el viento.

Todo lo vivo es incierto.

Y hasta el corazón,
cuando sorprende.

Así,
la hierba que crece junto al camino,
atrevida,
transforma a veces,
el sendero.

Y claro:
la luz de la luna se introduce al hogar
y hasta la lluvia, con el viento,
se filtra en la casa.

Y es que las cosas de acá abajo
son en verdad inciertas,
dice Li Po.

Y todo quiere de pronto
sin razón ni aviso
entrar en nuestra casa.

Un pájaro.

Un gato.

El viento.

El agua.

Este también es nuestro sitio,
me dicen.

Y hasta la biblioteca entera
sueña con ser otra cosa
y se despeina.

Si fuese un bosque,
pienso,
sus ramas se quebrarían,
ansiosas.

Y es que las cosas de acá abajo
son en verdad inciertas
dice Li Po.

Y yo agradezco que lo sean.

De vez en cuando, el miedo,
es cierto…
de vez en cuando…

Pero todo lo vivo es incierto,
después de todo.

Así, recordándolo,
el corazón me pide vino…
porque es su forma de pedir vida.

Y todo es bello y frágil
e incierto,
como un nuevo charco de agua fresca
bajo el sol.

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