lunes, 31 de marzo de 2014

Cuello ortopédico.



No sabe explicar por qué, pero el hecho es que C. se roba un cuello ortopédico. Lo saca del colegio en que trabajo y lo guarda en su mochila hasta llevarlo a su casa. C. es un alumno, por cierto. Un alumno pequeño. Me entrevisto con la madre de C. a petición suya y es entonces que me lo cuenta. C. se robó un cuello ortopédico, me dice. Ella lo ha visto usarlo en varias ocasiones aunque siempre a escondidas, cuando cree que nadie lo observa. También se ha sacado fotos con el celular, mientras lo usa. La madre me muestra las fotos. Yo las miro. Es C. con el cuello ortopédico. Nada más. No envía las fotos, no las sube a internet, solo las guarda en el celular, desde donde su madre las extrae y las lleva a la entrevista. No sé qué hacer, me dice. Yo la observo. Tengo ganas de decirle que a mí también me sucede lo mismo, pero no lo hago. Eso de no saber qué hacer, me refiero. Entonces C. entra de improviso por la puerta. Se suponía que estaba en clase, pero se escapó y vino hasta la sala de entrevistas. Sin decir nada entra y se sienta en una silla, entre su madre y la mía. Mamá se mete en mis cosas, me dice. Y además me duele el cuello. Lo dice de una forma tan seria que es imposible ponerlo en duda. Entonces miro a C. y a la madre de C. y veo que ellos también se observan. Yo soy el único al que nadie mira, pienso entonces. Tenías que decirme que te dolía, dice la mamá. Nadie dice cuando le duele, contesta C. Siguen hablando. Yo, en tanto, tengo la hoja resumen de la entrevista y no sé bien qué escribir. De hecho, la hoja queda en blanco. Minutos después C. vuelve a su sala y yo me despido de la madre. Mientras vuelvo a mis clases, finalmente, se me presenta un fuerte dolor en el cuello.

domingo, 30 de marzo de 2014

Don Marcos / Una tetera / Solo se muere una vez.


Don Marcos compra una tetera antigua, en la feria. Una de esas que tienen un pito que suena, cuando hierve el agua. La compra en parte porque le recuerda a Don Patricio, uno de los amigos con que se juntaba a jugar dominó, todos los jueves. Y es que Don Patricio prestaba a veces la casa para jugar dominó y siempre había que hacer una pausa en el juego para apagar la tetera que estaba llamando.

Ahora me toca a mí, piensa don Marcos. Esta semana voy a invitarlos a casa y vamos a recordar a don Patricio como se debe. Hablar un poco de él y reírnos otro poco de lo viejo que estamos. Nada de esas palabras de cura que nadie entiende y que al final terminan por aburrir antes del entierro. Y es que solo se muere una vez, dice don Marcos, mientras reitera la invitación a don Javier quien promete que irá aunque menciona que tiene problemas en las rodillas, pues se cayó nuevamente esta semana, mientras arreglaba una luz en el jardín de su casa.

Así, don Marcos abre unas bolsas con maní y hasta saca del armario un par de botellas de vino que guardaba para una ocasión especial, para esperar a sus amigos.

Espera dos horas, en total.

Luego, comprendiendo que no irían, guarda las botellas y se come el maní. Además, como hace frío pone agua en la tetera para hacerse un té, antes de acostarse.

Así, sentado junto a la mesa de la cocina, piensa don Marcos en don Patricio y en lo ingenuo que era para jugar dominó. Daba hasta pena engañarlo, piensa don Marcos. Y sonríe.

Justo entonces, se percata don Marcos que el silbido de la tetera ha comenzado a sonar. El agua está hirviendo, se dice. Con todo, don Marcos no se mueve hacia la tetera y la deja sonar, sobre el quemador de la cocina.

No sabe bien por qué lo hace, don Marcos, pero supongo que ha de ser algo así como un desafío… una pequeña rebelión, incluso, en la medida de sus posibilidades.

No voy a apagar esa tetera, se dice, finalmente, mientras se levanta para ir al dormitorio.

Solo se muere una vez, después de todo...

sábado, 29 de marzo de 2014

Queremos tanto a Max Brod.



Ante todo aclaro que el título de esta entrada es sarcástico.

Y es que yo, al menos, no quiero a Max Brod.

Puede que no tenga mayor importancia, es cierto… pero si le interesa puedo resumir en una, mis razones.

No lo quiero porque quiso tener las manos limpias.

Así, digamos que prefirió rescatar papeles, en vez de servir a una voluntad directamente humana.

E inclinó, de esta forma, la balanza del lado equivocado.

Con todo, no crean que niego acá, por ejemplo, la importancia de El Castillo.

(Y cuando digo importancia, por cierto, digo también necesidad, belleza, espíritu, verdad y otras cuántas cosas).

No niego la importancia, decía, pero no pueden pedirme que disculpe a Brod de tamaña traición.

Brod sin agallas.

Brod manitos limpias.

Y es que es cierto que no hubiese leído El Castillo, pero es tarea nuestra confiar en El Castillo que existe, en silencio, dentro de cada ser humano.

Así, resultó finalmente que Max Brod no confió en su corazón para guardar los escritos de su amigo.

Y en vez del fuego, arrojó al barro del mundo aquellos textos, para que se quemasen sin arder y de una forma vil, y más sucia.

Brod traidor.

Brod comido por termitas.

No tenías la pureza necesaria para quemar esos papeles.

Brod manitos limpias.



viernes, 28 de marzo de 2014

Los hermanos Karamazov, un libro de terror.



I.

Me parece que sale en los hermanos Karamazov. Algo sin importancia, pero que se menciona en dos momentos de la novela, por parte del narrador. Lo que se menciona es la anécdota de una mujer que termina suicidándose, lanzándose a un río que pasaba en medio de un bosque. Ahora bien, lo que me llama la atención de esa anécdota, es el hincapié que hace el narrador respecto a cierta desencadenante “estética” de aquella mujer, puesto que se pone en duda que si el río hubiese pasado entre piedras, o hubiese sido un riachuelo más tosco y menos hermoso, la mujer, muy probablemente, no se habría matado.


II.

Recuerdo que la primera vez que leí este libro debía retroceder una y otra vez pues sentía que me ponía a pensar en cosas que se alejaban de la historia. Luego, debido a que esta situación me ocurría en más ocasiones de lo normal, analicé los datos y los elementos que podían llevarme a esto. Y bueno… fue así que descubrí que existía una sensación en mí, al querer avanzar en la lectura, que se asociaba a la presencia de esa “anécdota” que refiero en el primer párrafo. Una anécdota que se traducía en mí en una sensación extraña… casi miedo incluso, o más que miedo… al momento de querer avanzar en el libro.


III.

No tengo en este momento en mi biblioteca Los hermanos Karamazov. Me di cuenta que faltaba mientras ordenaba y porque pensé en ella y la busqué y lo que ya dije. Fue entonces que recordé nuevamente la anécdota y lo que ella producía en mí señalada en los párrafos anteriores. Entonces, intenté recordar dónde acostumbraba a dejar el libro, y comprendí que, inconscientemente, lo guardaba cerca de otros libros que considero “de terror”. Casi todos, por cierto, asociados a la idea de terror porque contienen un hecho que de cierta forma te amenaza. La broma infinita, El libro del desasosiego, Archipiélago Gulag, La leyenda del pianista en el océano…


IV.

Ojalá nunca encuentre un río a mi medida. Trato de no pensar en aquello y suelo sentirme seguro, respecto a mi opción de elegir levantarme cada día. Es decir, no siento que dude en lo más mínimo, si soy sincero. Con todo, me da vueltas la anécdota de Dosto sobre esta mujer y sus lecturas de Shakespeare y el río perfecto. Asimismo, recuerdo también cierto pasaje en Rayuela donde Oliveira niega esta idea, pero le responden de una forma que por un tiempo igualmente me asustó: “también existen ríos metafísicos, Horacio… vos te vas a ahogar en uno de esos…”.


V.

¿Qué quiero hoy? Quiero leer nuevamente Los hermanos Karamazov. Quiero salir con mi hijo mañana y disfrutar el día. Escuchar sin miedo el disco de El Graduado de Simon y Garfunkel. Acercarme y tomar agua desde el río perfecto.

Me suena un poco egoísta, pero es lo que quiero.

Respirar hondo.

Afirmar el corazón.

jueves, 27 de marzo de 2014

Nietzsche practica danza.

“Desde Nietzsche sabemos
que Dios baila”
A. N.


I.

Leo una carta de Nietzsche.

Una carta en la que cuenta que ha practicado danza.

Unas horas, apenas, pero lo cuenta orgulloso.

Y yo hasta distingo cierta alegría entre líneas.


II.

No da detalles, Nietzsche, sobre el ritmo.

Tampoco nombra músico, maestro ni pareja.

En cambio, habla del descubrimiento del movimiento que nunca hizo.

Y habla de niños viviendo la totalidad del cuerpo.


III.

¿Una articulación secreta?, se pregunta Nietzsche.

¿Acaso es eso lo que se descubre, bailando?

Esas preguntas se hace el filósofo.

Me lo imagino entonces meneando el bigote, y pensando.


IV.

Nietzsche habla de pedir en biblioteca un libro sobre danza.

Así, habla por ejemplo de un número especial.

Una especie de acto público con el que quiere resarcir una pequeña parte de los errores.

Y claro… tantea la posibilidad de una reunión en una sala pequeña.


V.

Lo peor de todo es que la carta de Nietzsche es cierta.

Así, me entretengo haciendo caricaturas de él, bailando.

Creo pasos, dibujo secuencias, lo retrato vestido a lo Elvis.

E imagino a Zaratustra, de paso, onda disco, en la montaña.


VI.

Nunca más vuelve Nietzsche a hablar de su propia danza.

Y es que al parecer, no hubo cuórum para la reunión, en una sala pequeña.

Lo más cercano es una carta donde señala que descubrió un movimiento involuntario.

Otra en que se queja permanece sentado 7 horas seguidas.


VII.

El nacimiento de la tragedia. / En torno a la voluntad de poder.

Más allá del bien y del mal. / Genealogía de la moral.

Todo esto y Nietzsche ensayando un ritmo en el que no es hábil.

El Anticristo. / El ocaso de los ídolos.


VIII.

Imprimo la carta de Nietzsche y la guardo en mi billetera.

Mi billetera sin billetes, sin carnet y sin documento alguno.

Por último, subrayo una única frase extrañamente traducida:

La sangre revoloteando como niños viviendo la totalidad del cuerpo.

miércoles, 26 de marzo de 2014

Un rito delicado.



Estoy en un bar y un hombre, a un costado, cuenta una historia.

La historia es de él y su esposa.

Y bueno… yo pido una cerveza grande pues la historia promete ser buena.

Entonces, el hombre cuenta que, a modo de juego, siempre que su esposa se dormía, él le ponía en el ombligo unas pelusas acrílicas azules, sacadas del relleno de una vieja chaqueta impermeable.

La historia suena chistosa hasta que el hombre señala que dicha broma la realizó por años, aunque de forma esporádica, y que al menos en tres ocasiones la mujer fue a ver un especialista, pues él no le decía nada al respecto.

-Ya ni siquiera me daba risa –dice el hombre-, pero aquello era casi un rito que yo sentía debía mantenerse…

Así, la mujer fue sometida a varios exámenes que no parecían arrojar luces sobre una posible causa.

Finalmente, un doctor extranjero, que además trabajaba en una fábrica de remedios, se llevó unas hebras de aquellas pelusas.

-Mi esposa me contó apenas a los seis meses –dice el hombre-. Imagínense… seis meses en que ella piensa que está ocurriendo algo mal… Seis meses en que no te dice nada al respecto… Seis meses hasta que un doctor extranjero te aclara que esas pelusas no las produce tu cuerpo.. que todo está bien… que no es necesario asustarse…

-¿Y qué pensaba ella que ocurría? –le pregunta otro tipo.

-Pues realmente no sé… quizá hasta pensara que era como una especie de muñeco relleno… Lo cierto es que nunca lo hablamos directamente…

-Pero ¿le contaste al menos cuando pasó el tiempo?

-No. Pensé en hacerlo, pero finalmente no lo hice… quizá podía comprender mal.

-¿Comprender mal?

-Sí, o sea… puede sonar raro… pero para mí aquello era un gesto importante…

Entonces, el hombre explica que más allá de ser una  broma molesta, el poner aquello en el ombligo de su esposa requería varias atenciones…

-Debía esperar a que se durmiese… aprender sus gestos de sueño profundo… era todo un rito… Un rito delicado, incluso.

-¿Y cómo terminó aquello? –preguntó el otro hombre.

-Mmm… no sé bien… Fue entonces que yo me vine a Santiago y ella se quedó en Conce… No nos vemos casi nunca…

-Ah… -dice el otro.

