lunes, 9 de marzo de 2020

Hablo de otra cosa.


Me dicen que no hable de esto y no lo hago. Me aguanto y hablo de otra cosa. Me pongo la gorra y avanzo rápido sin levantar la vista. Con rabia, avanzo, y no puedo decir hacia dónde. Nos organizamos rápido. Mensajes que nombran otra cosa, números en una muralla y ya está. Yo llevo los clavos y los trozos de vidrio. Hace unas horas conseguimos la dirección y vamos hacia allá. Si nos vemos no nos saludamos. Si uno cae no nos protegemos. Son instrucciones básicas. Mi gorra es de caza, como la de Holden Caulfield. Antes usaba un guante de beisbol, pero quedó registrado y preferí no arriesgar. Mientras avanzo, para no pensar en detalles aprieto un trozo de vidrio que llevo en una de mis manos. El vidrio se entierra lo suficiente como para hacerme sangrar. Cuando noto que cae sangre al suelo, dejo de apretar un poco, para no agrandar la herida. Mi técnica es básica. Me repito una y otra vez lo que debo hacer, mientras avanzo. Si en algún momento siento dolor, quiere decir que algo va mal. No puedo decir lo que hago, pero lo hago. Tengo rabia y siento que se trata de algo justo. En una misma sensación siento ambas cosas. Dejo entonces los clavos y los trozos de vidrio donde deben quedar. Si todo sale bien, he prometido que otros clavos se entierren en uno de mis brazos. Posiblemente por compensar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales