martes, 20 de abril de 2010

Blanco y negro, antes de dormir.

Un poco por cobarde y otro poco por valiente termino viendo películas viejas antes de dormirme. Apago las luces, enciendo la tele y pongo un disco que suelo demorar en elegir. Sólo entonces viene el blanco y negro y un mundo quizá un poco más simple, pero más intenso comienza a aparecer en la pantalla.
Es un poco cobarde quizá, pero es que no sé que otro camino tomar. Es mi arrancar hacia adelante al terminar el día. Y es que yo también tengo un precio. Y mi día no se va acabar así como así sin antes encontrarme con Dreyer, Ozu, Bresson o Kurosawa, como en la noche de hoy.
Ayer le tocó el turno a La mujer pantera, de Tourneur, de 1942. Casualmente si lo pienso pues el día anterior amanecí extrañamente con unos rasguños muy marcados en un hombro sin recuerdo alguno de como me los hice y con la seguridad que no estaban al acostarme. Pero bueno, esa es una historia que desconozco y que no me interesa investigar. No por ahora, al menos.
Elegí La mujer pantera al azar, tenía anotado el año en el exterior del disco y me atrajo otra vez el blanco y negro. Me encontré con una película muy bien realizada, una buena banda sonora y algo más. Una película que se mueve entre la fantasía y la racionalidad, pues ambos son caminos que permiten interpretar el film y que nos conducen por un laberinto íntimo de los personajes que en ella se muestran. Personajes simples, pero no por eso falsos, y un problema de fondo en la protagonista que trasciende los hechos concretos que plantea el film.
En el sentido sencillo podríamos que decir que La mujer pantera es la historia de una mujer que teme tener esta bestia adentro, convertirse ante la llegada del amor o ante la llegada del placer, en esta pantera que es el mal acumulado por años en la tradición de un pueblo. Y la culpa que se adhiere a ese mal mantiene en vilo al personaje y lo hace temer liberarse y atacar a quienes ama, y a quienes, por cierto, no quiere perder.
En este sentido La mujer pantera tiene un mensaje íntimo, centrado en los celos, el miedo a amar y al placer, la conciencia culpable de aquellos que descienden de un pueblo castigado... pero a la vez, nace de esta película un elemento trascendente, que tiene que ver con la figura del mal, al antiguo pecado que se agarra a los bajos lugares, igual que la niebla sigue residiendo en los valles... como señala una frase en el inicio del film. Y es que la pantera es algo de lo que los hombres parecen haber dejado de ser conscientes, algo que se ha preferido mantener en el zoo, bajo llave, algo que conviene verlo como un otro, como algo lejano de lo humano y de la naturaleza del hombre.
Esta película hace ya casi 70 años se atrevía a mostrarnos que no, que en lo aparentemente racional del hombre, se esconde el temor a reconocer la presencia de aquello como algo también propio, existente en el interior de toda persona, pues ha quedado ahí... en la conciencia del mundo.
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Ese fue mi precio ayer. Acepté dormir a cambio de aquello y creo que fue un buen negocio. Hoy, que tuve que enfrentar algunas cosas bastante difíciles de las que no voy a hablar, prefiero irme a la segura y tomar Yojimbo, de Kurosawa.
Película que supuestamente había visto en alguna oportunidad, pero que en la práctica me di cuenta que había omitido, y que me sorprende hasta el punto de guardar el final para más tarde y escribir esto antes de que se acabe el día sin haber subido ningún texto.
Una película excelentemente filmada y con un ritmo perfecto. La aventura, la entretención hecha arte, dirían algunos. Un muy buen guión, una música que avanza a la par del movimiento de los personajes. Toshiro Mifume espada en mano vendiéndose a dos grupos de maleantes rivales. La cámara siempre captando un buen ángulo. Un comienzo que no debió dejar dormir a Tarantino y actuaciones magistrales...
Y sí, es cierto, estoy adjetivando mucho y quizá esté sonando un poco raro, pero como dije, yo también tengo un precio... y tomo mi espada y la lanzo en esta dirección aunque no haya nada claro que atacar. Y es que ante la decadencia del imperio, al igual que Kurosawa, prefiero una mirada clara como la de Toshiro Mifune, clara y embriagada mientras sube su valor y debe decidir a cuánto venderse y sabe esperar su mejor precio.
Y es que este samurai, este samurai que ha debido venderse para poder sobrevivir, viene a darnos lecciones de como hacerlo y seguir siendo él mismo, pues sabe que ambos bandos valen muy poco y que poco importa además cuál sea el que gane.
En este sentido, Kurosawa nos muestra un mundo dividido en dos mitades. Dos bandos rivales con incluso una situación geográfica opuesta. Sin embargo ambas mitades son correspondientes, y ambas miradas carecen de lo mismo... El dinero de ambas partes incluso termina siendo el mismo, pero es un dinero sin valor, como todos los objetos del film... Y es ahí donde brilla la figura de Mifune en todo su esplendor. Y donde su espada no viene sólo a cortar algo sino que ha servir de espejo entre ambos. Como esos gusanos que podían cortarse y seguían viviendo por separado, sólo que Mifune además los enfrenta consigo mismos.
Además, el personaje de Mifune sabe que es inocente, que es el único inocente en el film pues con sus asesinatos no está matando en verdad a nadie. Está partiendo una sociedad podrida que sigue igual de viva, presente y podrida una vez que se ha partido y ha visto sus propias entrañas, como Santiago Nazar.
Y sí, puede que sea una acción algo absurda, un simple mercenario que cobra por sacar las entrañas de quien le paga... y es que, después de todo, el mundo entero ha perdido sus valores, y ante eso, lo que queda por rescatar primero, lo único que tiene un valor real, quizá, sea el valor propio, como lo muestra Mifune. Y hacerlo brillar como una espada, al centro de todo.
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Y bueno... Ese es mi precio esta noche. Y va a ser difícil. Va a ser difícil cuando la película se acabe y deba salirme de ese mundo en blanco y negro y ya no esté Toshiro con su espada y deba preocuparme de mis propias entrañas. Metérmelas dentro y arroparme con ellas porque además la noche está algo fría...
Pero bueno aún queda algo de película. Y la noche está fría...
Pero me gusta el frío.

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