Así, mientras termino mi cerveza, quedo atento a un posible final de aquella conversación, pero no hay indicio de que aquel final exista.

Y claro, como soy honesto, no piense usted que voy a inventármelo.

martes, 25 de marzo de 2014

El hueón que me asaltó dos veces.



Hoy lo vi.

Lo reconocí sin rabia mientras viajaba en el metro.

Me sorprendí al hacerlo porque el problema ocurrió hace más de diez años.

El problema, por cierto, fue un asalto.

O dos asaltos, más bien.

Esa vez se lo intenté explicar.

Ya me asaltaste hace una hora, le dije, en aquel entonces.

Pero el hombre estaba nervioso y no comprendió.

Y claro, insistió en que le entregase la billetera que ya tenía en su poder.

Todo eso fue hace diez años.

Se me había olvidado por completo, salvo una vez que leí sobre los dos soles de Epicuro.

Hoy, por cierto, también se veía nervioso.

Iba con un niño de la mano y le cargaba la mochila.

El niño y el hombre se veían cansados.

Yo, supongo, también lo estaba.

Viajamos así, juntos, unas cuatro estaciones y luego él se bajó.

El niño lo siguió, tomado de la mano.

La mochila del niño, que cargaba el hombre, tenía el dibujo de un auto de carreras.

Los vi alejarse por el pasillo… luego el metro partió.

Me fui entonces pensando en aquellas cosas que te ocurren dos veces.

Aquellas en que pierdes por segunda vez algo ya perdido.

Llegué entonces a casa.

Abracé y también discutí con mi hijo por tareas y cosas de ese estilo.

Hice a última hora una prueba de libro.

Regalé unas entradas para un recital al que no alcanzaré a ir.

(…)

Por último, antes de acostarme, fui a mirar a mi hijo dormido,

Miré sus libros sobre el escritorio.

Su guitarra que casi no alcanza a tocar.

Sus ojos cerrados.

Es inocente, me dije, el hueón que me asaltó dos veces.

Después de todo, pudieron ser tres, y no lo hizo.

(...)

Besé a mi hijo en la frente y volví a mi cuarto.

lunes, 24 de marzo de 2014

¿Siembras tus granos en tu propio campo?



Tú les dices semillas,
yo granos.

Tú los siembras tras calcular profundidad.

Yo los lanzo donde caigan.

A veces discutimos.

Es cierto que pierdo,
pero solo porque me emborracho.

Entonces, te veo regar
y hasta hacer marcas
y cálculos…

Y claro…
delimitas tu propio campo.

No se trata de cercas, es cierto.

Tampoco se trata de impedir el paso.

Todo es parte del camino, me dices.

Y yo confío en tus palabras.

Ahora bien… tú les dices palabras.

Yo les digo más bien ruidos…
corazonadas.

De hecho,
de vez en cuando nos confundimos
y tú les llamas semillas
y yo granos.

Y bueno…
buscamos entonces las marcas de tu campo.

Para ti es tan importante que te ciegas.

Yo me conformo con andar buscando.

Algo que hacer…

Algo que esperar mientras crece el grano.

Una palabra se queda en las raíces,
otra sale a buscar el sol,
otras se esconde,
temblando…

Discutimos un poquito…

Casi por costumbre,
tal vez por abonar el grano.

¿Cómo sabes que es tuyo?, me preguntas.

¿Vas a seguir lanzando semillas
cuando no entiendes ni tus pasos?

Yo guardo silencio y te observo discutir.

Solo interrumpo para decir que a tus semillas
yo les llamo granos.

Son la misma hueá, te diría.

Y es que un paso y una voz
siempre es una voz
y también un paso.

De esta forma,
confieso,
nunca ha sido mi tierra,
nunca ha sido mi voz…

y ni siquiera soy dueño
de los granos que lanzo.

Diles tú, semillas.

Sigue hablando de tu campo.

¿Te dije que estás linda discutiendo?

¿Te conté que hoy comienzan mis últimos pasos?

domingo, 23 de marzo de 2014

Un caddy metafórico con libros metafísicos.



-¿Sabes lo que es un caddy? Pues bien, a mí me tratan como a uno de esos. Bandera a cien metros, viento noreste de seis millas… sí, palo 8…

-Pero tú no sabes de golf.

-No po, pero es casi lo mismo, solo que con libros… Es como si cargase siempre una biblioteca encima, o un carrito con libros, y tuviese que recomendar a medida que me cuentan cosas…

-Pero ahora no estás cargando libros…

-Claro que no… o sea no físicamente, pero es como si los cargara… El punto es que de pronto vas con alguien y te cuenta algo… no sé… cierto problema, por ejemplo… una sensación que no comprende, y claro, como saben lo que vas cargando te piden algo… entonces en vez del palo 8 le recomiendas Moby Dick, o los hermanos Karamazov…

-Ya entiendo, eres algo así como un caddy metafórico con libros metafísicos.

-Mmm… pues no sé si lo sea, pero al menos creo que me ven así…

-¿Y por qué te molesta?

-Es que tampoco es molestia, pero siento que no sirve de esa forma… o sea, la vida no tiene hoyos ni banderas establecidas… o no de forma general, al menos… Además, de cierta forma, los libros que cargo no son parte del mundo que está fuera de la bolsa…

-¿Qué bolsa…?

-La bolsa en que los cargo.

-Pero no te veo ninguna bolsa.

-O sea, los cargo yo… lo que te decía antes… ¿entiendes?

-Sí… un poco… es que me cuesta ordenarme, pero sí… Además pareces contradecirte.

-¿En qué…?

-No sé bien… Pero me es raro escucharte diciendo que los libros no son importantes.

-No digo que no sean importantes… pero no son las respuestas. Eso es lo que digo.

-¿Y las respuestas…?

-No sé… supongo que están en el campo de golf.

-¿En los hoyos?

-No… en todo el campo, yo creo… En el pasto, en los árboles, en el viento, en las lagunas pequeñas…

-¿En las trampas de arena también?

-Sí, también en las trampas de arena.

-…

-…

-Espera… ¿por qué me estás diciendo esto?

sábado, 22 de marzo de 2014

Yo creo que es imposible.



-Yo creo que es imposible.

-¿Qué cosa?

-Lo que hablábamos… hacer algo que todos, unánimemente, encuentren feo.

-¿Y tu tía?

-Te hablo en serio, hueón.

-Yo también po... si es fea pa todos, hueón.

-No creo… Además yo hablaba de cosas... de objetos hechos por el hombre…

-¿Algo así como obras de arte?

-Obras también… pero yo me refiero objetos en general… creo que es imposible lograr esa fealdad total… incluso es más difícil que lograr una belleza universal…

-Pues no sé… yo insisto que tu tía es un buen ejemplo… sea cosa o no lo sea…

-Mi tía no, hueón…

-Pero nómbrame a alguien que pudiese no hallarla fea… Si hasta tu mamá, que es su hermana habla de lo fea que es…

-Puta, no sé… yo mismo, quizá… o sea, cuando chico…

-¿Tú…?

-Sí, hueón, yo… pero con eso basta… Además, como te decía, yo hablo de objetos donde se persiga crear esa fealdad extrema… eso es lo que digo que es imposible… Como que alguien siempre va a encontrar armonía o posibilidad de armonía en…

-¿Te culeaste a tu tía?

-No, hueón…

-Pero es que dijiste…

-Dije que estoy hablando de otra cosa, hueón… además solo mencioné que no la encontraba fea, cuando era chico…

-¿Te gustaba cuando eray chico?

-Sí, hueón… un poco… o sea, me acuerdo alguna vez que la fui a mirar escondido, mientras se duchaba… nada más.

-¡Nada más! ¿La viste en pelota?

-Sí… desnuda, pero ni me acuerdo… solo sé que en ese entonces no la encontraba fea…

-Te masturbabay pensando en tu tía, hueón…

-¡Y dele…! No estamos hablando de esa hueá… Yo te planteaba que la belleza total es más alcanzable que la fealdad total… desde la recepción… ya sea estética o moral…

-Ja, ja… con tu tía, hueón…

-¡Ya, sí…! Con mi tía, hueón…

-Ja,ja… y como que lo decís orgulloso… pa mí que me enredaste con tus reflexiones hueonas pa puro contar que te culeabay a tu tía…

-Hueón, no te he contado eso…

-Claro, no me lo hay contado, pero sí pasó… lo estay reconociendo… Vos soy como el Edipo de las tías feas…

-Estay hablando incoherencias hueón… yo te quería explicar una hueá… algo que pensé leyendo un texto de Hegel…

-¿Y te gusta Hegel, hueón…? Esa hueá es peor que te hallay enamorado de tu tía…

-¿Quién ha dicho eso…?

-Vos po, hueón cínico… pa mí que te acostabay con ella y leían Hegel, en pelota… esa hueá sí que es ser masoquista…

-Estay cagado hueón… estay loco…

-Ja,ja… ¿yo loco, hueón…? Yo loco y vos leyendo Hegel y queriéndote casar con tu tía…

-¿De qué estay hablando, hueón?

-De lo que contay po, hueón… aunque me tinca que después vay a negar todo…

-Ándate a la cresta hueón…

-Ja,ja… culear pensando en Hegel…

-Estay cagado, hueón…

-Ja, ja…

-Unánimemente cagado.

viernes, 21 de marzo de 2014

Otras cosas.



Actriz y Actor discuten tras bambalinas.

A veces lo hacen utilizando parlamentos de sus personajes.

En resumen Actriz dice ser más compleja de lo que Actor cree y, por lo mismo, alega necesitar otras cosas.

Actor ironiza respecto a esas “otras cosas”.

Entonces, tras una serie de gritos y algún objeto arrojado al suelo, Actor abre un baúl donde se guardan algunos elementos de utilería.

Tal vez necesites estas cosas, le dice.

Así, Actor comienza a arrojar frente a Actriz una serie de elementos de utilería.

Candelabros de plástico, cajas pintadas a modo de libros y hasta un bebé de goma envuelto en un chal celeste.

Luego, Actriz arroja su celular que rebota contra un espejo, sin quebrarlo.

La discusión sube de tono.

Otros actores la escuchan y hasta se acercan al lugar, para determinar si es necesario intervenir.

Actriz dice entonces que todo entre ellos siempre fue de utilería.

Lo dice, por cierto, empuñando un cuchillo de goma que ha recogido del suelo.

En tanto, Actor se burla, nervioso, y hasta la aplaude como si Actriz hubiese realizado una gran actuación.

Molesta, Actriz se abalanza sobre Actor con el cuchillo de utilería empuñado, y lo ataca con este, varias veces.

Atentos a lo que sucede, otros actores intervienen y sujetan a Actriz quien es llevada, para tranquilizarla, fuera de la habitación.

Actor en tanto, es acompañado por otro actor, y conversan un poco, entre todos los utensilios de actuación arrojados por el suelo.

Así, tras calmarse –al menos en parte-, Actor comienza a recoger los utensilios, e intenta poner las cosas en orden.

Actriz, en tanto, ha tomado un par de pastillas y será llevada a casa por una amiga.

Justo antes de guardar los elementos de utilería en el baúl, Actor se da cuenta que en el fondo de este quedó un ramo de flores plásticas.

Ambos deben preparase para una segunda función, que comienza en doce horas.

jueves, 20 de marzo de 2014

Tres actos.


Primer acto:

-Yo no hablo de eso… Yo hablo de algo así como un radar para captar el mundo… Porque claro, sabido es que vivimos en la sombra del mundo… en la proyección… Por eso, el mundo es más bien algo pequeño que se encuentra dentro de la proyección del mundo real, original… O sea, no sé si dentro, pero el mundo está rodeado de la proyección de sí mismo… Así, tal vez, ocurra que algún día nos tropecemos con el verdadero mundo… igualito que encontrarse de golpe con una piedra, solo que de otra consistencia… Más dura quizá… más dura, pero viva e infinitamente más frágil… Por eso necesitamos el radar… Por eso.


Segundo acto:

-Tres momentos… Yo creo que hay tres momentos. Tener más sería un abuso, casi… algo innecesario… Tú los eliges y te presentas, luego te clasifican. Un nombre. Una forma de ser. Un ser. Te sentiste especial toda tu vida y de pronto descubres que fuiste una especie de chiste en tres actos y te dan un nombre… y te determinan. Lo peor de todo, sin embargo, es que la clasificación es perfecta. Estoy seguro que si la escuchas ya no alegas. La resignación como un dolor tan preciso que dejas de sentir de inmediato. Ese eres tú. Un nombre. Una frase. Un ruido. Puede que hasta rías. Como en un chiste. No importa si lo entiendes. No tanto.


Tercer acto:

-La biblioteca… pero esta vez la biblioteca como un refugio que ya no basta. Porque llegar a un refugio no te protege de lo que sucedió antes… No importa si ahora por fin está ordenada… No sé si me explico. Es decir, si te balean no vas al refugio. En el refugio te desangras… Puede que sea agradable, no lo niego… Dejarse ir… mezclar palabras. Desilusionar con estilo al que esperaba más de ti… o del lenguaje… o hasta del mundo. Pero claro, también está el refugio dentro del refugio, la biblioteca dentro de la biblioteca… el lugar secreto ese…Tiene que haberlo. Quizá ahí también esté ese tú chico como el mundo y descubras que fuiste proyección. Que te tropieces contigo mismo, en pequeño, con el verdadero tú mismo. Una piedra. Un Corazón. Quién sabe. Un chiste tal vez. Pero uno que provoca una alegría necesaria. El dolor preciso que dejas de sentir de inmediato… ¿Lo tienes?

miércoles, 19 de marzo de 2014

El avión que aterriza de emergencia.



Lázaro se abrocha los zapatos.

Lentamente, como si fuese algo que valiese la pena.

Lo hace con el cuidado de quién no se los va a quitar.

Igualito que acomodan a los muertos en cajones.

Sabiendo que así quedan.

Asimismo, sus maletas son pulcras.

Podemos verlas.

Cuidadosamente ordenadas y dispuestas.

Él las ordena y las ubica entonces junto a él.

Así, aparentemente tranquilo, junto a una reja, podemos ver a Lázaro.

Como si fuese un escolar que pasan a buscar, en cualquier momento.

Es tarde y hay poca luz.

No me pregunten, entonces, del color que va vestido.

Además no es importante.

Lázaro sabe, de hecho, que no es importante.

Una cosa que no sabe, sin embargo, es por qué le dan miedo las polillas.

Y es que justo a esta hora comienzan a acercársele de una forma exagerada.

Cinco polillas a veces, sobre su cabeza, podemos ver.

Debe ser molesto.

Quizá por eso, las mató los primeros días.

Hoy no sé si se atreve.

A veces, cuando solo hay una, se queda mirándola, concentrado.

Yo no sabía que miraba polillas.

Y es que yo pensaba, más bien, que miraba un avión que busca dónde aterrizar de emergencia.

No sé bien por qué.

Justo entonces, mientras pienso aquello, observo al primer paracaidista.

Lázaro parece querer aplaudir, en primera instancia, pero no lo hace.



martes, 18 de marzo de 2014

¿Existe un desierto en Arizona?



-¿Existe un desierto en Arizona?

-¿Cómo?

-Un desierto po, hueón… si sabís lo que es…

-Claro que sé… pero me refiero a lo raro de tu pregunta…

-¿Qué tiene de raro…? Te pregunté solamente si existe o no un desierto en Arizona…

-Pues sí, sí existe… pero la pregunta es rara porque no estábamos hablando de eso…

-Nunca se habla de desiertos.

-Supongo que no, pero…

-¿Y has estado ahí?

-¿Cómo…? ¿En el desierto de Arizona?

-Sí, ahí… ¿has estado, o no?

-Pues no. No realmente… Ni siquiera he ido a los Estados Unidos.

-Ah.

-…

-…

-…

-¿Y cómo sabes…?

-¿Qué cosa?

-¿Cómo sabes que existe el desierto de Arizona si nunca has estado?

-Puta… no sé, hueón… ahí está no más…

-Pero cómo sabís po, hueón…

-No sé… hay fotos, por ejemplo… información…

-¿Y si no son las fotos?

-¿Si son de otro lado estás diciendo?

-Sí… o si la información es errónea… ¿has pensado cómo podría comprobarse?

-Mmm… ¿viajando?

-¿Y si te llevan a otro lugar? ¿Qué pasa si todos los letreros dicen Arizona y hasta hay un desierto…? ¿Quién te asegura que ese desierto sea el de…?

-Para hueón. No tiene sentido, sabes… Seguir hablando de esto, me refiero.

-Claro que lo tiene… O sea, puede llegar a ser importante…

-¿Saber si existe el desierto de Arizona?

-Claro… pero no eso no más. Es saber si existen otras cosas… Si existen así como te dicen… ¿Te imaginas si el desierto de Arizona no fuese un desierto?

-¿Y qué sería?

-No sé… pero imagínate… un lago, árboles… cosas vivas… ¿te imaginas todo eso y uno llamándole desierto?

-Mmm.

-A veces me pasa eso, sabes… ir caminando y ver nombres de calles y sentir que alguien cambió los letreros… que estamos diciendo las cosas mal… que las cosas son otras…

-Mmm…

-¿Qué pensay tú de eso?

-Que te estay volviendo loco, hueón. Yo creo que eso pasa.

-¿Y si no es loco, hueón? ¿Qué pasa si yo mismo, por ejemplo, fuese el desierto de Arizona?

-Pues no pasa nada, al final… Lo que pasa es que estay cagado, hueón… y me estay haciendo perder el tiempo… Eso pasa.

-Entonces me callo po, hueón. Pero que te quede bien claro: acabas de hacer desaparecer el desierto de Arizona.

-…

-¡Insensato…!



lunes, 17 de marzo de 2014

Caí en la luna y mis rodillas no se lastimaron.


Ella se va a España con una cámara llena de fotos.

Ya las pasó a su disco duro, en Santiago, pero aprovecha de mirarlas durante el viaje y las primeras semanas en Madrid.

Por otro lado, en España, vuelve a traspasarlas a disco, pero igualmente no se atreve a borrarlas de la cámara.

Apenas una, casi repetida, a las dos semanas, nada más.

Con todo, tras pasar el tiempo, ella vuelve a mirar las fotos.

Esta vez borra treinta, de doscientas, que guardaba en la memoria de la cámara.

Entonces viaja a algunos otros lugares.

Conoce Barcelona, Montserrat, Tarragona.

Un día en una estación, tras mirarlas detenidamente, borra otras veinte.

Así, de  apoco, la situación comienza a repetirse, hasta que al año, ya no le quedan fotos antiguas en la cámara.

Ella, por cierto, está haciendo un doctorado, en España.

Es sobre música andaluza y catalana.

No necesita ir a clases y avanza poco, pero recibe igualmente un dinero que le alcanza para moverse a lugares cercanos, sin grandes lujos.

Así, ocurre que un día, acampando en las afueras de un pueblo cercano a Málaga, ella comienza a cantar una canción.

Tras unos minutos, se da cuenta que es una canción propia, y ante la falta de papel, decide grabarla –bajo formato de video-, en la cámara donde habían estado las fotos.

La canción es delicada y hermosa, tanto que ella misma se asombra de dicha creación.

Mientras la escucha, cae en cuenta que ya hace más de un año que está sola, en España.

En la noche de ese mismo día borra la canción, desde la cámara, sin haberla resguardado.

Así, cuando regresa a Chile, dos años más tarde, solo recuerda un verso de aquella canción:

Caí en la luna y mis rodillas no se lastimaron.


Yo la escucho narrar su historia.

Ella es otra.

domingo, 16 de marzo de 2014

El día a día.

“Quiero hablarles del día a día.
De pequeñas penurias.
De dificultades cotidianas.
Porque ahí está la clave”.
David Foster Wallace



El día a día.

Tiene razón Foster Wallace cuando señala que ahí está la clave.

Tan sencillo y tan cursi que solemos pasarlo por alto y buscar cosas trascendentes.

Así, erramos hablando de la verdad y del ser y hasta del intelecto.

Golpeamos puertas únicamente para encerrarnos en otros sitios.

Y abrimos, intranquilos, conceptos equivocados.

Todo porque desconfiamos de la verdad sencilla del día a día.

O porque no sabemos mantenerla a flote en nuestra conciencia diaria.

Hablo, por cierto, de la verdad que te lleva a buscar el zapato perdido.

O a encorvarte incluso para tantear a medias debajo la cama.

Cepillar los dientes, planchar la camisa, sacar la basura.

Manejar o esperar colectivo en horario punta.

No tener sencillo para pagar el pan.

Simplemente hablo de esas cosas.

De la verdad de la vida antes de la muerte, en resumen.

Ese es el misterio que me interesa comprender.

Porque es fácil hacerlo sin pensar y quejándose y en cuenta regresiva.

Porque es mentira que el ateísmo exista en las trincheras del día a día de la vida adulta.

Por eso tenía razón Foster Wallace.

Porque hay que saber elegir en qué creer.

Y sí… quiero creer que es mentira que se mató, que apostó mal, que lo traicionamos.

Porque soy responsable de mantener en alto la fe de aquel que cree en la humanidad.

Responsable en el día a día.

No en un gran discurso, ni en una gran novela ni menos en un pequeño blog.

Yo hablo del día a día.

Ese es el compromiso.

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales