viernes, 30 de mayo de 2014

Fila frente al cajero automático.


Hago fila frente al cajero automático.

No me gusta hacer fila.

Con todo, aguanto la sensación unos cuantos minutos.

Once y medio, para ser exacto.

Entonces, observo que ya solo queda una persona antes que yo.

Y bueno… casi por inercia, me fijo en la clave que marca en el cajero.

¡Mi propia clave…!

Puede ser una coincidencia, es cierto, pero no lo acepto tan fácil.

Es decir… son cuatro números… miles de posibilidades…

Miles de posibilidades, decía, y aquel tipo tiene mi propia clave.

Y bueno… sorprendido, observo que el hombre saca dinero y se retira.

Por un costado, se retira.

Es mi turno.

Aún sorprendido por la clave compartida la introduzco en el cajero.

El cajero rechaza mi clave.

Vuelvo a ingresarla fijándome en detalle sobre los números secretos…

Esta vez no hay duda que la ingresé correctamente.

Pero el cajero la rechaza.

Incluso, me advierte por pantalla que de fallar nuevamente se retendrá mi tarjeta.

Y claro, es entonces cuando uno siente de improviso algunas cosas.

Por ejemplo, por un momento me invade un profundo malestar.

Como si el hombre anterior, de alguna forma, me hubiese robado.

No dinero, solamente, sino clave, turno y hasta identidad…

Tal vez ese hombre se robó quién soy, me digo.

Aunque claro… también de cierta forma me liberó de quién soy, complemento.

Así, quizá hasta me está dando la posibilidad de ser otro, concluyo.

Entonces, como si de eso dependiera, siento que debo elegir seguir siendo yo mismo o abrirme a la posibilidad de ser otro.

Y claro, esto se traduce en ingresar mi clave antigua o inventarme una clave nueva.

Intento decidir rápido.


“¡Apúrate conchetumadre…!” Me grita entonces un hombre que venía después de mí, para utilizar el cajero.

De acuerdo, le digo.

Y le hago caso.

jueves, 29 de mayo de 2014

Correspondencias.



Sueño que hablo con Van Gogh mientras él se come sus pigmentos.

Yo le pregunto a qué saben.

Van Gogh me contesta en un idioma que no entiendo.

Me despierto.

Busco información y averiguo si es cierto.

Y sí, Van Gogh se comió en algunas ocasiones sus pigmentos.

Debo haberlo sabido de algún lado.

Entonces hablo con un amigo y me dice que a él le sucedió lo mismo.

O sea no con Van Gogh, pero soñó que Dios se fumaba la Biblia.

Hoja por hoja, recalca mi amigo, con marihuana santa.

Yo le pregunto luego si recuerda el rostro de Dios.

Él lo piensa y me dice que no, que estaba todo el rato rodeado de humo.

Aunque recuerda por momentos que se quemó la boca y que tenía las uñas largas.

Nos parece lógico y cambiamos de tema.

Hablamos de un colegio en el que ambos trabajamos.

También hablamos del mundial.

Ambos coincidimos en que Chile va a empatar con Australia.

Pasado un rato llega un tercer amigo.

No lo veía hace años.

Sin escuchar nuestra historia empieza a contarnos un sueño.

Al parecer él escuchaba maullar un gato, en el sueño.

Entonces –aún en el sueño-, él se levanta y sale a buscar el gato.

Pero claro, el maullido del gato no demuestra que exista el gato, sino el maullido.

Y mi tercer amigo no encontró nada, en el sueño.

Finalmente, para intentar analizar los sueños bebemos un par de cervezas.

Un par de cervezas de litro.

Un par de cervezas de litro cada uno.

Luego comemos algo y repetimos la dosis.

No llegamos a conclusiones claras.

Yo termino hablando como Van Gogh.

miércoles, 28 de mayo de 2014

No Penélope.


Sin introducción, me dijo. Solo diles que destejo. Que ya no espero. Diles que busqué sus sweaters. Que no los rompí. Que destejo con cuidado. Dales a entender que solo eso soy yo. La que desteje. No te detengas en cosas superfluas. Nada de sensaciones afectadas ni añoranzas eternas. No te busques problemas. Físicamente, por ejemplo, descríbeme como quieras. Ahorra fuerzas. Piensa que no vale la pena detenerse en aquello. Piensa que digas lo que digas no es cierto. Siempre es así. Después de todo, lo único levemente cercano a la verdad es generar dudas. En ese sentido, has que se pregunten qué destejo. Qué destejo realmente. Dales indicios para que vean más allá del sweater. Más allá de las bufandas. No debe ser algo tan difícil. Es cuestión de ordenar palabras, nada más. Luego confundir es fácil. Deja que confundan los ecos con las voces. Que se den cuenta solos que también destejí significados. Que desarmé su ropa, nombre y hasta sus recuerdos.  Que destejí los hechos. Que desamarré los barcos. Diles que siempre estuvo en puerto, pero yo destejí el día de llegada. Diles que lo retrasé porque quería desenredar todo aquello que no era yo. Recalca que no soy Penélope. Destaca que un primer paso para saber quién eres es destejer tu propio nombre. Si quieres hasta ponlo como título, para que se entienda. Por último, desteje tu voz. Y deja simplemente, que las palabras floten dispersas, sobre el agua.

martes, 27 de mayo de 2014

Clavos.



Tocan el timbre y salgo a la puerta. Saludo. Es un vendedor. Se presenta y me dice que observe su mercadería. Yo me acerco y observo. Es un vendedor de clavos. Me dice que tiene de varias medidas, pero me recomienda los de cinco pulgadas. Si hubiesen usado de estos hace dos mil años, me dice, a Cristo no lo desclavan. Yo asiento. Él, entonces, hace un recorrido por el desarrollo histórico del clavo. Micenas, Babilonia, antiguos Olmecas. Algunos datos me suenan falsos, pero prefiero no cuestionar nada. Luego entrega precios, menciona algo sobre unas garantías y me pregunta cuántos gramos quiero. ¿Un kilo?, pregunta. ¿Está bien con un kilo? Yo digo que no. Me demoro un poco, pero digo que no. Que no los necesito. El hombre insiste. Se molesta. Alza la voz. Dice que ninguneo los clavos. Que no sé mirar el mundo. Grita y se ofusca señalando que estamos colgados de clavos. Hasta Dios fue una figura borrosa colgando del clavo más alto, me dice. Yo lo escucho y permanezco tranquilo. Entonces recuerdo un cuadro. Uno que siempre aparecía inclinado cada mañana, cuando era pequeño. Estaba en un pasillo. Hasta me echaban la culpa de que yo lo movía, pero nunca lo hice. Nunca salvo enderezarlo, claro. El cuadro colgaba de un clavo, por cierto. Tras analizarlo mucho, recuerdo haber concluido que el cuadro se movía porque su equilibrio era perfecto. Es decir, solo porque el mundo giraba y el cuadro era sensible a dicho movimiento. Una estupidez, quizá, pero es lo que pensaba. Se acabó el recuerdo. Entonces volví a fijarme en el vendedor que seguía gritando. Ahora me acusaba diciendo que carecía de fuerza, que yo era de aquellos que no necesitan clavos pues carecemos también de valor para agujerear el mundo. Esperé que dijera todo lo que quisiera decir. No discutí con él sobre sus apreciaciones. Por último, cuando se calmó, le ofrecí una cerveza en lata para que se llevara para el camino. El hombre aceptó. Fui hasta la nevera a buscarla y vi que solo quedaba una. Helada. Me arrepentí. Luego, regresé con el vendedor y le propuse una apuesta. Él se lo pensó un poco, en silencio. Su rostro era extraño y me percaté de una cicatriz que tenía en la frente. Esta farsa es insostenible, me dijo. Tenemos que hablar.

lunes, 26 de mayo de 2014

(Ella) ¿Qué cosas veo?



-Ella me molesta… me incomoda.

-¿Quién?

-Ella.

-¿Paula?

-Sí. Paula.

-¿Por algo en especial?

-No sé… por todo. Ella entera.

-¿Ella entera qué?

-Ella entera es falsa.

-¿Falsa?

-Sí. Falsa. Mírala.

-¿Qué miro?

-A ella po, hueón…

-¿Pero en qué me fijo…?

-No sé… en su modo de caminar, por ejemplo.

-¿Qué tiene…? Yo la veo normal.

-Claro que se ve normal.

-¿Y entonces?

-Entonces nada. Ocurre que miente bien.

-Pero el caminar… ¿por qué es falso, según tú?

-Porque no avanza. No va hacia ningún sitio.

-Yo veo que avanza.

-Es una trampa. Ya te dije que miente bien.

-…

-Si hasta su perro parece falso…

-¿Cuál perro?

-Su perro po, hueón… ayer lo tenía en brazos, en la plaza.

-¿Uno café con blanco?

-Sí. Ese. Uno chico.

-Ese era un peluche, hueón.

-Pues ya ves.

-¿Qué cosa veo?

-Que era un perro falso.

-Pero ella no pretendía que fuera verdadero…

-Pues es falso, de igual forma. Ese es el punto.

-…

-Son cuestiones básicas. No busco discutir, pero son cuestiones básicas. No sé por qué no estás de acuerdo…

-No es eso. Pero me parece que exageras…

-Simplemente digo que ella es falsa, eso no puede exagerarse. Se es falso o no lo es. Eso es todo.

-¿Y entonces?

-Entonces eso es todo, ya te dije... Ella me molesta, simplemente… Es falsa. Dejémoslo así.

-Pero…

-Nada. Es fácil. Dejémoslo así.

domingo, 25 de mayo de 2014

Disparar en todas direcciones.



Si vas a disparar, me dijo, dispara en todas direcciones. Puede que sobrevivas de esa forma.

Yo estaba en un restaurant barato, pidiendo el plato del día.

Creo que eran tallarines con albóndigas, o algo así, sencillo.

Fue entonces que él se acercó desde una mesa vecina y me dijo aquella frase.

Luego dejó una bolsa de género sobre la mesa, y se fue del lugar.

Ni siquiera me fijé como era el hombre.

Justo entonces trajeron el plato del día y yo debí bajar la bolsa que había dejado el tipo.

La bolsa estaba pesada y percibí en ella un objeto duro, de metal.

La dejé junto a mis piernas.

Comí.

No recuerdo el sabor de lo que comí, pero estaba bien.

O sea, era el plato del día nada más.

Me refiero a que da lo mismo cuál sea el plato del día, mientras sea del día. Soy feliz con eso.

Miré a las otras personas del local.

Dos mujeres con bolsas.

Un viejo solo.

Un escolar y su padre.

Dos garzones a la vista.

Tomé la bolsa y metí la mano sin que nadie lo notara.

Ni siquiera intenté juzgarlos.

Pedí la cuenta y guardé un trozo de pan en mi bolsillo.

Todos ignoraban lo iba a suceder.

sábado, 24 de mayo de 2014

Con la lluvia y el invierno aparecen las cosas reales.



-Con la lluvia y el invierno aparecen las cosas reales… por eso me gusta el invierno.

-…

-Me refiero a que aparece la verdadera piedra, la verdadera tierra bajo el barro… ¿No te has fijado?

-…

-Tras la lluvia, por ejemplo… ¿has visto las piedras mojadas, tras la lluvia? Como que aparecen los colores ocultos, o hasta rostros en las piedras, si las miras bien…

-…

-Si siguiera lloviendo, yo creo que aparecería lo real… Como que el barro escurriría y dejaría algo al descubierto… ¿Qué crees tú?

-¿Algo como qué?

-¿Algo como qué, qué?

-¿Qué es ese algo que quedaría al descubierto?

-Ah… no sé… algo real… más real que sin lluvia…

-¿Y si lloviese mucho?

-¿Cómo…?

-Si llueve mucho y en vez de dejar al descubierto todo se inunda…

-También sirve eso, creo yo… O sea, eso también me da la impresión de algo verdadero… algo que puede ser cubierto… como que hasta uno es más verdadero de esa forma…

-¿Uno es más verdadero cubierto de agua?

-Suena tonto, pero tal vez sí… O más consciente de ti mismo, al menos… Como cuando los niños se esconden bajo las sábanas… Debe ser hermoso eso, no crees, el mundo entero bajo las sábanas… bajo el agua…

-…

-Estoy seguro que las cosas falsas flotarían… nuestras inconsistencias… nuestras pequeñas y grandes mentiras… todo eso se iría a la superficie…

-¿Al final hablas del invierno o de estar bajo el agua…?

-Del invierno, claro…

-…

-O sea, simplemente digo que el invierno nos despoja de eso que es falso… como a los árboles… estoy seguro que son más ellos mismos, desnudos, en invierno…

-¿Y servirá eso para algo?

-¿Qué cosa?

-Ser más uno mismo… saber eso al menos…

-Pues no sé, yo…

-Pues, entonces cambiemos de tema.

-…

-¿Estás de acuerdo?

-Ok. Cambiemos de tema.

viernes, 23 de mayo de 2014

Todos en el sitio equivocado.



No hay relojes malos.

No hay relojes con la hora equivocada.

Todos están bien, en algún sitio.

Pero claro: hay que encontrar aquel sitio.

Moverse rápido.

Anticiparse casi.

Todo para que en aquel lugar el tiempo permita aún habilitar nuestros relojes.

Revivirlos.

Hacerlos útiles, me refiero, aunque sea un instante.

Cuenta así, por ejemplo, un jardinero en Giverny, que encontraron cientos de relojes en el fondo de un estanque.

Todos funcionando.

Todos con una hora que debía ser correcta en algún sitio.

Pero claro… no le dieron importancia a aquel descubrimiento y hoy los relojes siguen andando en un Museo que nadie visita.

Yo los vi una vez, hace mucho, y me arrepiento hoy de no haber intentado rescatarlos.

Me arrepiento de no haber buscado el sitio aquel donde esos relojes funcionasen.

Me arrepiento de haberlos dejado así, suspendidos bajo un vidrio, como cientos de pequeñas Blancanieves mecánicas…

Y es que hoy veía fotos.

Hoy recordaba algunas cosas.

Hoy me parecía escuchar casi, esos cientos de relojes palpitando, como pequeñas vidas despojadas de vida.

Permítanme entonces, al menos, lamentarme:

¡Pobres relojes del fondo de un estanque…!

¡Pobre estanque, incluso, despojado de sus relojes…!

¡Pobre y errado jardinero de Giverny…!

Todos en el sitio equivocado, a fin de cuentas.

Todos sin culpa en todo esto.

Todos en el sitio equivocado.

jueves, 22 de mayo de 2014

Tres balas.



-¿No te ha pasado eso de querer disparar una pistola?

-¿Una pistola…? Pues no… No que yo recuerde, al menos.

-Pues a mí sí… -me dijo- . Papá tenía una guardada en un cajón, junto a unas ropas que ya no se ponía… y de vez en cuando iba a escondidas, la sacaba y jugaba con ella…

-¿Estaba cargada?

-Sí. Tres balas –señaló-. Yo cargaba y descargaba la pistola… Luego la dejaba en su sitio.

-¿Has pensado por qué lo hacías?

-Sí… O sea, nada profundo… pero yo quería dispararle a algo. Supongo que ese era mi sueño…

-¿Lo hiciste alguna vez?

-¿Disparar?

-Sí. Disparar.

-No sé… o sea, recuerdo algo, pero tal vez lo inventé… Fue por el tiempo en que papá se enojó con mi madre y se fue de casa… Deben haber sido unas semanas, pero yo pensé que era para siempre y que me podía quedar con la pistola… Además nadie más sabía que existía…

-¿Tu madre no sabía del arma…?

-No. Nada. Estoy seguro.

-…

-Recuerdo que esa vez fue extraño, porque se dieron las condiciones y yo no sabía qué hacer… O sea, estaba solo en casa… y estaba decidido a disparar… Pero solo entonces caí en cuenta que no sabía a qué dispararle… Imagínate, meses planeándolo y de pronto voy a disparar y no sabía a qué apuntar… Me daba miedo romper algo… matar algo… No sé bien cómo explicar la sensación…

-¿Pero disparaste? –insistí.

-No sé… De verdad que no sé… Yo recuerdo que sí y que finalmente disparé al aire… con miedo pues pensaba que la bala igual podía caer en algún momento, y matar algo… Pero claro, disparé al cielo y finalmente no vi que pasó con la bala, aunque en ese entonces veía como una posibilidad el haber matado a alguien con a bala de regreso…

-¿Y por qué no estás seguro si disparaste?

-Porque cuando mi padre regresó, a las semanas… me llamó un día y quiso enseñarme la pistola… Me la mostró como si fuese un secreto… y me mostró las tres balas… Dijo que esas eran tres para proteger a cada uno de los tres integrantes de la familia…

-¿Volviste después a jugar con la pistola?

-No. Papá volvió a irse al poco tiempo y se la llevó. Yo pasé un tiempo buscando las balas de mi madre y mía por si las había dejado… pero se llevó las tres.

-Mejor. Más seguridad –comenté.

-Sí –dijo él-. Un poco más.

miércoles, 21 de mayo de 2014

No sé bien cómo explicarlo / Nunca actúo



-No sé bien cómo explicarlo… -le dije-. Es como un cómic metafísico… tradicional, pero metafísico… No sé bien cómo explicarlo…

-Deme un ejemplo.

-Batman. Imagínelo en una situación tradicional… Persigue al malo, lo atrapa… o algo así… Imagínelo ahora llegando a la baticueva… Imagínelo llegando, pero viendo de pronto otro Batman… otro Batman sentado frente a la baticomputadora… Pero no otro… o sea, otro que es él mismo…

-¿Alguien disfrazado?

-No. Más bien una visión. Batman se ve y luego no se ve. Entonces queda dudando. Algo sin importancia quizá… pero todo comienza a volverse una especie de rizoma… Se saca un antifaz y descubre que tiene otro… Cosas así de pequeñas, pero que van sumando, hasta que ya comienza a sospechar del mundo…

-¿Del mundo?

-Claro… o sea, empieza a fijarse en los bordes… en los pliegues… Los bordes de las telas… las esquinas de la baticueva… y por momentos parece encontrar pequeñas señas…

-¿Señas? ¿De qué?

-Detalles… o sea… pequeñas cosas que no calzan… Como una baticueva dentro de la baticueva… como si al final de un camino siempre comenzara otro…

-¿Y lo imagina con Batman, solamente?

-No. Lo imagino más bien como una zaga… Con Superman, el Hombre Halcón… todos los súper héroes en situaciones similares… Linterna verde desconfiando de la realidad de su anillo… Flash deteniéndose a pensar el movimiento de sus pasos… la Mujer Maravilla obsesionada con el nudo de su lazo…

-¿Y se trataría de un villano… de un virus…?

-Más bien una sensación… una especie de estado que los lleva a detenerse en pequeños instantes…

-¿Detenerse en pequeños instantes? Deme otro ejemplo.

-Linterna verde. Imagínelo frente a un semáforo en verde, uno de esos en que aparece una figura humana caminando… Imagínelo preguntándose a dónde va esa imagen… saliendo de sí mismo para detenerse en una incógnita…Ese es un pequeño instante… un súper pequeño instante, si se quiere… una grieta…

-¿Y entonces?

-Entonces, a partir de pequeñas conversaciones… los súper héroes deciden hablar lo que les pasa… e incluso, hacen una gran reunión para decidir sus próximos pasos…

-¿Y…?

-Y entonces la reunión se realiza… Cientos de súper héroes en un gran salón moviéndose y conversando de lo que les sucede… una especie de caleidoscopio cambiando a cada instante, pero a la vez dejando escapar algo… viñetas donde se aprecie todo desde arriba, y que como pequeños detalles, comenzaran a desaparecer personajes, desde el grupo…

 -Adelántese al final, Vian… No tengo más tiempo.

-¿Pero le interesa…?

-Ni una mierda… pero soy un caballero. Concluya, por favor…

-…

-¿No quiere decir el final…? ¿Se molestó…?

-…

-Piense que solo daña la historia, si no la cuenta…

-Va a tener que imaginar un final usted mismo –dije entonces.

-Pues déjeme decirle que actúa usted como un imbécil, Vian…

-No actúo.

-…

-Nunca actúo.

martes, 20 de mayo de 2014

Un paseo / Un perro pekinés / Algunas gotas



Uno de mis vecinos trabaja paseando perros.

Compró unas correas especiales y hace turnos en los que se encarga de pasear al menos diez.

A veces lo encuentro en la plaza o caminando por calles cercanas.

Siempre avanza al mismo ritmo y con una expresión serena.

No parece desagradarle su trabajo.


Un día nos topamos en una vereda y nos saludamos.

Su expresión no era tan tranquila como de costumbre.

-Uno de los perros habla –me dice-. Necesito que me ayudes a ver cuál es.

Yo pienso que está bromeando, pero le sigo el juego.

-Finge que hablamos otra cosa y permanece atento… -me dice.

Yo lo hago.

Sin fe.

A los minutos, sin embargo, descubro que no es broma, pues escucho claramente a un pekinés decir algo sobre el tiempo.

-Parece que va a llover –escuché decir al perro.

Entonces, a punto de avisar a mi vecino, me permito levantar la vista y mirar el cielo, para ver si la impresión es cierta…

Y claro… justo entonces me llega una gota, en la frente.

Luego llegó otra.

Y bueno… se me olvidó todo, salvo esas pequeñas gotas.

Mi vecino debe haber esperado un poco y luego simplemente se fue.

Yo, en tanto, me quedé ahí, justo bajo una tercera y una cuarta gota… maravillado.

lunes, 19 de mayo de 2014

Observo.



Observo un afiche donde se promociona un evento.

El evento es una carrera para la cual hay que inscribirse.

Me inscribo en la carrera.


Me entregan una camiseta y un número autoadhesivo

El número autoadhesivo debe pegarse al inicio de la competencia.

La competencia parte puntual a las 9:00.


No veo a nadie en la línea de partida.

La línea de partida está marcada con pintura azul, en el suelo.

El suelo está lleno de papel picado, de varios colores.


Sin mirar hacia los lados comienzo mi propia competencia.

Una competencia en la que apenas competía contra mí mismo.

Contra uno mismo no se puede ganar ni perder, una competencia.


La vida es tan lenta que hasta las tortugas pasan de largo.

Pasan de largo y dejan la vida atrás, pasándose de sus bordes.

Los bordes de la vida indican el fin de la tortuga.


No sé si es bueno pensar demasiado durante una carrera.

Una carrera en la que te detienes de golpe, justo en medio.

En medio de la carrera, me detengo para observar el cielo.


Entre las nubes, comienzan a verse rayos de un intenso amarillo.

Un amarillo que es cálido y que me lleva a pensar también en otras cosas.

Otras cosas que me llevan a hacer un resumen sencillo, de una última situación.


Resumo:


La luz que recibía me hacía proyectar una sombra.

La sombra era una palabra.

La palabra no tenía sentido.

domingo, 18 de mayo de 2014

Nobita. Mal final.



-¿Te acuerdas de Nobita?

-¿El del gato cósmico?

-Ese. El chico de lentes…

-Sí, me acuerdo.

-¿Pero te acuerdas del capítulo en que visitó Júpiter?

-No. No lo veía mucho, realmente.

-Pues ocurrió que el gato cósmico… Doraemon creo que se llamaba, le permitió a Nobita viajar al mejor lugar para que pudiese concentrarse… Sacó una máquina del bolsillo mágico y envió a Nobita a Júpiter, con un cuaderno de matemáticas…

-¿Para qué un cuaderno de matemáticas?

-Para que estudiara… ese era el objetivo, que Nobita se concentrara y pudiera estudiar…

-Ah. Entiendo.

-Pues bien, la teoría era que la concentración sería mayor en el lugar más solitario que encontrase… sin juguetes, sin nadie con quién jugar, sin tebeos…

-¿Y funcionó?

-Al principio sí… pero claro, Nobita se puso a mirar hacia todos lados y no comenzaba nunca su tarea…

-Es lógico… cualquiera se pondría a ver el planeta…

-Quizá… pero Júpiter era todo nebuloso… iluminado, pero luminoso, no se veía nada especial… Así que Nobita se concentró un poco y hasta hizo unos cuántos ejercicios…

-¿Y entonces?

-Entonces Nobita se sentía feliz e intentaba seguir, pero comenzó a escuchar un ruido…

-¿Un ruido?

-Sí, o sea, una especie de sonido constante… y se asustó… y dejó de hacer la tarea… y gritaba para que Doraemon lo volviese a llevar a la Tierra…

-¿Qué era el ruido?

-No se dice bien, pero el gato le da a entender, mientras lo regaña, que era su propio corazón… Es decir, Nobita alegaba que el único sonido que hacía su cuerpo era el de las tripas, cuando tenía hambre, pero Doraemon le dice que el corazón hace sonidos como de tripas, cuando está más solo…

-¿Cómo “más solo”?

-Más solo porque se está en un lugar más grande… y entonces le empiezan a sonar como las tripas al corazón…

-¿Eso pasaba en el capítulo?

-Sí… era un poco más simple y menos poético, pero en el fondo esa es la historia…

-¿Y qué pasaba al final… se reflexionaba sobre eso, o algo así?

-No. Doraemon le preguntaba a Nobita por su tarea y este le decía que al menos alcanzó a hacer unos ejercicios… pero claro… el cuaderno se le quedó en Júpiter… y Nobita se pone a llorar por ser olvidadizo.

-¿Y no vuelve a buscarlo?

-No. Creo que al volver a máquina se había dañado, o algo así… Y bueno... simplemente termina de esa forma.

-Mmm... qué mal final.

-Sí. Malito.

sábado, 17 de mayo de 2014

**La noche que no es.


Encuentro un block con algunas acuarelas de una época lejana. De entre ellas, corto y escaneo una que tiene atrás unos versos, que transcribo. No quiero hablar de otras cosas. Tampoco corrijo los versos, que a veces delatan haberse escrito así, de una tanda. Cierro los ojos para dormir, pero no puedo. Abro los ojos. Lo intento. Así estoy.


**La noche que no es.


Durante algunos minutos permanecieron en silencio
Él tenía una mano empuñada y ella tenía las suyas abiertas
Quién sabe cuán distintos eran sus silencios

Pero entre ellos algo así como un acorde no determinado
O algo así como una música que se desvanece demasiado lejana
Algo en definitiva estaba ahí como una flor en medio de ambos

Pero el azar a veces, o el infortunio aquel al que tememos dar nombre
Hizo del silencio de ambos un nudo que los amarró de espaldas al mástil de la vida
Y el hombre aquel de mano empuñada, ojos también empuñaba como para asirse a sí mismo

Quién sabe si el nombre aquel del infortunio no era su mismo nombre
Aquella invocación lanzada como una piedra irracionalmente hacia lo alto
Quién sabe si el nombre aquel del infortunio era el silencio mismo. O aquella flor

No. Ocasiones hay en que se invoca la noche sin desearlo
Y de manos abiertas o empuñadas en medio de la tormenta y sin sirenas
Como un cuervo agitado quién sabe si es el silencio mismo quien viene a picotear los ojos

Entonces, en medio de la noche las sombras cobran peso. Aplastan las sombras en la noche
Pesan como animales muertos. Como manos abiertas por las que no escurre el aire
Aplasta el sol con sus rayos que nada ve. Ciega entonces el sol. Los ojos siega

De esta forma teme abrir su puño el hombre
Esconde su brazo para no ver en su puño una mano abierta recogida
Teme ver el hombre su propio sol y desvanecerse en lágrimas

Yo soy el hombre muñón. Piensa el hombre
Mis dedos no se hicieron para acariciar ni asir lo que no es
Astilla el hombre su nombre como si un sueño fuese o una flor

No. Nada ve el hombre con sus ojos astillados y el alma misma como un puño
Nada ve en medio de la noche que no es
Náufrago de sí mismo quiere ser, pero en él no hay orillas

Nada sabe el hombre de la flor que nace a sus espaldas
No sabe de sus manos más que una es puño y nada encierra
Escapa el hombre de su sangre pues sordo es hasta de sus propios latidos

Visto desde lejos no sabe el hombre que en la noche que no es
Él entierra uñas en sus sueños y solo arranca carne de sí mismo
El hombre muñón no sabe que florece

Su propio nombre desconoce y pretende arrancarse a sí mismo de sí mismo
Enternece casi su absurdo y su mano no empuñada
Quién sabe si busca un nombre ya olvidado. O acaricia el aire o una flor

No. No es noche la noche que no es y no es oscura
Y en el silencio un nombre se agita como una bandera arrancada por el aire
Y el aire llega al hombre como si de una estatua de barro se tratase

Manos abiertas como diez vidas ofrecidas lo acarician
Tiembla en el hombre su carne como si saltasen dentro semillas nuevas
Un nombre escucha en el latido y el aire del nombre lo despeina

Duelen los músculos del hombre aferrados al hueso. Agarrotados
Brilla su despliegue como si lloviesen lámparas encendidas
Entonces una mano aferra al hombre y su puño se desgarra como en parto

Desde aquí todo puede verse. Piensa el hombre
Todo puede verse y a la vez puede perderse todo en un instante
Quién sabe si el aroma es ella o está en ella. O en aquella flor



viernes, 16 de mayo de 2014

Heródoto.



Leo a Heródoto.

No sé bien por qué, pero aquí me tienen otra vez, leyendo a Heródoto.

Sin pensarlo, como un objeto devuelto a la orilla, por el mar…

Un poco dejándome llevar…

Un poco cansado…

Supongo que siempre es de esa forma.

Y es que es así, como regresamos a Heródoto, me digo.

Así regresamos…

Me paro frente a él.

Lo observo.

Aquí vengo de nuevo, le digo, sin mucho qué contar.

Él sonríe.

Me habla.

Entonces, vuelvo a pasar por Clío… por Euterpe…

Vuelvo a detenerme en las opiniones dejadas como trozos vivos, olvidados…

Y hasta vuelvo a pensar en mi propia historia que no sé, finalmente, si ha agregado o no un nuevo capítulo, que contar.

Así, Heródoto me habla mientras permanece atento a mis propios comentarios.

Es decir… narra alegremente, mientras va tomando apuntes en un cuaderno viejo, que tiene sobre sus piernas.

Y claro… yo hasta me siento importante, cuando lo hace.

Y es que Heródoto te mira a los ojos y anota unas cuantas palabras… y es entonces cuando de alguna forma te sientes orgulloso, pues algo de ti ha sido también recogido…

No es, en todo caso, que veas lo que anota, pero de igual forma te emociona.

Te duermes así, escuchándolo, consciente de que algún día leerás, en alguna línea olvidada, tu propia historia.

Todo parece un regalo.

Esa noche, incluso, tienes un buen sueño.

jueves, 15 de mayo de 2014

El lugar donde cayó un rayo.



Todos vienen a ver el lugar donde cayó un rayo.

Puede ser algo difícil de creer, pero lo cierto es que hubo varios testigos.

La marca, por otro lado, quedó registrada por años y hasta vinieron de tv, para hacer una nota.

Fue una nota ligera, para un matinal, pero al menos me convenció para construir mi biblioteca, justo sobre aquella marca.

Hace poco, sin embargo, -no recuerdo bien a raíz de qué-, volvió a salir aquella nota, y tuve visitas todo el día.

Debí correr un estante y una alfombra, luego enseñé la marca.

Algunos se fotografiaron con ella.

No se los dije, en el momento, pero a solas, debí admitir que la mancha había cambiado.

Tenía, por ejemplo, un tono verdoso claro.

Por la noche, incluso, pude percatarme que la marca brillaba un poco.

Muy poco en todo caso.

Esa misma noche, recuerdo, me levanté para ver de cerca aquello que sucedía.

Me incliné sobre la marca, y con la punta de un dedo, fui marcando el borde irregular que mantenía.

Recordé cosas.

Volví a acostarme.

A veces uno llama al rayo, me dije.

Al otro día, de mañana, descubrí que la marca había desaparecido.

miércoles, 14 de mayo de 2014

Sacar la pajita más corta.



Tú lo ves como una desgracia. Yo te entiendo. Es decir, a mí también me lo dijeron: velo de otra forma… Piensa que sacaste la pajita más corta… A alguien le tenía que tocar… Cosas de ese estilo.  Palabras que quizá pretendían ser un consuelo y que al final no fueron nada. Por eso te entiendo. Pero claro… entender no significa compadecer ni mucho menos. Además no hay de qué mierda compadecer. Ni siquiera hay tiempo para eso. Hoy por ejemplo vi a un tipo mirando una hoja. Una hoja de árbol, me refiero. O sea, yo no sabía qué miraba y entonces esperé hasta que lo descubrí. Dejó la hoja sobre un banco y se fue a otro sitio. Yo fui y tomé la hoja. La miré con cuidado. ¿Sabes cuánto rato se puede mirar una hoja? Es decir… yo creo que uno podría levantarse cada día y mirar esa hoja… Y no son solo los detalles… Varios minutos estuve en eso hasta que me fijé que alguien intentaba descubrir aquello que miraba y entonces me fui y dejé la hoja… y ese alguien se acercó a verla… No vi más porque era tarde y debía llegar a otro sitio. No sé si me explico… Piénsalo así: hay hojas en todos sitios. Suena medio Coelho la hueá, pero te lo digo como una cuestión simple. Básica incluso. Y si no hay hojas debe de haber piedras. El mundo está lleno de cosas. Algunas son feas, claro, qué se le va a hacer. El otro día leía, por ejemplo, que el cuerpo también produce cosas. Cosas así como ajenas a uno, me refiero. Cosas como piedras, leía. Hasta trocitos de cristales, similares al hielo. Y claro, a veces nos matan esas cosas. Pero no lo veo como una desgracia, aunque suene un poco así. Así, sacar la pajita más corta termina no siendo tan malo después de todo. Me refiero a que casi siempre deriva en que hagamos algo que lo demás no hacen. No es tan malo, si lo piensas. 

martes, 13 de mayo de 2014

Cuatro idiomas.



Me presentan a una chica que habla cuatro idiomas.

Yo también me presento, aunque hablo uno.

Me cuentan que traduce cuentos para niños.

Yo digo que está bien.

Estamos un rato reunidos, con amigos.

Bebemos unas cervezas.

De vez en cuando le piden traducir palabras, o frases.

Cenicero.

Ampolleta.

Ordenar la biblioteca.

Ella traduce, sin problemas.

Yo asiento.

Sin darme cuenta mis amigos han comenzado a irse.

Entonces, me quedo a solas con la chica que hablaba cuatro idiomas.

Pido otra cerveza.

Sin que le pregunte, ella comienza a explicarme cómo se dice cerveza en varias lenguas.

Yo escucho.

Una hora después, ya dejando el local, confesamos que no teníamos nada que decirnos.


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