jueves, 31 de julio de 2014

¿Israel?


No fue algo consciente, pero me propuse no escribir sobre algunos “temas”.

Nunca lo he hecho.

Por respeto, principalmente.

A veces, sin embargo, por tristeza.

Tristeza que está más allá de la vergüenza.

Más allá de cualquier palabra que pueda hacer referencia a un comentario o a alguna observación respecto a algún hecho en específico.

Tristeza.

Indignación contenida mientras hablo con mis semejantes.

Mientras intento amar a mis semejantes.

Rabia que algún día...

Rabia.

¿Israel?

¿Puedes dormir, Israel?

Yo no puedo, lo confieso.

Mientras, intento con rabia, vergüenza e indignación, amar a mis semejantes.

No puedo dormir.

No puedo.


Me niego a escribir cualquier otra palabra.

miércoles, 30 de julio de 2014

Mirar una piedra hasta dejar de verla.



Un día descubrí que podía
mirar una piedra hasta dejar de verla.

Fue de pura casualidad, es cierto,
pero ocurrió de forma tan rotunda
que comencé ese mismo día
a escribir un gran listado de mis superpoderes.

Nunca supe, sin embargo,
si el dejar de verla
era el resultado de un poder de desaparición
u otro tipo de poder que operaba en mí,
hasta disolver la piedra vista.

Para averiguarlo, entonces,
intenté realizar otros actos similares.

Probé con nubes,
con objetos pequeños
y hasta con el gato de un vecino
que se pasa siempre hasta mi casa…

Y claro…
nada de ello se resistía a desaparecer
y cada uno de mis experimentos
arrojaba resultados positivos.

De esta forma, gracias a aquello,
pude fijarme poco a poco
cómo operaba el procedimiento.

Concluí así, que el objeto o ser objetivo
nunca desaparecía ni cambiaba de lugar,
sino más bien se hacía parte de la realidad
desvaneciéndose únicamente -por decirlo de algún modo-,
todos aquellos márgenes que permitían diferenciarlo
de alguna otra cosa o elemento
presente en el paisaje.

Por lo mismo, comencé poco a poco a cuestionar
la catalogación de aquella cualidad mía
como un superpoder.

Así, finalmente, tras largas elucubraciones,
decidí borrar de mi lista de superpoderes
aquello relativo a las desapariciones anteriores,
con lo que mi lista se redujo nuevamente
a la página en blanco.

¡Qué alivio no cargar
con esas responsabilidades!

martes, 29 de julio de 2014

Mi corazón como un cuadro de De Chirico.



I

Mi corazón como un cuadro de De Chirico.

Digamos que es una técnica.

Quitar los filos, jugar con las sombras.

Hacer del desequilibrio un estilo.


Mi corazón como un cuadro de De Chirico.

Limpio, pero nunca se sabe.

Si duele, duele de una forma tan lenta que no duele.

Si late, late sin ritmo y no sabe decir un nombre.


Mi corazón como un cuadro de Chirico.

Falso y verdadero como la lombriz que se parte en dos.

Verdadero y falso como las partes que existen como si nada.


Mi corazón como un cuadro de De Chirico.

Ofrecido en el altar de una iglesia de plástico.

Igual que comulgar mordiéndote la lengua.


II.

No se puede romper un cuadro de De Chirico.

No se puede entender un cuadro de DeChirico.

No se puede amar un cuadro de De Chirico.

No se puede estar junto a un cuadro de De Chirico.


III.

Si hay una gotera en un museo, se recomienda dejar bajo ella un cuadro de De Chirico.

Se asegura impermeabilidad.

Probablemente no sufra daño alguno.


IV

Los gatos desconfían de los cuadros de De Chirico.

Un experimento demostró que no pueden caer de pie, si mientras caen observan uno.


V.

Si uno va a buscar a Dios a un cuadro de De Chirico, tampoco lo encuentra.


VI.

La muerte de De Chirico, se dice, no causó ninguna sorpresa.

lunes, 28 de julio de 2014

Otra gallina.


No sé por qué me interesan tanto las gallinas.

No opinar ni teorizar sobre ellas, por supuesto, sino verlas simplemente, o escuchar sobre algunas que han logrado ciertas hazañas.

Me gusta observar, por ejemplo, la forma en que miran los huevos, o la forma en que algunas toman agua, estirando el pescuezo y a veces hasta levantando una de sus patas.

Así, he visto algunas caminar hacia atrás, otra pegarse cabezazos contra una botella plástica y hasta una comportándose como un perro en casa de una tía lejana.

Por lo anterior, no falta algún amigo que de pronto me envía un video o alguna información respecto a un nuevo hallazgo gallináceo.

Esta vez, un amigo que vive en Osorno me envía un video sobre una gallina que sabe dibujar, de la que ya me había hablado en alguna reunión lejana.

En el video, grabado desde un celular con una definición bastante aceptable, se puede observar a una gallina dibujar en un suelo arenoso, algo que a primera vista parecía ser un círculo.

Visto más de cerca, sin embargo, la figura dibujada por la gallina no es otra sino un huevo.

Y claro, la gallina lo dibuja, lo mira un momento y luego se va a otro sitio.

Al menos es un dibujo honesto, comenta mi amigo, en el video, aunque sin profundizar en su observación.

domingo, 27 de julio de 2014

Parecía ser una hermosa vida.



Me la presentó un amigo casi como una rareza.

Una chica que recuerda hasta los más mínimos detalles, me dijo.

Tras conocerla me di cuenta, sin embargo, que su rareza era aún mayor, pues solo recordaba los detalles mínimos.

Me refiero a que olvidaba todo lo aparentemente importante y solo recordaba lo que nadie más guardaba en la memoria.

El rostro de un niño al que se le cayeron las cabritas en el cine.

La forma en que tomaba el lápiz la mesera de un restaurant.

Un gato que estaba tras una ventana un día de lluvia.

Por otro lado, ocurría que ella no era capaz de recordar qué película había visto, o qué había cenado en el restaurant, o con quién fue que caminó bajo la lluvia… aunque esto hubiese sucedido hacía pocas horas.

Salí con la chica un par de veces y sus rarezas no dejaban de asombrarme.

De hecho, puede que hasta haya pensado que era posible enamorarse de esas rarezas.

Y es que todo me parecía un tanto poético, en su forma de vivir.

Y claro… también un tanto cercano.

No sé bien cómo explicarlo, pero era una vida que se alimentaba con terceros planos, con personajes incidentales, con aromas lejanos… parecía ser una hermosa vida.

Creo que se lo dije con esas mismas palabras, en ese entonces.

Pero claro, ella estaba concentrada en el sonido de un grillo y miraba con ojos vidriosos un poco de nieve, en la cordillera…

No alcancé a enamorarme, por suerte.

En cambio, me alejé con cuidado y me acostumbré a verla de lejos simplemente, en algunas ocasiones.

Una vez, de hecho, ambos nos quedamos mirando... reconociéndonos a distancia.

Esa vez, por cierto…creo que hasta lloramos un poquito.

sábado, 26 de julio de 2014

Una angustia innecesaria.


Una de las angustias innecesarias me inunda siempre al pensar en el tiempo. Aunque claro, no en el tiempo, precisamente, sino en la imposibilidad que tenemos para captar la totalidad del tiempo. Es decir, la idea de infinito. La sensación es ridícula porque se manifiesta como una angustia en el pecho. Igual que esa que sientes cuando te abandona la chica que quieres o sueñas que se muere un hijo. Una puñalada casi, un vértigo amargo en el que caigo siempre por descuido, porque se me ha olvidado lo que producen en mí esos pensamientos y me aventuro a pensarlos desde la ingenuidad de ese olvido. Y claro, no dejo de caer en esa angustia y hasta siento esa pérdida de sentido de mucho de aquello que nos rodea. Como si nos pasásemos toda la vida intentando caminar por la cuerda floja y de pronto descubriéramos que ninguno de sus extremos se encuentra atado a ningún sitio. Aunque claro, solo sabiéndolo como ejercicio del pensamiento porque ni siquiera podemos ver aquellos extremos. Así, la angustia y el absurdo me hacen percibir mi propia existencia de una forma extraña, más simple si se quiere. Entonces, me siento algo así como una planta, o como una piedra, o como cualquier otro ser o cosa que consideramos incapaz de entender enteramente lo que nosotros consideramos el mundo. De esta forma, pienso entonces, deben también existir un montón de cosas que van más allá de nosotros, igual como algunas ideas van más allá de las plantas y ciertas sensaciones más allá de las piedras. Por lo mismo, concluyo –y eso a veces disminuye la angustia-, no vale la pena preocuparse por ello. Ni mucho menos angustiarse. Eso al menos le diría la planta, o a la piedra, si sintieran que mi mundo les es inaccesible. Disfruten el calor, el agua… aunque sea absurdo. Disfruten la paz que brinda el poder desechar el conocimiento porque no resuelve ninguna gran pregunta. Eso les diría aunque sé que no soy el mejor ejemplo y aunque esa paz, por lo general, me resulta inaccesible. Otra angustia innecesaria.

viernes, 25 de julio de 2014

Lo dejé sonar.



Sonó el teléfono y no contesté.

Lo dejé sonar.

Luego que se detuvo me decidí a contestar, pero solo había un pito.

Me quedé largo rato escuchando el pito.

Luego de unos minutos el pito cesó.

En vez de colgar, seguí con el auricular en mi oído.

No sé bien por qué, pero no quería ir a hacer otra cosa.

Entonces, de improviso, me pareció oír un ruido al otro lado de la línea.

Escuché con atención.

Era cierto: había un ruido.

Pregunté quién era.

Una voz me contestó que era la operadora.

Yo pensé que eso no existía, que solo salía en las películas.

Se lo dije.

La voz se rio.

Luego me dijo que del amor se pensaba lo mismo.

Yo no me reí.

Entonces me preguntó si quería que me comunicara con alguien.

Yo dije que no.

Nos quedamos en silencio.

La escuché sorber un líquido.

Le pregunté qué tomaba.

Ella me dijo que tomaba un té, en una taza blanca.

A mí me dieron ganas de té.

La voz pareció entender pues me dijo que si quería me hiciera uno, que ella esperaba.

Era una situación extraña, pero accedí.

Preparé té verde con durazno.

Volví a tomar el fono.

Es decir, con una mano tomaba el fono y con la otra sujetaba el té.

De vez en cuando se oía cómo sorbíamos el té.

Minutos después la voz me preguntó si había terminado.

Yo le dije que sí, pues justamente había bebido el último sorbo.

La voz me dijo que ella también.

Nos despedimos de forma sencilla.

No hablamos nada más.

Me quedé mirando el teléfono mucho tiempo.

Luego me fui a acostar.

jueves, 24 de julio de 2014

Correr tan, pero tan rápido.



-Corrí tan, pero tan rápido, que de pronto miré hacia atrás y me vi a mí misma, corriendo…

-Eso es mentira.

-Puede ser, pero es verdad que corrí rápido y que miré hacia atrás y que me vi a mí misma.

-No te creo.

-No creas. Vas a perder tú. Lo mismo le pasó a mí misma cuando iba atrás y me vio voltear y no quiso creer que la de adelante era ella misma…

-¡Más mentiras…!

-Por eso yo soy más rápida. Porque creo. Y una se hace más liviana cuando cree y casi vuela…

-No me estás escuchando.

-La gente debería probar eso. Llegarían antes a casa, desde el trabajo, y podrían esperarse con algo listo para comer, o con alguna sorpresa…

-¡Es ilógico…!

-Además el que no cree llega siempre al último, porque es más pesado… y claro, cree que llega a tiempo, pero en realidad siempre está llegando tarde…

-¡Estás hablando sola…!

-No es cierto… estoy hablando con la otra tú que va delante… tú solo escuchas ecos, y confundes las voces con los ecos…

-¡No te escucho…!

-Por eso te acercas a hablar con otros y solo son cáscaras vacías… cajas de resonancia para el eco de la voz del que va delante… pesadas cajas de resonancia…

-¡Estás loca…! ¡No quiero que vuelvas a hablarme!

-No te hablo a ti, no te preocupes… Incluso el eco te va a dejar de llegar en poco tiempo…

miércoles, 23 de julio de 2014

Los reponedores metafísicos.



Caminaba por el supermercado sin decidir bien qué comprar, cuando escuché de pronto la conversación de dos reponedores de productos, que discutían acerca de un producto vacío, que habían encontrado en un estante.

Me detuve cerca para escuchar la conversación.

-¿Entonces anoto que está vacío? –decía uno.

-No sé si corresponderá así, tan simple… -contestaba el otro.

-¿Cómo?

-Es que hay formas distintas de estar vacío, no creo que sea llegar y anotarlo de esa forma.

-Mmm…

-Quizá en observaciones…

-¿A qué te refieres con “distintas formas de estar vacío”…?

-A eso po… cosas que vienen vacías, cosas en que el vacío se hizo después… voluntariamente…

-Mmm…

-¿No se entiende?

-Sí se entiende, no es eso… lo que pasa es que igual es difícil anotar aquí…

-¿Falta espacio?

-No, no es eso… es que esto también está como vacío de nada que no sean hechos…

-Es que tienen que pasarlo a datos…

-Claro…

La conversación siguió así un rato y hasta llamaron a un tercer tipo, por radio, a quien le pidieron consejo sobre cómo anotar lo del producto vacío.

Yo escuché lo siguiente:

-Ya…

-…

-Sí…

-…

-De acuerdo. Gracias.

-¿Qué te dijo?

-Ni una hueá… o sea, lo mismo que tú…

-¿Qué cosa?

-“Nada que no sean hechos”, me dijo…

-¿Y estar vacío es un hecho?

-Puta, no sé, hueón… me confundí…

-Pues yo no creo que sea un hecho…

-¿Y si no anotamos nada, mejor?

-¿Y el producto?

-Déjalo en el basurero de las verduras…

-Sí, mejor…

-Vamos…

-Mmm…

-Qué mierda todo esto…


Y bueno… esa fue la conversación que escuché.

Luego compré una leche con chirimoya, pan de queso y helado de guayaba.

Me puse en una fila, finalmente, para intentar pagar.

Estuve tanto rato en ella, que se derritió el helado de guayaba.

martes, 22 de julio de 2014

No puede hacerse.



-Esto no puede hacerse.

-¿Qué cosa?

-Esto…mira por la ventana.

-¿Qué cosa…? No ves que estoy manejando.

-¿Pero observas esos pueblos pequeños que han aparecido a los costados…?

-Claro, ¿qué pasa con ellos?

-¿Sabes cómo se llaman?

-¿Los pueblitos chicos?

-Sí, esos…

-No. No sé.

-Pues eso no debiese poder hacerse.

-¿Qué cosa…? ¿No saberse los nombres de los pueblos pequeños?

-No… No es eso.

-¿Y entonces?

-Pasar por esos pueblos. No se debiese poder pasar por fuera de pueblos que no sabemos su nombre.

-¿Por algo moral, dices tú…? ¿Una ley que lo prohíba…?

-No. Hablo de hechos. De lingüística. De existencia probable.

-…

-O sea, pienso que de cierta forma nos quedamos en el mismo sitio.

-…

-¿No piensas lo mismo?

-No.

-¿Y qué piensas, entonces?

-Que sabemos dónde vamos… y obviamente no es el mismo lugar que el punto de partida… Y claro… no nos quedamos en el mismo sitio.

-..

-¿No estás de acuerdo?

-No… no somos eso…

-…

-Tú hablas como si todo fuese magia… como si fuésemos de un lugar a otro apareciendo como conejos desde un sombrero…

-La vida es eso.

-…

-Aparecer todo el tiempo desde un sombrero… cada mañana… cada segundo… cuando abrimos la puerta del auto y nos bajamos…

-¿Y entre tanto?

-¿Entre tanto?

-Claro… ¿Qué hay entre todo eso?

-Pueblitos pequeños, si quieres… gente que no conocemos…

-Entonces no avanzamos, nos estancamos ahí… chocamos con ellos si no podemos ni nombrarlos… No pasamos por ellos.

-Pasamos por ellos… y eso es lo maravilloso… pero pasamos dentro del sombrero…

-…

-Mira… viene el peaje.

-¿Qué?

-Que se ve más adelante la estación de peaje.

-¿Trajiste dinero?

-Claro que no… tú siempre traes.

-¿Estás bromeando?

-No.

-…

-Mierda…

lunes, 21 de julio de 2014

Una chica que trabajaba en el MacDonalds.



Una chica que trabajaba en McDonalds ideó un plan que creyó fantástico.

Dicho plan consistía en cambiar los juguetes de las cajitas felices por esos pequeños proyectos que intentan hacer crecer un poroto depositado entre algodones.

Para esto, compró una gran cantidad de pequeños vasos de colores y ella misma plantó los porotos e hizo que salieran los primeros brotes.

Luego, tras ofrecerse para cerrar un turno, se dedicó a cambiar los juguetes recién llegados por los vasos con los brotes y un gotario, para que los niños, pensaba, regasen con cuidado.

A la mañana siguiente, aprovechando que el encargado de local no llegaba hasta cerca de la hora de cierre, todo se desarrolló según lo previsto.

Y claro… los niños abrieron las cajas y encontraron los brotes.

Primero hubo sorpresa, luego los dejaron a un lado, luego comieron sus hamburguesas y untaron en kétchup sus papas fritas.

La chica, en tanto, se fijaba en sus reacciones.

Algunos regaron sus plantas con coca cola.

Otros alegaban a sus madres porque no crecían nunca.

Otros, incluso, alegaron inmediatamente a los vendedores, exigiendo un cambio.

Así, la chica que trabajaba en McDonalds –y que estudiaba para ser parvularia-, debió admitir su fracaso.

De hecho, renunció a su trabajo poco antes de la llegada del supervisor.

Mientras se iba del local, incluso, vio los basureros cercanos llenos aquello que había sido su proyecto.

Desconozco si habrá terminado o no, su carrera de parvularia.

domingo, 20 de julio de 2014

Sonámbulo.


Como dejé de ordenar concientemente la biblioteca hace algún tiempo, resulta que hoy en día la ordeno sonámbulo.

Mi hijo que vino a buscar algo a estos cuartos, de madrugada, me lo confirmó.

Al parecer yo cambiaba de lugar los libros y los hojeaba un poco, luego volvía a ponerlos en su ubicación original.

De vez en cuando, también, mientras ordenaba, olía entre las hojas.

Le dije a mi hijo que me lo confirmara así que hizo lo mismo la madrugada siguiente y me sacó una foto.

Debo confesar que me asusté, cuando la vi.

Sin embargo mi hijo se reía, mientras me contaba, y me decía además que no me preocupara, que seguía siendo yo mismo, cuando estaba sonámbulo.

Entonces, yo le pregunté a qué se refería con lo de seguir siendo yo mismo.

A eso po, me dijo.

Yo insistí con la pregunta.

Él se lo pensó un poco.

Tomar los libros con cuidado… olerlos… dijo él.

Igual que antes.

Yo lo escuché y preferí no decir nada.

Al final, él prefirió cambiar el tema y fuimos a prepararnos algo para comer.

Luego vimos un par de capítulos de una serie de animación.

Algo me inquieta y me tranquiliza al mismo tiempo.

sábado, 19 de julio de 2014

¿Usted no tiene miedo?



-¿Y usted?

-¿Yo qué?

-¿Usted no tiene miedo?

-¿Miedo a qué?

-No sé… miedo a secas, como sensación incluso…

-¿De algo externo a uno?

-Eh… sí…o sea, ¿no ha tenido nunca esa sensación?

-He tenido sensaciones, pero tú pareces llamarle miedo a una sensación que nunca he tenido.

-¿Pero cierta inseguridad ante factores externos, sorpresivos… que puedan desencadenar algo que lo angustie?

-Mmm… no sé… creo que lo que me angustia es tan absoluto que no puedo identificarlo con un factor determinado… y claro, por lo mismo no es una sensación realmente angustiante, pero hay cierta inseguridad inevitable siempre… no sé si eso es lo que quieres que responda…

-No, no realmente… En realidad quería algo más simple, algo para rellenar un recuadro y hacer un trabajo sobre fobias… temores de la gente, miedos sobre situaciones que puedan ocurrir…

-¿Como miedo al futuro, a la oscuridad o a los payasos…?

-Sí, algo así…

-Pues no…. O bueno, tal vez sí haya algo concreto, pero no sé si sirva…

-¿Qué cosa?

-Miedo a la estupidez humana... Sí, podría ponerse así, en un recuadro…

-¿A la estupidez humana…? ¿Así por sí sola?

-Sí, a lo que puede desencadenar sobre todo, lo que puede dañar… ¿a ti no te asusta?

-Pues no… a mí me da risa…

-¿Risa?

-Sí… el absurdo me alegra… no me genera angustia o temor en lo absoluto…

-Pues entonces cambio mi respuesta.

-¿Cómo?

-Creo que lo que me da miedo realmente es la risa que puede provocar la estupidez humana…

-¿Y quiere que anote eso en un recuadro?

-No. Eso es lo que tú quieres, simplemente. Yo me cago en los recuadros…

viernes, 18 de julio de 2014

Una costumbre.



Wingarden habla en uno de sus libros acerca de una costumbre presente en, al menos, cuatro pueblos balcánicos. Dicha costumbre se realizaría una vez al año, y consistiría en un extraño rito mortuorio que puede resumirse en las siguientes etapas:

1. Una familia acomodada –por lo general de la nobleza-, se hace cargo del entierro de una muchacha del pueblo, de escasos recursos.

2. Tras hacerse con el cuerpo, los jefes de familia se encargan de la limpieza del cadáver, y lo preparan lo mejor que pueden para realizar el velorio.

3. Se invita a la familia real de la joven para que participen del velorio, aunque estos deben actuar como si se tratara de la hija del matrimonio noble e incluso darles el pésame al momento de saludarlos.

4. El sacerdote, o el encargado religioso de la región, da las oraciones y habla sobre el reino de los cielos. Por último, anuncia que la muchacha será enterrada en el panteón privado de la familia acomodada.

Ahora bien, Wingarden menciona lo anterior preguntándose sobre las motivaciones de estos actos y desarrolla un análisis que apunta a cuestionar la movilidad social de aquellas regiones. Asimismo, desarrolla cierta reflexión respecto a la naturaleza del reino de los cielos.

A este respecto, su comentario apunta a la necesidad de igualarnos en la muerte, y también a hacernos cargo de esa anhelada justicia social, aunque sea en ese último momento.

Luego, ya no vale la pena, concluye.

...

Hoy, casualmente, encuentro imágenes de lo descrito en un libro que habla sobre leyendas tradiciones de la ex Yugoslavia.

Las imágenes son extrañas y perturbadoras.

Paso un dedo sobre ellas, como si fuese braille.

Guardo silencio.


Estoy seguro que Wingarden no siempre dice lo que siente, cuando escribe.

jueves, 17 de julio de 2014

1314 (1615)


Tengo la extraña sensación de que ya escribí este texto. Al menos mil trescientas catorce veces. Exactamente igual, cada palabra, solo cambio el número de la frase anterior. Por cierto, tengo la sensación de haber escrito el número con palabras para recordar, justamente, cuántas veces ya lo había hecho. Un texto terrible, claro está. Cada vez un poco peor porque sigue igual de vacío mil trescientas catorce veces. Quizá por eso, la sensación cambia un poco, mientras escribo, aunque aún no llego a desesperarme. Tal vez porque una pequeña parte de mí no está segura de lo que aquí ocurre. Debe ser por eso. Porque una voz pequeña sabe que eso es absurdo y me lleva a pensar que es simplemente un invento para el texto de hoy y cumplir así una promesa que se ha ido desgastando también, con el tiempo. Una erosión pequeñita en algún lado, tal vez. Una pista para salir de esto. Un cuento, por ejemplo, que me viene a la memoria. Un niño al que no dejan aburrirse. Un príncipe digamos, para darle el poder necesario de exigir aquello. Día a día lleno de juegos, sorpresas y actividades que imposibilitan el aburrimiento. Pero claro, toda una vida llena de actividades es algo que debe agotar, de cierta forma. El corazón latiendo a mil todo el tiempo, me refiero. Y el niño que sigue entonces sin descubrir el verdadero ritmo de su corazón sin prisas. De su otra vida plena. Hay un tipo de joystick que hace lo mismo, ahora que recuerdo. Uno que mide tu pulso cardiaco y “avisa” a la consola para que incremente la intensidad del juego en cuanto bajan las pulsaciones de quien juega. Es lo mismo ahora que lo pienso. Quizá ahí está la clave. De hecho, tengo la sensación de no haber pensado esto anteriormente. Y sí, tal vez pueda salir del bucle, si es que era cierto. Abrir la llave del agua, mojarme la cara. Llorar un poquito, tal vez. Sacar unas cuantas frases de en medo de este texto, para construir una salida. Sí, eso es lo que hago. Sin desesperarme. Terminarlo y ya está.

miércoles, 16 de julio de 2014

Algo así como el principio antrópico.



-Sucedió cuando fui por primera vez al estadio. Antes siempre veíamos los partidos por televisión, pero esa vez mi papá nos llevó al estadio. Yo era chica y apenas entendía el fútbol, pero estaba entusiasmada porque creía que iba a salir en televisión…

-¿Por qué en televisión…? No entiendo…

-Es que transmitían el partido, por la tele. Y siempre que yo los veía me fijaba en la gente del público… y quería verme entre ellos, en la pantalla…

-¿Pero cómo ibas a verte si ibas a estar en el estadio?

-Le pedí a un primo que me grabara el partido, en VHS… Ellos tenían un videograbador en esa época y yo quería verme aparecer en tv, no sé bien para qué…

-¿Y qué pasó?

-Pasó que fuimos al estadio y yo estuve todo el tiempo atenta por si veía cámaras… y bueno, mi primo grabó el partido y me prestó el video para verlo.

-¿Y después?

-Nada. Vi el video varias veces y no ocurrió nada. Es decir, había enfoques al público… estaba lleno ese día, pero de igual forma no aparecía yo por ningún sitio, era imposible reconocerme en la multitud…

-Pero no entiendo aún… ¿por qué dices que fue esa vez…?

-Porque lo fue. Viendo el video comprendí que Dios no existía. No para mí, al menos, como individuo. O sea, Dios no me podía ver a mí, a diferencia de los otros… Yo era indistinguible, y pensé que si Dios me veía simplemente como una mancha o como una parta indistinta de un todo, no valía la pena…

-No creo que hayas pensado aquello en ese entonces…

-Puede ser que no con esas palabras, pero lo pensé… aunque también pensé varias otras cosas… Por ejemplo, pensé que en realidad no existía… que no salir en la tele demostraba que yo no existía… que nunca había ido al estadio, incluso… que me inventaba todo, incluso mi propia existencia…

-Es imposible que hayas pensado eso… debes haber sido pequeña…

-Lo era, supongo, pero también supongo que es así como funcionan estas cosas: o te inventas por qué creer en Dios, o te inventas cómo dejaste de creer en él… o hasta cómo existes…

-Tampoco creo que creas eso.

-Pues no lo creas, entonces… Tal vez no creer sea algo contagioso…

martes, 15 de julio de 2014

Puntos de referencia.



-Míralos como puntos de referencia –me dijo-, no te preocupes de nada más…

-¿De qué estás hablando?

-De las sensaciones… y de los criterios morales, por supuesto… Lo bueno, lo malo… el amor, el odio…

-¿Los opuestos?

-No. No necesariamente –continuó-. Me refiero a que determinan puntos fijos, criterios que pueden ser establecidos para organizar de mejor forma todo aquello que sucede más allá de dichos puntos…

-¿Y luego?

-Luego intentas visualizar tus acciones… como datos, simplemente, como información… y los ubicas en el plano donde antes ubicaste los elementos más abstractos.

-¿En un mismo plano?

-No necesariamente, pero es importante que se cruce la información…

-¿Para qué?

-Para tener un mapa completo… una idea completa del recorrido… del ámbito del recorrido…

-¿Y luego?

-Luego no sé… lo observas si quieres, o lo adjuntas al currículum…

-¿Crees que sirva para algo…?

-Puede que no… pero puedes ponerle un halo de misterio y copiar esta conversación para la entrada del día… Hace meses que no siento que busques más, además de lo que te digo…

-…

-Además así sobrevive el blog un día más… Noto que está a punto de acabarse, pero tengo fe que dejes de poner coordenadas y te decidas por un discurso un poco más completo… y renueves el sentido…

-…

-Déjame pensar que te salve hoy día… copia estas palabras…

lunes, 14 de julio de 2014

¡Dígale que no a esa pelota...!



Estoy viendo el festival de cuadrangulares por ESPN.

De vez en cuando un bateo espectacular.

El público grita.

Cuatrocientos veinte pies…

Cuatrocientos treinta…

Un chico en la tribuna atrapa tres bolas que fueron hacia el mismo sector.

Está vestido de naranjo y tiene una gorra roja.

Cuatrocientos treinta y dos…

Una breve entrevista a un jugador que dice que hay que golpear la bola como si fuese la muerte…

Otro bromea y dice que hay que imaginarse el rostro de la suegra…

Una cámara enfoca en detalle las expresiones de los espectadores.

Todos deben esperar un golpe a algo distinto.

Decirle que no a la pelota, como canta el relator.

Avanzan las series.

Algunos van al desempate.

Todo avanza según lo convenido.

Ahora regresa el favorito.

Ya está en semifinal y la gente lo recibe entre grandes aplausos.

Ya lleva seis cuadrangulares.

Entonces es el momento de un nuevo bateo.

Si lo conecta pasa a la final y ya no puede equivocarse.

¡Y lo conecta…!

Pero justo en ese entonces se filtra una imagen en la transmisión.

Una imagen que bien podría ser la de un bombardeo, en algún lugar lejano.

Una imagen casi imperceptible, pero que distrajo a todos.

No fue un segundo.

No alcanzó a ser medio segundo.

Todos vuelven entonces a buscar la pelota.

Los jugadores se miran entre sí.

Ni las cámaras la encuentran.

El chico de gorra roja mira sorprendido, hacia la cámara.

¡Dígale que no a esa pelota…!, dice el relator.

Un perro corre por la cancha.

Vuelven a lanzar la pelota.

domingo, 13 de julio de 2014

El país del que nunca se habla.


Los recordé de pronto. Varios años atrás. La voz fue grabada pensando solo en calcular tiempos, luego no se corrigió. Nombres y otras cosas fueron cambiadas.






sábado, 12 de julio de 2014

Casi Eróstrato / Casi Empédocles



-Salí dos años con una bomba atada al cuerpo –me dijo-. Dos años buscando aquello que podía llevarme a la inmortalidad, si era destruido… Busqué catedrales, sedes de gobierno, monumentos históricos… Todo parecía ya haber sido destruido… Todo había sido despojado de su importancia… Ni siquiera hacer explotar a personas podría lanzarme a la fama… Concluí entonces que era imposible, en nuestra época, pasar a ser inmortal… Me dije que Eróstrato tuvo suerte, simplemente, de haber nacido en aquella época… Simplemente suerte…

-¿Y fue entonces que…?

-Sí, fue entonces que viajé en busca de la antigua estatua de Eróstrato… Sabía que no me haría inmortal el destruirla, pero al menos era una especie de revancha… Un ciclo incluso, que debía cerrarse… Pero claro, fue en Grecia, cuando estaba a punto de explotarla que me di cuenta que la supuesta estatua de Eróstrato representaba realmente a Empédocles… Un pequeño detalle, sabes… uno que solo me di cuenta a partir de la indagación sobre el incendiario y que no correspondía con la otra estatua… ¿Te das cuenta? Más de dos mil años confundiendo a uno con el otro, en Atenas…

-¿Dijiste que representaba a Empédocles?

-Sí… y así lo hice saber al ministerio de cultura griego, que demoró cerca de seis años en validar mi teoría…

-¿Ese fue el tiempo que viviste en Grecia?

-Así es… Me quedé siete años en realidad. Estudiando, dando vueltas… Al final me doctoré en cultura clásica.

-¿Con una tesis sobre Eróstrato…?

-No, para nada… Con una tesis sobre Empédocles. Trabajé principalmente acerca de su vínculo con Parménides y la idea de que la luna no tenía luz propia, sino que la reflejaba de otro sitio… o de otra esfera…

-¿Él fue el que descubrió eso?

-Claro… de hecho también dijo que el sol reflejaba la luz de otro sitio… y eso fue lo que me interesó… Me refiero a que justamente lo que creemos ser propiedad esencial de algo es en realidad reflejo de otra cosa… de otro ser…

-¿Y entonces ya no valía la pena explotar nada…?

-Claro… era como querer apagar la luna y darse cuenta que ni siquiera estaba encendida…

-Espera… ¿puedo preguntarte otra cosa…?

-Claro.

-¿Qué hiciste con la bomba?

-¿Con la bomba?

-Sí… ¿la explotaste finalmente…?

-No. No la exploté, pero la guardo de todas formas.

-¿Y no…?

-No... Y deja mejor de pensar en eso. Ya te dije que no valía la pena.

-Pero…

-No lo pienses.

-…

-No lo vale.

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