viernes, 30 de abril de 2010

*** Bud

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Bud era un tipo grande
Estacionaba el camión en la avenida
Y saludaba a mamá levantándola por la cintura
Luego le daba una palmada en las nalgas
Y me enviaban a jugar fuera

Pero afuera nunca había nada excepto yo
Lo que no hacía excepción alguna
Eso y el sol que daba sobre el cemento partido
Calentando el suelo como si por las mismas grietas
Pasase el calor a esconderse debajo

Bud decía que mi madre tenía un buen culo
Y ella reía como si aquellas palabras hubiesen sido flores
Que Bud depositase en un culo que pasaba ahora también a ser florero

¿Ves ese perro? Dijo Bud un día
Yo estaba sentado en la cuneta mirándome los pies
Te doy cinco dólares si impides que meta su hocico en la basura
Yo miré al perro y la basura amontonada al otro extremo de la calle
Y pensé en esos cinco dólares que nunca había tenido
Luego miré el torso desnudo de Bud y la manera en que tenía agarrada a mamá

Vale, le dije. Y fui hasta la cuneta más cercana a la basura
Que quedó entonces amontonada a mis espaldas

Apenas quedé solo en la calle
El perro comenzó a acercarse
Yo busqué algunas piedras y esperé

El animal tenía poco pelo y una pata torcida
Pero yo también estaba a mal traer y tenía apenas cinco años
Por lo que podía considerarse una pelea justa

Entonces
Como si el sol bajo el suelo volviese arriba de golpe
Descubrí que no estaba solo en medio de la calle
Y como estaba a mal traer y tenía apenas cinco años
Terminé correteando tras el perro de una cuneta a otra
Escuchando apenas los gritos que salían de mi casa
Y corriendo sin parar hasta que los vidrios se esparcieron por la calle

Bud se encontraba ahora fuera de casa
Había una ventana rota y mi madre estaba en la puerta
Vestía una camiseta blanca que estaba un poco sucia
Y unos pantalones cortos que apenas se veían por debajo la polera

Recuerdo que los pies de mamá estaban muy cerca de pisar los vidrios
Y que hubo un momento de silencio

Quiero mis cinco dólares. Le dije entonces a Bud
Él se volteó hacia mí
Fue entonces que el perro le ladró
Y hasta intentó morderlo cuando me vio caer al suelo después de recibir el golpe

¡No te doy cinco dólares para que juegues con esa mierda! Gritó
Mientras le lanzaba un puntapié al perro
Luego gritó mamá y comenzaron a verse por las ventanas los rostros de los vecinos
Para ese entonces mamá ya había pisado los vidrios
Y avanzaba tras de Bud quien estaba subiendo a su camión

Unos segundos después se encendió el motor
Y fue como si una voz enorme hubiese hablado para que todos guardasen silencio

Mamá había quedado como una estatua
Con la vista fija en el camión y yo unos pasos tras ella
Mirando los trozos de vidrio enterrados en la piel
Observando la sangre manchar el pavimento

Recuerdo que me acerqué hasta ella
Pensando si ayudarle o no a sanarse los pies
Hasta que ella se volteó de pronto y me llevó en andas a la casa

Esa noche
Después de comer
Pusimos un cartón grueso en la ventana rota
Y esperamos

Cuando no hubo ninguna luz en la calle
Ella me dijo que debía buscarle un nombre al perro
Y me besó

Luego salió por última vez fuera
Y desparramó como una loca silenciosa la basura por la calle

jueves, 29 de abril de 2010

Yoabril

Ya se acaba el mes, y no tengo ganas de sacar nada en limpio. Hace unos días logré terminar una de las deudas que tenía, he escrito algunas cosas que no logro hilar, he visto una cantidad excesiva de películas, leído algunos libros, he estado bastante con mi hijo... pero creo que enumerar todo esto es muy distinto a sacar algo en limpio.
Adentro de uno todo está tan revuelto que no logro situar bien aquello que hago, y muchas de estas cosas quizá se estén perdiendo pues no alcanzo a darles una forma, y entregarlas, que al final es lo que cuenta. No me interesa consumir aquellas películas o libros, me interesa alcanzar a transformarlas, situarlas, y sentirme en algo que ellas nutran, de cierta forma, y no sean sólo aire con que se llena un globo.
Pero el caso es que los temas que me desnivelan no logro dejarlos atrás, incluso no quiero dejarlos atrás, en cierto sentido. Y acarrearlos quita energía, agota, hace cuestionar sentidos. Frena. Y estoy un poco colapsado con aquello.
Quizá en el blog he podido hablar de algunas cosas, como para ir desinflando el globo y que no reviente, pero también he dejado muchas otras fuera, y de hecho cualquier proyeto serio de escritura se ve mermado un poco por esto donde no puedo dejar de insegurizarme ante exponer algunas cosas, y escribir de forma sencilla, tratando de evitar grandilocuencias, o cosas por el estilo. Además debo reconocer que hiere mi orgullo. Las pocas veces que miro alguna cosa que escribo la siento terrible. Mal escrita, y abierta a un montón de críticas o cuestionamientos que, sin embargo, nadie perdería la pena en hacer.
Bueno, casi nadie.
El otro día bloquee un seguidor que se ponía a cuestionar dos palabras de una frase que según él no describían correctamente cierta visión que había pretendido el director de una película y... ¡qué mierda! El día que la escribí hice una prueba, trabajé seis horas frente a curso, anduve hora y media en locomoción, busqué unos materiales para llevarle a mi hijo, leí una novela, vi dos películas, me sentí como la mierda algunas horas... me bañé, comí, fui a comprar... y entre eso escribí algo sobre varias cosas y entre eso comentaba algo sobre una película... ¡qué mierda! que si no enfoqué no sé qué aspecto... que al parecer soy capaz de más de lo que escribo acá, me decía... obvio que sí. Esto no es mi vida. Intento hacerlo limpio y con afecto para que no sea sólo sacar el aire de un globo para que no reviente, intento volcarlo en algo positivo y luego seguir fuera... Y sí, es cierto, a veces me sale mal, y no expreso todo... pero es que ni siquiera alcanzaría... y gastaría pero mis energías...
¿Quieres que escriba mejor? Puedo hacerlo. Pero no me interesa demostrar nada, sería un camino equivocado, aunque me nazca hacerlo porque también estoy harto de ponerme o que me pongan en duda.
Como sea. Ni siquiera veo las películas o leo libros por un tema intelectual, o de erudición. Poco me importa. La inteligencia, y la "cultura general", son los últimos en mi escala de valores e intereses, respectivamente. Leo porque hay gente que escribió, veo películas porque hay gente que quizo decir algo, hacerlo es una forma de acercarme a ellos, a alguien... Intento ver cosas que me aporten y muchas veces desestabilizan... películas que pueden cambiar la vida de alguien, termino viéndolas demasiado seguido y yo ni alcanzo a tomar forma...
Sí, es erróneo, y trato de mejorar algunas cosas, para no desperdiciar... pero es casi como ponerle atención a mis alumnos... si me preguntan algo ahí estoy... más allá de lo absurdo que, objetivamente, pueda ser... y en ese sentido trato de escuchar: libros, películas, gente viva, la naturaleza, la tortuga que increíblemente me encontré en una calle hoy día mientras esperaba un colectivo... y trato de ver que me dicen... la hermosa luna llena de ayer... hasta el partido de recién en que la chile ganó al alianza 1 - 0, o la película que también terminé de ver hace un rato de un tipo que quería llegar a un museo olvidado bajo el mar, porque era además el lugar desde donde podría venir un cambio de ruta (sí quizá no sean las dos palabras más precisas) para la humanidad que había destruido todo lo que había en torno a ella y dentro de ella... una película rusa de un director que trabajó con Tarkovsky en Stalker (y se nota) y que quedó intentando expresar lo que esa película expresó, intentando enfocarla más profundamente, desmenuzarla quizá... buscando las dos palabras correctas quizá... pero sin pasar, necesariamente, a otra cosa.
Pero ya al hablar de esto dejo afuera mil cosas, las películas checas de las que no hablé, algo de Carrol y Kenzaburo Oé y otras cosas que han ocupado estos días y de las que no alcanzo a dar cuenta.
Así que si mi "yo-abril" fuera como un calcetín y ese calectín se diera vuelta y además se estrujara y además se deshilvanara y terminara de romperse, -porque sí tengo papas, debo reconocerlo... mi alma entera es una papa en el calcetín de mi yo-abril- lo que podría encontrase, en parte, quizá sería esto:
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LasaventurassubterráneasdeAliciaUnacuestiónpersonalDaphneduMaurierPoeCarverCheeverBukowskyBajoelpesodelaleyMisterytrainBartokVermeerRembrandtLisztElcremadorCarloCollodiNormanMailerunacassatadechocolateunenfriamientocansanciolapizarrayalascincodelatardeBalthusTurnerDegásFlanneryO´ConnorMishimaKafkaLispectorLalámparaCartaaunaseñoritaenParíselastronautaamericanoagotamientopharmatontrsitezamailsdesaciertosElvisitantedelmueseoLopushanskyVynalezZkazysoldadosdeterracotavioletaparraartegeométricoroalddahlmihijoelhombrequefuesupermanthehoneymoonkillersWoodyAllenLospadrinosmágicosRobinsonCrusoeNarcisonegroSangreSabiaCocodriloCassavettesSushiPruebasvisitasamigosbendicionesPublicaciónenD1LascoronasdelmarineroEncuentroliterarioCuentodelalunapálidadeagostoOzuMonetModiglianiAlexdelaIglesiarabiarecuerdosnostalgiafotografíasSokurovSaintExupéryMúsicadecañeríasPastoCartasdePessoaaOfeliaKaurismakiNirvanaPoemasdeAusterGuíadeKazantzakisAcuarelaBradburyPragaTristezaNothombDolordecabezaDolordecabezaDolordecabezaDolordecabezaCansancioAgotamientoColapsoUngloboreventándoseDolordecabezaDolordecabezaYoMiYoAbril

miércoles, 28 de abril de 2010

Lo que queda en el tiempo, o El violador de peluches.

Este viernes cumple años un amigo. Un ex-colega de un colegio donde estuve varios años, quizá muchos. Del colegio ya hablé una vez y no me dan muchas ganas de recordar. Hubo momentos buenos, pero a la vez creo que viví un mal período al final y no sé si lo cerré de la mejor forma.
El último año, quizá arrancando un poco de otras sensaciones, se nos pasó un poco la mano con la cerveza. Nada terrible en todo caso. Es legal y siempre hice mis clases sobrio. Tampoco vomité a ningún alumno, que recuerde.
Nos íbamos a un local cercano y cerrábamos un poco las cortinas para que no nos vieran los alumnos. Aunque siempre que nos vieron fue algo tranquilo y afectuoso y no se prestó a malos entendidos. El problema es que con uno de ellos empezamos a ser habituales en el lugar, y si bien variaban los profesores que acompañaban, éramos dos los que nos repetíamos casi siempre.
Ya sabíamos haste de donde subir el volumen y Tío Poli, que cocinaba, nos terminó preparando hasta pebre con pan amasado, alguna vez que dio el antojo.
Como sea, no fueron malos tiempos, en ese sentido. Se hablaba, se reía, y algunos aprendimos a vernos, entre medio. Pero como andaba un poco escapando de otras sensaciones, como ya dije, supongo que no vi bien muchas cosas, algunas de las cuales terminaron haciendo daño y no me permití bien ver varias cosas.
Además tomar a la par del gordo era un desafío. Bueno, tenía práctica en verdad. Siempre mis compañeros de trago eran tipos de al menos 100 kilos, y el gordo no era la excepción. Ni el compañero que está de cumpleaños este viernes, tampoco.
Podrían contarse un montón de historias de esa época, casi la totalidad con un buen final y la amyoría chistosas. De hecho me acuerdo de eso y releo algunas historias o apuntes de la época. Me sorprende sin embargo encontrar uno que había olvidado y que m hace recordar quizá un punto de quiebre, quizá el último día que me junté realmente. De hecho recordaba que después de eso, salvo encuentros aislados con el gordo, no volví a ir a aquel lugar, dond epor cierto, todavía me saludan cuando paso.
Como sea, encontré el cuento y aquí lo pego. Hay varios más, pero como ya dije recordé que éste fue del último día que fuimos en grupo, aunque en el momento de la narración quedábamos cuatro. Cómo sea, ahí les va:
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Sobre lo que estábamos hablando
o el violador de peluches.
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Pronostican nieve. Estamos a mediados de Octubre, con temperaturas diarias que superan los 25º, y pronostican nieve. Podría detenerme a recordar la última vez que vi nevar, pero en verdad me he propuesto vivir mi vida de ahora en adelante. Aunque no sé muy bien lo que eso significa. Tampoco me pregunten hace cuánto he tomado aquella decisión, No quiero hablar de eso.
La chica del tiempo hace una pausa y mira hacia un costado de la cámara, como si alguien pudiese decirle que hay un error en todo esto. La chica tiene un vestido floreado y lleva el pelo sujeto con un palo chino. En el palo chino hay unos dibujos que no alcanzo a distinguir.
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Ahora estoy en un bar. No he contado a nadie sobre el extraño pronóstico. Nadie creería en aquello, además. Me refiero a que nadie esperaría que nevara, por supuesto. Es entonces cuando el gordo comienza con su historia y nosotros lo escuchamos.
El gordo nos cuenta que en su casa había un peluche. Uno grande. Casi de tamaño humano. Cuenta además que esto fue hace años y se detiene para tomar más cerveza. El gordo cuenta que el peluche era de su hermana y que a veces todos salían y se quedaba a solas con él. Eso dice y se detiene por cerveza. Bota un poco en la mesa y luego continúa:
-El peluche era blandito, -decía-. Y calzaba justo. Además no exigía preámbulos ni frases cariñosas. De tanto usarlo llegué a descoserlo entre las piernas. Recuerdo incluso que mi mamá lo cosió un día y me miró de forma extraña.
El gordo hace una pausa como para recalcar que lo terrible recién viene.
-El punto es que cuando ya no aguanté más volví a ir por el peluche… ¿y adivinen? –al gordo siempre le gusta hacernos participar, pero achuntarle es muy difícil- Si po… el peluche estaba roto, y no había sido yo. Pensé en mi padre, o en mi hermano. Daba lo mismo en verdad. El punto es que ya nada volvió a ser como antes. De vez en cuando yo recaía con el peluche, pero algo se había roto… no se rían –nos dice- si es verdad. Como que ya no era lo mismo.
El gordo vacía lo que queda del pítcher en su vaso como si nadie más tuviera sed. Luego de un rato vemos que no queda más que hablar.
Yo estoy al lado del gordo. Frente a mí están Babá y la Carola. Yo los miro a todos e intento imaginar en qué piensa cada uno. Yo pienso en la nieve. Y es otro indicio de que algo no calza en todo esto. Como si algo se alejara de mí y me haciera daño.
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Afuera del lugar están arreglando la calle y llega polvo y gases de las máquinas, también llega el calor y pasan de vez en cuanto algunos escolares empolvados. De a poco comenzamos a turnarnos para el baño. Carola y Babá miran sus relojes y yo intento calcular cuánto me demoro en llegar a una obra de teatro a la que quedé de ir. El gordo parece ser el único que quiere seguir acá.
De pronto pienso que en verdad no sé lo que quiero.
-Aló… Llamo para reservar dos entradas para la obra de las 8… Sí, tengo invitaciones… ¿Mi nombre? ¿Puedo no darlo?... No, me es raro, cuando lo digo en voz alta siento que estoy hablando de otro, sabe… ¿Puedo inventarle uno?... ¿sí? Gracias, en verdad se lo agradezco…
Entonces veo que estoy de pie y Babá y el gordo se han ido. Yo he llamado también a alguien por teléfono, pero ese alguien no contesta. O quizá sí, pero ese alguien no está ahí. Y ya no entiendo. Prefiero no entender.
Carolina regresa del baño y me pregunta por los otros. Yo respondo, supongo. Tomamos nuestras cosas y avanzamos.
Ambos caminamos llenándonos de polvo mientras arman y desarman la calle en que avanzamos.
¿Puedo ser honesto un momento?
Mientras avanzamos con Carola siento que algo no calza en todo esto. Me gustaría detener a aquella gente y decirles que va nevar, que una muchacha de un vestido floreado y un palo chino en el pelo me lo dijo. Que todo esto se va a llenar de nieve, que el polvo que está ensuciando todo esto se va a cubrir de blanco. Y será hermoso. Me gustaría decirles que esperemos. Que veremos a los trabajadores dejar sus cascos a un costado y jugar como niños en la nieve. Que podremos olvidarnos por un momento de que este camino no está hecho todavía y que será un momento bello. Me gustaría que alguien pudiese creer en esto. Quizá con eso bastaría para que en verdad nevara, me digo. Y cierro los ojos como para sentir la nieve caer suave sobre mí.
Entonces observo y veo a la gente que va acalorada, cansada. Pienso en lo bien que les haría la nieve en este momento. El creer en ella. Esperarla como si fuera lo único de qué preocuparse en este momento. Me gustaría regalarles eso, pienso. Les haría bien.
Y no tengo a nadie a quien decirlo. Llamo una vez más para contarlo, pero ahí no hay nadie. Hay alguien que estudia para irse. Y alguien que se fue.
Media hora después llego hasta la puerta del teatro y al final no entro. Se me olvidó incluso el nombre falso que di para reservar las entradas y no quiero explicar nada.
Me quedo en una plaza. Estoy en la plaza. No tengo qué esperar. Aunque nevara ahora no serviría de nada. Recuerdo entonces la historia del gordo y su peluche. Babá hablando de otras minas y de una fiesta a la que va a ir en la noche con su esposa. La Carola mirando la hora y encendiendo cigarros uno tras otro, como para no dejar espacio entre ellos. De mí no recuerdo nada. Quizá no me conviene. Toda sensación que hubo hoy desaparece y se pierde como la nieve que no cayó, y que tanto bien habría hecho.
El gordo debió haber sentido algo parecido y no lo dijo. Estoy seguro. Estoy seguro que alguna vez después de usar a su peluche debió sentir algo parecido. Como que algo no llegó. Que le mintieron.
Me acuerdo también de la historia de unas huérfanas. Que tras la muerte de una de sus compañeras la escondieron varios días para poder lavarla, peinarla y jugar con ella. Hasta que el olor las delató.
De pronto pienso que eso es todo. Que vivimos jugando en una nieve que no existe. Observo al gordo tirar bolas de nada a la nada y esconderse mientras ríe. Babá haciendo un muñeco con arena sin lograr que quede forma alguna. La ciudad llena de niños embarrados por jugar con una nieve que no existe, y yo colaborando en todo esto.

¿Sabes? Me gustaría decirle. Hubo un tiempo en que junté mis manos, y te aseguro que podría haberle regalado un poco de nieve a cualquiera que de verdad lo hubiese querido. Pero tuve mis brazos extendidos hacia nadie. Y mis manos quedaron, o estuvieron siempre, vacías.
Sí, eso es todo.
Ahora escribo esto como con una varilla sobre la arena.
Hoy pudo nevar y no nevó.
Eso es todo.
No sé si tengo fuerzas para esperar aquella nieve un día más.
No lo sé en verdad.
Aunque ¿puedo ser honesto un último momento?
Creo que mañana todavía tendré fuerzas.
Y de verdad no sé si eso es algo bueno.
Ya no sé que va a pasar.
Y tengo miedo.

martes, 27 de abril de 2010

Un poco de nada. Técnicas improvisadas.

Es cierto, como no he andado muy bien, trato de cuidarme un poco y no equivocarme, en muchos sentidos. Supongo que fallo en algunos porque a pesar de intentar hacer las cosas bien me siento equívoco en algunas y mi ánimo va y viene de forma un poco preocupante.
Lo explico porque me siento un poco falso si comienzo de la nada a hablar del cine checo -como era en un principio la intención- o de algún otro tema así sin más; además la idea no es obligarme a escribir, si no ayudarme a aclararme y escribir algo una vez situadas un poco mejor mis sensaciones.
Además siento, al mirar a la rápida cosas anteriores, que casi todas las entradas del blog resultan un poco inconexas o derechamente mal escritas, cosa que hiere mi orgullo -debo reconocerlo- y me dan ganas de meter acá algún texto bueno o trabajado, cosa que no tiene nada que ver con los objetivos que tuve al comenzar a escribir acá.
Así que bueno, intento darme ánimos ¿de qué hablar y que sirva un poco para reordenar algunas cosas? Me acuerdo por un momento de la actitud de algunos amigos que al verme medio mal tratan de convencerme para que salga con ellos y otras chicas o que conozca o me junte derechamente con alguien... preocupándose también claro está, de aspectos más esenciales. Y obviamente, más allá que haya un menos 100 de intención de aquello, por mi parte, trato de no mostrarme tan opaco y juego un poco y hasta les presento aquí algunas técnicas discursivas que se me ocurren hoy en día para acercarme nuevamente a las féminas.
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Mmm, bueno, la verdad no se me ocurren, pero aquí improviso:
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Técnica discursiva 1. Estilo Woody Allen.
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Sabes, el espacio se está achicando. Se contrae. Hay varios que dicen que se expande, pero la mayoría dice que se contrae y como estamos en democracia hay que creerle a ellos. Así que el espacio se está achicando. Mi psicoanalista dice que no es cierto, pero en cada sesión lo siento más encima y todo en la consulta me parece más chico, menos la cuenta por supuesto. Así que mi psicoanalista se enoja y me dice que entre en razón, y yo le digo que sí, pero después que no, pero al final que sí. Pero sólo porque la sesión termina y hay que llegar a algún acuerdo.
Lo peor es que se ha hecho verdad. Como un dolor de estómago que inventé cuando chico y que terminó por hacerme vomitar por tres años seguidos. Aunque mi psicoanalista dice que fue por la culpa... Como sea, parece que en uno la cosa le está pasando también. Esto de contraerse, me refiero. Porque el espacio también es uno, supongo. Y uno contraído ocupa poco espacio. Me explico: por un tiempo trabajé en esas máquinas que compactaban automóviles viejos. Y una vez encontraron un cadaver en la maleta. En la maleta compactada por supuesto. Y el hombre compactado no era más grande que una caja de bombones. Sólo que el relleno chorreaba de la caja, pero en el fondo es así.
Así que como el universo se contrae he querido hablarte. Si no se contrajera quizá no. Yo seguiría ahí y miraría tus piernas y pensaría qué más da... no hay apuro, todo está en su sitio. Pero como el universo se contrae y el universo es también uno, siento a cada rato que el corazón se me contrae. Sí es un músculo y siempre se contrae, pero me refiero a otra cosa. Y es que como el corazón se contrae y uno es estúpido y no quiere estar lejos de su corazón uno también termina contrayéndose, y ya me ves acá. De un metro ochenta he bajado a uno cincuenta, pero qué mas da. Cuando el universo se contraiga todos van a quedar a mi altura y tú vas a tener la ventaja de estar -o haberte acostado al menos- con el que predijo todo esto. El primer contraído de todos.
¿Qué no te interesa? ¿Que si acaso se me contrajo qué...? No me interesan tus ofensas. También se contraeran y se harán pequeñas y me parecerás simpáticas. Y cuando el espacio se contraiga vendrás sola porque ya no va haber espacio entre los dos, ni entre nada y serás mía aunque no quieras... ¿Me escuchas? ¡Es cuestión de tiempo! ¡De tiempo!
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Técnica discursiva 2: Estilo comedia suiza.
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Mira, considerando la distancia a la que está el baño y la cantidad de líquido que tomó tu acompañante calculo que tengo cinco minutos y medio para proponerte algunas cosas. No me hagas perder tiempo. Escucha: llevo unos días mal porque se me vino abajo un negocio... sí, de relojes. Lo heredé de mi padre y éste de su padre y éste no sé, supongo que de su padre, aunque no me consta. El punto es que estaba ahí y de pronto comencé a fijarme en los relojes, o mejor dicho, en la hora de los relojes, y es que era la misma hora en todos los relojes, ¿entiendes? ¡la misma hora!... así que comencé a fijarme además que era el mismo rostro que veía en cada uno de quienes ingresaban a la tienda, y el mismo auto el que pasaba por fuera de mi tienda... y entonces me di cuenta que algo andaba mal, que los relojes en el mundo no podían marcar todos la misma hora, que era algo ilógico... insano. Y no me refiero a que no cambien por el uso horario, sino a que todos, ¡todos!, uy, disculpa por gritarte... todos, decía, tenemos la misma hora, y más encima si a alguien se le atrasa el reloj o algo, debe ponerlo a la hora, preguntarle a otro y éste a otro y etc.
Mmm, voy bien quedan dos minutos... el caso es que me sentí culpable, me sentí cómplice de ésto y decidí no volver a entrar a mi tienda. Pero de alguna forma el sonido de los relojes me sigue y supongo debo hacer algo. Así que al verte aquí, tan atractiva, tan... no sé, tan pelirroja, y con un par de minutos libres me decido a invitarte. No, no es algo superficial, sentí algo así como una señal, en serio, si se me paró hasta el reloj cuando te vi... Sí suena feo, pero no lo decía con esa intención. Yo sólo quería invitarte, eso es todo. Vamos a amarnos y a quemar mi tienda. No me importa el orden. Eliges tú. Tienes 20 segundos antes de que llegue tu novio o lo que sea. Y eso si se lava las manos. ¡Chucha! Ahí viene, parece que no se las lavó.
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Técnica discursiva 3: Poético Surtido.
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Sabes en media hora va a pasar algo.
Va a llegar una limusina blanca allá afuera.
Una Lincoln.
Y cuando llegue no va a tocas la bocina ni su motor se va a escuchar.
Porque su motor es suave y prácticamente no hace ruido.
Así que necesito hablarte rápido y además estar atento.
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No debes pensarlo mucho.
Y es que en esa limusina va a haber de todo.
Primero, un espacio grande y blanco en su interior.
Con olor a limpio.
Tendrá una pantalla gigante para ver lo que quieras
Y estarán también los tragos
con los que siempre quisiste emborracharte.
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Sobre los asientos descansarán además tres chicas:
una morena, una rubia y una pelirroja.
Pero por supuesto, hoy no quiero a esas chicas.
Hoy te quería invitar a ti.
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Y como te decía, ese Lincoln blanco hace tan poco ruido.
Que suele pasarse sin que me dé cuenta.
Por eso hoy quiero que me ayudes.
Que estés atenta junto a mí.
Que bajemos juntos a esas tres chicas que irán arriba.
Y las enviemos a casa en el taxi más sucio que encontremos.
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¿Qué por qué?
Sencillo;
Porque no se merecen ese Lincoln,
y no quiero compartirlo con nadie que no seas tú...
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¿Qué pasa? ¿no contestas?
Decídete pronto o terminarás como Turner
pintando luces en Venecia
¿que qué le pasó?
es que si te cuento se va a pasar el auto...
Resumo diciendo que se le escapó un mundo
e hizo como que escogió otro.
Y en verdad lo hizo, quizá...
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Pero no me hagas hablar que me equivoco
El resumen es que se le escapó un mundo.
Eso es todo.
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El mundo se fue.
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Lo abandonó.

lunes, 26 de abril de 2010

¿Se dice bendiciones?

Sí, bendiciones. Aunque suene mamón o lo que sea. Así que me tomo una pausa para contar unas cuantas, de estos días.
No suelo asociar el dinero con estas cosas, pero esta vez lo incluyo. Ayer hablaba sobre una plata que me adeudaban en un trabajo, desde hacía medio año. Como había que hacer la declaración de renta y eso fue con boletas, había que hacer la denuncia y todo eso. Lo pensé y decidí que no. Tranquilo y sin rencor. Quizá ayudaba que no era mucho dinero, pero no es el punto. Hoy veo en mi cuenta que después de medio año y sin aviso ni presión de mi parte está pagada. Y es la cifra exacta que le adeudo a mi hermana luego que me prestara para un viaje que hice en el verano.
Y es además como si pudiera cerrarse, o renovarse, un ciclo.
¿Se dice casualidad? No. Se dice bendición, aunque suene mamón. Y la boca le queda donde mismo.
¿Otra?
Bueno. Medio apretado de dinero no he querido buscar nada, supongo que las cosas buenas llegan cuando uno no las busca. Dos días atrás me visitaban dos amigos (Maritza y Marcos), -lo que ya era una bendición-, y mientras Maritza hablaba por teléfono, pues la habían llamado mientras conversábamos, yo le comentaba a Marcos que me habría gustados trabajar en clases para adultos, así, de la nada, porque venía al tema de trabajo quizá, no recuerdo. El punto es que apenas corta, Maritza dice que la llamó una amiga para clases nocturnas, y que necesitaban a alguien. Nos miramos. Una llamada y está todo a punto de arreglarse. Como veo a mi hijo los lunes y viernes había dejado esos días libres. Bueno, las clases que necesitan acá son de martes a jueves.
¿Se dice casualidad?
Quizá, pero yo le digo bendición. Y la recibo tranquilo. Resulte o no definitivamente. Supongo que será lo mejor.
¿Hay más?
Sí, pero la verdad es que hay tantas que pienso que casi no vale la pena tratar de recordaras, pues muchas quedarán fuera. Además existe alguna que puede no resultar después, quien sabe.
¿Qué cuál fue la mejor?
No necesito pensarlo. Estar con mi hijo leyendo en la mañana. Apoyada su cabeza contra mí y terminando de leer unas historias. Ir a dejarlo y jugando mientras le da ataque de risa y me siento visto cuando me mira. Se ríe con confianza y siento que ha aprendido a verme, de a poquito, y me enseña también a verlo más claro cuando ríe.
¿Una última, para terminar?
Bueno. Una película. El hombre que fue Superman, sería más o menos la traducción. Una película maravillosa y sencilla que acabo de ver. Un hombre que piensa que es Superman, y se decide a ayudar a los demás, sin súper poderes por supuesto. Y es que el hombre calvo (ahora me acuerdo de un sueño, pero bueno…) y es que el hombre calvo, decía, le dejó un trozo de criptonita en su cabeza, para que él olvide quien es… por eso debe seguir ayudando, y alegrándose con eso, porque si no ayuda, como él mismo dice, “olvidaría como ayudar, olvidaría quien realmente soy. Y eso es exactamente lo que quieren los villanos”.
Una película donde se nos muestra que existen seres excepcionales, con poderes excepcionales, que pueden cambiar el futuro, a diferencia de muchas especies en el universo que no pueden hacerlo… aunque hayan olvidado, al parecer, los increíbles poderes que ellos tienen.
¿Una bendición bonus? ¿Una extra?
Sí, no hay problema. La bendición del poder dar, de compartir. Así que aquí les dejo el enlace para la descarga de la película y los subtítulos.
Ojalá la vean, y acepten el “regalo”.
¿Qué dijo? ¿Qué es ilegal?
No hable hueás. Acéptela. Y abra los ojos a sus propias bendiciones. Que deben estar por todos lados.
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domingo, 25 de abril de 2010

Recuerdo a lo Jarmusch. Final.

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En un inicio la acción transcurre en la cocina del lugar. En ella, están los dos camareros, hablando. Uno de ellos está lavando vasos y el otro los seca con el delantal que lleva puesto sobre sus ropas. Ambos, como ya se ha señalado, son ciegos. Como la llave de agua está relativamente en altura y el chorro de agua recorre un considerable espacio, el camarero que lava busca el chorro para ubicar luego el vaso a lavar bajo él.
Camarero 2: (Mientras seca un vaso) Sí viene va a ser culpa tuya…
Camarero 1: (Dejando a medio lavar un vaso, con espuma adentro) ¿Sí? ¿Y qué se supone que debía hacer?
Camarero 2: Decírselo claramente. Que aquí no se necesita un espectáculo. Que debe buscarse otro sitio o trabajar como cualquiera de nosotros…
Camarero1: (Entregándole el vaso) Tú sabes cómo es, uno puede decírselo, pero eso no asegura nada...
Camarero 2: (Oliendo el vaso, que había quedado con espuma y devolviéndoselo al Camarero 1) Toma, no lo enjuagaste bien.
El camarero 1 lo toma y hace como que lo pasa bajo la llave, luego se lo pasa en las mismas condiciones al Camarero 2, quien lo seca.
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Cambio de imagen. Exterior. La cámara muestra a un tipo extraño que camina hacia el local, cada cierto rato se preocupa por su apariencia y practica pararse con la guitarra, imitando poses tipo Elvis. La poca gente que pasa a un costado lo queda mirando, pero seria, y sin detenerse. El hombre es ciego. Viste ropa blanca, y accesorios, debe intentar parecerse a Elvis, aunque de cara y cuerpo no debe tener parecido alguno. Lleva el pelo como él en todo caso. Y sus movimientos deben ser equívocos y algo exagerados… recordemos que es ciego y que nunca vio los movimientos de Elvis, sólo le dijeron como era…
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De nuevo toma al interior del local. El camarero 1 intenta hacer funcionar una radio que está cerca de donde se ponen los vasos. Mientras lo hace, T, se acerca a sacar un vaso del lugar (es la misma acción de la escena 2, sólo que vista desde otro ángulo). El camarero debe intentar con los botones de una radio a mal traer en la que inserta un disco, el sonido sale por unos pequeños parlantes que se encuentran en las murallas del local. Uno de los parlantes, cerca de donde estaba el grupo de las tres mujeres.
Camarero 1: (quien viene de hablar con L - escena 1) Parece que va a ser largo hoy, el gigante pidió 3 más.
Camarero 2: (con la radio que comienza a sonar*, algo desconfiado) ¿Y cómo sabes tú que es gigante?
Camarero 1: Uno sabe po hueón, la voz viene de arriba, como que te hablara Dios...
Camarero 2: Y Dios te pide 3 cervezas... pa la trinidad supongo... (vuelve en dirección de la cocina, aunque espera una respuesta del camarero 1, quien saca las cervezas)
Camarero 1: (acercándose a él para que no se escuche mucho en el local) Soy falta ´e respeto hueón, hablay de Dios igualito como lavay los vasos...
Camarero 2: ¿Y qué va a hacer? ¿Me va a castigar? Capaz que me deje ciego...
Camarero 1: (algo desconcertado, mientras toma dos vasos, pero los vuelve a dejar recordando que ya tenían) Capaz po, hueón... capaz.
La cámara sigue con el camarero 2 quien vuelve a la cocina. Parece sentir algo en el exterior y "mira" por la ventana hacia afuera. Al exterior se vislumbra una muralla, sobre la cual debe verse, sin centrarse en ello, una gallina y un gato que la sigue, caminando por el borde.
El camarero 2 apoya una mano en el vidrio mientras cae desde lo alto de la llave un chorro de agua.
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Aparece por la entrada del local el hombre extraño (CE). SE queda un rato en el lugarcomo en pose, para que alguien lo vea, pero el único que pasa cerca es uno de los camareros, quien, obviamente, no lo ve.
CE: (entrando lento, escucha ruido cerca de la radio, por lo que se acerca, y habla despacio...) Aarón, Aarón...
Camarero 1: (Con expresión molesta, volteándose y adivinando donde esta) El Aarón no está. Y ya te hemos dicho que no vengay más por acá, que aquí no se necesita na especial...
CE: (Intentando convencer, aunque se nota nervioso) Oye, pero si hoy día me arreglé, pasé hasta la peluquería y traigo el show completo. No podís decir que no... ¿tenís gente?
Camarero 1: (Con un tono más agresivo) Si ya te dije que no po hueón. Me da lo mismo lo que hagay, si vay al peluquero o si te maquillay o si te ponís tetas... cantay como las hueas hueón (acercándose y llevándolo a un lado) ese es el problema, y además que soy ciego y hacís el ridículo sin saberlo...
CE: Puta, pero es una opinión no más po. Además traje el disco así que yo canto encima y se nota poco (le toma una mano y la pone encima de unos accesorios) Si hasta arrendé un traje...
Camarero 1: Quitándole la mano de golpe y haciéndole botar la guitarra, con lo que se voltea L desde su mesa y mira hacia ese lugar. El camarero 2 se asoma además desde la cocina...
Corte de imagen y la toma se queda con L, mientras el camarero 2 intenta llevarse hacia un costado a CE y al camarero 1 donde siguen discutiendo.
L: El caso es que Maturana no me dejó (L se nota más borracho que en la primera escena y sobre la mesa debe más botellas, junto a la billetera de B y un mechon de pelo. B además está un poco dormido) Se reía no más. Mepreguntó cuánto medía. Yo le dije que dos metros diez, porque eso es lo que mido. Y se reía...
B: ¿Pero es que como ubay a querer ser jockey po hueón...?
L: Así po (hace un gesto con las manos como de cabalgar. B apenas levanta la vista). Hubiese batido un récord. Incluso el Maturana me dijo. Además estamos justos, me dijo también. Y se reía.
B: (medio adormilado) ¿Quién se reía?
L: Maturana. (Toma un vaso de cerveza, de esos breves, como en la escena 1) Yo le dije que tú estabay lesionado, pero él decía que no estabay muerto. Y se reía.
B: ¿Quién se reía?
L: Maturana.
(En este momento empieza la lluvia. B se despabila un poco y la cámara debe rondar los distintos lugares del local, hasta quedarse cerca del grupo de mujeres, donde se rompió el vidrio y cayeron trocitos de hielo por el hielo. Ante la sorpresa las mujeres se movieron rápido y a I se le cae una bolsa de género. La cámara se queda con ellas... Mientras corren la mesa, T recoge las cosas y toma la bolsa, sorprendiéndose de ver algo dentro. Deja la bolsa a un lado suyo... Afuera sigue la lluvia y se ve una toma desde fuera, donde además se aprecia a K corriendo hacia el local.)
I: Mi bolsa, ¿quién recogió mi bolsa?
T: (Haciéndole un gesto a F, preocupada) Acá está (Se la pasa, I mete la mano dentro y deja la bolsa sobre sus piernas)
F: ¿Habías visto alguna vez estos granizos? (Le habla a T, quien le sigue indicando algo respecto a la bolsa de I. F está muy nerviosa y recoge uno de los trozos grandes de hielo.) ¿Qué pasa? (Le pregunta a T)
I: (Adelantándose, tranquila, dentro de la situación) Pasa que debió haber visto mi bolsa (La pone encima de la mesa, pero abierta hacia sí... La cámara toma su perspectiva y puede verse a K que ha entrado y conversa con el camarero 1) Había desaparecido hace unas semanas, pero lo encontré ayer, por el olor...
F: Espera (Primero a I, luego a T) ¿Hay algo muerto en esa bolsa? (se escuchan ruidos en el sector de los camareros, al parecer de una discusión con CE) ¿Qué hay en esa bolsa? (Nerviosa toma sin darse cuenta el chicle blanco de sobre el papel y se lo echa a la boca... al darse cuenta, asqueda se para, molesta...) Me voy, no sé que pasa acá, pero me voy... qué asco...
I: Era mi gato... Édgar... Se desaparecía casi siempre, pero novolvió en varias semanas, hasta que lo encontré así... lo encontré por el olor estaba en un rincón de la cocina... (saca al gato y lo coloca sobre la mesa, el gato tiene un cordón apretado en el cuello por lo que al parecer murió asfixiado...)
T: (Tomando el gato sin ningún asco... lo huele. F mira todo sorprendida...) No parece estar muerto hace mucho...
F: ¿Están locas? ese gato, ese gato está muerto I, ¿qué haces con él en la bolsa...?
T: (Mientras mira el gato) Éste no es Édgar...
F: ¿Qué?
T: Que este no es el gato. Es de otro color... es otro...
F: (Volteándose, para irse) Qué mierda... Yo me voy, antes que empiece esa lluvia de nuevo, y guarda esa cuestión...
La cámara toma su pocición, pero al voltearse se ve a Ce que viene con la guitarra y una pistola en la mano hacia la sala deonde B, L y las mujeres se encuentran...
CE: (Mientras es seguido por los camareros) ¡Díganles que tengo en la mano! (Levanta la pistola) ¡Díganles qué tengo en la mano!
Todos los que están en el lugar se ponen de pie, en silencio, asustados, al darse cuenta que además el tipo es ciego y apunta incomodo hacia cualquier costado... El camarero 1 se choca con K...
Camarero 1: (A K, sintiendo el cuerpo, pero sin reconocerla) ¿Qué tiene? ¿Alcanza a aver qué tiene?
K: (quien también se ha puesto de pie, pero no muestra tener miedo ni estar nerviosa... le contesta en japonés) El problema es que Degás dejó de ver, o sea que se quedó ciego, y empezó a vagar por París, pero ya no pintó más, nada, apenas unos bocetos, pero se supone que no veía nada...
Suena un balazo. La imagen vuelve al salón y se ve que B recibió un disparo en la pierna (la cámara hace un paneo como buscando quien lo recibio, B está de pié y tiene la mano en su pierna, desde donde cae sangre... L lo ve y se acerca a apoyarlo... Las mujeres hacen ruido, pero se contienen)
CE: LO que voy a cantarles (Ce le habla a un público que no logra ubicar bien) lo he preparado por mucho tiempo, muchísimo, para que lo puedan ver y ojaláles guste... (Intenta acomodarse y saca un disco...) ¡Aarón! ¡Aarón! Toma, pon el disco...
Camarero 2: Voy... (el camarero 1 lo empuja para que avance... se produce una extraña situación con el camarero 2 intentando mantenerse alejado con la mano extendida... Luego de recibirlo CE sigue hablando)
CE: Es la 2, la canción 2, ponla fuerte...
Toma una posición extraña para cantar, los movimientos una vez empezada la canción deben ser exagerados, en ningún momento debe dejar de tener la pistola en la mano... tratando de apuntar... mientras canta la gente del lugar empieza a irse, sin hacer ruido... Para poder moverse B se sube a "caballo" de L y le hace un gesto por la billetera, que quedaba en cima de la mesa... L en cambio toma una botella y deja encima la billetera, junto a un mechón y a un gran trozo de hielo al que le han amarrado un cordón...
La cámara se queda ahí, mientras salen. o va y vuelve hacia esa imagen...
*Faltó decir que cuando el camarero 2 pone el tema 2, debe asegurar el enchufe, y como ha llovido y se ha filtrado agua el agua cae hacia el enchufe y a él le da un golpe de corriente que lo arroja al suelo...
Hacia el final, mientras todos salen, entra al lugar una gallina, desde la cocina, quien luego de pasar por sobre el cuerpo resentido del camarero 2, se acerca y se sube a la mesa de B y L, la toma también debe mostrar la bolsa con el gato sobre la otra mesa y los granizos que se derriten en el suelo... en la última toma, al terminar la canción, debe verse el hielo con el cordón derritiéndose y debe sonar un último balazo... no sé como, pero sin que se vea nada, debe dar la impresión que la bala pudo recibirla tanto el propio CE, como la gallina sobre la mesa a un lado del mechón de pelo y del hielo que se derrite, quiza pueda verse un hilillo de sangre cerca del hielo derritiéndose... mientras empieza a sonar la última canción...
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sábado, 24 de abril de 2010

Recuerdo a lo Jarmush. Escena 3.

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El “bar” es visto desde fuera, está comenzando a llover, pero todo se desencadena rápidamente, se escuchan algunas bocinas de auto y comienza a granizar… Se ve una mujer corriendo que llega hasta el lugar donde se desarrollan las acciones de las escenas anteriores.
La mujer, K, es japonesa, no habla español y es de contextura delgada, pero no debe verse de baja estatura. A pesar de venir mojada y corriendo, no debe parecer tan temerosa ni mucho menos inspirar lástima. Llega apresurada y se acerca a ella un camarero, en la entrada… Apenas entra, el camarero la invita a pasar, y se escucha la quebrazón de vidrios con que terminó la escena anterior… con la toma desde la posición de K se ve el resto del local, las tres mujeres de la escena 2 que se ponen de pie y que luego, moverán la mesa más hacia un costado, en el suelo deben mirar los trozos de hielo que cayeron… aunque luego se verá lo que sucede con eso.
También debe verse a otro camarero con un tipo extraño que lleva una guitarra y que se describirá mejor más adelante, cerca de donde estaba la radio en la escena anterior.
La imagen vuelve a K. Ella viste ropas delicadas, algo oscuras, pero lleva una bufanda de colores, su rostro es pálido, y es joven, aunque no se debe distinguir si es una estudiante o tiene ya la edad para poder ser maestra. El pelo no debe ser muy oscuro o debe tener algún tipo de mechón de otro tono, al menos.
K hablará en japonés, y no parecerá preocuparse porque no la entiendan. La película no mostrará ningún tipo de subtítulos sobre lo que diga, pero ella debe estar diciendo lo que se indica, más allá que desde el espectador, serán significados perdidos.
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K: (Hablando en japonés, aunque el tono debe parecer que dice lo normal ante la situación. A uno de los camareros) Degás quería a Morisot. Es un secreto. Fue casi la única mujer con que se relacionó, pero le dijo muy poco y era miedoso. Entonces él siguió pintando y ella también. Y Morisot se casó con otro y fueron infelices. Degás y Morisot.
Camarero: (Sin entender y algo desconcertado por la lluvia y la mujer) ¿Morisot?
K: Sí, Morisot. Berthe Morisot.
Camarero: (Haciendo un gesto como si Morisot fuese un trago) ¿Morisot?
K: Sí, Degás amaba a Morisot.
Camarero: Acá no Morisot (el camarero recalca las palabras) No Morisot. Sólo cerveza. Beer. De litro. One “líter”.
K: (Dejando el porta-planos que llevaba a un costado y sacudiéndose el agua) Descubrí unas cartas y unos escritos. Bueno todo partió antes en verdad. Con lo de los cuadros de Degás, los de bailarinas… en esos cuadros…
Camarero: (deteniéndola) Espere, parece que mi compañero entiende. Siéntese… (Le indica una mesa) ¿Morisot?...
(K se sienta en una mesa cercana de la puerta. El ruido ha decaído y mientras el primer camarero se agacha y palpa los trozos de hielo en el suelo el otro intenta hablar con la japonesa…)
Camarero 2: ¿Sí? Diga…
K: Degás pintaba las bailarinas en poses poco comunes. O sea no sólo a las bailarinas y no es comunes, la palabra, pero el caso es que estaban en tensión, en tensión…
Camarero: (Repite la palabra japonesa que se traduce como tensión)…
K: Sí, tensión. Degás las pintaba en posiciones tensas, forzadas, como si no pudiesen mantenerse en esa posición mucho tiempo…
Camarero 2: ¿Tensión? (Repite la palabra japonesa)
K: Sí, tensión (Toma un papel que hay sobre la mesa o que ella lleva y tomando un lápiz que lleva el camarero –no sé para qué- dibuja el kanji de “tensión” y se lo muestra al camarero quien no lo puede ver)
(En ese momento además deja de llover por completo. De golpe. El camarero uno y el tipo extraño se acercan a la puerta y sacan la mano afuera. El camarero 2 también se voltea a “ver”…)
Camarero 2: ¿No llueve?
Camarero 1: No. Se detuvo. (La cámara vuelve a tomar la posición de K y mira desde ella el resto del lugar. F y T se acercan a la ventana a mirar y se observa que L se agacha y recoge algo del suelo).
Camarero 2: (Hablándole a K) Le voy a traer una cerveza. No vendemos nada más. Afuera no llueve. No rain. No water. Voy por la cerveza (K lo toma un poco de una manga)
K: Degás copiaba de la realidad, los momentos de tensión. En las bailarinas todo correspondía con la realidad. Todo menos el lazo en el cuello. Pero nadie analiza eso. (Suelta al camarero quien se aleja a buscar una cerveza)
La mujer recoge trozo de granizo y los ubica sobre la mesa formando el kanji de tensión. No debe verse hasta que se enfoca desde arriba. Justo cuando termina se ve que pasa el tipo extraño por un costado, llevando la radio en una mano, la guitarra, y también una pistola de gran tamaño, que debe verse antes de que la imagen se vaya nuevamente a negro. Dando fin a esta escena.

viernes, 23 de abril de 2010

Recuerdo a lo Jarmusch. Escena 2.

Ayer me acordé de algo que comencé a contar como si fuese un guión –más menos-, el punto es que me vino una película entera a la cabeza, incluso con una serie de detalles que no alcanzo a escribir, y como la sigo viendo acá adentro, mejor la escribo. Disculpen si suena inconexa pues no tengo tiempo para revisar lo avanzado, y la escribo directamente:
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Escena 2.
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La imagen se abre con la toma de una pequeña cocina, contigua a las salas anteriores. La cámara está siempre atrás y en diagonal a uno de los camareros. En la cocina se aprecia que otro de ellos está lavando unos vasos (debe ocurrir de mala forma y el lugar verse un tanto desaseado). El camarero a quien sigue la cámara debe salir con dos cervezas y dos vasos que tomará cuando pase junto a la repisa de madera donde se ubican. La cocina debe estar más iluminada (luz externa – ventana – cortinas pequeñas y gastadas) que la sala, aunque el sector donde se dirige el camarero dejara entrar algo de luz por una ventana que se encuentra cerca de la mesa donde están las 3 mujeres. Una vez que el camarero deja la botella y los dos vasos la toma debe ser lejana, captando el sector donde se encuentran las tres mujeres y el cuerpo cortado de uno de B mientras habla con L, en la escena anterior.
En la mesa central de esta escena hay 3 mujeres. Aparentemente se han sentado hace poco aunque ya llevan un rato conversando. Al llegar el camarero ellas están en silencio esperando que se aleje para continuar. F es una mujer de unos 35 años, de tez pálida y pelo negro, con un corte un poco irregular y algo del pelo tomado. Atractiva y ojos un tanto claros, cafés idealmente, aunque todo sigue siendo en blanco y negro. Idealmente debe tener algunas pecas, y mostrarse algo más alegre que las otras. I es un poco más baja y un poco más gordita, sin dejar de tener cierto atractivo, está vestida de forma descuidada, pude que con un buzo o polerón que le queda algo ancho. El polerón debe estar abierto y verse una polera algo más bonita, clara. Su edad no debe ser muy determinada, aunque debe verse menor (y con menos soltura) que F. I además es ciega o tiene cierto problema a la vista. No usa lentes oscuros y tiene los ojos fijos. Grandes. T, la otra mujer en la mesa, es más grande, tosca, su ropa debe tener cierto vínculo con L, posiblemente un traje dos piezas, del que sujete la chaqueta sobre sus piernas y las mangas de su blusa un poco dobladas. Es más seria y su cara expresa más fuerza. Será prácticamente la única que beba y lo hará rudamente, cuando se indique.
Como ya me alargo mucho no indicaré las ropas del camarero, sólo que tienen una especie de delantal amarrado, como si se lo hubiese olvidado sacárselo luego de estar lavando en la cocina (el delantal tendrá algo escrito, o unos números, pero aún no veo bien qué es). En la cocina sería bueno que la llave desde donde cae el agua al lavaplatos este en alto, para que se vea caer el agua y exista ese sonido durante el inicio de la escena.
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I: ¿Y estás segura que no te estaba siguiendo?
(T abre una de las botellas y se da cuenta que falta un vaso, así que toma uno de golpe y vuelve a llenarlo y dejarlo en frente de una de las otras mujeres, también sirve el otro, por supuesto)
F: No creo. O sea no hubiese sido lógico. Si fui yo misma quien hizo parar los autos y además nunca intentó acercarse ni me preguntó nada especial… O sea lo de siempre, comentarios de algo, no me acuerdo, tampoco es que fuera callado, pero era una conversación normal, como siempre cuando toca un taxista simpático, de esos que llevan un perro que se le va moviendo el cuello… (Hace una pausa para encender un cigarrillo, aunque sólo alcanza a sacarlo…)
T: Sólo hay dos vasos. (Lo dice sin expresión, y sin que esto parezca ligado a alguna acción determinada)
F: (I también la “mira”) ¿Qué?
T: Que solo dejó dos vasos.
I: ¿Para la cerveza?
T: Sí
(F se voltea y le hace un gesto al camarero, pero éste se encuentra hablando con L, es la escena cuando L se para y pide más cerveza, sólo que esta vez se observa desde la posición de las mujeres)
F: Tómate el mío mientras, ya pediremos otro… (Acerca su vaso a T, pero ésta se pone de pie para ir a buscar uno al lugar donde se encuentran los vasos. Al pasar junto a la mesa de B y L se observa que B tiene algo raro en su pierna, no sé si un yeso o algo, pero debe vérsele un poco más tiesa, hacia el lado, fuera de la mesa. Al recoger los vasos la cámara se queda con uno de los camareros ciegos quien intenta encender una radio vieja, comienza a sonar una canción*)
F: (Mientras T está sentada nuevamente y se sirve un vaso de cerveza cuidando que sea hasta el borde…) El caso es que la segunda vez me pareció extraño, pero dudé un poco, además no me había fijado mucho en la cara del tipo, sólo que estaba algo mal afeitado y tenía una camisa gruesa…
I: ¿Cómo gruesa?
F: Gruesa po, o sea, no como esas camisas delgadas… (T toma totalmente su vaso de cerveza)
T: Gruesas po. Una camisa gruesa.
F: Sí. Gruesa… Bueno, da lo mismo, yo me fijé en eso, pero podía haberme fijado en el bigote, en un aro…
T: ¿Tenía bigote?
F: No. Era un decir no más (Enciende el cigarrillo. I toma un poco de su cerveza)
T: ¿Y usaba aro?
(F mira a T, pero no le contesta, tira el humo hacia un costado. Recordar que en esta mesa tampoco debe haber cenicero)
F: Bueno. El primer taxi lo tomé la oficina en Salvador, pues debía recoger una carpeta que al final no estaba. Así que llamé a la oficina y me dijeron que me juntara con X directamente, afuera de una iglesia. (Se ve que I hace figuras con los dedos o con algo fino que tiene en la mano sobre la superficie de la mesa. Cuando F habla de la iglesia se ve que dibuja una cruz. F se percata de esto y hace una leve pausa) Bueno así que tomé otro taxi. Estoy segura que no era el mismo auto, porque era más nuevo y tenía más espacio para las piernas…
I: ¿Cómo?
F: Mas espacio po, o sea que entre tú y los asientos de adelante hay más espacio…
T: (Sirviéndose otro vaso) Más espacio po, (le toma las manos a I, y las junta un poco y las separa) Menos espacio, y más espacio…
(F mira a T con un poco de preocupación. I retira sus manos y un queda un poco perturbada acomodándose en la silla)
I: ¿Y? Cuenta…
F: (Mirando a T, un poco preocupada por su conducta, pero despreocupándose a medida que habla) Eso. Que tomé un taxi distinto y el chofer era el mismo tipo. No me di cuenta al tiro, porque además no me había fijado mucho en el tipo primero, pero cuando me bajé estaba seguro. Igual el chofer no me dijo nada especial y no me reconoció. Pensé. El caso es que llegué hasta el lugar donde debía juntarme y me bajé. Pero tampoco conseguí la carpeta. (Hace pausa como para que le pregunten)
I: ¿Te dejó plantada X?
F: Peor. Dios me dejó plantada. (Toma un poco de su cerveza) O sea, no había ni iglesia, estaba en la esquina que me dijeron, me tenía que juntar frente a un iglesia que no existía. Así que es como si Dios me hubiese dejado plantada.
(Las mujeres miran en otra dirección pues se escuchan unas voces y se ve pasar a un tipo extraño con dos camareros, como si hubiesen pasado forcejeando con él. También se ve la mesa de B y L, con más botellas encima.)
I: ¿Y cómo sabes que el tipo era el mismo?
F: No sé, me di cuenta al final, esa vez lo miré bien, pero no me atreví a decirle o a preguntarle si era el mismo. Además lo más raro fue cuando lo tomé por tercera vez.
T: ¿Tomaste de nuevo el mismo auto?
F: No, pero iba de nuevo el mismo tipo. El auto era completamente distinto así que cuando me fijé me asusté por completo y pedí que me dejara en la otra esquina. O sea, me subo, le digo que iba a mi oficina, pero entonces me doy cuenta que es él y le pido que me deje en la otra esquina, que me olvidé de subir más dinero…
(T abre la segunda botella y se sirve nuevamente. También le sirve a I, no sin antes tomarse también su cerveza, antes de llenarle nuevamente el vaso)
(Cesa la música de golpe y se ven los cuerpos de los dos camareros con el hombre de antes, muy a la distancia, discutir cerca de donde estaba la radio. El hombre extraño tiene una guitarra en la mano)
T: (Mirando a F, como dándole explicaciones por tomarse la cerveza de I) Se pone mala después de un rato…
F: Bueno, en qué iba…
I: (hace un gesto de no recordar bien) ¿En el… tercer tipo?
T: En que no teníay plata y te ibas a bajar…
F: Ah, no, si tenía plata, pero le dije eso pa bajarme no más. (Prende otro cigarro, o aspira del anterior…) Igual no sirvió de nada porque el tipo me dijo que me llevaba igual, que era cerca además… Entonces le pregunté si él me había llevado antes…
I: ¿Cómo?
T: (Un poco mareada y levemente agresiva) Que si él la llevo antes po…
F: (Le hace un gesto a T para que se calme, luego sigue) Eso, le pregunté si era él el de antes, pero él no entendía… Me dijo que no, que había andado en ese mismo auto toda la mañana y que había llevado a un tipo o a una abuela, no recuerdo, pero por supuesto que no a mí… Yo quise explicar un poco, pero no insistí… (F se saca un pañuelo y lo abre, en él hay un chicle blanco, pegado)
T: ¿Qué es eso?
I: (Intentan estirar la mano, F le acerca e I toca el chicle, pero retrocede la mano rápido. Hace un ruido como de asco)
F: Es un chicle. (F saca ahora un nuevo chicle, envuelto de su cartera, donde vuelve a verse el hilo amarrado, deja su cigarro a un lado, directamente sobre la mesa, y se echa el otro chicle, rosado, lo mastica un poco y lo deja a un lado del otro) Miren, ¿qué ven…?
I: ¿Qué pasó?
F: (Recordando que I es ciega) ...pues que acabo de mascar otro chicle y lo puse a un lado… Fíjate T… y tú… son dos chicles iguales, el mismo tamaño, la misma textura (toma la mano de I e intenta que toque los chicles), salvo que porque ese lleva más tiempo está un poco más seco… salvo que el que comí ahora es rosa…
T: Mmm… ¿y?
I: No entiendo…
F: Cuando me subí la tercera vez pegué un chicle en el asiento en el que iba el conductor. No sé por qué, me puse nerviosa cuando hablaba, no sé… el caso es que lo pegué ahí, justo atrás de su asiento, aunque en la parte baja para que no se diera cuenta… Entonces, cuando me volvía a subir a un taxi de vuelta de la oficina esa tarde…
I: Espera, no vas a decir que hubo una cuarta vez…
F: De hecho fueron cinco, pero la cinca no me subí y salí corriendo. Pero bueno. Ya de vuelta de la oficina, hago parar un taxi. Habíamos salido un poco más tarde y no tenía ganas de tomar metro. El punto es que ahí estaba de nuevo el tipo. Era otro auto, otra ropa esta vez, pero el mismo tipo. (Reforzando lo dicho, por si no le creyeran) Estoy segura. Entonces acomodé los papeles que llevaba y recordé lo del chicle. El tipo por supuesto hablaba como si nunca me hubiese visto y el interior del auto era otro…
T: ¿Menos espacio para las piernas…?
F: No sé, no me acuerdo, pero me fijé en el asiento de él. En el respaldo. Y lo busqué… Ahí estaba el chicle. Este (les acerca el pañuelo). Sólo que ahora el chicle era blanco, (toma el pañuelo y les acerca los dos chicles… si se puede hacer en la película blanco y negro que uno de los chicles se vea levemente rosa, mucho mejor. Acerca el pañuelo para olerlo) De menta. Y yo como siempre de sandía…
T: ¿Sandía?
F: Sí…
(Entonces, junto cuando T comienza a servir otro vaso, comienza un ruido ensordecedor, una gran lluvia y granizo golpeando contra el techo del lugar, -que puede ser de zinc para resaltar el sonido- La cámara enfoca el techo y luego una toma general al lugar, incluidos los camareros y el tipo extraño que describiré en la otra escena… Se escuchan truenos y sigue el granizo que golpea también las pocas ventanas del lugar… Mientras se va la imagen a negro, debe escucharse un vidrio quebrándose, aunque a bajo volumen, que se va junto con la imagen. La última imagen que se vea en esta escena deben ser trozos de vidrio y de hielo en el suelo del lugar.)

jueves, 22 de abril de 2010

Recuerdo a lo Jarmusch. Escena I.

Una vez estaba en una especie de bar. No sé si daba para llamarlo así, pero el punto es que vendían cervezas. Sólo de a litro, por supuesto. No recuerdo que hubiesen vendido nada más.
El local estaba recién abriendo y yo no acostumbraba ir a tomar a un lugar pues cualquier cosa que encareciera el líquido significaba que habría que tomar en menor cantidad. Cosa que por supuesto no nos gustaba para nada, en ese entonces.
Pero el caso es que esa vez estábamos ahí. Y el lugar era extraño. Partiendo porque los que atendían eran ciegos. No es metáfora de nada, por supuesto, simplemente eran ciegos. De hecho puede que el lugar haya sido administrado por una especie de institución y que aquella haya sido una manera de reunir fondos. Quién sabe.
El caso es que todo era como una película de Jarmusch. Una de las primeras, por supuesto. Como Extraños en el paraíso o Mistery train. Con personajes disfuncionales, separados en parte del resto del mundo, y por supuesto en blanco y negro.
En el lugar habían pequeños grupos. Unas mujeres que se sintieron pronto fuera de lugar y se fueron rápidamente. Un grupo de adultos de vuelta del trabajo y una pareja muy extraña de un tipo alto y uno bajito, que estaban atrás de nuestra mesa.
Y como nosotros tomábamos en silencio, y además se demoraban en servir de una manera increíble, me puse a escuchar la conversación de aquella última pareja.
La película de Jarmusch habría tenido un guión más menos así:
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Escena I:
Dos cuartos amplios con unas cuantas mesas desparramadas. Las mesas deben tener distintos tamaños y alturas al igual que las sillas, que son escasas en el lugar. A un costado, un lugar donde se dejan las botellas vacías y una madera a modo de repisa con unos vasos de vidrio algo mal lavados. Debe haber poca luz en el lugar. La cámara debe mirar al lugar como si se estuviese atento a los cigarrillos que algunos de los presentes tienen en sus manos, pero siempre en un plano amplio, sin acercamientos ni movimiento alguno. En la mesa sólo deben estar los vasos y un par de botellas. No hay mantel sobre la mesa ni cenicero. Todo el local es un cenicero. Y el tono del blanco y negro es también ceniza. Sin brillo.
Luego, al comenzar a hablar los personajes la cámara debe estar entre ambos, como si hubiese quedado olvidada sobre la mesa. A esa altura logra captar casualmente el rostro del comensal pequeño mientras que del gigante, debe captar su torso y sus manos, que deben ser grandes y marcadas, como de madera. y deben paserase cerca de la cámara al volver a servir los vasos y para respaldar con gestos, aquello que van diciendo sus palabras.
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B es pequeño y parece más joven, al menos en primera instancia. Viste una camisa a cuadros relativamente clara, y su ropa parece quedarle algo grande, al igual que la mesa y la silla y hasta el vaso, demasiado alto y grande para sus manos.
L es grande, alto pero delgado. Algo desgarbado. Viste traje gastado y gris o café opaco, aunque probablemente tiene la chaqueta sobre los pantalones y se ha arremangado la camisa, durante la conversación.
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B: (Mirando el lugar) Acá podría haber un gato.
L: (No contesta, pero mira de reojo al rededor)
B: No es que me gusten ni tenga ganas de ver un gato. Pero es como si acá pudieran haberlos...
L: Mmm...
B: ¿Te conté lo del gato que tuvimos en casa...?
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Se observa otra toma de la situación, desde el lado opuesto a la primera toma inicial, pero desde la misma distancia y con la misma actitud. L debe servir su vaso como dando a entender que quizá escuchó la historia, pero ya se le olvidó. Para seguir con la idea de la ceniza, B debe contar la historia como si consumiese un cigarrillo y L recibirla como si fuese un cenicero. De hecho a lo largo de la conversación debe hacerse este juego con las tomas en que se aprecien los cigarrillos de los personajes, llenos de ceniza y una vez que hablan, limpios nuevamente. Sin ceniceros no otro similar sobre la mesa.
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B: El caso es que teníamos un gato. Era uno gris. Tranquilo, no daba problema. No era muy mimado tampoco, pero mi esposa lo quería así que ahí estaba el gato. Y como a mí también me quería ahí estaba yo: alimentando al gato.
Mientras llega un camarero ciego a cambiar una botella B hace una pequeña pausa, aunque sigue prontamente.
B: El gato se llamaba Eme, como la letra. No sé por qué, no me acuerdo, pero el caso es que yo debía alimentar a Eme, y como mi mujer trabajaba en ese entonces y yo estaba en casa casi todo el día, pues bueno, era casi lo único que debía hacer. (B toma un poco de cerveza)
L: (Sin mucho interés) ¿No trabajabas en ese entonces?
B: No (Enciende otro cigarrillo. La cámara ha de mostrarlo desde arriba)
L: Mmm...
B: (Arrojando el humo como si hiciese espacio para que salgan sus palabras) El problema era que yo no era muy organizado y a veces resultaba que llegaba mi mujer y el gato se ponía a maullar al lado del plato y terminábamos regañando por haberlo descuidado. Pero como no estaba trabajando por ese entonces tenía que aceptar y aplicarme con la comida del gato, así es que comencé a hacerme un papel con las cosas que debía hacer. Aunque sólo salía lo de alimentar al gato...
L: (Lento, como si hubiese recogido algunas palabras que se le cayeron a otro) ¿Te regañaba tu mujer porque no tenías trabajo?
B: No
L: Mmm... (Acaba su cigarrillo y se sirve otro vaso de cerveza, sólo hasta la mitad, o poco menos)
B: (Con un tono un poco más molesto al inicio) El punto es que descubrí que me engañaba. Al gato me refiero. Cada dos horas más menos el gato venía hasta mi lado y comenzaba a maullar y me llevaba hasta su plato, el que se encontraba vacío a pesar de que lo había llenado hacía poco. Comencé a llenar más el plato, pero la comida desaparecía igual, y el gato estaba siempre maullando y pidiendo más. (B hace un movimiento brusco como si buscase un gato en torno a la mesa, incluso se agacha levemente para ver bajo la mesa) Tanto así que mi mujer empezó a sospechar que yo no compraba comida y que me gastaba el dinero en otras cosas. (Nueva pausa y cambio de toma para botar la ceniza y cambiar a un nuevo cigarro, el cual no termina prendiendo, sin embargo)
L: ¿Y tú seguías sin trabajo?
B: (Prendiendo un encendedor, pero sin terminar de encender el cigarro...) Sí. Sin trabajo. Me había fracturado en la última carrera cuando el Casi Elvis se volcó en la curva grande...
L: (Asiente. Toma desde arriba, donde siguen apreciándose sus manos) Mmm...
B: El caso es que comenzamos a pelear con mi mujer. Incluso recuerdo que gasté mis ahorros en comprar comida y evitar más conflictos, pero el asunto seguía, e incluso empeoraba. Recuerdo que un día calculé que le serví casi dos kilos de comida al gato... (Ahora sí prende el cigarrillo) Entonces me di cuenta que había algo raro... O sea me había dado cuenta antes, pero ahí fue cuando ya calculé que era imposible. Así que agarré al gato y le amarré un cordón de zapato en el cuello...
L: ¿Lo mataste?
B: No. Lo marqué. Descubrí que por la ventana de la cocina el gato se arrancaba y entraba a la casa otro gato similar, o quizá cuantos. No lo descubrí en un primer momento pues a veces pensé que el gato se arrancaba el cordón y por eso llegaba sin él nuevamente. Pero luego aseguré el nudo y hasta le corté un mechón de pelo, para distinguirlo. Y descubrí todo...
L: ¿Y le cortaste el mechón a tu gato o a otro?
B: No lo había pensado (L hace un gesto con una de sus manos al camarero quien pasa de largo, recordemos que es ciego...) No sé en verdad. Pero me quedé con ese. Un día que llegó uno sin el mechón cortado le apreté tanto el cordón en el cuello que emitió un ruido extraño y salió por la ventana y no regresó más.
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(L va hasta donde el mesero y sin escucharse en audio, pues la cámara a vuelto a la posición inicial parece pedirle algo más para beber al camarero, quien se aleja en busca de algo mientras L vuelve a la mesa. Sutilmente -idealmente no debe ser percibible, debe mostrarse al enfocar sus manos un hilo o cordón amarrado en una de sus muñecas y una cicatriz vieja en uno de sus pulgares, que antes no hubiesen aparecido)
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B: El caso es que comencé a sospechar de mi mujer... O sea si el gato era otro quizá mi propia mujer era otra al llegar a casa cada día. Puede sonar extraño, pero esa idea me sucedía. Así que comencé a hacerle preguntas. E incluso adopté la técnica del cordón que amarré en la correa de su cartera. (B deja el cigarrillo sobre la mesa, donde sigue consumiéndose solo, mientras él parece rascarse una uuna uña, con una expresión levemente nerviosa) Pero obviamente era una prueba poco rigurosa. Ella misma podía haber arrancado el cordón pues no debe haberse muy lindo ahí en su bolso. (Hace una pausa, como si hubiese llegado al final de la narración)
L: ¿Era una cartera o un bolso?
B: ¿Qué cosa?
L: Lo que tenía tu mujer.
B: No sé. Una cartera supongo. No importa.
L: Mmm...
B: Poco antes de separarnos incluso descubrió que le amarraba una cinta en la muñeca cuando se quedaba dormida, y si me despertaba en medio de la noche revisaba si la tenía, si era ella quien todavía estaba allí... (Pausa larga. La cámara hace un breve paneo por el borde bajo de la habitación como si buscase un gato...) La noche que no lo encontré me decidí a cortarle un mechón y entonces despertó... (B parece buscar la billetera... debe parecer que va asacra dinero para dar por terminada la conversación)
L: (Luego de una pausa) ¿Y el Casi Elvis también se quebró la pierna?
B: (Saca y deja a un costado unos billetes de mil pesos muy doblados y los toca asegurándose que son de esa cifra. Sólo en este momento debe vislumbrarse a partir de la lectura del sello del billete con la mano, que B también es ciego)
L: Te preguntaba si el Casi Elvis también se quebró la pierna.
B: (Sacando una foto donde se ve de Jockey al lado de un caballo) Sí. Se la quebró también. Lo tuvieron que sacrificar...
En eso llega el camarero con otras dos botellas. Mientras las deja sobre la mesa, B estira la mano con los billetes, pero L le detiene la mano y le guarda el dinero en la billetera, retirando sólo mil pesos que guarda en su camisa. Y llena los dos vasos lentamente, aunque solo hasta la mitad, o poco menos, como en los casos anteriores. B revisa la billetera ordenando los billetes y saca un mechónd e pelo que lleva dentro para terminar de ordenarla. La cámara vuelve a enfocar todo desde lejos. Termina el primer acto y la imagen se va a gris, a un oscuro neutro, antes de que empiece la segunda escena, que veré si la escribo mañana, o si no muy pronto.

miércoles, 21 de abril de 2010

Sobre mis inseguridades y el extraño don de ver el corazón de las personas.

Erróneamente quizá, pero necesito demasiado el que los demás crean en mí. Principalmente porque yo mismo olvido o dudo a veces de mis capacidades. Pues mis capacidades están en función de los demás, y si los otros no creen en ellas, pues terminan valiendo muy poco.
Por ejemplo con mis alumnos. Si me tocan cursos en quienes noto que me creen aquello que les digo, o que llegan a creerte a ti, en quien eres, en los afectos reales que forjas con ellos, termino siendo un excelente profesor, y me brindo entero y hago lo imposible porque cada clase sea mejor que la otra y más importante para ellos. Y obviamente me nutre y nos hace bien a todos...
Pero si un curso no me cree... si tengo esa sensación y si bien están callados y escuchan y hasta estudian, pero siento que no hay ese creer en quien es el otro, en que decidiste estar ahí por ellos, y no por pasarle un montón de contenidos, y que tus afectos son reales... pues mis clases terminan siendo pésimas, y la sensación asociada obviamente también, para todos.
Y es que no me intereso por hacerlos creer. Yo no me muestro falso, exhibo demasiado incluso mis faltas y errores y también mis pasiones por supuesto (aunque generalmente trato que estas surjan de ellos y no traspasar directamente las mías) pero si no me creen, allá ellos. Voy a ser aquello en que no creen, me digo. Y si alguno sabe ver quizá lo verá tarde y habremos perdido ambos.
El problema es que esto me ocurre en diversos ámbitos. En casa de mis padres me creen mañoso, por ejemplo, -en lo que a comidas se refiere-, y termino siéndolo. No como diversas cosas frente a ellos y sin embargo son sabores que me gustan fuera de casa.
No parece grave por supuesto, pero supongo que lo es en algunos ámbitos. Por ejemplo con parejas con quienes he terminado siendo siempre aquello que creen que soy. Si me ven mal, si no confían en mí por alguna razón, termino casi siempre actuando de peor forma, resaltando aquellos rasgos negativos al máximo, como esperando, quizá, que ellas mismas se den cuenta que no soy así, aunque en verdad es algo que no hago conscientemente.
Por el contrario si siento que creen en mí, que ven algo valioso, eso mismo me nutre y mis conductas resultan mejor y hasta mis debilidades parecen fortalecidas y me viene una alegría que sin esa validación o creencia del otro, carezco.
El problema es que termino guardando aquello que soy, escondiéndolo y mostrándolo sólo cuando otros han llegado a creer en uno, y muchas veces aquello que soy termina por estropearse y llego a ponerlo en duda, y se me olvida un poco quien soy.
Existe gente o grupos de amigos con los que sería incapaz de bailar, otros con los que sería incapaz de ser muy serio o al revés, y es algo que si bien he tratado de trabajar me falta hacerlo más consciente y tomarle el peso real que tiene.
Es como si tratase de tener a prueba al otro, en ocasiones, sobre todo a aquellos que quiero, con quienes suelo ser demasiado estricto y a veces termino por guardar lo más positivo de mi aspecto. En vez de lucir mis cualidades o aquello que sé que al otro le agradaría, muchas veces, ante algún problema o ante el sentir que no me valoran o que ponen en duda algo de mí, suelo reforzar aquello, como si quisiese ver si son capaces de querer más allá de eso (supongo que es por eso, pues en verdad no soy consciente de por qué lo hago). Si a alguien le haría bien que fuera alegre, mientras dudan de mí termino siendo más serio... si a alguien le gustaría salir más, termino por estar más encerrado... No es ir en contra de la persona directamente, pero siento, -y sé que es erróneo- que debiese haber un creer primero, un confiar en quien en es uno y que luego aquello llegara así como una especie de extra, un premio cuando se creía que ya no iba a llegar.
Ese es uno de mis errores. Lo pienso hoy por distintas razones, pero lo aterrizo mientras reviso unas pruebas y dejo apuntes en las respuestas de desarrollo. Mientras anoto frases para explicar errores o felicitar aspectos, me doy cuenta que mi letra suele tomar la forma de la del alumno a quien reviso su escrito: si el alumno tiene letra imprenta y desordenada, mi letra suele ser imprenta y desordenada... si por el contrario tiene una linda y pareja letra manuscrita, mi letra se transformará y se asimilará, dentro de lo posible a aquella...
¿Que por qué lo escribo en un blog? ¿Que a quién le importa?
No lo sé, pero siento que me hace bien aterrizar cosas que veo y que debo ordenar, para mejorar y entender mejor obviamente. Para ver aquellas actitudes desde fuera quizá y verles también, si es posible, alguna solución.
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Y es que me acostumbré a que la gente supiese verte a través de todas tus comportamientos... a que te quisieran más alá de los actos, y de pronto uno termina siendo injusto con aquellos que quizá también te quieren, pero que, al igual que tú, necesitan seguridades. Para proyectarse, para saber quien eres, para entender el sentido de tus críticas, etc.
Yo mismo a veces actúo así, suelo no creer en las acciones el otro y trato de ver más allá de ellas. Trato de ver a aquella persona que está debajo, y generalmente mis afectos a veces no se explican y pareciesen erróneos. Pero confío en ello, al menos desde mí.
El terrible don de ver el corazón de las personas, se le llamaba en un cuento, y es exactamente a lo que voy, a lo que pretendo llegar, aunque eso descoloque y termine deformando el vínculo o la forma en que te ven o que entienden tus afectos.
Aspiro a que me vean así, a que me descubran debajo y lo pongo difícil. Lo sé. Y a veces se daña así y se pierden cosas hermosas. Y por lo mismo hay que superaro. Para evitar ese daño y buscarle una solución a aquello.
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Tengo la imagen de algunos compañeros de universidad, con quienes nos pasábamos muchas horas juntos. Nada de clases en todo caso. Afuera, tomando algo, sentados, cada uno con un libro, o jugando a la pelota hora tras hora. Casi siempre en silencio, o hablando, pero nunca de aquello que realmente nos afligía. No de manera directa al menos. No era necesario decirnos nada. Sabíamos quién era el otro. La prsona que estaba a mi lado no iba a cambiar en absoluto porque me enterase de alguna acción concreta que chocara con lo que veíamos o sentíamos era el otro.
El grupo de fue achicando, pero a la vez quedamos aquellos que realmente nos reconocíamos, y las palabras se hicieron innecesarias. Nos conocíamos por el libro que llevábamos. Sabíamos si el otro andaba triste o alegre de verdad. Si tenía hambre y andaba sin plata. Estábamos ahí, y eso era lo importante. Tengo buenos recuerdos de eso.
Y hasta se reflejó en el fútbol. Pasamos un año ganando todos los partidos que jugamos, habiendo sido los más malos (hablo sobre todo por mí) en un inicio, pero ya sabíamos quien éramos, y nos reconfortaba saber que el otro también lo sabía.
Y aún hoy, cuando con la mayoría nos hemos dejado de hablar. Sabemos que basta una llamada, un toparse en la calle, o lo que sea, para que el otro te reconozca, y no sea necesario explicar tanto...
Me malacostumbré quizá. Nos malacostumbramos.
Y nos terminó por pasar la cuenta. Porque la mayoría eran cabros buenos y solitarios que no sabíamos relacionarnos con el resto. Y además exigíamos mucho del otro. Exigíamos que nos vieran, más allá incluso de nuestras propias acciones.
Y exigíamos las palabras precisas.
Claudio, Manuel, René, Guerrero (con el tiempo), Mario... (Hablo desde el vínculo mío, pues entre ellos los vínculos fueran otros...) Morfeo, Carita de auto, el Chuma...
Ojalá sea sólo yo al que le haya costado más el bajar las espectativas de la forma en que te llegan a querer los demás y hayan tenido menos nudos dentro.
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Para terminar, la imagen de un partido de fútbol. Estaba lloviendo fuerte y había cero necesidad de jugar, cero razón. Pero ahí estábamos, entre nosotros... no se podía patear la pelota y corríamos tras ella y la pasábamos bien. Según mi recuerdo era todo risas y alegría, hasta que un día quise mostrar el video a otras personas, y los otros vieron unos tipos jugando a la pelota, medio en silencio, si hasta nos veíamos serios y absurdos ahí en medio del agua...
Pero el recuerdo de todos es distinto al que ven los otros, vemos los gestos infantiles y taimados del Claudio, el gol por arriba a Guerrero, -que era más factible que se cayese de espaldas a que lograra atajarlo-, René que aunque no lo hiciera siempre estaba a punto de bajarse los pantalones o hacer otra locura en medio del partido, yo corriendo con una nariz de payaso que ni recordaba que había estando trayendo todo ese partido... y un mirarse al festejar un gol, una pequeña sonrisa a la cámara, un palmotearse mientras el otro pasaba a un costado. Eso bastaba.
Bastaba para saber que ellos te conocían. Para saber que no era necesario explicar nada.
Y basta aún para que sea un buen recuerdo.

martes, 20 de abril de 2010

Blanco y negro, antes de dormir.

Un poco por cobarde y otro poco por valiente termino viendo películas viejas antes de dormirme. Apago las luces, enciendo la tele y pongo un disco que suelo demorar en elegir. Sólo entonces viene el blanco y negro y un mundo quizá un poco más simple, pero más intenso comienza a aparecer en la pantalla.
Es un poco cobarde quizá, pero es que no sé que otro camino tomar. Es mi arrancar hacia adelante al terminar el día. Y es que yo también tengo un precio. Y mi día no se va acabar así como así sin antes encontrarme con Dreyer, Ozu, Bresson o Kurosawa, como en la noche de hoy.
Ayer le tocó el turno a La mujer pantera, de Tourneur, de 1942. Casualmente si lo pienso pues el día anterior amanecí extrañamente con unos rasguños muy marcados en un hombro sin recuerdo alguno de como me los hice y con la seguridad que no estaban al acostarme. Pero bueno, esa es una historia que desconozco y que no me interesa investigar. No por ahora, al menos.
Elegí La mujer pantera al azar, tenía anotado el año en el exterior del disco y me atrajo otra vez el blanco y negro. Me encontré con una película muy bien realizada, una buena banda sonora y algo más. Una película que se mueve entre la fantasía y la racionalidad, pues ambos son caminos que permiten interpretar el film y que nos conducen por un laberinto íntimo de los personajes que en ella se muestran. Personajes simples, pero no por eso falsos, y un problema de fondo en la protagonista que trasciende los hechos concretos que plantea el film.
En el sentido sencillo podríamos que decir que La mujer pantera es la historia de una mujer que teme tener esta bestia adentro, convertirse ante la llegada del amor o ante la llegada del placer, en esta pantera que es el mal acumulado por años en la tradición de un pueblo. Y la culpa que se adhiere a ese mal mantiene en vilo al personaje y lo hace temer liberarse y atacar a quienes ama, y a quienes, por cierto, no quiere perder.
En este sentido La mujer pantera tiene un mensaje íntimo, centrado en los celos, el miedo a amar y al placer, la conciencia culpable de aquellos que descienden de un pueblo castigado... pero a la vez, nace de esta película un elemento trascendente, que tiene que ver con la figura del mal, al antiguo pecado que se agarra a los bajos lugares, igual que la niebla sigue residiendo en los valles... como señala una frase en el inicio del film. Y es que la pantera es algo de lo que los hombres parecen haber dejado de ser conscientes, algo que se ha preferido mantener en el zoo, bajo llave, algo que conviene verlo como un otro, como algo lejano de lo humano y de la naturaleza del hombre.
Esta película hace ya casi 70 años se atrevía a mostrarnos que no, que en lo aparentemente racional del hombre, se esconde el temor a reconocer la presencia de aquello como algo también propio, existente en el interior de toda persona, pues ha quedado ahí... en la conciencia del mundo.
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Ese fue mi precio ayer. Acepté dormir a cambio de aquello y creo que fue un buen negocio. Hoy, que tuve que enfrentar algunas cosas bastante difíciles de las que no voy a hablar, prefiero irme a la segura y tomar Yojimbo, de Kurosawa.
Película que supuestamente había visto en alguna oportunidad, pero que en la práctica me di cuenta que había omitido, y que me sorprende hasta el punto de guardar el final para más tarde y escribir esto antes de que se acabe el día sin haber subido ningún texto.
Una película excelentemente filmada y con un ritmo perfecto. La aventura, la entretención hecha arte, dirían algunos. Un muy buen guión, una música que avanza a la par del movimiento de los personajes. Toshiro Mifume espada en mano vendiéndose a dos grupos de maleantes rivales. La cámara siempre captando un buen ángulo. Un comienzo que no debió dejar dormir a Tarantino y actuaciones magistrales...
Y sí, es cierto, estoy adjetivando mucho y quizá esté sonando un poco raro, pero como dije, yo también tengo un precio... y tomo mi espada y la lanzo en esta dirección aunque no haya nada claro que atacar. Y es que ante la decadencia del imperio, al igual que Kurosawa, prefiero una mirada clara como la de Toshiro Mifune, clara y embriagada mientras sube su valor y debe decidir a cuánto venderse y sabe esperar su mejor precio.
Y es que este samurai, este samurai que ha debido venderse para poder sobrevivir, viene a darnos lecciones de como hacerlo y seguir siendo él mismo, pues sabe que ambos bandos valen muy poco y que poco importa además cuál sea el que gane.
En este sentido, Kurosawa nos muestra un mundo dividido en dos mitades. Dos bandos rivales con incluso una situación geográfica opuesta. Sin embargo ambas mitades son correspondientes, y ambas miradas carecen de lo mismo... El dinero de ambas partes incluso termina siendo el mismo, pero es un dinero sin valor, como todos los objetos del film... Y es ahí donde brilla la figura de Mifune en todo su esplendor. Y donde su espada no viene sólo a cortar algo sino que ha servir de espejo entre ambos. Como esos gusanos que podían cortarse y seguían viviendo por separado, sólo que Mifune además los enfrenta consigo mismos.
Además, el personaje de Mifune sabe que es inocente, que es el único inocente en el film pues con sus asesinatos no está matando en verdad a nadie. Está partiendo una sociedad podrida que sigue igual de viva, presente y podrida una vez que se ha partido y ha visto sus propias entrañas, como Santiago Nazar.
Y sí, puede que sea una acción algo absurda, un simple mercenario que cobra por sacar las entrañas de quien le paga... y es que, después de todo, el mundo entero ha perdido sus valores, y ante eso, lo que queda por rescatar primero, lo único que tiene un valor real, quizá, sea el valor propio, como lo muestra Mifune. Y hacerlo brillar como una espada, al centro de todo.
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Y bueno... Ese es mi precio esta noche. Y va a ser difícil. Va a ser difícil cuando la película se acabe y deba salirme de ese mundo en blanco y negro y ya no esté Toshiro con su espada y deba preocuparme de mis propias entrañas. Metérmelas dentro y arroparme con ellas porque además la noche está algo fría...
Pero bueno aún queda algo de película. Y la noche está fría...
Pero me gusta el frío.

lunes, 19 de abril de 2010

Sin mucho que decir, un texto triste y etc.

¿Y quién lo manda a uno a ser profe? Eso pienso mientras tengo unas cincuenta pruebas que revisar a un costado y calculo que debo entregar otra pasado mañana e imprimir una guía por mi cuenta porque no la entregué a tiempo, y etc.
No es un gran tema, lo sé. Hablar de esto puede derivar en quejas y cosas absurdas para todos los demás, pero es que la cuestión a veces cansa. Y dan ganas de patalear y uno termina por echarle la culpa a este trabajo que no deja tiempo para hacer otras cosas, y etc.
Lo peor es que este año renuncié a casi todas las horas en el colegio e igual agobia de pronto. Podría estar trabajando más del doble y revisar cincuenta pruebas cuando antes a veces revisaba 300 parece un chiste. Pero el chiste no me está haciendo gracia. En este momento.
Puede ser un chiste corto, pero igual es fome. Debo preparar actividades para mañana y no quisiese pensar en eso. Para peor el tiempo libre lo paso estudiando con mi hijo y ordenando los cuadernos así que no quiero nada por ahora.
Tampoco sé en verdad si quisiera ver una película o leer o algo o escribir... la verdad es que quiero otra cosa, y a veces no sé bien qué es. Y eso es realmente lo fome del chiste.
Aparte de escribir acá (creo que ya se va a cumplir un mes y no he dejado de hacerlo ni un solo día) la idea era estar en un proyecto mayor, avanzando en alguna novela, ordenando unos cuentos para trabajarlos como un corpus... pero hay momentos en que todo eso entra en duda, y uno resulta ser un montón de nudos y apenas un poco más. Y se pierde un poquito la fe, y etc.
Y es que en verdad me siento solo, y eso afecta. Es distinto cuando estás frente a tus alumnos y sabes que te espera alguien, que tus afectos van a brotar y van a ser recibidos...
Es cierto, tengo a mi hijo, y he estado más con él, y me hace bien y lo agradezco... pero quiero algo tan simple como sentirme querido y que alguien me haga cariño en la cabeza cuando me acueste, o tomar la mano de alguien y dormir más tranquilo... o dormir simplemente que es cosa que a veces me cuesta y no consigo ordenar bien.
Y es que quedó una historia viva en mí que me vi obligado a cerrar. O a aceptar un cierre de algo que sentía vivo, y con sentido, a pesar de muchos peros...
Y a veces me siento encerrado acá... puedo ver que algunos me leen (si hasta tengo unos cuantos seguidores y algunos son gente que ni conozco), y de alguna forma me ayuda, no digo que no. Y auqnue suene repetitivo quizá, es algo que agradezco.
Hoy además me invitaron a un colegio en el que trabajé el año pasado. Era para el inicio de la semana en que se celebra el día del libro. Yo debía hacer una charla de inicio y eso fue lo que hice. Y sí, me sirvió hacerlo.
El colegio en sí es un liceo técnico, por lo que los chicos están un poco alejados del tema y suelen ser reticentes a hablar de él o mostrar intereses... Pero la verdad creo que no salió tan mal... les hablé de Kafka, de la O´Connor, de Lispector, de Mishima. Pero sobre todo hablamos del desequilibrio, del para qué escribir, de la necesidad de darse hacia los otros. Del no comprender.
Algo resultó. Algunos contaron una cosas o se mostraron interesados. Alguno pidió una película y un par se acercó a decir unas cosas agradables al final. Varios escriben, varios están incómodos. Varios quizá reciben las historias de esos tipos y los ven cercanos, y obviamente que eso reconforta. Un poco.
Pero interiormente sigo estando igual. Sigo sin comprender y necesitando lo mismo. Supongo que va a pasar. Sé que todo servirá para algo. Que esas pruebas a un costado las voy a revisar y sé también que mañana disfrutaré las clases con mis chicos. De hecho me encanta estar frente a ellos, en verdad. Y a veces ayuda.
Pero sigo estando con un vacío que no se llena escribiendo ni hablando ni dándome a los otros. Y es que simplemente estoy triste. Es así de simple. Supongo que un doctor diría que estoy depresivo o hasta, si le cuento bien lo que me pasa a veces en las mañanas y el constante deseo de no ir a clases o emprender distintas actividades, quizá lo diagnosticaría como crisis de pánico, o algo similar. Pero obviamente es algo con lo que se puede estar...
Supongo que ahora me ducharé, me despejaré un poco, volveré por las pruebas y prepararé las actividades para mañana. Mañana haré la otra prueba, imprimiré y fotocopiaré la guía que no entregué a tiempo, y etc.
Y mientras busco como llenar ese etcétera, y volver a sacar ánimo que en todo caso tengo de reserva, les dejo un texto algo tristón de hace unos años, pero que obviamente se vincula con un área mía, y ahí les va:
.
**
Toda casa tiene
Un cuarto donde no da luz
Yo vivo en esos cuartos

Llevo poco a poco mis supuestas pertenencias
Y las apilo frente a las murallas
Como si quisiese incluso
Eclipsar posibles grietas

Lleno de libros
Imágenes
Películas con un desenlace que sólo yo conozco
Lentamente el espacio se reduce
Y te cobija
Tanto así que a veces buscas apoyar tu rostro
Contra aquellas cosas
Como si pudiesen de alguna forma acariciarte

A veces incluso te acurrucas en el centro
Y lloras profundamente como si aquello sirviese para algo

Así se pasa el tiempo

Hoy me preguntan (desde fuera)
Para qué tanto dolor
Para qué perder el tiempo en aquellos cuartos donde no llegan luces
Como si un hombre sediento bajase hasta el fondo de un pozo
Enteramente seco
A esperar un poco de agua

Y entonces yo no sé que responder
Sólo sé que siento sed
Que mis ojos se han secado

De verdad es poco lo que sé

Yo sólo busco brazos
Que hacia mí se extiendan
Y me abracen

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