martes, 31 de marzo de 2020

Voces.


Esas voces
que llegan desde la tv…
a veces olvido que son humanas.

Suenan mientras vivo
o intento vivir
sin escucharlas.

Tienen matices extraños
esas voces
y suelen reír, bromear
y hasta mostrarse sorprendidas,
mucho más
que el promedio habitual
de otras voces.

Fue un editor
por cierto
quien me obligó a escucharlas.

Me dijo que escucharlas
ayudaría
mucho más
a mi escritura
(a la comercialización de mi escritura)
que seguir leyendo a Dosto
una y otra vez.

Y claro,
yo acepté un poco sin pensar
y sin confesar, además,
que no leía a Dosto
desde hacía
varios años.

¡Pobre editor…!
Pasé meses enviándole textos de Dosto,
de Oé,
de Camus
y hasta de Boris Vian…

Todos me los devolvió
recordándome que encendiera la tv,
y que asistiera a baby showers,
bautizos, reuniones con ex compañeros,
matrimonios…
para que me empapara de aquello
que mis supuestos escritos
necesitaban.

¡Pobre editor…!

Si hasta me invitó a beber,
una vez,
con otros editores.

Dos de ellos habían leído
una novelita
que había escrito
hace veinte años
y supuestamente
querían conocerme.

Llevaban incluso un contrato
para que aceptara publicarla
y esperaban que yo
agradeciera,
como si fuese aquello
un gran regalo.

¡Pobre editor…!

¡Pobres editores…!

Pedí las seis botellas de vino
más costosas del lugar
sin que se atreviesen
a prohibirme nada.

Alcancé a terminar tres
antes de sentirme culpable
y abandonar de improviso
aquel lugar.

Horas después,
ya en casa,
desenchufé la tv
y la dejé en el patio.

Llovió esa noche,
por supuesto
y la tv se descompuso.

Volví a ponerla donde estaba
y desde entonces
no enciende.

Nadie salvo yo
sabe que no enciende.

¡Pobre editor…!

Sin saberlo había rechazado
a Dosto,
a Oé,
a Camus
y hasta a Boris Vian…

Y claro,
me sentí importante entonces
al saber que estaba
en esa misma lista…

A veces,
no sé bien por qué
me gusta sentarme frente a la tv
mientras su pantalla negra
refleja mi imagen
escribiendo.

Y claro,
de vez en cuando vuelvo a escuchar
una que otra voz
salir desde ese aparato…
y vuelvo a olvidar,
entonces,
que esas voces
son humanas.

El resto del tiempo
escribo, comparto con mi hijo,
hago y reviso material
para mi trabajo…

Y claro…
en el tiempo que me sobra
intento volver
a leer a Dosto
y comprender de esa forma
por qué sigo vivo
y por qué sigo haciendo
día a día
todo lo demás.

lunes, 30 de marzo de 2020

El lugar.


I.

El lugar estaba tan lleno
que daba asco.

Los escuchaba hablar
y bebía
para no tener que contestar.

Entonces
por un momento
me alejé un poco
y pregunté por el baño.

Me indicaron uno
que estaba en el segundo piso
pues al parecer había alguien
encerrado en el de abajo
que se negaba a salir
y a contestar.

Subí entonces la escalera
y caminé tranquilo 
hacia aquel baño.

También había gente en la escalera,
por cierto,
hablando de dinero
y de otras cosas
que he preferido olvidar.

Incluso,
tuve que pedirle a un par de chicas
que dejaran de apoyarse en la puerta
para poder entrar al baño.

Ya dentro me di cuenta,
de improviso,
que estaba en algo así
como otro mundo.


II.

El baño al que entré
estaba perfectamente
limpio.

Limpio de gérmenes,
supongo,
pero ante todo,
noté que estaba limpio
de personas.          

Por eso, tal vez,
todo me pareció perfecto
en aquel sitio.

Ni siquiera el ruido
del exterior
ingresaba a aquel baño.

Todo era tan puro,
incluso,
que no quise orinar ni cagar
en lo absoluto.

Simplemente me lavé las manos
y observé aquel lugar
mientras lo que estaba fuera
desparecía.

Fue un momento pleno,
si los hay.


III.

Después de varios golpes en la puerta
noté que se molestaban.

Al parecer llevaba bastante tiempo
en el baño
y alguien más lo quería ocupar.

Me decían que alguien se había cortado
muy profundo
con un vaso
y que en ese baño había un botiquín
que necesitaban usar.

Como no salía,
siguieron insistiendo 
con otras razones.

Ya desocuparon el otro,
me dijeron, finalmente,
creo que sacaron de dentro a una chica
que no paraba de llorar.

Para saber si era verdad
les pedí detalles 
sobre el hecho.

Les pregunté, por ejemplo,
por qué lloraba esa chica,
pero nadie sabía
ciertamente
decir por qué.

Todos mienten allá afuera,
dije entonces, sin pensar,
y no voy a salir.

Luego de decirlo, sin embargo,
noté que mis palabras
eran ciertas.

Profundamente ciertas, me refiero.

Todos mienten allá afuera, repetí,
y tal vez lloré un poquito.

Por último,
apreté mis puños,
y mientras forzaban la puerta
me dispuse a defender
valientemente,
aquel lugar.

domingo, 29 de marzo de 2020

Palabras que alguien me enseñó.


*

un día
tal vez
tuve algo que decir
y no lo dije

el resto del tiempo
ha sido
mayormente
ruido
y palabras
que alguien me enseñó

nada, sin embargo
tenía que ver
realmente
con el mundo
y nada
sobre nosotros mismos
podía ser dicho

las cosas mudas
en definitiva
siempre dijeron
más que yo


*

habíamos bebido
seis días seguidos
o tal vez más
y solo nos preocupábamos
de beber
y alimentar a los gatos

ella tenía muchos
y sabía sus nombres
pero yo solo
los veía pasar
por la habitación

todo iba bien
hasta que en un momento
se levantó nerviosa
y me preguntó
si faltaba uno

entonces yo conté
sus ojos
sus brazos
y hasta sus tetas,
pero luego entendí
que hablaba
de los gatos
y no supe qué decir

como ella insistió
tuve que decir algo
sin pensar,
como hacemos
casi siempre

falta el azul,
le dije,
sin saber por qué

y ella salió
a buscarlo


*

el día ese
en que tuve
algo que decir
y no lo dije
fue ya hace mucho

tanto como aquel día
en que me metí
a un ataúd
en la funeraria
de un amigo

y pensé ese día
que mirar
la tapa de una tumba
era similar
a mirar el techo
de mi cuarto

y sentí también
que cualquiera
de esos techos,
podía decir,
sin duda,
mucho más que yo

sábado, 28 de marzo de 2020

Hombre al interior de un auto.


Está sentado al interior del auto. Frente al volante. Aún no lo enciende, ni siquiera da el contacto. No sé qué espera, estando ahí, mirando hacia adelante. Que el mundo sea el que se mueva, tal vez, en vez del auto. Cosas que no ocurren, es lo que espera. Si incluso en la playa, cuando una ola te traspasa, luego retrocede. Solo te hundes, en la arena, cuando esto ocurre. Sin mayor peligro, por supuesto, pero eso es lo que sucede. Y vaya uno a saber qué pasaría si hacemos eso por más tiempo. Casi todo es cuestión de tiempo, después de todo. De hecho, el mundo no se mueve, sin nosotros, porque no le damos tiempo. Eso pienso mientras termino de enfocar y tomo la fotografía. Hombre al interior de un auto, anoto, y señalo también el tiempo en que esto ocurre. Espero, de hecho, a que ese tiempo termine, y eso desespera un poco. Desespera porque si pasa más tiempo deberé enfocarme en mi mismo. Cuestionar mis acciones, me refiero. Iniciar una serie de preguntas que no tienen, en el fondo, una respuesta adecuada: ¿Me quedo aquí? ¿Fotografío de nuevo? ¿Qué cosa es lo que yo espero? A esas preguntas, me refiero. En tanto, el hombre sigue sentado al interior del auto. Frente al volante. Contaré hasta veinte y volveré a fotografiar. Eso es lo que decido. No sé cual será, sin embargo, mi siguiente acción.

viernes, 27 de marzo de 2020

Agua verde.


-¿Por qué esa agua está sucia?

-¿Qué agua?

-La de la piscina… fui a verla y estaba verde…

-¿Cuándo fuiste a verla?

-Hace un rato… me desperté temprano… tú dormías todavía…

-No sentí que te levantaras…

-Ya te dije que dormías…

-Igual escucho, casi siempre escucho lo que pasa cuando duermo…

-Pero esta vez no… dormías profundamente…

-Puede ser… tenía cansancio acumulado… ¿desayunaste algo?

-Hice café, en la cafetera… ¿te traigo?

-Después… Gracias… ¿viste también el bar en la terraza?

-No sé bien… no me fijé mucho… ¿tienes un bar?

-Uno pequeño… Ni lo uso, pero ahí está… Apenas tomo vino de vez en cuando…

-¿Y la piscina?

-¿Te gustó…? Es de piedra… rocas de la zona… costó mucho hacerla…

-¿La hiciste tú?

-No… me refería a que salió cara… cortar y traer las piedras... ya sabes...

-Pero tiene el agua verde…

-El verde no es malo.

-No bromees… se ve asquerosa así…

-¿No te meterías?

-Por supuesto que no…

-De todas formas el agua está limpia, no te preocupes…

-Ya te dije que estaba verde…

-Así es… es de vertiente…

-¿Y qué tiene?

-Que es agua natural… está limpia… solo que se ve verde…

-…

-¿No me crees?

-No sé... no es eso...

-¿Y entonces?

-Es que no entiendo...

-¿Qué cosa? ¿Por qué es verde?

-Sí... ¿Por qué pasa eso…?

-Pues no sé bien… o sea… sé, pero es largo de explicar…

-Puedes explicar mientras desayunamos… tenemos tiempo.

-No es cuestión de tiempo… Además prefiero cambiar el agua a tener que explicar… Cosas como esas no debiesen explicarse…

-¿Te molestaste?

-No. Es solo que si quieres comprender basta con hacerlo… Uno no debiese intentar explicar el agua…

jueves, 26 de marzo de 2020

Elijo hablar de esto.


Plancha la camisa. Se la pone. Se le arruga.

También plancha el pantalón. Se lo pone. Se le arruga.

Así lo hace por varios años.

Los días de semana, mayormente.

También hace otras cosas, por supuesto, pero elijo hablar de esto.

Así lo hace hasta que un día decide no planchar los pantalones.

Entonces, por supuesto, sus acciones se simplifican y se reducen un poco.

Con todo, su vida no cambia gran cosa.

Los pantalones no se arrugan tanto, por ejemplo, y además, tras el escritorio, se ven poco.

Parece una vida monótona, así como la cuento, pero lo cierto es que es similar a cualquier otra.

Me refiero a que hace otras cosas que no son tan difíciles de simplificar.

Por ejemplo: se junta con amigos, visita a su familia y hasta de vez en cuándo consigue una pareja.

Respecto a ese último punto él mismo lo prefiere de ese modo.

Le gusta estar así, digamos, sin complicaciones y con noviazgos mínimos.

Le incomoda, en todo caso, no tener novia en vacaciones.

Por aprovechar mejor el tiempo, mayormente y poder viajar en pareja a algún lado.

Este año renovó el auto y va al día con el pago de su departamento.

Dice “todo bien” cuando le preguntan cómo está, desde hace varios años.

Cuando se mira al espejo antes de ir al trabajo no ve sus pantalones.

Están un poco arrugados, simplemente, pero a quién le importa.

No es como para que escribas un texto sobre esto, me dice, un día que lo encuentro por la calle y conversamos un poco.

¿Escribes todavía?, me pregunta.

miércoles, 25 de marzo de 2020

Iba a decirlo en ese instante.


Iba a decirlo en ese instante, pero se le trabó la lengua. En el momento menos oportuno le ocurrió. Lo vimos hacer gestos y le oímos realizar ruidos, nervioso. Entonces nos reímos un instante, bromeando con lo que ocurría… y esperamos. Él se desesperó un poco más. Le acercamos un vaso con agua y él bebió unos sorbos. No sé bien por qué, pero también me puse nervioso. Tal vez porque sabía lo que él iba a decir, aunque ahora ya no pudiese decirlo. No era algo de importancia, en todo caso. Habíamos hablado antes de entrar en la reunión y él me comentó su punto de vista. Yo también le había comentado el mío, por supuesto. Ahora estábamos en medio de la reunión y todo era un poco tenso. Extraño. Pasaban los segundos sin que nadie retomara la conversación, mientras lo observábamos. Lo vimos entonces terminar de beber y ponerse de pie… carraspear un poco. No podía articular palabra alguna. Decidimos por lo mismo hacer una pausa. Sin decirlo, lo decidimos. Nos miramos, hicimos unos gestos y asentimos. Yo me serví un café y me acerqué a una ventana. Estábamos en la parte más alta de la torre. Nadie hablaba y a lo lejos sonaba una canción que no reconocía. Miré por la ventana. Abajo, en la ciudad, todo parecía seguir, como siempre. Terminé mi café y me dispuse a volver a mi sitio. Poco después oí el primer grito.

martes, 24 de marzo de 2020

Actitud (un perro con dos colas).


-¿Sabes…? A veces me molesta tu actitud.

-¿Mi actitud?

-Sí, tu actitud.

-¿A qué te refieres con eso? ¿A la forma en que me relaciono contigo…?

-No. No es conmigo. Hablo de una actitud en general… ante todo…

-¿Y cómo es eso…?

-No sé… a veces siento que desestimas las cosas… que tu actitud es siempre la misma y lo que ocurre no te afecta en lo más mínimo…

-Entonces, según tú, lo que yo desestimo son los hechos, no las cosas…

-Puede ser… no me interesa nombrarlo de forma exacta… creo que sabes perfectamente a lo que me refiero…

-Pues no lo sé… Y menos perfectamente… O sea, puedo entender cómo soy… pero no entiendo qué quieres, en concreto…

-Es simple… Ahora mismo, por ejemplo, pienso que debieras estar alegre. Hay una serie de hechos que debiesen llevarte a estarlo, al menos… no me hagas nombrarlos.

-No quiero que los nombres…

-No lo hago… Solo digo que debieses estar alegre… que tu actitud debiese ser distinta… mostrar esa alegría, incluso… Ya sabes, como un perro con dos colas…

-¿Cómo un perro con dos colas…?

-Claro… si están alegres la mueven… imagínate la alegría de uno con dos…

-¿Y por qué un perro con dos colas estaría más alegre que uno con una, según tú?

-Porque pueden manifestarla, justamente… porque con dos colas tal vez puedan mostrarla de mejor forma que solo con una…

-Eso es ilógico… la alegría es anterior a las colas… no por mostrarla aumenta la alegría…

-Puede ser… pero de todas formas yo no cuestionaba tu alegría, sino que hablaba de tu actitud…

-¿Y el ejemplo del perro sirve para explicar una buena actitud…? ¿Tener una dos o más colas…?

-No he dicho eso.

-Claro que lo has dicho… No has dicho nada y al mismo tiempo lo has dicho…

-Pues eso sí que es ilógico…

-No lo es… solo ocurre que esas son mis dos colas…

-¿Tus dos colas?

-Así es: una recibe lo que dice meneándose hacia un lado y la otra lo olvida meneándose hacia el otro…

-¿Y entonces te quedas donde mismo?

-No es donde mismo… antes estábamos en el principio… en la primera línea digamos…

-¿Y ahora?

-Lo de ahora es evidente…

-¿Evidente?

-Sí, evidente. Ahora llegamos al final.

lunes, 23 de marzo de 2020

Un auto contra un árbol.


Estrelló el auto contra un árbol. No sabemos si fue intencional. El árbol resistió, pero el auto se hizo pedazos. Luego que oímos e impacto salimos a ver lo que ocurría y eso fue lo que observamos: un auto hecho pedazos, que se había estrellado contra un árbol. Nos mantuvimos a distancia, en un inicio, por si ocurría una explosión, pero luego nos acercamos al lugar. A mí me pareció ver los restos del hombre que había ido manejando. Entre los fierros, por supuesto. Tengo la imagen borrosa, pero me parece que tenía lentes y era un poco calvo. Nadie más notó eso, de los que estábamos ahí, pero al final resultó ser cierto. Los bomberos lo informaron de esa forma y encontraron también los restos de una mujer, que nadie había visto. De hecho, creímos que era mentira hasta que vimos que sacaban otro cuerpo y lo tendían a un costado, cubriéndolo con plástico. También, desde los restos, los bomberos dejaron algunas cosas a un costado. Un bolso, una cartera y otras pocas cosas que se encontraban rotas y manchadas y que no pudimos distinguir de qué se trataban. Durante las horas que siguieron, se llevaron los cuerpos, los restos del auto y las cosas que habían encontrado. Esa misma noche, a escondidas, salí de casa y me trepé al árbol. Se había dañado un poco y estaba ladeado, pero en general seguía estando firme, como antes. Pasé mucho tiempo mirando hacia abajo y hacia arriba del árbol, entre las ramas, sin pensar nada en específico. Cuando escuché que me llamaban me quedé en silencio, y dejé que fueran de un lado a otro, buscándome y gritando como locos porque no me veían, porque algo había ocurrido… porque ya no estaba ahí.

domingo, 22 de marzo de 2020

Todo puede decirse.


Podría decirlo, claro.

Sin problemas podría decirlo.

Todo puede decirse.


Y al decirlo, entonces.

Todo parecería estar bien.

Al menos por un rato.


Me refiero al día, por supuesto.

Y a todo eso que no es parte.

De aquello que decimos.


Como esos dos, por ejemplo.

Esos dos que comienzan a hablar.

Y no saben todavía, qué decirse.


¿Recuerdas…?

Tú no podías comprender, según decías.

Cómo se conocen, dos desconocidos.


Sospechabas incluso que todo estaba concertado.

Secretamente, por supuesto.

Antes de entablar conversación.


Qué extraño suena ahora.

Decir esto que no es propio.

Qué extraño es esto del lenguaje.


Lo descubrimos tarde, por supuesto.

Y lo que debió decirse entonces, tal vez.

No fue dicho en lo absoluto.


Ahora, en cambio.

Cuando ya sabemos que todo puede decirse.

Vendrías, tal vez, aunque sería equívoco.


Y entonces tú, sin saberlo.

Te encontrarías con otro.

Aunque te encuentres conmigo.


Dos desconocidos, de esta forma.

Con pasos torpes al hablar.

Tropezando, sin saber, con qué tropiezan.


Un tipo que pensé se parecía mí.

Te diría.

Pensé que te habías ido con él...


Ríes tú, entonces…

Pobre tipo… me dirías.

Nadie nunca se conoce.


Hablamos más, de esta forma.

O hablaríamos.

Nadie podría aclararlo.


Es así como ocurre.

Alguien habla, por los dos.

Y todo puede decirse.

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales