sábado, 17 de abril de 2010

Roald Dahl y la fábrica de soldados de terracota.

Llegamos hace un rato del centro de Santiago. Con mi hijo. Leyendo a Roald Dahl. Y como el texto leído era Las brujas, veníamos mirando qué mujeres presentaban las características que Dahl les confiere en su libro. Nos turnamos para leer en voz alta, pero al final termino leyendo casi todo yo así que la garganta se me cansó un poco. Pero me gusta verlo entusiasmado leyendo o esuchando así que no hay problema.

Antes habíamos ido al Centro Cultural La Moneda, a ver la exposición de los guerreros de terracota, nada mal por cierto, aunque esperaba un poco más de material, en cuanto a cantidad, sobre todo. Pero estuvo bien dentro de todo. Sobre todo el montaje de la muestra. Quedo con ganas eso sí de sacar algunas fotos pues no lo permitían dentro y salvo unos guerreros de gran tamaño hechos para la promoción en medio del pasillo externo que une las dos salas, no se podía fotografiar nada.

Vimos un video bastante bien montado en una sala, y nos quedamos un rato pegados con algunas figuras, sobre todo con la de un carro y el traje de un emperador (bueno uno de sus muchos trajes).

Por suerte descubrimos en un costado del centro una exposición a la que no muchos entraban, en la que se mostraban los trajes utilizados para la ópera Turandot. Excelentes diseños. Bellos trajes. Buenas luces y contrastes en el lugar. Además no había guardias y se estaba tranquilo, pues toda la gente estaba en la otra exposición y dejaban aquel lugar libre.

Pero les contaba que leíamos a Dahl. Y cada cierto rato mi hijo me pedía que siguiéramos pues la historia estaba entretenida y además el lenguaje de Dahl suele ser llamativo. Algo malévolo incluso y extraño en algunos aspectos que siempre están presentes en sus textos. Sobre todo en la forma de mostrar a los adultos, o el mundo de ellos. El mundo que le imponen a los niños, en verdad, pue no suele haber un mundo alternativo al que ellos pertenezcan...

Como sea. Ahí nos deteníamos cada cierto rato a avanzar un capítulo, y luego ver otra cosa. Y debo admitir que algo me atrae en Dahl.

Desde Charlie y la fábrica de chocolate y su versión en la película anterior a la de Tim Burton. Recuerdo que verla me llevó a buscar libros de este autor antes de que salieran prácticamente todos publicados en las nuevas colecciones que se introdujeron para las lecturas escolares. Lo mismo con Matilda, y algunos otros de sus libros. Hasta los diarios tuve leer para una prueba que le hice a una profesora que lo había dado a leer en su curso hacía algunos años.

Y la verdad es que dentro de todo, -evitando interpretaciones que a veces pueden llevar a ver en Dahl una oscuridad al menos preocupante- la escritura de Dahl es sencilla, dinámica, y tiene el humor de los niños de ahora, y también su despreocupación. Ya nada del modelo a seguir o del sufrimiento o del sentimentalismo. En Las Brujas por ejemplo la superación de la muerte de sus padres le toma al narrador un día (dos párrafos cortos), luego ya está hablando de las brujas y nunca más vuelve a extrañarlos ni prácticamente a hacer referencias de ellos. Su muerte es un mero accidente, como todo lo otro que ocurre en aquellos libros. Dónde se vive, los amigos que se tiene, los acontecimientos que suceden, todo es azaroso y no hay consecuencias directas para las acciones que realizan los personajes, o si las hay, no son siempre las consecuencias lógicas que podrían esperarse.

Ese es el mundo de Roald Dahl, y si bien preocupa un poco la similitud que podemos encontrar con nuestro propio mundo, sigue resultando extrañamente atractiva su lectura. Y mucho más para aquellos a quienes está destinada.

Si hasta los dibujos son bosquejos, o poco más. Pero con eso basta, parece decirnos el autor. Más sería una pérdida de tiempo. Como lectura de comida rápida, y de hecho es en uno de estos locales donde también avanzamos un poco más en la lectura. Y todo parece encajar de mejor forma en aquel lugar.

¿Cómo entonces logro que la conversación nos lleve a los guerreros de terracota? ¿Por qué vamos buscando gente similar a brujas cuando acabo de ver a un tipo igualito a uno de los guerreros y no nos causa la menor gracia?

Supongo que Dahl sabe el truco. Y no lo esconde. Y es que el verdadero truco es que no lo hay, parece decirnos. No voy a sacar a un conejo de un sombrero, o si lo hago no será ese el truco, sino qué ocurra con el conejo, la forma en que éste queda en ese otro mundo y su presencia dé saltos de una historia en otra. Hasta que alguien le recuerde en que mundo está y se lo coma. Y la historia avance.

Algo así diría Dahl. Él está haciendo literatura, no vida, y eso lo tiene claro. Y si la vida es como una mesa a la que le falta una pata, su literatura no pretende ser esa pata, sino simplemente ser un libro que se pone sobre esa mesa coja, y que a veces se equilibra sobre ella, y que a veces no. Eso es todo. Y es simple, después de todo.

Aprovecho entonces de agrupar los libros de Roald que tengo y los pongo cerca de la cama que tiene mi hijo, junto a los cómics que antes le había dejado. Por si se interesa. También tomo unos apuntes para una historia que me gustaría escribirle. Tal como algunas pocas que le escribí cuando era más chico, donde él siempre era el protagonista. (Quizá con los guerreros de terracota por comienzo y algunas vueltas más)

Y como el tiempo apremia y debo hacer algunas otras cosas antes de volver a leer un capítulo más de Las Brujas dejo esto hasta aquí. Y aprovecho de dejar también las sensiblería que me ha traído por las cuerdas estos días y a la que no pienso dedicarle, por lo pronto, otra palabra.

Anexo a continuación uno de los cuentos que le escribí a mi hijo cuando era más chico, y que comienzo a buscar en este momento.

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