martes, 30 de julio de 2013

OILEGNAVE


Un hombre barbudo baja del cielo y es recibido por unos hombres que lloraban mirando hacia lo alto. Cenan, caminan, le preguntan quién es. El barbudo tiene heridas en las manos que uno de los otros intenta curar, pero no lo logra. Luego, llega hasta un jardín donde unas mujeres que cantaban se entristecen de improviso, tras hablar con él. Así -quizá afectado por esta situación-, el hombre se retira a dormir a una cueva, donde parece morir tras varios días de quietud. Entonces, unos hombres entran al lugar y cargando el cuerpo lo ponen al sol, en una cruz. Posteriormente, tras lanzar un grito, el hombre barbudo resucita. Un soldado bondadoso le toca con una lanza mágica una herida del costado y la sana de inmediato. Vuelven a bajarlo de la cruz. Entonces, el hombre barbudo carga la cruz caminando hacia atrás y milagrosamente parece cada vez menos cansado. Así, por su hazaña, el hombre es llevado donde un gobernador, quien a su vez lo envía con algunos sacerdotes, pues el barbudo llegó a la conclusión que tenía un poder especial que debía compartir con la gente. Los soldados lo escoltan hacia un monte donde, luego de orar, se acerca a unos seguidores y les da de comer y beber, para que estén fuertes y salgan a predicar al día siguiente. Así, recorren Jerusalén y, tras ayudar a montar unos puestos de venta junto a la iglesia principal, el hombre barbudo es despedido de la ciudad mientras la gente del pueblo agita ramas, deseándole buen viaje. Pasa el tiempo. El hombre dedica tres años de su vida a castigar personas inicuas. Por ejemplo, deja paralíticos a hombres sanos y hace perder la vista a unos cuántos que se cruzaban en su camino. Asimismo, quienes lo seguían comienzan a alejarse hasta que, tras bañarse en un río porque un pájaro se le posó en la cabeza, decide irse al desierto donde estuvo varios años. Pasado ese tiempo, que al parecer lo había rejuvenecido, el hombre barbudo –casi joven, ahora-, va a trabajar donde un carpintero que está casado con una mujer a quien repudia. Entonces, el barbudo, va hasta una fiesta demasiado licenciosa en la cual, para calmar los ánimos, transforma el vino en agua (última acción milagrosa que realiza, por cierto). Por último, con la apariencia de un niño, se aleja de la ciudad hasta tenderse en un pesebre, junto a una serie de animales, acurrucado. Y claro… debe haber muerto, según dicen, en aquel lugar. Cuando expiró, por cierto, una estrella extraña apareció en el firmamento.


“Y Dios suspiró,
 y el hombre se desvaneció
y fue el silencio”

1 comentario:

  1. que buena! se me escapó una carcajada en el metro con el castigaba a la gente, dejaba paralíticos a los sanos y cegaba a los que veían...

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