“Al tomarse por lo que no son,
al imaginarse en una configuración
diferente de la real,
los hombres evitan lo trágico, es cierto,
pero pasan inadvertidos ante sí mismos”
Michel Onfray
I.
Me gusta creer que la condescendencia de Kant con
la creencia –como oposición a la razón-, no era en realidad una condescendencia
directa con ella, precisamente, sino con los creyentes.
Es decir, me gusta creer que se trata en realidad
de una condescendencia que bien pudo ser comprensión –o hasta afecto-, por el
prójimo.
II.
Un personaje de un cuento de Chejov se enamora de
una mujer tras verla ponerse un sombrero.
Ella no
pensaba cuando lo hacía… ella vivía de una forma autómata… comenta,
argumentando sus sensaciones.
Wingarden, por su parte, analiza el cuento y señala que el hombre
no se acerca a ella porque siente que descubrió el mecanismo secreto de lo humano… el diseño vacuo… lo nombra.
Y claro... algo similar ocurre con las máquinas de Theo Jansen,
que parecen vivas, por el viento.
III.
Esta es más o menos una traducción de un
trabalenguas finlandés:
“Estoy perdido si no finjo estar perdido. Fingir es
una ruta, si sabes que se finge. Fingir que nos perdemos. Fingir que estamos
fuera de nosotros. Perder. No estoy perdido si finjo estar perdido.”
I love Finlandia.
IV.
Sin motivo alguno me visita la verdad, y me entrega
un papel pequeño, escrito con mi propia letra:
“Amo a una mujer en cuyo corazón existe un reproche
muy suave.
Amo una mujer que no existe”
V.
Pueden parecer extrañas, pero mis conclusiones más
honestas, respecto a los puntos anteriores, son las siguientes:
Me siento querido por Kant.
Siento respeto por Chéjov.
Amo Finlandia y a mujeres que no existen.
Quizá Theo Jansen diseño mi corazón.
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