miércoles, 30 de septiembre de 2015

Antes de hablar ordena sus palabras.


Antes de hablar ordena sus palabras.

Las degusta, casi, en ese mismo proceso.

Diseña formas.

Las acomoda como en el tetris.

Luego habla.

A muchos les gusta como habla.

Tal vez hasta admiran el proceso.

Yo, en cambio, lo veo casi como un asunto digestivo.

Menos limpio, de hecho, que el proceso digestivo.

Y es que ni siquiera hubo nutrientes en esas palabras.

Todo fue, simplemente, encender luces de neón.

Regar el pavimento.

Acomodar, si se quiere, cajas vacías.

Con todo, las voces que comentan no se hacen esperar:

Que lindas esas cajas.

Cuán fresco parece el pavimento.

Y las luces… qué hermosas… si hasta le dan vida a todo esto.

¿Se dan cuenta…?

¡Más cajas vacías…!

¡Más cajas, pero insiste en seguir ordenando sus palabras…!

Ayer, de hecho, hablábamos de esto.

Intentaba calmarme, incluso, para hablar de esto.

Pero claro, yo veía cómo ordenaba las palabras y se producía en mí un rechazo inmediato.

No te preocupes, me dijo entonces.

Relájate.

El secreto es siempre vivir la vida.

¿Vivir la vida…?

¿Alguien sabe qué significa esa frase?

Yo le di vueltas un buen rato y no logré conclusión alguna.

Miré su rostro y tampoco logré conclusión alguna.

Justo en eso llegó un grupo de personas a solicitarle autógrafos.

Se quedó así, viviendo su vida, mientras los firmaba.

Yo, en tanto, fui directo a comprar bencina.

martes, 29 de septiembre de 2015

Béisbol, un par de veces.

“¿Quién necesita el mundo?
A mí dame solo béisbol”
Dominic Molise


I.

Jugué béisbol un par de veces.

Probaron ponerme de lanzador.

También intenté batear algunas bolas.

Nadie recuerda, sin embargo, esos intentos.

Ni siquiera tengo una historia que contar.

Tampoco ganas de exagerar.

Fui una mierda en el béisbol, simplemente.

De hecho, nunca volvieron a invitarme.

No los culpo.


II.

De esos intentos, sin embargo,
quedé con un guante y un bate, de recuerdo.

Están en una pieza junto a varias cosas olvidadas.

Jugué con mi hijo un par de veces
yo rompí una pared,
él un macetero
y extraviamos tres pelotas.

Pude averiguar, por lo menos,
que él heredó mis genes.

Es decir, si tenía alguna duda,
su falta de pericia,
la disolvió.

Por otro lado,
resultó que nos reímos más
con el fracaso.

Y es que los ganadores,
pienso a veces,
deben ser, sin duda,
unos amargados de mierda.


III.

Me hubiese gustado hacer un home run
antes de retirarme del béisbol.

Uno  no más,
para saber qué se siente.

Y es que ya sé que se siente amar, sufrir,
ganar y perder la fe
o hasta tener un hijo…
pero no tengo idea qué se sentirá
al lanzar un home run.

Decirle que no a la pelota, como dicen,
lanzar aquella bola fuera
hasta que se pierda de vista, en la distancia.

¡Quién sabe qué más golpeará uno
al darle a esa pelota…!

Ahora mismo, decía,
hacer un home run.

Pero claro,
a diferencia de Molise,
yo soy de los que necesitan al mundo.

lunes, 28 de septiembre de 2015

Un perro que toca el violín.


Me senté a leer mientras se desocupaba el metro.

Siempre hacía lo mismo.

Me iba hasta el lugar menos lleno de la estación
y sacaba algún libro.

Luego intentaba leer.

Fue así que me percaté de una de las mayores atracciones
que tiene hoy en día el metro de Santiago:

Un perro que toca el violín.

Casi  nadie se da cuenta que es un perro,
pero yo leía cerca de él
y pude, a simple vista, 
comprobarlo.

No toca muy bien que digamos,
pero es un perro,
así que podía disculparse.

De hecho, si lo pensamos,
la mayoría de los humanos
ni siquiera sabemos tocar.

Fui así que de a poco,
tras pasar los días,
fui acercándome cada vez más
hasta el perro
que tocaba el violín.

Y así, quién sabe si de ocioso,
comencé a darle vueltas a la idea 
de la supuesta “naturaleza del perro”,
por lo mismo,
el verlo tocar 
me pareció entonces
un hecho que atentaba contra lo que era
el supuesto sí mismo
de aquel animal.

Idee entonces un plan que consistía
en devolverle cierta dosis de perrunidad
al ejecutante ese
de violín.

Así, por ejemplo,
me dediqué a tirar palos cerca de su lugar,
o hasta me conseguí un gato
para pasearlo cerca de donde se ubicaba
para ver si lo atacaba.

Nada de esto, sin embargo, 
dio resultado.

De hecho, 
me pareció notar incluso
que la ejecución del perro, como violinista,
iba mejorando
con el paso del tiempo.,

Decidí así,
que era mejor hablarle.

¿Qué tal la humanidad?,
le dije un día.

Pero el perro no respondió.

Por lo mismo me decidí al día siguiente
realizar la prueba de fuego,
llevándole algún hueso.

Fui hasta una carnicería de barrio
y pedí el mejor hueso que tuvieran
para llevárselo.

De esta forma, me acerqué hasta él,
y como no me tomaba en cuenta,
le quité el violín de su patas
y le acerqué directamente el hueso.

Entonces lo miré mejor.

No tocó el hueso, por supuesto,
y simplemente volvió, tranquilo,
a tocar el violín.

Yo, en tanto,
avergonzado,
recogí el hueso
y fui a buscar un poco de tierra
para enterrarlo.

domingo, 27 de septiembre de 2015

Íbamos a un funeral / Igual el tiempo es relativo


Íbamos a un funeral y ella manejaba.

Había muerto la madre de un colega y llegábamos un poco tarde… justo cuando el grupo de autos salía de la iglesia, donde la habían velado.

Nosotros veníamos de una noche larga y con algo de resaca.

Quizá por eso –y porque paramos a comprar agua mineral-, se nos perdió la hilera de vehículos.

Ninguno de los dos tenía idea de cómo llegar y además había mucho tránsito.

Fue entonces que vimos a un auto que iba lento y que al parecer era el último de la fila y comenzamos a seguirlo.

El vehículo era pequeño y antiguo, y parecía conducirlo una señora mayor, amiga de la difunta, pensamos.

Debemos haber seguido así unos diez minutos hasta que nos percatamos que ese auto también iba perdido.

De hecho, nos fijamos que se paró en una acera y nos bajamos detrás.

Del auto también se bajó una señora mayor, que llevaba un vestido café.

-¿Usted también se perdió? –le preguntamos.

-Yo vivo acá –nos dijo, apuntando una casa.

Ella nos miraba y no sabíamos qué decir.

-Pensamos que iba al cementerio… -intentamos explicar.

-No estoy tan vieja –contestó.

La situación era algo tensa.

Ella hablaba seriamente, y se veía molesta.

Volvimos a intentar explicar, pero creo que solo empeoramos las cosas.

Así, de pronto, nos lanzó una especie de maldición:

-Ustedes van a morir pronto –nos dijo-. Cada uno por separado, pero pronto.

-Ya –le dijimos.

Luego entró a su casa.

Nosotros nos fuimos.

A la semana de ese incidente recuerdo que nos separamos.

Así, podría decirse que no llegamos al espacio de la muerte, pero tampoco al espacio de la vida.

Con todo, han pasado unos años y todavía no hemos muerto.

Igual el tiempo es relativo, según dicen.

sábado, 26 de septiembre de 2015

¿Queda un poco?

