Anne-Marie dice que se salvó y yo también, pero los
otros no.
De hecho, los otros dicen que Anne-Marie… eh, bueno…
que no se salvó, digamos… pero lo dicen más feo.
Yo no veo la necesidad de decirlo feo.
Y no es por evasión, no crean… a mí eso de adornar
con palabras no me gusta…
A veces hablamos sobre eso, con Anne-Marie… sobre
eso de adornar con palabras, me refiero… Y claro, siempre que lo hacemos terminamos jugando a hacer sonidos, o
comunicándonos con gestos… para no ensuciar lo que decimos, dice ella… y así
salvarnos…
Y es que a Anne-Marie le gustan esos juegos.
Los juegos en los que uno debe salvarse.
Lo malo es que a veces cambia las reglas de
improviso y no me avisa. Y como solo gana uno, al final termino perdiendo y
condenándome, con el resto.
Con todo, me alegra que Anne-Marie gane.
No se lo digo porque quizá pierda un poco de alegría
al sospechar que no compito con verdaderas ansias de triunfo… pero es que de
verdad me alegra su salvación.
No sé si a ustedes les pasa eso… pero yo creo que
de cierta forma todos tenemos a alguien para quien preferimos el triunfo… y eso
nos alegra.
Por eso no es bueno que se hable mal de aquellos
triunfos y digan entonces que Anne-Marie no se salvó.
Además, si no se hubiese salvado yo estaría triste
y no lo estoy en lo absoluto.
Es cierto que está extraña, pero yo que la conozco
se que ese es su gesto de ser salvada.
Lo que pasa es que su salvación se produce por
sucesos tan pequeñitos que apenas se sabe que existen…
Y es que así, en uno de esos sucesos pequeñitos, es
que se salvó Anne-Marie.
Tan pequeñito que a veces uno se confunde y yo hasta
comprendo que duden, si no saben.
Por eso los perdono de dudar de mi alegría por la
salvación de otro.
Porque no saben, me refiero.
Simplemente porque no saben.
No hay comentarios:
Publicar un comentario