Apollinaire cuenta que encontró, en sus tiempos de
soldado, dos piedras exactamente iguales.
No especifica bien en qué lugares, pero afirma que
ambas piedras son lo suficientemente pequeñas como para caber en un mismo bolsillo.
Así, mientras estuvo convaleciente a partir de una
importante herida en la cabeza, las piedras permanecieron guardadas, junto a su
uniforme militar, a la espera que Apollinaire se recuperara.
Pero bueno… lo cierto es que Apollinaire no se
recuperó… Y las piedras fueron devueltas, junto con su uniforme militar, al
ejército francés, dos años más tarde.
Una enfermera inglesa que lo atendió durante dos
meses en 1916 –su nombre no ha quedado registrado-, aseguró que el paciente hablaba
por momentos de esas piedras iguales, siendo derivado así, por un tiempo breve,
al pabellón donde se recuperaban los enfermos que tenían problemas
siquiátricos.
Una cosa que sí ha quedado registrada, sin embargo,
es que en el improvisado testamento de Apollinaire, este solicita que sea
enterrado con aquellas piedras aferradas dentro de cada mano.
No quiero
libros, versos, ni nada especial de compañía, pero quiero que me entierren con
esas piedras, señala en este testamento, dictado poco antes de su muerte.
Asimismo, en uno de los poemas creados en ese
tiempo, Apollinaire hace referencia a la posibilidad de encontrar dos corazones
de hombres totalmente iguales: “los atesoraría hasta la muerte”, señala, de
encontrarlos.
Y es que de cierta forma, observa en ese mismo
texto, esas son la llave y la cerradura
que permiten ingresar al concepto de humanidad.
Actualmente, el cuerpo de Apollinaire está
enterrado en Pére Lachaise.
No hay información respecto si cumplieron su deseo
de ser enterrado con aquellas piedras.
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