domingo, 22 de marzo de 2020

Todo puede decirse.


Podría decirlo, claro.

Sin problemas podría decirlo.

Todo puede decirse.


Y al decirlo, entonces.

Todo parecería estar bien.

Al menos por un rato.


Me refiero al día, por supuesto.

Y a todo eso que no es parte.

De aquello que decimos.


Como esos dos, por ejemplo.

Esos dos que comienzan a hablar.

Y no saben todavía, qué decirse.


¿Recuerdas…?

Tú no podías comprender, según decías.

Cómo se conocen, dos desconocidos.


Sospechabas incluso que todo estaba concertado.

Secretamente, por supuesto.

Antes de entablar conversación.


Qué extraño suena ahora.

Decir esto que no es propio.

Qué extraño es esto del lenguaje.


Lo descubrimos tarde, por supuesto.

Y lo que debió decirse entonces, tal vez.

No fue dicho en lo absoluto.


Ahora, en cambio.

Cuando ya sabemos que todo puede decirse.

Vendrías, tal vez, aunque sería equívoco.


Y entonces tú, sin saberlo.

Te encontrarías con otro.

Aunque te encuentres conmigo.


Dos desconocidos, de esta forma.

Con pasos torpes al hablar.

Tropezando, sin saber, con qué tropiezan.


Un tipo que pensé se parecía mí.

Te diría.

Pensé que te habías ido con él...


Ríes tú, entonces…

Pobre tipo… me dirías.

Nadie nunca se conoce.


Hablamos más, de esta forma.

O hablaríamos.

Nadie podría aclararlo.


Es así como ocurre.

Alguien habla, por los dos.

Y todo puede decirse.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales