Resulta extraño no dormir.
Escribo inconexo, por ejemplo, y hablo raro.
No al primer día, no al segundo… pero ya vamos al
tercero.
Además, siento que me alejo demasiado de mí y eso
no me agrada.
Hoy me vi en otro sitio, incluso, y no me reconocí.
Ahora mismo, a mi lado, estoy tendido, descansando
para despertarme en unas horas.
¡Qué inoportuno…!
Sospecho que el monstruo que esconde siempre uno de
mis calcetines tiene algo que ver en el asunto.
Por lo mismo, deshago la cama y vuelvo a tenderla
para ahuyentar al monstruo y conciliar el sueño.
Y es que oí a alguien decir que tender la cama era
bueno para inducir el sueño.
Así, saco de encima los libros, las pruebas, los
discos… y me concentro en dejar perfectamente estiradas las sábanas y cada una
de las ropas.
Eso es lo que hecho, durante estos días, al menos
un par de veces.
Con todo, supongo que donde dormimos finalmente es
en nosotros mismos.
Ese es el lugar fijo, me refiero.
Por lo mismo, esa es la cama que debiésemos tender.
Lamentablemente –y mi caso no es la excepción-, esa
cama suele estar deshecha y no permite descansar muy bien.
Eso es lo que resulta extraño.
Eso y no dormir, por supuesto.
¡Qué inoportuno!
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