Wingarden habla en uno de sus libros acerca de una
costumbre presente en, al menos, cuatro pueblos balcánicos. Dicha
costumbre se realizaría una vez al año, y consistiría en un extraño rito
mortuorio que puede resumirse en las siguientes etapas:
1. Una familia acomodada –por lo general de la
nobleza-, se hace cargo del entierro de una muchacha del pueblo, de escasos
recursos.
2. Tras hacerse con el cuerpo, los jefes de familia
se encargan de la limpieza del cadáver, y lo preparan lo mejor que pueden para
realizar el velorio.
3. Se invita a la familia real de la joven para que
participen del velorio, aunque estos deben actuar como si se tratara de la hija
del matrimonio noble e incluso darles el pésame al momento de saludarlos.
4. El sacerdote, o el encargado religioso de la
región, da las oraciones y habla sobre el reino de los cielos. Por último,
anuncia que la muchacha será enterrada en el panteón privado de la familia
acomodada.
Ahora bien, Wingarden menciona lo anterior
preguntándose sobre las motivaciones de estos actos y desarrolla un análisis
que apunta a cuestionar la movilidad social de aquellas regiones. Asimismo,
desarrolla cierta reflexión respecto a la naturaleza del reino de los cielos.
A este respecto, su comentario apunta a la
necesidad de igualarnos en la muerte, y también a hacernos cargo de esa
anhelada justicia social, aunque sea en ese último momento.
Luego, ya no
vale la pena, concluye.
Hoy, casualmente, encuentro imágenes de lo descrito
en un libro que habla sobre leyendas tradiciones de la ex Yugoslavia.
Las imágenes son extrañas y perturbadoras.
Paso un dedo sobre ellas, como si fuese braille.
…
Estoy seguro que Wingarden no siempre dice lo que
siente, cuando escribe.
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