Fui hasta las tiendas de repuestos a consultar por
la máquina. La llevaba cuidadosamente envuelta en varias capas de papel y
dentro de una caja, por lo que en cada uno de los locales debía repetir el
procedimiento al momento de consultar: abrir la caja, sacar con cuidado la
máquina, y explicarle al vendedor que había un espacio donde debía ir una pieza
faltante…
-¿Tiene el número de la pieza? –me preguntaban.
-No –decía yo.
Entonces, por lo general, me despachaban rápidamente
sin siquiera buscar entre sus productos y recomendándome alguna tienda cercana
donde, finalmente, se repetía gran parte del fenómeno.
No recuerdo cuántas veces ocurrió lo mismo, pero el
punto es que prácticamente al final del recorrido un hombre se detuvo un poco
más a revisar la máquina.
-Esta máquina está completa –me dijo.
Yo le expliqué entonces que no… que tenía un gran
espacio vacío y que no funcionaba de ninguna forma.
-No es así -dijo el hombre.
-¿A qué se refiere? –pregunté.
-Usted no comprende esa máquina –respondió-. Sucede
siempre… No solo se desconocen las piezas sino también la función…
-Pero…
-No me haga hablar innecesariamente –dijo el hombre
finalmente-, no lo estoy culpando… solo esté atento pues esa máquina va a
ponerse a trabajar en cualquier momento…
Y bueno… un poco por cansancio y otro porque uno
necesita creer en alguien de vez en cuando, lo cierto es que me quedé con las
palabras de ese hombre, como único repuesto.
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