miércoles, 31 de julio de 2013

Cambias los dientes.


Trabajé en un hogar de niñas, de pequeño.

No sé bien a qué iba, pero era parte de mis creencias.

Pocas veces entré en los dormitorios, pero una vez Malú estaba enferma.

Y bueno… al lado de la suya, otra cama estaba sin hacer.

Al estirar las ropas encontré un diente bajo la almohada.

Un diente pequeñito, de otra chica.

Le pregunté a Malú, pero ella quería toda la atención.

A mí me faltan más dientes, me dijo. Y era cierto.

Malú tenía 4 años y decía que era mi novia.

Una vez la vi matar unos pajaritos que cuidaba otra niña.

Pero en ese momento estaba enferma y me dijo que ese diente no importaba.

Nadie viene por los dientes, me dijo.

Malú tenía el pelo negro, y tenía también una hermana dos años mayor que se llamaba Stephanie.

Esa vez tenía fiebre.

Yo debía salir de inmediato pues era mal visto que estuviera en el dormitorio.

Malú quedó enojada, pero la saludé hartas veces más, por la ventana.

Afuera, algunas niñas jugaban.

Las otras, habían salido con algún familiar, por el fin de semana.

Entonces, miré a las niñas y pensé que el diente bajo la almohada era de una de ellas.

Malú golpeaba el vidrio, para que la mirara.

Yo la saludé desde abajo y ella se rió.

Una de estas chicas va a dejar de creer un poco más, cuando busque bajo la almohada, pensaba.

Los dientes de ellas, en tanto, seguían creciendo y cambiándose, quién sabe para qué.

_________________________

Brotan tus dientes.

Brotan tus creencias.

Masticas con tus dientes.

Cambias los dientes.

Cambias tus creencias.

Masticas tus creencias.

Pierdes los dientes.

Etcétera.

martes, 30 de julio de 2013

OILEGNAVE


Un hombre barbudo baja del cielo y es recibido por unos hombres que lloraban mirando hacia lo alto. Cenan, caminan, le preguntan quién es. El barbudo tiene heridas en las manos que uno de los otros intenta curar, pero no lo logra. Luego, llega hasta un jardín donde unas mujeres que cantaban se entristecen de improviso, tras hablar con él. Así -quizá afectado por esta situación-, el hombre se retira a dormir a una cueva, donde parece morir tras varios días de quietud. Entonces, unos hombres entran al lugar y cargando el cuerpo lo ponen al sol, en una cruz. Posteriormente, tras lanzar un grito, el hombre barbudo resucita. Un soldado bondadoso le toca con una lanza mágica una herida del costado y la sana de inmediato. Vuelven a bajarlo de la cruz. Entonces, el hombre barbudo carga la cruz caminando hacia atrás y milagrosamente parece cada vez menos cansado. Así, por su hazaña, el hombre es llevado donde un gobernador, quien a su vez lo envía con algunos sacerdotes, pues el barbudo llegó a la conclusión que tenía un poder especial que debía compartir con la gente. Los soldados lo escoltan hacia un monte donde, luego de orar, se acerca a unos seguidores y les da de comer y beber, para que estén fuertes y salgan a predicar al día siguiente. Así, recorren Jerusalén y, tras ayudar a montar unos puestos de venta junto a la iglesia principal, el hombre barbudo es despedido de la ciudad mientras la gente del pueblo agita ramas, deseándole buen viaje. Pasa el tiempo. El hombre dedica tres años de su vida a castigar personas inicuas. Por ejemplo, deja paralíticos a hombres sanos y hace perder la vista a unos cuántos que se cruzaban en su camino. Asimismo, quienes lo seguían comienzan a alejarse hasta que, tras bañarse en un río porque un pájaro se le posó en la cabeza, decide irse al desierto donde estuvo varios años. Pasado ese tiempo, que al parecer lo había rejuvenecido, el hombre barbudo –casi joven, ahora-, va a trabajar donde un carpintero que está casado con una mujer a quien repudia. Entonces, el barbudo, va hasta una fiesta demasiado licenciosa en la cual, para calmar los ánimos, transforma el vino en agua (última acción milagrosa que realiza, por cierto). Por último, con la apariencia de un niño, se aleja de la ciudad hasta tenderse en un pesebre, junto a una serie de animales, acurrucado. Y claro… debe haber muerto, según dicen, en aquel lugar. Cuando expiró, por cierto, una estrella extraña apareció en el firmamento.


“Y Dios suspiró,
 y el hombre se desvaneció
y fue el silencio”

lunes, 29 de julio de 2013

Mirar detenidamente una cosa que ya conoces.


I.

-Seguro que eliges libros –me dijo-, pero yo te desafío a buscar otra cosa.

-¿Otra cosa para mirarla detenidamente?

-Claro… pero otra cosa que ya conozcas, esa es la gracia.

-De acuerdo –dije yo.

Entonces, me puse a buscar hasta que encontré algo que creí adecuado.

-Listo –avisé.

Ella asintió.

 Claro… me dormí esa noche, mirando aquel objeto.


II.

-No es ese el disfraz –me dijo-. Para engañar al mundo debes parecerte al mundo.

-¿Ponerme un disfraz de mundo?

-No. No es eso. Tú debes parecerte al mundo: llevar la bienvenida en los labios, en los ojos, en la lengua.

-¿Dar la bienvenida al mundo?

-No. No es algo externo… para ganar la confianza del mundo debes comprender el mundo, pero desde dentro.

-¿Y entonces?

-Entonces miras eso que ya conoces, detenidamente y esperas a que se mueva.

-¿Espero a que se mueva el mundo?

-No. Esperas más bien que se mueva aquello que miraste.

-¿Espero a que se mueva un objeto?

-Sí. Exacto. No saben quedarse quietos mucho tiempo.

-Eh, bueno… y suponiendo que suceda, ¿Qué debo hacer entonces?

-Hablarle, por supuesto… preguntarle unas cuántas cosas….


III.

Esperé un buen rato sin que nada sucediese.

Entonces, aquello que miraba, se movió.

Primero fue una especie de vibración, casi imperceptible, hasta derivar en movimientos francos.

Pregunté entonces unas cuántas cosas, a aquello que miraba.

-¿Qué eres realmente? –le pregunté, en principio.

Aquello que miraba dejó pasar unos segundos.

-Yo soy el mundo –me dijo-, todo lo demás es accesorio… velo como un soporte, incluso, si quieres.

-¿Siempre lo has sido? –pregunté entonces.

-No –contestó-. Solo desde que miraste, te detuviste y comprendiste.

-¿Y ahora?

-Ahora eres responsable del mundo.

-¿Aunque no quiera?

-Sí –señaló-. Tú eres el soporte.


IV.

Pregunté unas cosas más y luego me dormí.

Soñé con olores a café, pero no recuerdo situaciones.

El objeto,  por cierto, había vuelto a la inmovilidad y a su silencio.

-¿Soporte de qué? -me dije entonces, recordando la conversación.

Nadie respondió.

El equilibrio parecía más precario.


 

domingo, 28 de julio de 2013

Hiciste un camino con migajas.

“Si el azar me quiere rey
que me corone sin mi acción”
Macbeth


Hiciste un camino con migajas.

Todo lo demás fue perfecto.

Fuiste capaz de planchar tus camisas, por ejemplo.

Hiciste desaparecer hasta la última arruga.

¿Recuerdas que la primera vez lloraste al hacerlo?

Qué sensible parecías…

Pero claro… tus ideales no terminaron valiendo lo que creías.

Y todo se redujo a un canje, donde no obtuviste ganancia alguna.

Suena irrevocable de esa forma, pero lo cierto es que fue así.

Y claro, entonces te engañaste a ti mismo, marcando el camino con migajas.

Tus propias migajas.

Llegaste pequeño, de esa forma.

Irrecuperable, incluso.

Con todo, yo creo que sabías, que pasaría aquello.

Así, de alguna forma… solo se cumplió lo que debía suceder.

Es decir, no habría marcas, al voltear, ni camino de regreso.

Y es que siempre hay alguien que recoge las migajas…

Alguien que borra tus pisadas.

Y hasta alguien que las niega.

¿Ibas a ser rey?

¿De verdad pensaste que alguien te iba a rescatar de todo aquello?


¡Cuánta inocencia…!

Nadie va a cuidar tus pasos, amigo.

Además, haces tú el combustible… y la máquina no vuelve atrás.

Esas eran parte, las reglas.


Y es que la muerte solo interrumpe la comprensión, después de todo.

Así, probablemente, nadie pueda perdonar eso.

sábado, 27 de julio de 2013

Un día tan feo y bello nunca he visto.



-Espera –dijo él-, ¿me estás dejando por el hueón que se tatuó el cocodrilo?

-¿Lo conoces? –preguntó ella.

-Claro que lo conozco… -continuó él-, todos hablan de él como si fuera un chiste en vez de un hombre… de verdad no puedo creerlo… ¿de verdad me estás dejando por un hueón que se tatuó el cocodrilo de Lacoste sobre una tetilla…?

-Sí –contestó ella, segura-. Es un hombre simpático.

-¿Simpático…? ¡Nosotros tenemos dos hijos…! ¡La casa, el auto…! ¡Hasta compramos una tortuga hace dos días!

-Pues quédate con todo. Por mí no hay problema.

-¿Te has vuelto loca…? De verdad no puedo creer todo esto…

-Para mí también extraño… y fue una decisión difícil…

-¿Difícil…? ¡Ese hueón tiene un tatuaje de Lacoste sobre una tetilla…!

-Pues no me decidí por eso.

-¿No…? ¿Y podrías decirme entre qué decidiste?

-¿Cómo…?

-Bajo qué criterios hiciste la decisión… ¿qué comparaste de nosotros?

-Pues no sé… No se trata de ustedes, así como uno en contra del otro… o sea, soy yo… y él es simpático…

-Deja de decir que es simpático… no puedes comparar eso con nosotros… ¡tenemos hijos!

-Lo sé, también son simpáticos. Es solo… no sé cómo explicarlo… es como un valor extra… un valor extra bien pequeño en todo caso…

-¿Igual que entre dos poleras casi iguales?

-No te entiendo…

-¿Igual que entre dos poleras casi iguales, pero una tiene el cocodrilo ese?

-Sé que lo dices molesto… pero sí… es eso apenas, algo distinto, pero distintivo al mismo tiempo…


-Esto debe ser una broma, yo…

-¿No entiendes? Quizá viva la misma vida que ahora, pero…

-Con él no tienes hijos…. Con él no has construido un hogar o…

-Mi vida no es eso… Y me refiero en todo caso a que más allá de los hijos lo demás no será tan distinto…

-¡Más allá de los hijos…! No puedes estar diciendo eso… Estás abandonando todo por algo igual, pero con un distintivo… ¿eso estás diciendo?

-Sí, más o menos sí… algo con un pequeño detalle en el que fijo mis esperanzas…

-¡Vamos…! No puedes estar hablando así… ¿esperanzas de qué?

-Esperanzas para ver si mi vida se aleja un poco del camino por el que van todos…

-¿Y un cocodrilo tatuado sobre una tetilla puede hacer eso?

-Pues sí… aunque no se trata de eso concretamente, pero sí…

-…

-Sé qué es difícil… Necesito eso.

-¿Y si me tatúo yo…? ¿Te sirve si… no sé… si me tatúo la estrella de converse en el tobillo o…?

-Ya te dije que no es eso concretamente… por favor entiéndeme… este no tiene por qué ser un mal día…

-¿Solo eso…? ¿Un mal día…? Teníamos una vida…

-La seguimos teniendo… cada uno… Descubrir eso también es bello, le da belleza a este día feo…

-No solo es feo… este es un día horrible, no juegues con eso.

-No estoy jugando… -dijo ella, finalmente-. Quizá no te des cuenta todavía, pero por primera vez no estoy jugando.

viernes, 26 de julio de 2013

Cosas muy claras, que no son verdad.

“En mi soledad
he visto cosas muy claras
que no son verdad”
A. M.


Yo no soy el de esas fotos.

Puedes guardarlas
y hasta verlas de vez en cuando,
pero yo no soy el de esas fotos.

Sé que recuerdas,  incluso,
pero nadie existe finalmente
en los recuerdos.

Si hasta las palabras
se revelan incoloras
y su significado
queda abandonado
como un puente
a medio construir.

Qué ironía…

Hablar de puentes, me refiero.

Y es que tú misma lo decías:
solo hay un puente,
nada más.

Con todo,
a veces piensas que la vida
no alcanza para llegar
a algún extremo.

Pues déjame contarte un secreto:
nada hay en los extremos
salvo un final.

Luego de eso, claro,
están las fotos…

Puedes verlas, si quieres,
te decía,
pero ese no soy yo.

De hecho,
nadie existe en los recuerdos.

El significado de las palabras, incluso,
se separó de su sonido
como alguien que abandona sus ropas
antes de partir.

Asimismo,
como ropas abandonadas,
deja el hombre su cuerpo
en el recuerdo del mundo.

Debieses estar alegre.

Eso es lo que querías:

Puedes pensarme,
transformarme,
mirar fotos.

Después de todo yo también
en mi soledad,
he visto cosas muy claras
que no son verdad.

jueves, 25 de julio de 2013

Reemplazar al profesor de Artes / Yo soy la uña.



-Teacher Vian, quería preguntarle si fue usted a reemplazar al profesor de Artes con los niños de primero básico…

-Sí, no me lo agradezca, yo…

-No se lo estoy agradeciendo.

-Ah. Bueno. Igual no es necesario.

-No, no lo es. Además tampoco le corresponde a usted reemplazar en enseñanza básica, ni menos con niños tan pequeños…

-Disculpe, no lo sabía.

-Así parece. Y creo que usted tampoco sabe muchas otras cosas.

-Eh… no, claro. De hecho no sé qué otras cosas no sé, por ejemplo, aunque eso es lógico.

-¿Qué cosa?

-Que no sepa qué es lo que no sé…

-Pues no se desvíe del tema. Mire, quisiera preguntarle qué es lo que sostengo en mis manos…

-Eh… hojas, hojas de block, con dibujos. Eso sí lo sé.

-Tómese esto en serio, por favor… ¿Puede explicarme el detalle de todo esto?

-Bueno… pues son los trabajos que terminaron los niños cuando los fui a cuidar…

-Pero usted los calificó, como puede verse atrás de la hoja… ¿o me equivoco?

-¿No debí hacerlo…?

-No. Pero el problema mayor ni siquiera es ese… ¿puede leer en voz alta las notas que colocó a estos trabajos?

-Claro… a ver… este tiene un 1… este… también, sí… un 1… y este… vaya, un 1, también…

-Así es, teacher Vian, todos tienen la misma calificación. Una calificación mínima que no es recomendable para niños de esa edad… tan pequeños… que pueden desmotivarse fácilmente y…

-Pero la calificación no iba al libro, solo tenían que dibujar una flor, o seres vivos vegetales, que los rodearan y…

-¿Y qué? ¿Todos merecen un 1?

-Pues sí… según mi lista de cotejo eran trabajos que no cumplían con el requisito mínimo… ¿acaso observó que es lo que le falta a cada dibujo?

-No me di el trabajo, teacher Vian… pero…

-No tenían raíces.

-¿Qué?

-Ninguna de esas flores, árboles o plantas tenían raíces, es decir... no estaban vivas…

-¿Y?

-¡¿Y?!

¿Por no aparecer dibujadas las raíces usted les puso un 1?

-Claro, no eran flores, ni árboles… o sea no vivos… no cumplieron con su objetivo… ¿acaso no le parece grave?

-Pues en realidad no… son niños de 6 años, teacher Vian…

-Pues con mayor razón… debemos aprender a esa edad que tienen raíces, luego nos olvidamos…

-Pues yo le aseguro que la mayoría de los adultos saben que tienen raíces.

-Entonces dígale a un adulto que dibuje una flor, le aseguro que lo hará sin incluir sus raíces…

-¿Y eso es importante?

-Por supuesto, es trascendente, incluso.

-Pero si ni siquiera se ven en la realidad…

-Justamente por eso es trascendente… además la realidad nunca revela lo verdaderamente trascendente…

-¿Así que eso también es verdad?

-¿Qué cosa?

-Que luego de ponerles los 1, les dio un discurso a los chicos sobre esas cosas que no se ven y hasta habló de cuestiones metafísicas…

-No es metafísica… pero no se lo voy a explicar a usted… no podría comprenderlo…

-¿Y acaso ellos sí?

-Sí. Ellos están a tiempo.

-¿Y comprendieron acaso?

-Claro. Entendieron claramente que dibujaron cosas muertas cadáveres… y que todo lo muerto merece un 1… ¿o me va a decir que alguno de los niños reclamó?

-Bueno… ellos son pequeños para reclamar, pero algunos padres… si hasta insinuaron que podía estar usted borracho…

-¿Y usted no me defendió?

-Teacher Vian… me va a negar que existen rumores sobre algunas historias suyas… es decir, creo que hay hasta fotos…

-Pues si hacemos caso de rumores usted mismo y la secretaria… es decir, de eso sí tengo fotos y…

-Ejem… vamos teacher Vian, no alarguemos esta conversación… no da para más.

-Es cierto. No da para más.

-Además sus historias deben ser tan falsas como la que cuentan de mí…

-Claro, o tener el mismo grado de verdad…

-Un grado bajo, por supuesto.

-Así lo creo.

-Pues no se diga más, puede volver a trabajar, teacher Vian, ya solucionaré yo el problema con los apoderados…

-Tal vez sería mejor que me retirara un poco antes, ya sabe… para reflexionar sobre…

-Teacher Vian.

-Diga.

-No abuse. Acá debemos ser aliados, de eso se trata.

-De acuerdo.

-Cohesión, teacher Vian. Cohesión y prudencia… Debemos ser en esto como uña y mugre.

-Pues tiene usted razón... Aunque sabe…

-¿Sí?

-Solo una última cosa...

-Por supuesto.

-Yo soy la uña.

miércoles, 24 de julio de 2013

El puntero láser.



Estamos borrachos así que me demoro en entender.

Así, casi al final de su explicación escucho una frase extraña, y le pregunto:

-¿Dijiste un puntero láser?

Mi amigo me mira atento, con una expresión seria.

-Ya te lo conté po, hueón… te he hablado todo el rato de la hueá y tú estabay como poniendo atención…

-No, si escuché, te lo digo pa que te ordenís tú, no más…

-Mmm… a ver… ¿de quién era el puntero láser…?

-¿Qué puntero láser?

-¡Viste, hueón…! Si yo te lo dije clarito: el puntero láser de Dios…

-Estay borracho, hueón…

-¡Y vos también po, hueón!

-Pero yo no imagino que te cuento historias y después me enojo… esa hueá si que es estar mal…

-¿De verdad no te lo conté…?

-No po, hueón, estabay puro mirando pal lado… como pegado en algo…

-¡Puta…! ¡Me cagó de nuevo…!

-¿La Sole?

-No, hueón, Dios… si esa es la hueá que te quería decir, que Dios me está agarrando pal hueveo, apuntándome con su puntero láser…

-¿El puntero láser de Dios?

-Sí, po hueón… me está hueveando con eso… pa mi que ahora apuntó pal lado y me desconcentré con la luz…

-Mira… si querís que te crea esa hueá vay a tener que comprar más cerveza…

-¡Compro po hueón, pero aunque no comprara igual sería verdad…!

-A lo mejor, pero mejor compra –le dije.

Mi amigo pidió dos más.

Luego siguió hablando.

-La primera vez iba manejando… -contó-, estaba todo nublado y de pronto se forma un espacio entre las nubes y una luz hueona me llega a mí, justo en la cara…

-¿A ti no más?

-Si po, hueón… era como un rayo… a mí no más y más encima andaba con los frenos malos así que terminé chocando con un semáforo…

-Chucha.

-Sí, eso mismo dije yo… y eso que ahí todavía no cachaba que Dios me estaba hueveando con el puntero…

-¿No?

-No po, hueón… si eso te digo… yo pensaba las hueás típicas: el rayo de sol, no sé… hueás así… normales…

-¿Y cuándo te diste cuenta, entonces?

-Cuando la hueá se repitió hartas veces… y es que era como mucho… siempre una luz justo en los ojos… como cuando huevean a un jugador, en un estadio, apuntándole la cara con un puntero láser… ahí relacioné y me di cuenta…

-¿Y tuviste más accidentes por eso?

-Hartos po, hueón… si andaba puro chocando con hueás, ya fuera en auto o a pata…

-¿Y siempre por la luz en el rostro?

-Sí po… o no en los ojos, pero cerca de uno, y yo me quedaba mirándola y de pronto me sacaba la cresta… Y bueno… fue así mismo que vi que me cagaba…

-¿Dios?

-No. La Sole. Estaba manejando y de pronto vi que el puntero apuntaba a una esquina, y caché a la Sole besuqueándose con un hueón…

-Chucha.

-Sí… chucha un poco, pero no tanto. O sea yo estaba más cabreado con Dios que con la Sole… Es decir… la Sole es humana po hueón, pero Dios no es un cabro chico pa andarme hueveando…

-Sí po… tenís razón…

-Viste…

Terminamos entonces las cervezas.

Pedimos otra.

La última.

-¿Sabís que voy a hacer para vengarme? –dijo de pronto mi amigo.

-¿Para vengarte de la Sole?

-No, hueón… de Dios.

-Puta… no sé… ¿cómo mierda puede uno vengarse?

-Te lo podría contar, pero es secreto… -dijo mi amigo.

-Te prometo que no cuento –dije yo.

Y bueno, fue entonces que mi amigo confió en mí.

Y me lo contó.

Luego de eso, por supuesto, nos despedimos y nos fuimos del bar.

Yo cumplo mis promesas.

martes, 23 de julio de 2013

La felicidad de un cerdo.



Creo que fue John Stuart Mill el que lo dijo. El cerdo aspira a una felicidad de cerdo. No recuerdo el contexto, pero la frase la escribí en un papel con el que marqué una vez cierto pasaje de Heródoto. El pasaje, por cierto, hace referencia a una supuesta costumbre que se tenía en Persia, que consistía en dejar sin efecto las leyes durante cinco días después de la muerte de un gobernante, para que el nuevo fuese visto desde un inicio como alguien necesario para la comunidad. Para restablecer el orden y propiciar nuevamente el desarrollo de dicha comunidad, me refiero.

Como sea… más allá de intentar establecer vínculos entre la frase de Stuart Mill y la costumbre persa –cosa que puede ser posible, pero que no resulta pertinente en este instante-, lo que me queda dando vuelta es la frase en concreto, como un bloque:


El cerdo aspira a una felicidad de cerdo.


Y es que escuchaba hablar hoy del deseo de ser felices, como marcador esencial del sentido de la vida… y bueno, pensaba que al menos para los cerdos, alcanzar la felicidad de cerdo, no es algo imposible de conseguir, después de todo.

Nosotros, en cambio, si bien podemos concordar de cierta forma en hablar de la felicidad como un fin para la vida, ni siquiera logramos ponernos de acuerdo en qué significa para nosotros dicha felicidad.

En este sentido, al menos, los cerdos inician con la ventaja de saber –intuir, digamos, o ir naturalmente hacia-, la felicidad de cerdo… mientras que nosotros, no somos capaces de entender unívocamente, ni mucho menos dirigirnos por un único camino, a la que podríamos llamar felicidad de hombre.

Así, no estaría de más plantearnos si aspiramos realmente a una “felicidad humana” –de ser válido este concepto, claro-, o si nos hemos degradado de tal forma que nuestras aspiraciones son cada día más similares a esa felicidad de cerdo, o a cualquier otra que no nos corresponda.

Y no se crea que las jerarquizo… -admiro y hasta envido de cierta forma la felicidad de cerdo-, pero hay que tener claro que el placer, en sí mismo, por ejemplo, no puede definir la felicidad humana, a no ser que el hombre, como decía, no se haya previamente degradado –y anulado-, hasta ese punto.

Con todo, creo firmemente que esa felicidad humana, no se aleja de la esfera de lo posible –y hasta de lo sencillo-, más allá que la felicidad del cerdo, y que la única ventaja que poseen estos últimos, como mencionaba antes, radica en la claridad para comprender una felicidad ligada fuertemente a su propia naturaleza, que se acepta sin más, sin cuestionamientos superfluos ni falsas –o confusas-, autopercepciones.

lunes, 22 de julio de 2013

Aposté una vez todo mi dinero a un caballo.


Aposté una vez todo mi dinero
a un caballo.

No era poco dinero.

Había trabajado un verano
construyendo unas cabañas
y el dinero era para la operación de un tío
que murió poco antes.

Suena a ser un buen chico,
pero no es así.

Cómo sea…
fue entonces que llegué al hipódromo.

Era la segunda vez que iba
y estaba sobrio.

Mi tío había muerto de cirrosis
y mi tía nos había pedido en el entierro
no tomar
durante esa semana.

Y claro… yo había cumplido
y me sobraba el dinero.

Es decir,
los libros los robaba en ese entonces
y ese dinero no lo tenía considerado
para otros gastos.

Fue entonces que entré al hipódromo
sintiéndome Bukowski
y buscando pelearme con alguien.

Suena a ser un chico duro,
pero no era así.

Ni siquiera tenía voz propia.

Busqué al caballo con menos opciones:
corría en la penúltima carrera
y pagaba 17 a 1.

Aposté todo a ese caballo.

De paso me pelee con un tipo
que se burló de mi apuesta.

Todo fue torpe y nos separaron.

Yo seguía creyéndome la gran cosa.

Dos meses antes había terminado la u
presentando una tesis
que escribí borracho
en un fin de semana.

La mitad de sus citas fueron falsas,
por cierto.

Aprobé con honores y me sentía listo
para volver a escribir.

Suena a ser un genio,
y yo lo creía así
en aquel entonces.

Y claro…
comenzó la carrera.

Era una carrera larga,
según recuerdo,
y yo veía a mi caballo correr
como si fuese un número.

Mi tío había muerto,
pensé entonces.

Apenas me preocupo de estar sobrio
cuando veo a mi hijo,
agregué.

Si ganaba podía dedicarme a escribir unos meses.

Un año, incluso, calculaba,
o poco más.

Es decir:

Yo me creía un tipo duro.

Yo me creía un genio.

Y mi caballo ganaba por varios cuerpos de distancia.

Todo era justo,
por una vez,
en el universo.

Miré el recibo.

Observé los números.

Anunciaron que mi caballo ganó.

Y sí, podría jugar a decir que el único problema
fue que en aquel momento
estaba sobrio.

Pero no fue solo eso.

Fue un pequeño momento de honestidad,
nada más.

Un pequeño momento...

Una semana después comencé a trabajar como profe.

No volví a escribir por diez años
salvo el borrador de una novela
que me robaron.

Releí a Bukowski.

Y a todos los que creí duros
y a los que juzgué blandos.

Hice unas cuántas promesas.

De paso,
recuperé el corazón
y lo perdí de nuevo.

Y es que como les decía:
no soy bueno,
ni duro,
ni un genio.

Con todo,
hasta el día de hoy conservo
en el boleto que nunca cobré
el autógrafo de alguien
que podía llegar a ser aún más valioso
algún día.

Suena a egolatría,
por cierto,
pero no es eso.

No tengo más bolsillos
ni certezas
ni palabras.

domingo, 21 de julio de 2013

Cómo va todo.


-¿Du Bois?

-Sí. Du Bois.

-¿Y quiere una habitación?

-Sí. Una sencilla.

-¿Por cuánto tiempo?

-Un mes, en principio.

-¿En principio?

-Sí. Quiero ver después cómo va todo.

-¿Todo qué?

-No sé bien… todo.

-¿Trabajo?

-Sí, trabajo, por ejemplo.

-De acuerdo.

-…

-¿Qué debo marcar en su ocupación?

-Pues no sé… marque desocupada, o turista.

-¿Es usted turista, señorita Du Bois?

-Lo he sido, pero ya conozco la ciudad.

-Claro, no se puede ser turista dos veces en el mismo sitio.

-Así dicen.

-¿Va a traer más equipaje?

-No. Solo este bolso, mientras tanto.

-Mientras ve cómo va todo.

-Claro.

-¿Y cómo cree que va a ir todo, señorita Du Bois?

-¿A qué se refiere?

-Ya sabe… me refiero a sus expectativas.

-¿También debe registrar eso?

-No. Pero me gustaría saber.

-¿Por qué?

-Digamos que es algo que yo no tengo.

-¿Expectativas?

-Claro, expectativas.

-No lo entiendo.

-Pues de cierta forma yo no espero que las cosas cambian, o que ocurra algo distinto a lo que sucede hoy.

-¿No espera que cambien o no le interesa que cambien?

-En mi caso es lo mismo. Ambas son instancias en que preferiría no saber.

-Sigo sin entender.

-Ya sabe… como con la fabricación de las salchichas… es mejor no saber.

-Claro.

-¿Come usted salchichas, señorita Du Bois?

-…

-¿Se molestó?

-¿A qué quiere usted llegar…?

-A sus expectativas, señorita Du Bois. Me interesa la forma de decidir de las personas… de decidir según las circunstancias, me refiero… según cómo van las cosas…

-¿Acaso usted no actúa así?

-Pues no. Yo más bien acepto a priori. Y voy hasta el final.

-¿Y por eso cree tener derecho de criticar mi conducta?

-No la criticaba, solo esperaba comprenderla…

-Yo pensé que usted prefería no saber, como con las salchichas.

-Pero usted no es una salchicha, señorita Du Bois.

-Pues si es por ahorrarme esta conversación déjeme decirle que hasta preferiría serlo.

-No diga eso. No debiese bromearse con dejar de ser lo que uno es. Eso no debiese ponerse en duda… menos aún por los demás, o por…

-¿Me entrega la llave, mejor? Estoy cansada. Creo que ya di los datos necesarios.

-Tiene usted razón. Aquí está su llave, señorita Du Bois.

-Gracias.

-No hay de qué. Que descanse.

-¿No va a ayudarme con el bolso?

-Preferiría no hacerlo, señorita Du Bois. Buenas noches.

-¿Esta usted bromeando?

-No. De hecho siempre hablo en serio. Ese es mi problema.

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