jueves, 30 de junio de 2016

Trece Van Goghs.


Yo digo que en la noche.

Todas las noches.

O anoche al menos.

Salen trece Van Goghs a pintar el mundo.

No llevan las pinturas a mano, claro.

Y no a todos le falta el trozo de oreja.

Pero claro, son trece y salen a pintar el mundo.

No digo que todos lo hagan.

Tampoco digo que alcancen para todo el mundo.

Pero claro, algún lugar pintan.

Anoche al menos pintaron acá cerca.

Yo salgo a descubrirlos y lo cierto es que me es fácil.

Yo simplemente salgo y observo.

A veces veo a uno predicando.

Alguno corriendo tras una prostituta.

O a otro masturbándose a escondidas en un cíber.

Esos son parte de los trece Van Goghs.

Tan seguro estoy que a veces me acerco y los encaro.

Tú eres uno de los trece, le digo.

Y claro, puede que lo nieguen, pero a mí no me engañan.

De hecho, a veces arrancan cubriendo el bolso donde claramente llevan su puntura.

Trece Van Goghs.

Casi siempre van solos.

¡Pobres tipos…!

¡Pobres los trece Van Goghs…!

Su locura no les deja ver que hacen el loco acá en el mundo.

Suelen dormir en bancos, o en callejones o en sucias casas amarillas.

Antes de eso pintan, claro.

Y después también.

Pinceladas gruesas que no se comprenden lo más mínimo.

Obras incompletas, digamos.

Pinceladas que los que no son parte de los trece Van Goghs van borrando, tras sus pasos.

De vez en cuando alguno pasa hambre.

De vez en cuando otro se corta una oreja.

De vez en cuando el más viejo se pega un tiro.

¡Pum!, suena el tiro.

Esto último es extraño.

Extraño ya que siempre son trece.

O casi siempre.

Trece Van Goghs que salen a pintar el mundo.

Da lo mismo si los vemos o dejamos de verlos.

Igual no entendemos una mierda.

miércoles, 29 de junio de 2016

Una estrategia distinta.


¿Ves al tipo ese, junto al kiosco…?

Es extraño, sabes…

Lo digo porque todas las semanas viene acá a jugar cartillas y a hacer apuestas.

Aunque claro, eso no es raro.

Lo que me inquieta es que siempre apuesta a los números ganadores de la semana anterior.

Me refiero a que ve los resultados, los copia, y apuesta a esos.

Yo le cobro solamente, por supuesto, pero a  veces me dan ganas de preguntarle.

Pero claro, el tipo es serio y hasta yo diría que un tanto amargado.

Sí… el tipo de allá, junto al kiosco.

Se lo he comentado a algunos conocidos y todos coinciden en que es una estrategia estúpida.

O sea, si ya es difícil ganar, las posibilidades de que se repitan exactamente los mismos números dos sorteos seguidos son prácticamente nulas…

O eso supongo, al menos…

Por otro lado, si se piensa, podría decirse que aquel hombre no es millonario por una cuestión de tiempo.

Me refiero a que llega siempre una semana tarde.

Ese podría ser el único problema.

Y claro, como el local pasa horas vacío, me he puesto a trasladar la estrategia de ese tipo a otros ámbitos de la vida…

Sí... exacto… como a filosofar con eso.

Si quieres te lo explico.

¿Qué…?

Eh… bueno, no hay problema.

Si así lo prefieres puede ser otro día.

Sí, no te preocupes… ¿qué números juegas hoy?

Claro… Suerte con ellos…

Aquí está el comprobante.

Sí... dale saludos a los otros.

Nos vemos.

martes, 28 de junio de 2016

Elefantes en un sueño.


-¿No te pasa a ti?

-¿Qué cosa?

-Eso… de lo que estamos hablando...

-¿Soñar con elefantes?

-Sí… ¿no te pasa a ti?

-Pues no, no creo…

-Pues yo no dejo de soñar con elefantes.

-Claro… Eso decías.

-¿Y no vas a preguntar nada?

-¿De qué…? ¿De los sueños?

-Claro… Intento hablar hace rato del tema y para ti es como si nada…

-¿Y qué se supone que diga…?

-No sé… alguna pregunta… O sea, para mí es raro, al menos…

-Y entonces yo debo preguntarte cosas.

-Claro.

-¿Y qué podría preguntarte?

-No sé, o sea, yo conozco mi sueño, pero tú…

-De acuerdo. Espera… Deja intentarlo.

-Espero.

-Ya… ¿Cuántos elefantes había en los sueños?

-¿Me estás hueveando?

-No… es una pregunta… tú sueñas con elefantes yo te pregunto con cuántos…

-Pero es una pregunta tonta… ¿qué quieres que te conteste…? Cuatro, diez, dieciocho… ¿en qué cambia?

-No sé… es para hacerme una idea… ¿son hartos al menos?

-Sí, son hartos… De hecho se siente poco espacio.

-¿Poco espacio?

-Claro… como que al haber elefantes se llena el sueño…

-No te entiendo.

-Ya sabes… el espacio del sueño… uno está ahí, en medio de elefantes, y no se ve más allá…

-Pero entonces, ¿son pesadillas esos sueños?

-No sé si pesadillas, pero la sensación es así… se siente un espacio pequeño…

-Ya, a ver, otra pregunta… ¿te excitas en el sueño…?

-¿Con los elefantes?

-Sí… ya sabes… al estar tan cerca… sus trompas…

-No me tomas en serio.

-Sí… lo hago… pero quería saber…

-No, lo que pasa es que me estás hueveando… Yo te cuento que sueño con elefantes y tu hueveas… ¿quieres hablar de Chile, de la renuncia de Messi…? ¡¿De qué mierda quieres hablar...?!

-De elefantes… hablemos de elefantes en un sueño…

-Lo dices con un tono de mierda… yo hablo de sensaciones… de intimidad…

-Hablas de elefantes en un sueño, de eso es lo que hablas.

-Pues está bien. No hablo de elefantes. ¿Hay algo más importante de lo que podamos hablar?

-¿Más importante que elefantes en un sueño?

-Sí, ¿hay algo entre nosotros más importante que esos elefantes del sueño?

-…

-Porque si lo hay dime… Nómbrame una cosa más importante que los elefantes en un sueño…

-¿Una cosa?

-Sí, solo una.

-…

-Yo espero.

lunes, 27 de junio de 2016

El hombre que hablaba al oído de las cucarachas.



Debo aclarar ante todo que no era un hombre.

Era una mujer que se llamaba Margarita.

Yo quería contarlo así, lo juro, pero el título manda cuando se concursa en estas cosas.

Y claro, necesitábamos el premio en ese entonces.

Por otro lado tampoco es que hablara “al oído” de las cucarachas.

De hecho, no sé si podría decirse fielmente que le hablaba a las cucarachas.

Pero claro, al menos la señora Margarita hablaba sola en su cuarto.

Y en dicho cuarto, por supuesto, había cucarachas.

Yo quería contar aquello porque me impactaba lo que decía.

Anotaba las frases en una agenda vieja y las leía, como una Biblia.

Fue entonces que unos conocidos me hablaron de concursar por unos fondos.

Aunque claro, había que cambiar algunas cosas, si uno quería salir beneficiado.

De ahí por ejemplo la presencia del hombre, en el título, y el oído de las cucarachas.

Entre muchas otros cambios, por supuesto.

El resumen de aquello fue que ganamos el fondo y yo debía avanzar con la escritura.

Entonces, intenté contarle a la señora Margarita sobre el proyecto.

No sé si me comprendió, pero al menos me sentí honesto, al hacerlo.

De hecho, me sentí tan honesto que quise cambiar el proyecto.

Intente explicar que no hablaba precisamente a las cucarachas y todo aquello, pero no hubo caso.

Luego me sentí incapaz de escribir las verdaderas palabras de la señora Margarita.

Finalmente, la historia fue filmada con monitos de plasticina y le pusieron música de fondo.

Un arreglo sencillo de piano, según recuerdo.

Obtuvo un lugar en un concurso en Argentina y después ya nadie se acordó de ella.

Le pasó igual, por cierto, que a la señora Margarita.

Las cucarachas de su cuarto y yo, en definitiva, fuimos los únicos que conocimos aquellas palabras.

Ojalá ellas, al menos, hagan algo útil con aquello que escucharon.

domingo, 26 de junio de 2016

Lo mismo.


-Esa película ya la vimos.

-¿Qué?

-Que ya vimos esa película…

-¿Y?

-¿Quieres verla de nuevo…?

-No sé si la hemos visto…

-Claro que la vimos, hace como un mes, nada más.

-No recuerdo…

-¿No te acuerdas que al final el chico muere…?

-Da lo mismo… todos mueren, al final…

-Pues si quieres verla yo me duermo.

-De acuerdo.

-¿De acuerdo qué?

-De acuerdo que te duermas, no es problema.

-Nunca es problema para ti.

-No.

-Pues entonces bájale el volumen.

-De acuerdo.

-¿Solo sabes decir de acuerdo…?

-Es mejor eso a discutir.

-Lo peor es gastar el tiempo viendo algo que ya viste.

-¿No puedes darle otra oportunidad al chico ese, acaso?

-¿A qué chico?

-Al de la película… tal vez ahora lo logre, ¿no crees?

-No digas estupideces… Además no es chistoso.

-De acuerdo.

-Otra vez con lo mismo…

-Sí…

-A veces creo que lo haces de gusto.

-¿Qué cosa?

-Esto, cada noche…

-¿Dices que cada noche es lo mismo?

-Claro, lo mismo.

-Pues ya ves, igual que con la película…

-¿Cómo…?

-Ya sabes… la misma noche, el mismo día, la misma vida…

-…

-Y lo peor es que al final el chico muere y no lo logra... nunca lo logra… ¿no crees que es injusto?

-No voy a hablar, quiero dormir…

-De acuerdo… yo quiero ver la película.

-¿Puedes hacerlo en silencio eso sí, para que pueda dormir?

-Claro… solo te despertaré si el chico se salva…

-Buenas noches, entonces.

-Buenas noches.

sábado, 25 de junio de 2016

Hoy.

Hoy día no sé, es raro… No hoy en concreto, ya me entiendes. Sí… Me refiero a que este sábado no tiene nada de particular, pero sin embargo lo elijo para confesar lo otro, lo general… Sí, eso te digo. Como que algo va a pasar. Algo importante, por supuesto.  ¿Qué…? Las montañas… no sé... Algo hay… Si fuese Noé estaría comenzando a hacer el arca… Pero claro, yo más bien tengo ganas de hacer el diluvio, o al menos observar que ocurra. Sí. Las pastillas están igual y puede que si lo analizas sí… no haya mucho cambio. Pero mira el cielo. Mira la tierra… ¡Mira tus pies sobre la tierra…! ¿De verdad no sientes algo extraño…? Como que se va a cortar el elástico que sujeta el antifaz que cubre al mundo… Puede que sea una sensación, claro… eso te lo doy… Pero es una sensación importante… ¿Qué…? Sí, almorcé bien, todo fresco y hasta con poca sal… Pero ojo que no es solo cosa mía… ¿Te acuerdas del perro de la tía Margarita…? Sí, ese que ganó un premio y todo por hacerse el muertito… Pues bueno, ya no se hace el muertito… O sea, le dices y todo y te mira como si ya no fuese necesario… ¿Qué…? ¡Qué descanse el perro ese, yo te digo lo que ocurre, nada más…! ¿O acaso me vas a negar lo de los gusanos el otro día…? ¿O lo del tipo ese que hablaba con acento raro…? No… Que no voy a hacer nada… ¿Qué podría hacer…? Yo soy lo menos importante en todo esto… Sí, es eso... Eso más o menos, pero te lo digo en serio… Hoy día es raro… Allá tú si me crees o no me crees... Algo está a punto de pasar.

viernes, 24 de junio de 2016

Flaubert.

“Creo que todo lo que podemos hacer
por el progreso de la humanidad, y nada,
son exactamente lo mismo”
G. F.

I.

Me extraña Flaubert.

Me extraña y me apasiona.

Me refiero a sus cartas y opiniones, por supuesto.

El resto son solo artificios.


II.

Es cierto.

Admiré lentejuelas por un tiempo.

Recorrí con interés arquitecturas vacías.

Observé autopsias hechas a muñecos de cera.

Perfectos muñecos de cera.

Bouvard y Pecuchet, por ejemplo, son ecos de una muerte muda.

Absolutamente nada.

Nada más.


III.

Y es que lo cierto.

Lo cierto es que ni siquiera hay decadencia.

Ni siquiera vacío, pues el vacío genera fuerza.

Se acabó el músculo, Flaubert.

El hombre fuerte acabó su show sin romper cadena alguna.


IV.

Ahora bien.

El mundo se volvió imbécil, eso te lo doy.

Pero ese, a fin de cuentas, no era el mayor de los males.


V.

Aquí todo está triste, dijiste.

El tiempo, la gente, las cosas.

Yo le sumo el sol, las nubes, las piedras.

Y claro.

También le sumo este blog, esta vida y estos sueños.

Lo triste es que ni siquiera hay suma.

Madame Bovary nunca alcanzó un orgasmo.

Ya me entiendes.


VI.

Lo que hay de grotesco en el amor, dijiste.

¿Quién sabe lo que hay de grotesco en el amor?

¿Quién sabe lo que hay en el amor?

¿Quién sabe algo?


VII.

Hoy en día, por ejemplo.

Hoy en día crearon algodón de azúcar sin azúcar.

Todo por la salud de los infantes, dijeron.

Y claro, entonces entiendo la renuncia.

Y dos o tres de tus palabras.


VIII

¿Leer a Flaubert?

Sí, pero sus cartas, ya lo dije.

Un tour forzado a una calle sin salida.

Escribir para arrojar el veneno.

Un ateo construyendo catedrales.

Una lucidez que duele.

jueves, 23 de junio de 2016

La legión invisible.


Lo conocí hace años, cuando hice un taller de teatro en un psiquiátrico.

Los enfermeros me dijeron que se creía un superhéroe y que tenía accesos de violencia.

Por suerte no me tocó verlo en ninguna crisis y, de hecho, me pareció uno de los tipos más normales del lugar.

Una vez que hablamos, más distendidos, me contó lo que le decía al doctor.

-Yo les hablo de la legión invisible –me dijo.

Recuerdo que ni siquiera dijo que era cierto, sino que recalcó que aquello era lo que él contaba, nada más.

-Les cuento que están en todos lados –continuó-, confiados en que no los vemos y que yo me defiendo… No es que me crea superhéroe ni nada, eso es invento del doctor, pero yo le digo que me defiendo y que defiendo al resto, eso es todo…

También esa vez me contó de procedimientos, de preguntas absurdas del doctor y toda una serie de indagaciones que relataba con gran lógica.

-El doctor intenta que me contradiga –me explicó esa vez-, me pide que los dibuje por ejemplo, y está convencido que yo creo que los veo… pero claro, yo le digo que son invisibles y que no puedo… y que simplemente intuyo dónde están…

Poco más hablé con él aquella vez, pero recuerdo que sus palabras me produjeron cierta inquietud, sobre todo cuando me dijo que tras de mí venían varios secuaces y que debía estar atento.

Nada más ocurrió esa vez.

Desde ese entonces han pasado muchos años. Hoy, sin embargo, me encuentro con él en el metro. Me cuenta que está trabajando en un restaurant y que tiene un hijo. Tenemos una conversación normal. Poco antes de bajarme me aclara que hace cinco años que dejó de medicarse y que está tranquilo.

Finalmente, se despide.

-Cuídese –me dice-. La legión existe.

miércoles, 22 de junio de 2016

¿Ubicas a la señora Isabel?

"Si Rosvita estuviera hoy con nosotros, recurriríamos
todos a ella buscando consejo y guía. Entonces, desde
la austeridad y la tranquilidad de su mundo medieval,
la mirada penetrante de esta sibila legendaria, exorcizaría
los horrores que se materializan ante nuestros ojos
en eso que llamamos televisión, o vida moderna..."
I. R.

¿Ubicas a la señora Isabel…? Pues bien, de vez en cuando la visita una vecina. Ambas son igual de viejas y les cuesta caminar. Creo que la que la visita se llama Leontina, o algo parecido. Da lo mismo, en realidad. El punto es que en una de esas visitas la vecina se percató que la señora Isabel tenía el horno encendido. Y claro, le preguntó por lo que estaba cocinando y la señora Isabel le dijo que estaba haciendo pan, o algo así. Lo mismo pasó en un par más de ocasiones hasta que la señora Leontina sospechó algo raro y en un descuido se acercó hasta el horno y descubrió que estaba vacío. Vacío, pero encendido, claro. Se lo comentó a otras vecinas y ellas también visitaron a la señora Isabel. Cada una contaba lo mismo. El horno funcionando y las mentiras de la señora Isabel. Aunque claro… nunca nadie la encaró directamente ni le pidió explicaciones. No obstante aquello y ante el peligro que podía suponer el horno encendido, las vecinas de la señora Isabel dieron aviso a carabineros. Ellos fueron con bomberos a ver la situación. Tras una hora con la señora Isabel los bomberos salieron y les dijeron a las vecinas que era cierto: el horno estaba encendido y permanecía vacío. En eso tenían razón. Sin embargo, recalcaron, la situación no resultaba peligrosa en lo absoluto. Algunas viejas insistieron, pero no las tomaron mayormente en cuenta. Molestas, comenzaron a juntar firmas. No sé bien para qué, aunque supongo que era para expulsar a la señora Isabel, pero no lo sé con certeza. La señora Leontina fue la que organizó todo. Creo que intentó contactar a familiares de la señora Isabel. Solo ubicaron a una hija que estaba viviendo en Argentina y que al parecer estaba enferma. Eso es lo que me contaron a mí por lo menos. Fue entonces que me pidieron que viniera a hablar contigo. Según dicen, tú hablabas de vez en cuando con esa señora y tal vez quieras comprobar si lo sigue haciendo. Lo de encender el horno vacío, claro. O ayudar a convencerla de que no lo haga, más bien. No sé si quieras, pero ya sabes, así son las viejas y resultan bastante insistentes. Además a ti te interesan por lo general esas historias. En una de esas escribes un cuento sobre el horno mágico o algo más espiritual referente a aquello, pero ojalá hagas algo. Si no la señora Leontina –si es que se llama así-, va a seguir insistiendo y tal vez hasta vengan ellas mismas a verte. Tú ves si lo haces, pero yo al menos voy a decir que te avisé. Así me dejan tranquilo.

martes, 21 de junio de 2016

¿Qué se hace con el humo?

“¿Esto es todo lo que usted encontró?
¿La tortura por ausencia?”
J. P. S.


-¿Te sabes el chiste de la pantera que comía pastillas de menta?

-Sí.

-¿Y el del rinoceronte que invitó al cine a una cacatúa?

-También.

-Hmm… ¿y el de la iguana que intentó arreglar la aspiradora?

-Sí, y también la versión en que arregla el ventilador.

-Sí, ja, ja… ese es bueno…

-Sí, es bueno.

-…

-…

-¿Sabes a qué hora llegan los otros?

-Ya deberían haber llegado.

-¿Ninguno te ha llamado o mandado algún mensaje?

-No. Ninguno.

-…

-…

-¿Y no te sabes alguno que yo no sepa?

-¿Algún qué?

-Algún chiste, ya sabes… para pasar el rato…

-Hmm… no sé…

-Vamos, si parece que sabes muchos…

-¿Conoces el de Kafka comprando calcetines con deditos?

-Ja, ja,… sí… es muy bueno…

-¿De verdad te lo sabes…? Pero si lo inventé yo…

-¿Es el que Kafka reclama porque le sobraba un dedo y…?

-Sí, ese… ¿cómo lo conoces?

-No recuerdo… tal vez se lo escuché al Pancho…

-Sí, puede ser… alguna vez pude habérselo contado…

-…

-…

-¿Y no conoces otro?

-Claro, pero  capaz que te los sepas…

-Veamos…

-¿El de los siameses con varicela?

-Sí…

-¿Y ese en el que Jesús descubre que tiene pie plano?

-También, pero ese es fome…

-Sí, es fome…

-…

-…

-Parece que ahí llegan los otros.

-Sí, parece que sí.

-¿Nos juntamos y hablamos otro día?

-Sí, puede ser…

-De ahí me das tu número.

-Ok. De ahí te lo doy.

-…

-…

-Qué raro… No entran...

-Parece que no eran.

-Sí… parece que no…

-…

-…

-Ojalá lleguen pronto.


-Sí… ojalá…

-...

-...

-¿Te sabes el del hueón que escribe un blog hace más de 5 años?

lunes, 20 de junio de 2016

Nubes nuevas.


-¿Algo hermoso que recuerde de cuando era pequeña?

-Sí… ¿tienes algún recuerdo de ese tipo?

-Hmm… no sé bien. Me acuerdo de algo, pero era más bien extraño…

-¿Qué cosa?

-Una especie de obsesión, digamos… una obsesión por algo que yo sentía hermoso…

-¿Algo que sentías hermoso?

-Si… puede sonar raro, pero estaba obsesionada con las cabritas.

-¿Cabritas…? ¿Qué cabritas?

-Cabritas… o palomitas de maíz, pochoclo… ya sabes…

-¿Y las encontrabas hermosas?

-Sí… o sea, no como objeto concreto, pero la transformación que tenían… eso me impresionaba…

-¿El cambio desde el grano de maíz…?

-Sí. Había un negocio en que vendían de esos granos y comprábamos siempre… mamá las metía en un olla y sonaban… yo pensaba que era magia…

-Entiendo eso, pero… ¿eso te parecía hermoso?

-Claro… o sea los granos eran toscos, iguales… sencillos… luego las palomitas eran… no sé, como nubes nuevas… ¿las has mirado de cerca?

-Creo que no.

-Pues son hermosas… y claro… en ellas como que estaba la promesa de convertirse en algo hermoso, de golpe… y yo estaba obsesionada en saber cómo se hacía eso.

-¿La transformación?

-Sí. Puede sonar tonto, pero de verdad yo pensaba que era una especie de magia, o algo de la olla… no sabía en un principio que en realidad la gracia estaba en el grano…

-¿Qué la palomita estaba escondida en el grano?

-Sí… puede decirse así… pero supongo que la sensación tenía que ver más con una revelación de la palomita… Me refiero  a que no era una simple trasformación ni un estar escondida… era algo nuevo… una explosión donde un ser nuevo se revelaba a partir de otro que desaparecía… No sé bien cómo explicarlo, pero intento decir que uno buscaba el grano y no estaba en ningún sitio…

-¿Y no te entristecía que algunas no reventaran?

-No… supongo que lo veía como parte del costo para existieran las otras, no sé… lo cierto es que no me lo preguntaba…

-¿Y te duró mucho esa obsesión?

-Sí, pero digamos que me alejé de golpe a partir de un accidente…

-¿Tuviste un accidente de pequeña?

-Sí, con las palomitas…

-¿Cómo…?

-Es que para ver mejor lo qué ocurría, un día saqué la tapa de la olla y quise mirar de cerca… y claro, un grano saltó y se me incrustó en un ojo… mira, si hasta dejó una marca que me quedó… no sé si te habías fijado…

-¿Pero no perdiste la vista ni nada más grave?

-No, solo estuve con parche y tratamientos un par de meses… De todas formas, lo considero un precio bajo…

-¿Un precio bajo por qué?

-Un precio bajo por algo tan hermoso… ¿no era de eso lo que estábamos hablando?

domingo, 19 de junio de 2016

Benjamín quería ser nómade (canción fome)


No se queda quieto Benjamín,
nadie sabe cuál es su sitio
un doctor le receta litio
y le construyen un balancín.

Se arranca por las ventanas
no hay que apartar los ojos
si hasta destraba los cerrojos
tarde, noche y mañana.

Y es que nómade quiere ser
este inquieto Benjamín,
salir a vagar sin fin
es su idea de crecer.

Vaga, vaga, Benjamín
a pie, en bici o en mula
que la vida se coagula
y los sueños son aserrín.

Lo ven cruzando los Andes,
o andando por el desierto
embarcándose en un puerto;
como un ser que se expande.

Todo esto, sin embargo,
puede ser literatura,
pues temprano lo capturan
y él se queda en letargo.

Un doctor que lo interna,
le enseña a quedarse quieto
lo seca como esqueleto
y lo vigila en la caverna.

Vaga, vaga, Benjamín
a pie, en bici o en mula
que la vida se coagula
y los sueños son aserrín.

Ahora ya no se arranca,
apenas cuenta su historia
él la cuida en su memoria
mientras descansa en una banca.

Qué forma más necia,
de estar echando raíces
si hasta a Dios él maldice
por encerrarse en una iglesia.

Vaga, vaga, Benjamín
a pie, en bici o en mula
que la vida se coagula
y los sueños son aserrín. (x2)

sábado, 18 de junio de 2016

Antes del fin.


Poco antes del fin.

Poco antes del fin, ellos dicen.

Poco antes del fin habrá ciertos fenómenos.

Y claro: yo los escucho decir.

Hablo breve y dejo que ellos se extiendan.

Me muestran folletos.

Me enseñan imágenes.

Yo asiento.

No discuto porque se hace largo.

Esa es mi técnica.

De todas formas, ellos siguen hablando.

Cuánto tiempo perdido.

Después de todo…

Ni ellos ni yo tenemos razón.

También por eso no discuto.

Y es que no estoy contra ellos, a fin de cuentas.

Ese no es el problema.

Aunque tampoco los admiro, por cierto.

De vez en cuando piden mi opinión.

Entonces yo suelo ser afable.

Digo que sí, que tal vez.

Dejo que sigan, en definitiva.

Aunque claro…

Todo es extraño, cuando hablamos.

Con interrupciones, me refiero.

Casi como este texto.

Yo, en tanto…

Yo en tanto ya ni sé por qué lo hago.

Por qué los escucho, me refiero.

Tal vez por la misma razón de ellos, pienso a veces.

Porque el fin está cerca, puede ser.

O porque el tiempo no es oro, como dicen.

Y claro, de ser así…

De ser así ya no vale la pena hacer mucho.

No si el fin está cerca, al menos.

Eso concluyo mientras dejo que otro fin, más próximo, se instale.

No hay pretensiones ni ambiciones, por cierto, en ese fin.

Eso es todo lo que tengo.

viernes, 17 de junio de 2016

Gárgaras.

“Mucho divaga, nada entiende.”
F. D.

¿Servirá para algo hacer gárgaras?

Y si sirve, ¿para qué será?

En el baño de profes, por ejemplo, siempre veo a un colega haciendo gárgaras.

Muy serio, con solemnidad incluso, él hace gárgaras.

Yo lo escucho, unos lavamanos al costado, mientras lavo mis dientes.

Es parte de la rutina.

Casi como un rito.

Tres veces hace gárgaras.

Y claro, yo divago y lo imagino hablando con un dios.

Pienso incluso que en otros baños se está celebrando la misma plegaria.

Un mantra con agua.

Un nuevo lenguaje, incluso.

Cosas así pienso mientras mi colega hace gárgaras.

¿Pensará él que yo pienso eso de sus gárgaras?

¿Sabrá que reconozco su rutina paso a paso?

A veces quiero creer que sí.

Pero claro… él no da pistas.

Lleva un estuche negro con útiles de aseo.

Lo abre parsimoniosamente.

Se lava los dientes.

Se mira al espejo.

Y hace gárgaras.

Para hacerlas, llena de agua un vaso azul, de plástico.

Luego ingiere el líquido y levanta la vista.

Y claro: solo entonces hace gárgaras.

Todos los días al final del tiempo de almuerzo.

Semana a semana, mes a mes, año a año.

Y yo siempre divago, mirándolo.

Y es que me gusta creer que eso tiene algún sentido.

O que genera, de esa forma, un vínculo con algo.

No es que se lo exija,
pero al menos pienso que me devolvería la fe
en esos absurdos hechos cotidianos.

El vaso azul.

El espejo.

O hasta ordenar la biblioteca.

(Ya casi estoy terminando)

jueves, 16 de junio de 2016

Epiléptico frustrado.


Que no se lo tomen a mal los epilépticos,
pero resulta que soy un epiléptico frustrado.

Y es que la falta de espasmo entibia a tal punto
que uno ruega a veces por la desesperación
para recuperar la fiebre, el hambre, el golpe,
y hasta la esperanza.

No es que lo tome a la ligera.

No es que realice, simplemente, un juego de palabras.

De lo que se trata más bien
es de recurrir a la convulsión,
o al desequilibrio,
para originar entonces una grieta
y vislumbrar de esta forma algo más
de lo que nos ha sido dado.

Un éxtasis vacío.

Una amargura violenta.

El vértigo que produce el caer,
de golpe y a la vez,
dentro y fuera de nosotros mismos.

Por eso es que soy un epiléptico frustrado.

Por eso es que intento una y otra vez
explicarme
con palabras que parecen
arrancadas del invernadero.

Sin raíces profundas, me refiero.

O derechamente sin raíces.

¡Qué cambio sería entonces el espasmo…!

La desesperación real
frente a todas aquellas
heridas de utilería.

La irrupción de una verdad violenta.

Una grieta pequeña,
pero cierta.

La posibilidad única
de una liberación profunda.

Y es que eso es lo que ansío.

Y soy lo que ansío.

Mis manos tiemblan
de esperanza.

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