martes, 17 de septiembre de 2013

El dinero de los hombres.



"El dinero de los hombres. Una vez me quedé tanto tiempo mirándolo y contándolo que me entró risa. Yo trabajaba en un banco. Todos me miraban y yo reía. Lo peor es que parecían preocupados. No de mí, sino del dinero. Eso se notaba en sus caras. A ratos venía un hombre gordo y se llevaba parte del dinero que estaba cerca junto a mí. Y claro, no llamaron a un doctor, llamaron a un guardia. Me tomó de los brazos y me torció una muñeca. Me inmovilizó. Luego llegó la policía. Tomaron declaraciones. Me esposaron. Como lo sucedido era extraño se crearon varas versiones. En una de ellas la historia cambió tanto que dijeron que yo lloraba. También dijeron que sufría por no tener dinero. Una agente de cuentas que leía el tarot declaró que yo lloraba porque mi vida no tenía sentido, o porque lo había extraviado. No sonaba mal, pero lo cierto es que yo solo contaba dinero. Y además yo reía. Esa fue mi declaración. Yo contaba dinero y de pronto el dinero me dio risa. Firmé mi declaración. Días después vimos las grabaciones, en la comisaría. Yo reía tanto que me brotaban lágrimas. Nadie quería comprender. Me asignaron un abogado que me recomendó aceptar los cargos y aducir demencia temporal. Me negué. Tres veces me negué. Y es que el asunto me parecía simple. No fue así, es cierto, pero sigo pensando que era simple. Quizá me equivoqué. Pasé varias semanas en prisión junto a un tipo que nunca vi dormir. Eso hasta que un día me llamaron y abrieron la celda. Mi abogado dijo que tuve suerte. No tuve que pagar multas e incluso pude cobrar el finiquito del trabajo. No debía acercarme al banco en un año y mis papeles quedaban limpios. Eso era todo. Eso y aprender que el dinero es cosa seria. El juez me lo dijo, varas veces: no hay que reírse del dinero, ni de Dios ni de las desgracias ajenas. Yo tenía ganas de decirle que las desgracias ajenas no existen y que todas son desgracias propias. Eso quería hacer, pero mi abogado no me dejó hablarle. Nunca volví a ver al juez, ni al abogado ni al tipo que no dormía. Ellos tampoco volvieron a verme."

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