miércoles, 9 de septiembre de 2015

No lo tengo muy claro.


No lo tengo muy claro.

Lo hago igual, pero no lo tengo muy claro.

Quizá no sea bueno decirlo.

Quizá se trate de una honestidad innecesaria.

Quizá sea simplemente un punto muerto.

No lo tengo muy claro.

Por lo mismo, pido y pido instrucciones.

Las busco.

Observo rostros para saber si alguien se delata.

Nunca encuentro nada.

Al final simplemente me levanto.

Me visto.

Tomo desayuno.

Y así avanzo.

Nunca he tenido muy en claro las razones.

Nunca he tenido muy en claro para qué.

Este soy yo, entonces, dudando sobre algo.

Aunque claro… tampoco de eso estoy muy claro…

Tomo un tiempo.

Respiro.

Pienso entonces en el paso siguiente.

¡No se puede estar sin pensar en el paso siguiente…!

Y esa es otra de las cosas que me generan dudas.

Avanzar sin saber el paso siguiente, me refiero.

Y es que a veces lo hacemos así, simplemente.

Avanzar sin saber el paso siguiente, vuelvo a referirme.

No sería extraño que nos llegase a provocar problemas serios.

Caer de algún lugar.

Llegar nuevamente al mismo sitio.

Hablar sin saber qué se está diciendo, por ejemplo.

No lo tengo muy claro.

Con todo, lo hago igual porque no hacerlo supone una sabiduría que no tengo.

Eso es lo que me permito dudar, nada más.

Luego el día se adelanta y hay que seguirlo para que no se aleje,

No lo tengo muy claro.

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