sábado, 6 de julio de 2013

¿Cómo voy a saber lo que pienso si no lo he dicho todavía?

“¿Y cómo voy a saber lo que pienso
si no lo he dicho todavía?”
E. M. Forster.


Me siento frente al computador y lo enciendo.

Luego de un minuto, aproximadamente, con el computador ya encendido, busco el programa indicado y abro un documento en blanco en el que escribo estas palabras.

Ahora bien, ¿sabía eso que hice hasta antes de escribirlo?

Me refiero a si sabía que me senté frente al computador y lo encendí y que busqué el programa desde el cual abrí este documento…

O más bien: ¿de qué forma sabía eso?

Pueden parecer preguntas tontas, pero apuntan a un cuestionamiento igual de sencillo, pero un poco más trascendente: distinguir de qué forma sabemos las cosas antes de decirlas (o escribirlas, en mi caso) y transformarlas, a través del lenguaje, en objetos de conocimiento. Es decir, en estructuras concretas que podemos visualizar –al menos conceptualmente-, luego de ser nombradas.

No digo lo anterior, sin embargo, pensando en desacreditar la experiencia… de hecho, lo que me interesa acá es valorizar aún más nuestra propia experiencia a partir de que seamos capaces de sabernos, en ese segundo nivel que facilita el lenguaje.

Y es que si lo pensamos de esa forma, más allá de nuestra vida y acciones cotidianas, el verdadero saber se produciría cuando enunciamos dichas acciones.

De esta forma, al igual como nos preguntábamos en un inicio si sabíamos las acciones antes de enunciarlas, viene a instalarse esta nueva interrogante: ¿sabemos quiénes somos mientras somos?

Y es que si bien suelo aceptar la “intuición de lo que somos” como una manera sensata de vernos a nosotros mismos, debo reconocer que me resulta atrayente la idea de ser objetos de conocimiento… o en este caso de reconocimiento, si consideramos que el lenguaje que nombró brota desde la cosa nombrada, para decirse a sí misma.

Con todo, en este último proceso no dejan de aparecer algunas paradojas. Y es que, por ejemplo, cuando nombraba las acciones en un inicio, yo las podía nombrar, justamente, porque ya las había hecho (encender el computador, buscar el programa, etc.), pero con el asunto ese del ser, en cambio, surgen otros cuestionamientos: ¿nombramos un ser pasado cuando buscamos saberlo presente?, o,  ¿se deja de ser mientras nos respondemos quiénes somos?

Cómo sea… lo cierto es que se trata de un tema que reviste cierta importancia y del que, por cierto, no tenía ni la más remota idea que iba a terminar escribiendo…

Después de todo, yo solo me senté frente al computador y lo encendí. Luego de un minuto… etc.

1 comentario:

  1. Creo que durante toda la vida intentamos averiguar quiénes somos, el por qué de las cosas. Ahora ¿se ES sólo después de plantearse el interrogante -después de demostrar una capacidad reflexiva- o se ES simplemente por el hecho de estar vivo?
    Un abrazo

    ResponderEliminar

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales