jueves, 12 de marzo de 2020

Una flecha en una rodilla.


Estoy en medio de la multitud cuando de pronto siento un impacto en una rodilla. Una especie de pinchazo, más bien, que me obliga a una detención y a revisar qué es lo que ha sucedido. Es entonces cuando observo y descubro una flecha clavada en una de mis rodillas. Un hecho un poco absurdo, ciertamente, pues no logro comprender cómo ha logrado esa flecha clavarse ahí, pasando en medio de la multitud, sin que nadie lo notara. Entonces, trato de separarme de los otros para buscar una solución y tratar de retirar la flecha. Tras unos minutos, logro alejarme unos pasos y tener un poco más de espacio. Entonces, sin pensarlo demasiado, tomo la flecha y la voy tirando de a poco, para notar qué tan incrustada se encuentra. Extrañamente, si bien noto que está atascada, no percibo dolor alguno cuando la muevo, por lo que me decido a arrancarla de golpe, sin más, y enfocarme luego en atender mi herida. Tomo la flecha con mis dos manos, respiro hondo y cuento hasta tres para intentar socarla con la mayor de las fuerzas. Lo hago. Y cuando lo hago escucho un grito. No sé de dónde vino, pero escucho un grito. En cuanto a la flecha, no he logrado sacarla de buena forma y se ha quebrado, dejando la punta atascada en la rodilla. Intento observar mejor, pero vuelvo entonces a encontrarme entre la multitud. Y claro, me dejo llevar un poco, al interior de ella. Tal vez deba dejar de preocuparme, me digo. Y es que, si no duele, puede que sea algo que no revista mayor gravedad, después de todo. Sigo entre la multitud, mientras pienso esto. Y avanzamos. Luego ya veremos, qué es lo que ocurre.

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