lunes, 30 de septiembre de 2013

El centro de la Tierra o ¿Cómo encontrar Monstruos Perfectos?

“Si pudiese hacer lo que quisiera,
me iría al centro de la Tierra,
y buscaría uranio, rubíes y oro.
Intentaría encontrar Monstruos Perfectos.
Después me iría a vivir al campo.”
Florie Rotondo, 8 años.


Nadie va ya
al centro de la Tierra.

Preferimos el espacio.

Distanciarnos.

Agregar siempre una nueva superficie.

Cosas de ese estilo.

Quizá por eso,
pueden estar tranquilos
los Monstruos Perfectos.

Y es que llegamos hasta el uranio,
hasta el rubí
o hasta el oro,
pero luego regresamos de inmediato,
como si después de sumergirnos bajo el agua
necesitásemos salir a tomar,
de forma urgente,
un poco de aire.

Con todo,
algo existe en nosotros,
que nos llama a buscar
a esos Monstruos Perfectos.

Podemos negarlo, claro,
y preferir la imperfección
y hasta mentirnos un poquito diciendo
que la Tierra tiene su centro
en otro sitio.

Olvidamos, sin embargo,
al decir esto,
que el centro de la Tierra,
no es más ajeno a nosotros
que el centro de nosotros mismos.

Así,
los Monstruos Perfectos,
pueden estar más cerca
de lo que creemos,
y la única expedición
que necesitamos, finalmente,
es aquella que nos devuelve
no al punto
si no a la sensación
de partida.

Entonces:

¿Queréis aún Monstruos Perfectos?

¿Están dispuestos a iniciar el viaje, al Centro de la Tierra?

¿Están dispuestos a ir si no es por el uranio, los rubíes y el oro?

Pues si es así,
afortunado les sea el viaje.

Y piensen siempre que están un paso más cerca
de comprender
cómo funciona,     el corazón del mundo.

domingo, 29 de septiembre de 2013

Una sencilla impresión.



-Ayer.

-¿Ayer qué?

-Ayer fue lindo… -dijo él.

-¿Por qué? –preguntó ella.

-Por la impresión, no sé…

-¿Qué impresión?

-La impresión que me causaste…

-¿Cuándo…? ¿Ayer?

-Sí, pero también antes… fue la misma impresión que hace seis meses.

-¿La impresión de cuando nos conocimos?

-Sí.

-Pues eso fue hace ocho meses.

-Mmm… bueno, fue una impresión que duró dos meses.

-Pues igual habría sido desde hace ocho.

-Las impresiones suceden cuando se acaban. Solo entonces quedan impresas.

-¿Y quién dice eso?

-Wingarden. Otto Wingarden.

-Ah.

-¿Me crees ahora?

-Sí… pero igual no entiendo la lógica.

-¿Qué lógica?

-No sé… el orden… cuando se emplean números.

-¿Te complican las matemáticas?

-No es solo complicar… es más complejo…

-No entiendo.

-Es que no sé cómo explicar… ¿cómo se llama eso que está entre el dos y el cuatro?

-Eh… ¿tres?

-Eso. Tres –dijo ella-. Reprobé matemáticas tres veces.

-Wingarden también repitió tres veces.

-¿Qué Wingarden?

-El tipo que dijo eso de las impresiones.

-¿Y después de reprobar se hizo matemático?

-No era matemático.

-¿Y qué era?

-No sé bien, pero ante todo no era matemático.

-¿Era antimatemático?

-Pues sí, algo así…

-La vida es antimatemática, también. Por eso repetí tres veces.

-Sí… eso también lo decía Wingarden… y decía que los números no existen…

-Pues eso todos lo saben.

-Sí, es cierto… pero hay que decirlo.

-¿Hay que decir lo que todos saben?

-Sí, es necesario.

-¿Por qué?

-Porque se necesita.

-Sí, obvio, pero… ¿para qué se necesita…?

-No sé… es como repetir un diálogo sencillo… cuando es honesto…

-¿Por qué?

-Porque la verdad vale lo mismo así, en trocitos o entera.

-…

-…

-¿Estás siendo honesto ahora? –preguntó ella.

-Sí –dijo él.

Ella sonrió.

sábado, 28 de septiembre de 2013

Cantar en la ducha / Vivir en la ducha.



-Es como cantar en la ducha –me dijo-, ¿acaso no es cierto que todos cantamos bien cuando nos estamos bañando?

-No entiendo la relación –comenté.

-Me refiero a que todo debe tener un medio… un contexto especial para que se realice de mejor forma… ya sabes: el feto en el líquido amniótico, los muertos bajo tierra…

-¿Estás bromeando?

-No, lo digo en serio… solo que no sé exactamente cuál es el medio para otras situaciones…

-¿Situaciones cómo cuáles?

-Pues no sé bien cómo explicarlo -continuó-, me refiero a que si todos cantamos bien bajo la ducha, debiésemos también vivir de buena forma bajo ciertas condiciones, ser buenos en un medio determinado…

-¿Todos?

-Claro… igual que bajo la ducha…

-…

-Tal vez sea el agua… ¿lo has pensado…?

-…

-Sí, debe ser el agua…

-Espera –interrumpí-. ¿Acaso piensas que debiésemos hacer una ducha gigante y vivir todos bajo ella?

-Pues no suena tan mal.

-¡No seas absurdo…! –protesté-. Según tu idea vivimos en la ducha, pero… ¿y luego qué?

-No sé… luego cantamos y bailamos, como al final de las películas indias o cuando estás alegre…

-¿Crees que es tan simple?

-Pues esa es la gracia: que sea simple… buscar la canción, la fuerza, mientras cae el agua… ¿No entiendes? Cantar bajo la ducha es también limpiarse, mientras cantas… una especie de epifanía…

-¿Y todos bajo una misma ducha, dices tú?

-No necesariamente… -señaló-, quizá se trata más bien de duchas individuales, todas a una temperatura propia, ideal en cada caso…

-Claro… y ahora me vas a decir que el paraíso son departamentos de un ambiente…

-Yo no he hablado de paredes…. Hablo de vivir bajo la ducha… diseñar una especie de ducha portátil que nos acompañe cuando andamos por ahí, entre los otros…

-¿Y si tenemos dificultades abrimos la llave?

-Claro… si ves que algo cuesta… si ves que la voz no te sale, o desafinas… simplemente abres la llave, y todo fluye…

-…

-¿Te hiciste la idea…?

-…

-El verdadero Vian hasta la habría patentado –dice entonces, sonriendo-. Intenta imaginarlo.

Yo respiré hondo.

-¿Y…? –me insistió.

-De acuerdo –cedí-. Te doy la razón, pero solo si hacemos ahora mismo esa ducha portátil.

-Así me gusta –señaló.

Entonces sacó los planos.

viernes, 27 de septiembre de 2013

Rol.

“No os fanfarronéis de hacer el papel de malos.
Eso solo demuestra que sois malvados”
Kim Ki Duk


A contrario de lo que dice Kim Ki Duk
puede que me haya tocado hacer el papel de bueno,
pero eso no demuestra que soy bueno.

Digamos que estaba cerca.

Digamos que tenía la intención.

Pero mis hechos no construyeron mi existencia.

Y es que sucede, a fin de cuentas,
que no somos nuestros actos.

De vez en cuando un acierto,
eso ocurre,
pero solo de vez en cuando.

Y claro… es entonces cuando pienso en El Mayor,
un extraño amigo que tuvo Boris Vian,
un joven que decía que los objetos
debían ser usados para otras cosas
de las que se propusieron
en un inicio.

“Eso beneficia tanto al sujeto
como al objeto”, señalaba.

Así, él acostumbraba, por ejemplo,
salir por las ventanas
en vez de utilizar las puertas,
o lavarse los dientes con una cuchara
y pintar un cuadro con una peineta…

Cosas de ese estilo.

Ahora bien, más allá de esos ejemplos, 
ocurrió que una noche El Mayor, algo bebido,
salió por la ventana de un salón
tras un encuentro bohemio.

Suena intrascendente, es cierto,
pero el piso del que salió El Mayor
era el séptimo,
y El Mayor murió así
segundos después de salir
por aquella ventana.

Y bueno…
no hay mucho más que pensar, por cierto,
sobre este personaje.

¡Qué absurdo hablar de su esencia!
decía Vian, mientras le escribía
el epitafio.

No he encontrado, sin embargo,
qué decía el aquel escrito.

Me hubiese gustado, sin embargo,
que su epitafio dijera más o menos así:

Y el sol hizo crecer las frutas
sin saber qué es lo que hacía.

Eso no más habrá puesto.

Eso no más… y sin flores.

jueves, 26 de septiembre de 2013

¿Dónde están?


El niño que lloró una vez al comprender una canción de Dylan.

El joven que sonríe mientras carga los paquetes de una abuela.

La chica que sintió que el corazón se le partía a los 15 años.

¿Dónde están, ahora?

La niña que lloró porque se le reventó un globo.

Los hermanos que llevaron el desayuno a la cama de sus padres.

El niño que se asombró al comprender qué decía el padre nuestro.

¿Dónde están?

El hombre que golpeó por amor.

La madre que colgó a sus hijos.

La familia que quemó sus pertenencias.

¿Dónde...?

Pues bien.

Algo me dice que ya no.

Que fortalecieron el corazón.

Que compraron otro globo.

Y que hasta pagaron sus culpas.

Sn embargo.

Un día habrá una grieta y verán que se equivocan.

Es decir.

Comprenderán que no recuperaron su globo.

Ni pagaron nada.

Ni fortalecieron nada.

Y entonces, algo incomodará cuando escuchen a Dylan.

O cuando les pidan ayudar.

O cuando se encuentren casualmente con aquel novio…

Así, solo quedará visitar la tumba de la madre.

Dejar flores en vez del desayuno.

Y comprar, por las tardes, nuevas pertenencias.

De esta forma, si hay suerte, sabremos dónde están.

Y podremos, tal vez, hablar sinceramente.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

8 horas diarias.


Me recomiendan dormir 8 horas diarias.

Me recomiendan llegar 20 minutos antes al trabajo, para compartir y no entrar directamente a clases.

Me recomiendan ir al gimnasio al menos tres veces por semana.

Me recomiendan compartir más con mis amigos, de vez en cuando, luego del trabajo.

Me recomiendan preparar material para mis clases y planificarlas estructuradamente, para que se desarrollen de forma más fluida.

Me recomiendan una caminata diaria, sin apuro, lejos de una avenida.

Me recomiendan tener una mascota.

Me recomiendan ver las noticias para estar informado.

Me recomiendan planchar mi ropa con anticipación, para no hacerlo a última hora.

Me recomiendan dar a leer libros opcionales para motivar a mis alumnos.

Me recomiendan películas, series y algún disco musical.

Me recomiendan salir con unas chicas para reencausar mi vida amorosa.

Me recomiendan una obra teatral.

Me recomiendan hacer pruebas de desarrollo para reforzar la redacción de mis alumnos.

Me recomiendan cocinar, con calma, mis propios alimentos.

Me recomiendan retomar estudios y avanzar a un doctorado.

Me recomiendan apoyar a mi hijo en sus estudios, y estar presente en su proceso académico.

Me recomiendan entrevistar dos veces por semestre a cada apoderado de los chicos de mi curso.

Me recomiendan responder los mails institucionales apenas estos sean recibidos.

Me recomiendan tener al menos una hora de ocio al día.

Me recomiendan inscribirme en un torneo de futbolito.

Me recomiendan retomar la escritura de forma seria y dedicarle el tiempo que se merece.

Me recomiendan tomar un desayuno completo y en calma.

Me recomiendan ir el sábado al colegio para compartir con mis alumnos y conocerlos fuera del ámbito del aula.

Me recomiendan hacer yoga.

Me recomiendan ordenar la biblioteca.

Me recomiendan retomar la acuarela.

Me recomiendan practicar un poco en el piano que compré hace años.

Me recomiendan ordenar los dvds y numerarlos.

Me recomiendan corregir los textos del blog.

Me recomiendan un nuevo restaurant hindú.

Me recomiendan hacer aseo a fondo una vez a la semana, en la casa.

Me recomiendan regar mis plantas a diario y en los horarios adecuados.

Me recomiendan releer los diez libros al mes que debo evaluar a mis alumnos.

Me recomiendan enviar mails a los apoderados con las informaciones más importantes.

Me recomiendan que participe en concursos literarios.

Me recomiendan preparar material audiovisual para motivar el trabajo de los estudiantes.

Me recomiendan que encienda el celular.

Me recomiendan que haga un perfil en facebook.

Me recomiendan que ore antes de dormir.

Me recomiendan que no renuncie a mis 50 horas semanales, sino que aprenda a organizarlas.

Me recomiendan que retome proyectos en cine y cómics.

Me recomiendan una nueva cerveza artesanal.

Me recomiendan masticar antes de tragar.

Me recomiendan una ducha al levantarme y antes de ir a la cama.

Me recomiendan preparar yo mismo jugos de fruta natural.

Me recomiendan jugar con mi hijo o tener actividades recreativas con él todos los días.

Me recomiendan lustrar los zapatos, con un método de tres capas.

Me recomiendan los descuentos en una librería.

Me recomiendan que recupere mis creencias en los otros.


¿Y saben?

No digo que sean malas ideas.

Ni tampoco digo que sean cosas que no haga.

Pero el punto es que si sumo traslados, comida, trabajo y sueño, el día suele acabarse de inmediato.

No lo digo alegando, aunque parezca… y no lo digo sufriendo.

Solo intento comprender a esa gente de buena voluntad.

(Y aprovecho de hablar en voz alta, para ahorrar tiempo).

Así, podría plantear que existen dos posibles explicaciones:

1. Los que me quieren no saben matemáticas.

2. Estamos metiendo la vida en cajones demasiado estrechos.

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Habrá que tomar, prontamente, una decisión al respecto.

martes, 24 de septiembre de 2013

Resulta extraño no dormir.



Resulta extraño no dormir.

Escribo inconexo, por ejemplo, y hablo raro.

No al primer día, no al segundo… pero ya vamos al tercero.

Además, siento que me alejo demasiado de mí y eso no me agrada.

Hoy me vi en otro sitio, incluso, y no me reconocí.

Ahora mismo, a mi lado, estoy tendido, descansando para despertarme en unas horas.

¡Qué inoportuno…!

Sospecho que el monstruo que esconde siempre uno de mis calcetines tiene algo que ver en el asunto.

Por lo mismo, deshago la cama y vuelvo a tenderla para ahuyentar al monstruo y conciliar el sueño.

Y es que oí a alguien decir que tender la cama era bueno para inducir el sueño.

Así, saco de encima los libros, las pruebas, los discos… y me concentro en dejar perfectamente estiradas las sábanas y cada una de las ropas.

Eso es lo que hecho, durante estos días, al menos un par de veces.

Con todo, supongo que donde dormimos finalmente es en nosotros mismos.

Ese es el lugar fijo, me refiero.

Por lo mismo, esa es la cama que debiésemos tender.

Lamentablemente –y mi caso no es la excepción-, esa cama suele estar deshecha y no permite descansar muy bien.

Eso es lo que resulta extraño.

Eso y no dormir, por supuesto.

¡Qué inoportuno!

lunes, 23 de septiembre de 2013

Parece malo, pero es raro, o Creer en no creer.


Es en el libro de Jeremías y en los Salmos donde encontramos las primeras referencias bíblicas de lo que podría ser el ateísmo.

En ellas, sin embargo, el ateísmo no se relaciona con lo que hoy en día asociamos a este término, sino más bien hace referencia al reemplazo, en las creencias, de un Dios por otro.

Es decir, negar un Dios, pero para aceptar a otro(s) tipo(s) de divinidad(es).

Menciono esto porque justamente leía hoy un artículo que hablaba sobre la imposibilidad de la no-creencia como una acción meramente pasiva, y parecía relacionarse con esa primera visión bíblica.

En este sentido, se planteaba en dicho artículo que el ateísmo vendría a ser la creencia en la no existencia de Dios… y por ende, un ejercicio activo de nuestras creencias.

Ahora bien, teniendo en cuenta que no era una idea tan compleja, y que por lo demás ya ha sido esbozada previamente en otros libros, me extrañó que quedase prendado de ella hasta el punto de extrapolarla a una serie de otras sensaciones / situaciones / posturas, que suelo considerar como contrarias a mis creencias, pero que, vistas de la manera en que se presentaba el artículo, podían pasar a ser creencias en sí mismas, de esta manera negativa.

De esta forma, por ejemplo, mi sensación de no creer en el sistema educativo, pasó de ser una situación pasiva –nominalmente al menos-, a convertirse en una creencia activa: creer en la no sustentabilidad del sistema educativo.

Sé, por otro lado, que esta cuestión aparentemente formal, no es cosa nueva, pero sinceramente estimo que presentar nuestras apreciaciones de esta forma, ayuda a asumir un rol distinto. Es decir, a hacernos cargo de nuestra no creencia en algo y proyectar, desde ella, nuevas acciones.

De esta forma, el ateo, que cree en la no existencia de Dios… se ve obligado a una nueva acción si quiere ser sincero con sus propias creencias.

Con todo, sé claramente que hoy en día las creencias no necesariamente son tomadas como fuentes activas por el común de las personas.

Confío, sin embargo, en que usted no sea de los comunes, querido lector.

domingo, 22 de septiembre de 2013

Cosas que no se encuentran en los libros.


Es cierto, hay cosas que no se encuentran en los libros. Sin embargo, hay cosas que tampoco se encuentran en sitio alguno. De ahí que algunos se engañen y comiencen a buscar esas cosas en los otros. Y depositan su fe en los otros. Y luego culpan a los otros por perder la fe.

Esa es la principal diferencia entre los libros y los otros.

Me refiero a que no acostumbramos culpar a los libros. Y claro, no lo hacemos principalmente porque la fe no se separa de nosotros mientras estamos con los libros. Esto, ya que estamos  acostumbrados a verlos como objetos. Y desconfiamos de los objetos. Y nos sentimos solos entre los objetos. Y estamos obligados a cargar, por ende, nuestra propia fe.

Con todo, la fe no es tan pesada como parece. De hecho, su peso no puede diferenciarse de nuestro peso propio. Por lo mismo, no podemos separarla de nosotros, como hacemos con un libro, o como ya está dado de antemano, con los otros.

Por esto, es un error cuando decimos que perdimos nuestra fe, puesta que nuestra fe –justamente por ser nuestra-, no puede perderse, si no nos perdemos nosotros mismos.

En este sentido, sería válido que pensar que cuando decimos que perdimos nuestra fe, lo que verdaderamente extraviamos, es nuestro ser completo. O el yo indivisible, como diría Wingarden.

Así, retomando lo anterior, podríamos concluir que ante esa pérdida, lo único que puede servirnos como referencia –al menos si escogemos entre los libros y los otros-, son los libros. Esto, ya que los otros, al ser otros propensos al extravío no pueden entregar punto de referencia alguno, para recuperar lo extraviado.

Los libros, de esta forma, si bien no ofrecen en sí mismos, lo extraviado, permitirían guiar la recuperación de lo perdido, como referencias a nuestra fe.

Eso también es cierto.

sábado, 21 de septiembre de 2013

La respuesta a sus problemas.


La única posesión que M. le dejó a su hijo fue un libro. Le dijo que en él podía encontrar la respuesta a todos sus problemas. El método para encontrar las respuestas era sencillo. Se debía plantear la pregunta en voz alta y abrir el libro al azar. Luego, se debía leer lo que decía esa página, o un fragmento de esa página. Eso era todo.

Yo supe la historia por boca de L. que era novia del hijo de M. y que se burlaba un poco de aquel método.

Además -según me contó L.-, se trataba de una mala novela de espionaje, tipo best seller, llena de frases clichés y personajes demasiado estereotipados, por lo que se hacía difícil tomarla con seriedad.

Fue así que un día L. y su novio llegaron con el libro a consultarme por la interpretación de cierta frase.

No quisieron confiarme cuál era la pregunta, pero recuerdo que la frase hablaba sobre una ciudad y creo que la comparaba con una tortuga, o algo así.

L. y su novio se quedaron entonces esperando mi interpretación. L. no parecía verdaderamente interesada, pero su pareja me miraba con toda la atención posible.

Yo dije entonces algunas estupideces y ellos parecieron conformes.

Luego se fueron del lugar.

Años después me encontré con L. y me contó que se había casado con W.

W era el hijo de M.

Tenían dos hijos llamados como los protagonistas del libro y todo parecía irles bien.

Luego, mientras contaba algunas cosas de mi vida, noté que L. me miraba con una especie de lástima.

-No me mires así –le dije, algo molesto-. Al menos yo no he guiado mi vida por un libro…

L. me dejó hablar.

-Tú te burlabas de aquello –seguí diciendo-, no puedes contarme ahora que eso les ha servido o ha solucionado sus problemas…

-Espera –me interrumpió L., tranquila-, creo que en tu caso el error ha sido buscar respuestas en libros que no dan respuestas… o que te entregan más preguntas en vez de soluciones…

-¿Eso crees? –pregunté, molesto.

-Sí, eso creo –respondió.

Nos miramos una última vez y no se me ocurrió que más decir, así que nos despedimos.

No he vuelto a ver a L., desde entonces.

Nunca, por cierto, consideré su apreciación.

viernes, 20 de septiembre de 2013

No sé qué pasa jefe, la máquina no quiere decírnoslo.


Encuentro la máquina en una casa abandonada, en el Cajón del Maipo.

Una mujer está junto a ella y un hombre está a unos metros, sentado tras un escritorio.

La escena es extraña pues sucede a la intemperie, en el patio de una casona vieja.

Y claro, es entonces cuando escucho la frase que aparece en el título:

No sé qué pasa jefe, la máquina no quiere decírnoslo.

La escucho fuera de contexto, medio borracho y en una situación casi irreal, en la madrugada, en un sitio extraño.

La frase me alegra y por un momento percibo inocencia, en la situación, hasta que el hombre y la mujer descubren mi presencia y me miran en un mismo instante.

Ambos tienen las caras pintadas con un polvo blanco y la mujer tiene los ojos delineados de una forma extraña.

Es entonces cuando la sensación cambia por completo y me asusto de una forma que no podría describir.

Cierro los ojos.

Es una protección infantil, pero cierro los ojos y me acurruco junto a una muralla.

Mi corazón late a toda prisa y yo intento contar, para calmarme.

Momentos después abrí los ojos y vi que no había nadie en el lugar.

Posiblemente la pareja se había retirado, pero estaban ahí el escritorio y la máquina.

La máquina era similar a una máquina de escribir, aunque no podría especificar de forma clara su apariencia.

Quise llevarla conmigo, pero era demasiado pesada.

Unos policías me encontraron en el lugar y tras hacerme unas preguntas me trajeron hasta mi casa.

Nos tomamos unos tragos y dijeron que me olvidara del asunto.

Luego se fueron y me puse a escribir.

Todo es verdad, pero no lo parece.

Siempre es así, con la verdad.

jueves, 19 de septiembre de 2013

Manual del buen torturador. (Fragmentos)

“Habría sido una buena mujer,
si hubiesen apuntado a su cabeza con una escopeta
cada segundo de su vida”
Flannery O´Connor


I.

No importan las preguntas. Es cierto que debes preguntar, pero no importan las preguntas. Tu deber es extraer, simplemente. Recuperar. Despojar al torturado. Quitarle el mundo.

II.

Hazle saber que está en deuda. Que no puede irse sin pagar. Solo tú decides cuándo esa deuda está saldada. No hay negociaciones. Esto no es una transacción. Que no huya antes del tiempo. Recuerda: el que muere paga las deudas.

III.

No dejes que se transforme en víctima. Hazle sentir que él es el victimario. Que su egoísmo no le permite despojarse. Que su apariencia no te engañe. Él no está más solo que el resto de mundo. Apréndelo tú mismo. No lo veas en mala posición. Repítelo frente al espejo. Esto es como el truco de la televisión: solo escuchamos a las víctimas a quienes invitamos a hablar como víctimas.

IV.

Que no te unan lazos con el torturado. Piensa en ellos como en botellas. Todos somos como botellas. Solo hay retornables y desechables. Ninguna está hecha para permanecer contigo. Además, todas van a quebrarse, algún día.

V.

Siempre existe el consuelo moral. No te aflijas. Recuerda que haces lo correcto. Piénsalo como parte de un plan, si quieres. Todos fuimos diseñados de esa forma. Eso es lo único que nos une. Todos podemos destruir. Todos podemos hacer daño. Esas son las únicas tareas que la humanidad puede hacer como absoluto. La creación y el amor marginan, pero todo el mundo puede servir para destruir. Es sencillo.

VI.

No te dejes engañar. Incluso Buda es sensible a la tortura. Nadie es inmune al daño. El corazón se regenera, pero cada vez resiste menos. Investígalo en ti mismo. Sé también el torturado. Recuerda que sabiendo dónde nos duele, podemos luego hacer más daño.

VII.

Haz preguntas hasta que se nieguen a contestar. Hazlo pues esas son, en definitiva, las cosas importantes que debes averiguar. Tú sabes qué tipo de cosas, me refiero. Recuerda que solo bajo tortura son capaces de decirlo.  Y es que ese es el bien que les hacemos, finalmente. No importa el costo. Piensa que esto es algo que podría incluso cambiar la vida, de los que quedan con vida.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Anoche no quería hablar.


**

Amor:

Anoche no quería hablar. Estaba acostada y pensaba en eso: en que no quería hablar. Pensaba en que de haber estado juntos yo no habría querido hablar y habría tenido que enojarme para que respetaras eso. O para no tener que explicarlo, más bien. No sé si te ha pasado. Es incómodo. Además no es un problema que se pueda plantear ya que no se puede plantear sin palabras. Es tonto. De todas formas, si me hubieses hablado no habría respondido. Qué bueno que no estuviste aquí. Qué bueno que no estás. Siento que nos comprendemos mejor de esta forma.

Un beso.

Sole.

**



Amor:

Recibí tu mensaje. Yo también me siento cómodo, a la distancia. No te enojes, pero es así. De hecho, acordé quedarme una semana más, mientras capacitan a la gente nueva, en la oficina. Anoche lo hablamos… había mucho qué hacer y estuvimos hasta tarde. Solo entonces vi tu mensaje y decidí contestarlo hoy, más tranquilo. ¡Ah! Se me olvidaba… en el hotel me pasaron un cuarto donde hubo un asesinato. Hace varios años, claro. Un hombre llamó a la puerta, sacó una pistola y disparó. O así me lo contaron, al menos. Nunca descubrieron el motivo. Casi toda la noche pensé en eso. En que alguien llamaba y yo abría y ese alguien disparaba. Así de simple. ¿Te das cuenta que todo puede acabarse de esa forma? Me refiero a que la gente es así, sobre todo si tiene un revólver. Luego se excusan en las penas de amor o en el dinero, o en el trabajo… pero lo cierto es que disparan simplemente por tener el revólver. O por eso y por el hastío. Nada más. Debiésemos escribir esa regla en grande, si nos casamos: Prohibidas las pistolas, en nuestro dormitorio. Ojalá estés de acuerdo. Nos vemos pronto.

Un abrazo.

Marcos.

**

Querido:

Estos días he estado pensando. Saqué tus cosas de las repisa y las puse sobre la mesa para recordarte mejor. Luego miré el cuarto y me gustaba cómo se veía. O sea, eran mis cosas, nuevamente. Puede sonar egoísta, pero es lindo un espacio propio. No quise avanzar en esos pensamientos, pero entonces vi tu mensaje. Leí que también estabas cómodo en soltario y noté que mezclabas la idea de nuestro dormitorio con la sensación de hastío. Lo más extraño es que no me afligí. Es algo que está bien, pensé. Hoy vamos a salir a bailar con las primas de la Montse. Me corté el pelo a la altura de los hombros. Yo creo que me veo más joven. Cuéntame cuándo vuelves.

Cariños.

Sole.

**

Sole:

Ocurrieron una serie de complicaciones en la oficina. El jefe que queda acá no conoce ni los procedimientos más básicos. Igual no tiene sentido que me quede mucho más, pero decidí aplazar un par de días. Ya no estoy en el hotel. Me cambié a una residencial que está un poco más lejos del centro. Estoy en un cuarto que me recuerda a una película de Godard. Una en que un boxeador repetía todo el tiempo que iba a destrozar a Tiger Jones. Creo que la vimos juntos, ¿te acuerdas? Nos reímos harto porque la finas el boxeador que decía eso era justamente Tiger Jones. La vida es un poco eso, ¿no crees? Combatir contra uno mismo, me refiero.
Dime si quieres que vuelva o solo vaya por las cosas.

Con afecto.

Marcos.

**

Marcos:

No es definitivo, pero guardé tus cosas en los bolsos que llevas al gimnasio. Cupo casi todo. Yo pensé que iba a ser mucho más. Uno siempre piensa que tiene más de lo que tiene. Como esas agendas grandes que luego uno no sabe ni cómo llenar.
¿Te acuerdas de la Susi? Hoy en la tarde me invitó al teatro, pero al final fuimos al cine. Fue una decisión trivial, pero le di vueltas al asunto. Ella dijo que en el teatro uno interpreta un papel, pero que en el cine eso ya se ha interpretado. Para bien o para mal, pero la apuesta ya ha terminado, creo que dijo. Yo pensé que tenía razón.
Creo que será bueno que habláramos acá, pero en un lugar neutro, luego de que te llevaras tus cosas. Por o mismo, te pido que no te enojes, pero avísame para no estar.
Déjale después tus llaves al conserje.
No deposites el dinero de este mes.
Que todo esté mejor en tu trabajo.

Sole.

**


Sole:

Acá están las llaves. Bueno, es obvio, debes estarlas viendo. Cerré el sobre porque no era el conserje de siempre. Tengo el número de siempre por si deseas hablar. 
Te dejé la película de Godard sobre la mesa de la cocina. (Esa del boxeador).
"Voy a destrozar a Tiger Jones"... ¿te acuerdas...?


martes, 17 de septiembre de 2013

El dinero de los hombres.



"El dinero de los hombres. Una vez me quedé tanto tiempo mirándolo y contándolo que me entró risa. Yo trabajaba en un banco. Todos me miraban y yo reía. Lo peor es que parecían preocupados. No de mí, sino del dinero. Eso se notaba en sus caras. A ratos venía un hombre gordo y se llevaba parte del dinero que estaba cerca junto a mí. Y claro, no llamaron a un doctor, llamaron a un guardia. Me tomó de los brazos y me torció una muñeca. Me inmovilizó. Luego llegó la policía. Tomaron declaraciones. Me esposaron. Como lo sucedido era extraño se crearon varas versiones. En una de ellas la historia cambió tanto que dijeron que yo lloraba. También dijeron que sufría por no tener dinero. Una agente de cuentas que leía el tarot declaró que yo lloraba porque mi vida no tenía sentido, o porque lo había extraviado. No sonaba mal, pero lo cierto es que yo solo contaba dinero. Y además yo reía. Esa fue mi declaración. Yo contaba dinero y de pronto el dinero me dio risa. Firmé mi declaración. Días después vimos las grabaciones, en la comisaría. Yo reía tanto que me brotaban lágrimas. Nadie quería comprender. Me asignaron un abogado que me recomendó aceptar los cargos y aducir demencia temporal. Me negué. Tres veces me negué. Y es que el asunto me parecía simple. No fue así, es cierto, pero sigo pensando que era simple. Quizá me equivoqué. Pasé varias semanas en prisión junto a un tipo que nunca vi dormir. Eso hasta que un día me llamaron y abrieron la celda. Mi abogado dijo que tuve suerte. No tuve que pagar multas e incluso pude cobrar el finiquito del trabajo. No debía acercarme al banco en un año y mis papeles quedaban limpios. Eso era todo. Eso y aprender que el dinero es cosa seria. El juez me lo dijo, varas veces: no hay que reírse del dinero, ni de Dios ni de las desgracias ajenas. Yo tenía ganas de decirle que las desgracias ajenas no existen y que todas son desgracias propias. Eso quería hacer, pero mi abogado no me dejó hablarle. Nunca volví a ver al juez, ni al abogado ni al tipo que no dormía. Ellos tampoco volvieron a verme."

lunes, 16 de septiembre de 2013

Puertas.


-Si veo una puerta la golpeo –me dijo-. Para eso están las puertas. No pienso para qué, ni le doy vueltas al asunto, simplemente golpeo y espero, junto a ella.

-¿Y qué esperas? –pregunté.

-Que abran. Que la puerta sea abierta y aparezca alguien. Luego ya se verá.

-¿Y si no abren?

-Si no abren no es puerta –me dijo-. O al menos me convenzo que no es puerta. Entonces busco otra.

-¿Para qué?

-¿Para qué, qué…?

-¿Para qué buscas las puertas?

-No sé bien… es parte de la vida, supongo… Además no hay que buscar mucho. El mundo está lleno de puertas.

-¿Y has pensado por qué?

-¿Por qué hay puertas?

-Sí.

-Pues para golpearlas… ¿para qué más?

-¿Y si fuese una trampa?

-¿Las puertas?

-Claro… ¿qué pasa si las puertas son trampas?

-No te entiendo.

-¿Qué pasa si las puertas son trampas…? ¿Qué pasa si son un engaño para que no te quedes en ti mismo?

-¿Y quién ganaría algo con eso?

-Quizá nadie, pero tú perderías.

-¿Así prefieres ver las cosas?

-No sé si lo prefiero. Así las veo, simplemente.

-Pues yo sí prefiero verlas de otro modo -señaló.

Nos quedamos en silencio un rato.

-¿Sabes qué va a pasar? –pregunté entonces.

-No –contestó.

-Un día vas a golpear una puerta, la puerta va a abrirse y va a ser una salida…

-¿Una de esas de emergencia?

-Claro… algo así…

-Pues si eso ocurre, saldré por esa puerta –contestó.

-Quizá ya lo hiciste.

-…

-Quizá ya caíste en la trampa.

-…

-Ya ves. Ahora solo me falta cerrar la puerta –señalé.

Dejé pasar, entonces, unos segundos.

Y la cerré.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Una luz que se enciende.


La luz se enciende en una pantalla verde. Nosotros estamos en la habitación. Somos tres. Tres iluminados por una luz que llega hasta nosotros con un tono verde. Tres bajo el agua. Detenidos en una posición como si se tratase de un juego. Y es que somos un triángulo, pienso: A, B y C. Calculo las distancias y pensó que bien podríamos ser un triángulo equilátero, incluso. Aunque la perfección es difícil. Hace un momento estábamos hablando, pero entonces comenzó la luz y llegó hasta nosotros el tono verde. Creo que fue A quien primero lo dijo: “es como estar bajo el agua”, fue lo que dijo. B y yo nos miramos y pensamos que era cierto. Entonces dejamos de hablar. Puede que incluso nos hayamos desplazado, levemente, luego de aquello. B parece darse cuenta. Hace un gesto como mirándose los pies y A y yo también lo imitamos. Luego nos miramos a los ojos. Los tres intentamos mirarnos a los ojos, pero no se puede. No al mismo tiempo, al menos. Es por eso que buscamos escoger. Escoger sin dañar a nadie, me refiero. A me observa. Sé que pensamos lo mismo, mientras nos miramos. B también lo hace y mira a A. Luego a mí. Si no fuera por esta luz quizá podríamos hablarlo. Aunque las palabras no necesariamente serían las correctas. A veces nos pasa. De hecho, yo ya estoy cansado de que ocurra. Esta vez fue por la luz verde, pero podría haber sido en realidad cualquier cosa. Uno de nosotros deberá dar un paso. Quizá aguantaremos hasta que la luz se haya ido para no defraudar al otro. Luego vendrá esa palabra que no era y volveremos, por un rato, al silencio. Con todo, alguna vez al volver las luces ya no seremos tres y las cosas cambarán drásticamente. El ahogo, incluso, será otro. Ese es mi mayor miedo y mi mayor esperanza. Mi frente está intacta. La luz vuelve a encenderse, en una pantalla verde.

sábado, 14 de septiembre de 2013

En una carta de Eluard.

“Yo caigo y mi caída
eterniza mi vida”
Paul Eluard.



En una de las tantas cartas a Gala, Paul Eluard hace referencia al aparente suicidio de una prima que vivía en una pequeña localidad francesa, cerca de Vernon.

En su carta, Eluard señala que nadie en su familia acepta que fue un suicidio a pesar de que la muchacha cayó inexplicablemente desde un barranco al que no tenía necesidad de acercarse y hasta dejó “una extraña nota explicativa”.

Dicha nota, por cierto, habría sido tomada por la familia, como un escrito literario, a pesar de que no había indicios anteriores de las inclinaciones artísticas de la joven.

Ahora bien, lo que me llama la atención de todo esto –o lo que provoca en mí una sensación incómoda, al menos-, es justamente el contenido de la nota que dejó la muchacha.

Y es que lo que habría sucedido –según cuenta Eluard-, es que la chica habría visto como un pavo real era atacado por un grupo de gallinas que lo mataron a picotazos, arrancándole incluso los ojos… y esto, por supuesto, la habría afectado

La carta de Eluard pasa entonces  a contar algunos inconvenientes ocurridos en su viaje hacia el lugar donde enterrarían a su prima, pero no vuelve a abordar directamente el tema. Finalmente, el poeta vuelve a su tono amoroso habitual y se despide de Gala llamándola de numerosas formas, incluida la de “ave real”, quién sabe si haciendo un juego de palabras con lo ocurrido.


Ahora bien…

¿Por qué me llama la atención esta historia?

¿Cuál es la sensación que deja en mí lo sucedido?


Pues lo cierto es que deja una sensación perturbadora, aunque cercana, al mismo tiempo, a la idea de justicia.

Y claro… más allá de preguntarse si uno está más cerca de ser pavo real o gallina, me cuestiono qué partes de mí son gallinas y cuáles están condenadas a ser atacadas, hasta desaparecer.



Y es que ahora mismo, si soy sincero, siento algo así como un grupo de gallinas, que están lentamente rodeando algo, cercano a mi corazón.

...

(Ojalá ataquen pronto, si deben atacar) 

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