Esta mañana llamé a mi amigo árabe.
-¿Aló? –dije.
-No, Alí –contestó.
Era algo así como un chiste en que caía siempre.
Esta vez lo llamaba porque recordaba que su esposa
pintaba y yo quería regalar uno de sus cuadros. Uno en especial, por cierto,
que había visto hace unos meses en su taller.
-Pues no va a poder ser –me interrumpió Alí.
Yo pedí explicaciones.
Alí entonces señaló que había expulsado a su esposa
de hogar.
-Era una ingrata –me dijo-, inconformista, fría y
manipuladora… no era una mujer…
-¿No era una mujer…? –pregunté sorprendido.
-No… no lo era… una mujer llora –explicó-. Suhaima,
en cambio, en vez de lágrimas tenía filos… una mujer no es confiable si no
llora…
-¿Eso lo dice Alá…?
-No, Alí… lo digo yo… No hay nada más bello que una
mujer que llora… hay que castigar a las mujeres que no lloran… esa es la
primera idea de mis enseñanzas.
-Entonces… -dije yo-, quieres decir que dejaste a
tu esposa porque no lloraba…
-Quiero decir lo que he dicho –dijo cortante Alí.
-Pues lo que has dicho no dice nada –reclamé-. No
tiene significado alguno…
-Y qué… ¿sabes tú, acaso, dónde se encuentra el
significado?
-¿El significado de qué?
-El significado de todo –dijo Alí-. El significado
de las cosas…
-¿De qué cosas? –pregunté yo.
Alí se quedó en silencio por un instante.
-A ella la expulsé –dijo entonces, como si hubiese
tomado aire-, a ella la expulsé porque no sabía sentir… porque no sabía ser
mujer.
-¿Y los cuadros? –pregunté.
-Los cuadros no prueban nada… los cuadros…
-No… yo preguntaba si dejó los cuadros –lo interrumpí.
-Ah –dijo Alí-, pues dejó unos pocos…. Si hasta
para eso era fría… yo creo que si hubieran sido hijos también los hubiera
abandonado…
-Alí… -lo volví a interrumpir-, no empieces otra
vez…
-No se puede empezar otra vez… -dijo él-, si es
eso, entonces continúo…
-Entonces no continúes.
Alí respiró hondo.
-De acuerdo –dijo entonces- ¿cuál
es el cuadro que te interesa?
-¿Te enojaste?
-No… en serio, solo evito el tema…
¿cuál es el cuadro que te interesa?
-Uno de una estación de trenes,
con un fondo ocre…
-Espera –me dijo.
Yo esperé.
Minutos después volvió al
teléfono.
-No hay ninguno en que salgan
trenes –me dijo.
-Yo hablé de la estación… -expliqué-,
no de trenes necesariamente…
-¿Una estación de trenes vacía?
-Claro, yo hablé de vías, no de
trenes…
-¿Vías?
-No, Vian –contesté yo, por
molestar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario