Sin señor.
Caminar sin señor.
Avanzar por uno mismo.
No es fácil.
Cargar la espada.
Cansado, cargar la espada.
Llevarla sin un para qué.
Eso tampoco es fácil.
Fácil es más bien seguir la orden.
Creer es fácil, confiar en tu señor.
Blandir la espada contra el que se declara tu enemigo.
Esas son cuestiones que no encierran dificultad alguna.
Sin embargo, la facilidad no incluye, necesariamente, la idea de
verdad.
Y es que desconoces tu peso, cuando cargas una espada que no te
pertenece.
Entiéndelo bien:
Ningún camino hecho por otros fue construido para ti.
Con todo, no abandones tu espada.
Asegúrate, en cambio, que sea verdaderamente tuya.
Que el filo nunca dañe innecesariamente al portador.
Y no combatas, nunca, contra el mundo.
Y es que no existe mundo del que no formes parte.
Hogar al que no pertenezcas.
Corazón que no haya bombeado tu sangre.
Así, todo lo ajeno solo indica que serviste al señor equivocado.
Piénsalo.
Respira hondo y observa que existe un solo gran camino.
¿Lo ves?
Un niño está tendido sobre la maleza.
No dejes de levantarlo antes que la maleza lo cubra.
Si quieres un señor, es ese.
Nadie más, merece ser servido.
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