“-Se acabó –dije-. Parte de ello
se acabó”
Ch. B.


-¿Queda un poco?

-Sí, tranquilo… siempre queda…

-Pero ¿dejaste o quedó, simplemente…?

-No veo la diferencia.

-No la veas si no quieres… solo te pregunto si dejaste o te quedó…

-No sé bien… pero insisto en que no veo diferencia alguna…

-Me refiero a si te preocupaste de dejar o fueron sobras, simplemente…

-¿Cambia eso algo?

-Cambia todo… O sea, cambia un poco, en el fondo, pero de todo.

-Entonces elije la opción que cambie todo, para mejor…

-No es tan simple…

-…

-No es que quiera hacer problema, pero no me corresponde elegirlo…

-Entonces piensa que te dejamos… que decidimos dejar un poco…

-Gracias.

-…

-…

-¿De verdad te tranquiliza eso?

-Sí, un poco…

-…

-Sabes…  es que igual es raro…

-¿El que quieras ser tan preciso?

-No… me refiero a que es cierto que siempre quedan cosas…

-…

-Incluso más allá si son sobras o se guardan o dejan voluntariamente… siempre quedan…

-¿En qué ámbito?

-En cualquiera… frases que no se dicen, algo olvidado en un lugar, un poco de comida al fondo de la olla…

-…

-¿Has pensado por qué será?

-¿De verdad quieres hablar de eso---?

-O sea no sé si hablar así, extenso, pero al menos alguna impresión.

-Pues bien , mira…

viernes, 25 de septiembre de 2015

La iluminación interna de las cosas.


Wingarden patenta en México la iluminación interna de las cosas.

No sé si con afán poético o realmente práctico, pero lo cierto es que es posible encontrar esa patente entre algunos otros documentos oficiales.

No tengo el detalle del sistema, pero al parecer busca evitar la utilización de focos que proyecten su propia luz, sobre las cosas.

Y claro… el invento en sí busca acelerar el movimiento atómico de los objetos para que, mediante la aceleración y la consiguiente generación de energía calórica y posterior transformación a energía lumínica, pueda evitarse la gestión de iluminación externa.

Y sí… lo cierto es que me sorprende este descubrimiento.

Esta nueva faceta de Wingarden, digamos, como inventor.

Y esto que nos dice, de paso, como un mensaje  extrañamente cifrado, en una clásica patente económica de propiedad intelectual.

La iluminación interna de las cosas.

Si hasta sin leer la firma uno sabría que es cuestión de Wingarden.

Cuestión extraña, si se quiere.

Cuestión llena de cifras y fórmulas que ni siquiera intento comprender.

Cuestión, en definitiva, que es como dar vida a las cosas.

Regalarles un alma luminosa, si se quiere.

Busque usted, en todo caso, las palabras que prefiera…

Yo me conformo con la iluminación interna de las cosas.

Entonces, espero que se agiten los átomos de esas palabras... y que brillen un poquito.

Debe funcionar, me digo.

Debe.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Ves nombres.


Ves nombres.

Incontables nombres.

Yo también lo hago.

Por lo mismo,  los veo, no los cuento.

No es por nada, pero tú, a veces, te equivocas.

Paso por las letras… las sílabas…. Sigo ritmos.

Tú, en cambio, agrupas y haces listas.

No es tan malo, en todo caso.

Puede ser cuestión de estilos.

Con todo, yo prefiero mi método.

Y es que todo lo que es grupo, me suena a unión artificial.

Todo ese orden, me refiero.

¿Me entiendes…?

Todo me suena a lista de hospital, o a cementerio.

No sé si me explico…

Y es que además… ellos ya pasaron por esto.

Tú lo sabes.

Yo, en cambio, si bien lo sé, hay veces que lo olvido.

No me gusta, de hecho, recordar aquello.

Actúo simplemente como si desconociera lo anterior.

Digo sus nombres.

Los llamo.

Ellos ni siquiera saben dónde están llegando.

Se muestran confiados.

Creen, incluso, que yo soy más humano.

¿Y sabes…?

Hasta yo me estoy sintiendo, de esa forma.

Y bueno… eso quería decirte, en realidad.

Los demás, de hecho, me tienen sin cuidado.

Yo me estoy sintiendo más humano.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Lanzo los dados y me voy.


Lanzo los dados
y me voy.

Con pasitos cortos
como estos versos.

No dejan de rodar,
de hecho,
y ya me voy.

Y es que no cambia nada
el número que salga.

Dejo así, incluso,
las fichas
sobre la mesa.

Antes era solo
una forma de huir
con estilo.

Hoy, sin embargo,
es algo inevitable.

No es que desprecie
los dados.

Tampoco desprecio
las fichas.

Ni siquiera
desprecio el azar.

Se trata simplemente
de comenzar a apreciar
otras cosas.

Los pasos cortos,
por ejemplo.

Los saludos
y despedidas
a un solo gesto.

El movimiento,
y la pérdida
de fichas,
ya que estamos...

Y es que algo
debiésemos perder
con el tiempo.

Algo debiésemos perder,
decía,
para comprender el tiempo.

Para valorar,
incluso,
el tiempo.

Y es que podemos mentirnos
y decir
que almacenamos todo.
.
Podemos,
pero lo cierto,
es que los bolsillos siempre
se encuentran rotos.

Así,
imagino que por ellos
están siempre
cayendo los dados.

Y yo,
por supuesto,
los dejo ir.

Luego, simplemente,
me alejo
con pasos cada vez
más cortos.

Igualito
que estos
versos.

Igualito que estos versos,
decía.
o algo así.

martes, 22 de septiembre de 2015

Una fila.


Una fila. Yo lo imagino como una fila. No sé si lo soñé, incluso, o simplemente lo pienso de esa forma. Una fila extensa, pero agradable. De esas en que conversas con algún otro y a veces ni avanzas por largo rato.  Y claro, puede que de pronto todo se aligere y entonces veas que ya es tu turno. Yo lo imagino de esa forma, al menos. Una ventanilla. Y una cara agradable tras la ventanilla. Así me lo imagino hasta que entonces te entregan algo. Una imagen, tal vez. Un sabor. Un objeto pequeño. Porque claro… para eso es la fila. Ese es tu día, digamos. O lo que queda del día. La fila, me refiero. La ventanilla. Aquello que te entregan. Eso es lo que permanece, finalmente. O lo que archivas, al menos. Una foto. Una frase. Lo que te entregan en la ventanilla, al fin y al cabo. Luego, ocurre que no despiertas hasta que estás nuevamente en la fila. Y claro… conversas incluso, nuevamente. A veces tienes algún disgusto, es cierto, pero nadie te obliga a tenerlo. Y es que la fila es lenta, pero nadie te prometió que podía ser de otra forma. Eso ya no se usa. Ni siquiera es seguro. Así, avanzas hasta que aparece nuevamente la ventanilla. Y entonces un cambio. Lo adivinas en el gesto. Y te sales de la fila. Y no es tan triste. Y es el fin.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Umbrales.


Es de día.

Caminamos.

Llegamos hasta la puerta de un museo.

No entramos.

Luego, llegamos hasta la puerta de una iglesia.

Tampoco entramos.

Y es que nos gusta estar ahí, en los umbrales.

Excusándonos en silencio.

Sin altanería.

Como si oliéramos las páginas de un libro que luego no leemos.

Así somos.

Ni siquiera entre nosotros, hablamos.

Entonces, aún de día, envejecemos.

Lo sentimos así… en los umbrales.

Abrimos el refrigerador.

Miramos chicas hermosas.

Bebemos algo.

Así envejecemos.

No es la peor forma, si se piensa.

No nos mata.

No nos duele, demasiado.

A veces, eso sí, lloramos por algo.

No ocultamos que eso ocurre.

Alguien que se aleja.

Una canción que vino a recordarnos algo.

Esa soledad que se siente, en los umbrales.

Cosas de ese estilo.

Y es que por esos senderos, andamos.

A veces desfallecemos un poquito.

Otras veces dejamos de creer, en aquello que está más allá de los umbrales.

Eso es lo que nos pasa.

No hay remedios porque no hay enfermedad.

No hay especialistas para estas sensaciones.

Eso nos decimos y luego volvemos al camino.

Todavía es de día, pero tarde.

Nos calmamos así, mirando cosas que están lejos.

No entramos a sitio alguno.

Aquí está bien, decimos.

Ya será la hora, después, de volver a casa.

domingo, 20 de septiembre de 2015

Hago el intento.


Hago el intento.

No pueden decir que no lo hago.

Hago el intento, decía, pero no basta.

Respiro hondo.

Comienzo una y otra vez.

Pero lo cierto, decía, es que no basta.

A veces hasta tengo fe.

Busco, por ejemplo, debajo de las piedras.

Sigo el sonido del arroyo.

Pongo el despertador tempranito para aprovechar el día.

De verdad lo intento.

Pero no basta.

Me acerco a mi hijo.

Busco los ojos de los otros.

Limpio en mí lo que más puedo.

Busco en Vonnegut.

Busco en Fante.

Pero al final, la honestidad deja siempre un sabor amargo.

Me duelen las palabras.

Sacarlas cada día me astilla y me hace daño.

Ni siquiera importa que evada.

Ni siquiera importa porque no sé evadir lo suficiente.

De verdad lo intento…

Me mojo el rostro.

Desando mis pasos.

Busco nuevas rutas.

Saco nuevamente más palabras.

¡Qué horrendas son a veces las palabras…!

Sobre todo esas que son para uno mismo.

Sobre todos las que alumbran donde ya no hay nada.

Créanme que lo intento, en todo caso.

Y que me canso.

Y que no sé vivir.

Ni sé decir.

Y que a pesar de todo a veces hasta tengo fe, nuevamente, en las palabras.

Entonces busco a tientas el corazón del mundo.

Busco a tientas, decía, pero no basta.

Créanme que lo intento, pero no basta.

...

A veces hasta tengo fe...

sábado, 19 de septiembre de 2015

Un control remoto.


Algo hay en esta pieza que usa un control remoto.

Algo hay puesto que tengo en mis manos el control remoto.

Así, cada vez que aprieto uno de los botones se enciende una luz en el control y algo en la pieza –algo que no logro ubicar, por cierto-, vibra levemente.

Tiene pequeños signos, el control, pero todo parece desgastado y poco legible.

En este mismo instante, por ejemplo, aprieto un botón que parece tener un par de flechas, apuntando hacia la izquierda.

Algo hay en esta pieza que usa un control remoto.

Algo hay puesto que tengo en mis manos el control remoto.

Algo que aún no distingo, por cierto.

Entonces, apunto con él en varias direcciones y voy probando.

Me lo tomo como un juego.

Observo el control, incluso, antes de seguir.

Imagino que es como esos buscadores de agua, o de metales preciosos.

Igual salvo porque yo no busco aquellas cosas.

No busco agua, pues hasta la sed me abandona estos días.

Tampoco metales preciosos, porque me da risa sacarlos de la tierra.

Así, mientras pruebo, aprieto un botón que parece tener un par de flechas, apuntando hacia la derecha.

La noche llega y hasta el sueño, y sigo sin encontrar aquello que el control dirige, a distancia.

Todo va a estar bien, sin embargo.

Todo tuvo siempre un propósito.

viernes, 18 de septiembre de 2015

Palomas llegan a los pueblos.

“Normalmente, un mensajero que regresa
implica que ha dejado antes su mensaje
en algún otro lugar”


Palomas llegan a los pueblos. Nadie reconoce a las palomas. Nadie las agradece. En cambio, los pueblos hablan de plagas y de maldiciones. Hablan con palabras que no son suyas. Con temores, incluso, que no les pertenecen. Cada pueblo, entonces, con un estilo propio. Cada pueblo con un tono afectado. Cada pueblo, en definitiva, como una compañía teatral distinta. Así, los pueblos se van llenando de palomas y de plagas y de palabras que no son suyas. Pasa así con todos. Los sabios los nombran, los enumeran y los archivan. A veces toman testimonios. Sin embargo, más allá de los archivos, lo cierto es que las palomas se quedan en el pueblo. También permanecen las plagas y el tono afectado. Por último, las palabras que no son suyas. En tanto, los sabios que archivan los pueblos se ven también afectados. Sus palabras, por ejemplo, ya no designan cosa alguna. Observan las estrellas –otro ejemplo-, apenas como puntos matemáticos. Así pasan sus días. Y claro… hasta crean planes para acabar con las palomas. Con las palomas que han llegado hasta los pueblos, me refiero. Nadie lo agradece. Así se entretienen los sabios. Así se entretienen, supongo, las palomas. Usted verá, en qué grupo se encuentra. Y usted verá, también, de quién recibe el mensaje.

jueves, 17 de septiembre de 2015

De ahí lo leo.

"-No obstante, somos mortales -susrró Bradley-.
¿De veras despreciaría usted, Milord, once días más?"
Thomas Pynchon.


-Inventaron un número nuevo, uno que va entre el siete y el ocho.

-Hay infinitos números entre el siete y el ocho.

-Puede ser, pero yo no estoy hablando de decimales, sino de un número más, que incluso se incluirá en cada cifra, en cada decimal…

-¿Una especie de dígito extra?

-Sí.

-Eso es muy hueón.

-Sí… eso pensé primero… pero después leí un ensayo sobre las repercusiones económicas que tendría, y resulta que su creación vendría a salvar una serie de crisis financieras en algunos países…

-Eso es todavía más hueón.

-Sí… dicho así puede ser… pero es algo que se estuvo analizando por largo tiempo... al final fueron los chinos quienes lanzaron la idea formal… Ahora se está discutiendo en Europa…

-…

-El estudio decía que con ese nuevo número se incrementaba el valor residual de la economía bruta… algo así como aumentar la cantidad inherente a una cifra, que puede amortiguar las grandes caídas financieras…

-Yo sigo viendo una pura hueá…

-Yo también lo vi así al inicio, pero en el estudio salían ejemplos concretos…

-¿Por ejemplo?

-Mira… Imagina que antes tú tenías mil manzanas… ¿cuántos cientos de manzanas tenías?

-¿En la imaginación?

-Sí po, hueón.

-Diez… Diez centenas de manzanas.

-Pues bien, ahora tendrás once centenas de manzanas… y ni siquiera once centenas antiguas ya que cada centena antigua tendría ciento diez unidades antiguas…

-¿Mil cien manzanas?

-No po, hueón… Mil no más, en el nuevo sistema…

-No, yo decía de las antiguas.

-Tampoco… creo que serían 1331 (antiguo)… o sea 121 (antiguo) por once (antiguo)… sí, 1331 unidades antiguas…

-Pero entonces el productor que antes producía no sé… diez mil manzanas… ahora producirá menos de nueve mil…

-Puede ser, pero si antes la vendía a $100 la unidad, ahora esos $100 pesos tendrían incremento… serán 121 de los antiguos pesos…

-…

-Igual la clave de la cifra se aprecia mejor en las tasas de interés… al menos según lo que decía el estudio…

-…

-El único problema sería medir el tiempo… pero los segundos del reloj pueden alterarse para que cada segundo dure un poco menos y conservar un tiempo relativamente uniforme…Me refiero a que las 24 horas nuevas tengan la misma duración de las 24 horas antiguas.

-…

-¿Entendiste la explicación?

-No, en realidad no muy bien…

-Si quieres te presto el estudio, pero está en chino mandarín.

-¿Y tú sabes chino mandarín?

-Más o menos, no más… pero aparecen notas en inglés, de vez en cuando…

-¿Y no hay nadie más que pueda explicarlo más simple?

-No sé bien… apenas se está comenzando a hablar en algunos lados…

-Igual mándame un link…


-Gracias hueón, de ahí lo leo.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Un mono que juega al póker.

“Te aseguro que este perro habla,
pero ocurre simplemente
que no sabe qué decir…”


Veo en tv un mono que juega póker.

No me convenzo de que pueda calcular,
pero lo cierto es que incluso
distingue el valor de las fichas.

De todas formas,
juega con su entrenador al lado
por lo que uno podría sospechar
que recibe cierta ayuda.

Por ejemplo,
veo que el entrenador se acerca
cuando no le conviene iniciar una apuesta.

Esas cosas veo.

Incluso, en vez de terremotos
hasta comienzo a animar al mono.

¡Apuesta todo…!, le digo.

¡Apuesta todo…!

Esa es la única forma
de ganar algo
y superar el día.

El mono, sin embargo,
sigue apostando
de forma cautelosa.

Eso, por supuesto,
hasta que lo veo inquieto,
porque le salió un par de aces.

Mira entonces al entrenador.

Observa a los otros oponentes.

Y así, tras un aparente cálculo,
el mono apuesta con todas las fichas.

Tras dudarlo, otro jugador acepta la apuesta.

El mono parece festejar desde antes.

Veo entonces aparecer las cartas comunes.

Así, con una suerte increíble,
observo cómo el contrincante humano
gana con un trío de cuatros.

El mono parece no entender.

Se molesta y se sube a la mesa de un salto
a recuperar un par de fichas.

El entrenador humano forcejea para que las deje.

El mono se traga un par, antes de que logren controlarlo.

Luego un especialista comenta algo sobre la situación.

Puras hueás comenta.

Luego se acaba el programa.

Yo, en tanto,
consciente de mi propia derrota
me trago como puedo un par de palabras.

No hay comentarios, por suerte.

Tampoco especialistas.

Tal vez un mono sabio lea el blog,
se consiga mi dirección
y me mande un plátano.

martes, 15 de septiembre de 2015

Vemos tumbas.


Vemos tumbas.

Caminamos viendo tumbas.

Todo está húmedo.

Algunas flores fueron arrancadas por el viento.

Hay barro, incluso, entre las tumbas.

Él me muestra algunas.

Conoció a varios de los que están ahí.

Ya he venido unas tres veces, me dice.

Ha empezado a correr viento.

Hay luz, eso sí, pero hace frío.

Yo lo dejo ir un par de pasos adelante.

Avanzamos muy lento.

Él entonces me muestra una de las tumbas que ha seleccionado.

Acá quedan tres lugares, me dice.

Luego avanzamos más.

Se escuchan unos pájaros.

Pasamos entre lápidas que dejan muy poco espacio.

Llegamos hasta un extremo del lugar.

Antes no estaba esta muralla, comenta.

Se podía ver hasta el río.

Llegamos así hasta el otro sitio.

Acá quedan más espacios, comenta.

El lugar está algo descuidado.

Apenas pueden leerse los nombres.

Él comenta que compró pintura para volver a escribirlos.

También me dice que el entierro saldría gratis.

Nos quedamos en silencio.

Afuera se escucha una sirena de bomberos.

Hace un par de meses no quería nada más, me dice.

Ahora estoy un poco mejor, agrega.

Yo no sé qué decir.

Caminamos entonces hasta salir del lugar.

De vez en cuando me fijo que le tiemblan las piernas.

Se está haciendo tarde.

Ni siquiera puedo emocionarme.

Esto no más es la vida, me digo.

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales