sábado, 13 de julio de 2013

El pequeño homenaje a Kaoru Ishikawa.

"Aquellos datos que no tengan información dispersa
(es decir, variabilidad)
son rotundamente falsos".
Kaoru Ishikawa, Principios de Calidad.


Por un error interpretativo me vi envuelto hoy en un pequeño homenaje a Kaoru Ishikawa.

El origen del error estuvo en un trabajo que realicé hace años cuando intenté explicar la relación que existía entre ciertas teorías estadísticas relativas al comportamiento humano –parafraseando a Wingarden, en realidad-, y las propuestas de Ishikawa en torno a los diagramas de dispersión, que definen cierto tipo de relaciones dentro del sistema de administración de calidad, propuesto por el japonés.

Con todo, no se trataba de un gran trabajo, pero en su momento ayudó para crear la impresión –falsa, por supuesto-, de que yo era un experto en las propuestas de Ishikawa… y claro, resultó que hoy me vi rodeado de verdaderos expertos lo bastante ingenuos como para pensar que mis conocimientos en torno al tema eran amplios e innovadores.

El homenaje se realizó en la embajada de Japón y a él asistieron 8 expertos (7 expertos y yo, en realidad) y exactamente cuatro asistentes, tres de los cuales no sobrepasaban los 12 años y no hablaban español.

El homenaje –o esta conversación en torno al personaje más bien-, duró cerca de dos horas, luego de las cuales pasamos a un especie de cóctel donde pude enterarme que esos tres niños eran nietos de Ishikawa, que habían sido invitados a participar de este encuentro.

Y bueno… todo fue un fiasco, en resumen.

El cóctel, la conversación, el interés de los invitados… el homenaje en su conjunto…

Con todo, la pregunta clave me la hice solo al final de dicho encuentro, mientras estaba en el baño para invitados de la embajada.

¿A qué mierda vine acá?, me dije.

Es decir, no me interesa el tema, no quería ir, no había dinero ni bonificación alguna de por medio. Simplemente me habían llamado y no supe decir que no…

En ese pensamiento estaba cuando observé por una ventana del baño a los tres nietos de Ishikawa, que estaban en un pequeño jardín exterior, en cuclillas. Ahí, coordinadamente, ellos se forzaron a vomitar, sobre el pasto.

Pequeños vómitos, me parecieron. Nada más.

Luego, observé que cada uno sacó un pañuelo y se limpió con cuidado.

Por último, vi que entraban nuevamente al salón.

Y claro… había sido una situación extraña, pero de cierta forma me pareció de lo más acorde a lo sucedido en el lugar.

Entonces, volví también al salón.

Todo estaba normal.

En su sitio.

Incluso los tres nietos estaban de pie, imperturbables, como arbolitos.

Solo al terminar hicieron pequeñas reverencias, mientras nos marchábamos.

Dos hombres nos escoltaron hasta la salida.

Cuando miré desde fuera, la embajada, sentí como si nunca hubiese entrado a ella.

Nunca he pisado ese lugar, me dije.

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