lunes, 12 de abril de 2010

Anexo: Comentarios a algunas películas.

Recién hablaba algo (en la entrada anterior) de unas películas, que apenas nombré de pasada. Por ejemplo de La vida de la Bohemia, de Kaurismaki. Así que me acuerdo que una página subí un mini comentario del film y lo pego acá, a petición de un amigo que estaba atento y preguntó al tiro, antes de desconectarme.
Y para que no quede muy corta la entrada aprovecho de subir una más, (de una bella película de Truffaut: La historia de Adèle H) para aprovechar el tema.
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No sólo de pan vive el hombre (La vida de la bohemia, de Aki Kaurismaki)
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Esta película es una obra maravillosa. Por tantas razones que intentar abordar cada una resulta algo engorroso y artificial. Artificial porque quizá la principal de estas razones es la sencillez con la que se desarrolla este film, la falta de artificio, la claridad con la que son iluminados cada uno de sus personajes.
Las sensaciones que transmite la película van desde la gracia, la risa, hasta el crear un vínculo con los personajes que nos lleva a emocionarnos con cada uno de sus gestos, de sus decisiones, de sus afectos. Ver este film es sentirse abrazado por sus personajes y tender también los brazos hacia ellos. Aprender de la amistad, del amor que nace desnudo como una llama que ilumina los rincones oscuros del París donde se desarrolla. Una belleza de cenicero.
Una película que nos enseña qué es lo que realmente alimenta al hombre. Que muestra la importancia de los lazos humanos y del arte como una persecución de los sueños, pero que nunca dejan de crearse a escala humana: aquella que mide al hombre por su capacidad de necesitar y de darse hacia los otros.
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Veo una luz negra, o las condenas de Adèle H (La historia de Adèle H, de F. Truffaut)
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Las pequeñas cosas de la vida deben tratarse como si fueran importantes. Mucho más si eres hija de Víctor Hugo. Si es así, estás condenada a organizar tu vida en base a tus propios sueños, buscando siempre lo increíble. Esa es la primera condena que se cierne sobre Adèle. Buscando desde un inicio a su amor de una forma que se escapa a los parámetros ordinarios.
Y es que las condenas de Adèle van más allá de la figura del hombre a quien ama. Las verdaderas condenas de Adèle, brillan en su interior con una luz negra que la oscurece, pero la hace resplandecer entre los otros personajes.
Esto queda muy bien plasmado en la película de Truffaut. Adèle es ante todo la hija la hija de Víctor Hugo, y su sangre está presente en todas sus acciones, su tamaño está dado a priori por la grandeza de su padre. También está condenada a ser la hermana de Leopoldine, la hija venerada, aquella que conoció el amor, hasta la muerte perfecta. De ahí sus anhelos de ser en parte Leopoldine y de identificarse con ella, dejando de lado, incluso, su propia identidad.
Una tercera condena es aún más profunda, y es la base del personaje de Adèle y de sus acciones en el film. Adèle no establece distinción en su ser, ni en su forma de amar: Yo no entrego mi cuerpo sin mi alma, señala en una oportunidad, ni tampoco mi alma sin mi cuerpo. La tercera condena de Adèle es entregarse completamente en cada uno de sus actos, no resguardar nada de sí misma. Es como si en cada una de sus palabras, de sus acciones, se arrojara a sí misma como un deportista que lanza la bala.
Por eso es que esta película resulta inmensa, porque la fiebre de Adèle es la temperatura exacta para construir una magnífica obra de arte. Adèle es el sol que quema hasta su propio desgaste. Pero es también el sol que purifica. Un sol negro quizá, es cierto. Pero en su oscuridad se esconde agazapada la vida misma. Y nadie mejor que Truffaut para girar en torno a ella y enseñárnosla.

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