miércoles, 19 de marzo de 2014

El avión que aterriza de emergencia.



Lázaro se abrocha los zapatos.

Lentamente, como si fuese algo que valiese la pena.

Lo hace con el cuidado de quién no se los va a quitar.

Igualito que acomodan a los muertos en cajones.

Sabiendo que así quedan.

Asimismo, sus maletas son pulcras.

Podemos verlas.

Cuidadosamente ordenadas y dispuestas.

Él las ordena y las ubica entonces junto a él.

Así, aparentemente tranquilo, junto a una reja, podemos ver a Lázaro.

Como si fuese un escolar que pasan a buscar, en cualquier momento.

Es tarde y hay poca luz.

No me pregunten, entonces, del color que va vestido.

Además no es importante.

Lázaro sabe, de hecho, que no es importante.

Una cosa que no sabe, sin embargo, es por qué le dan miedo las polillas.

Y es que justo a esta hora comienzan a acercársele de una forma exagerada.

Cinco polillas a veces, sobre su cabeza, podemos ver.

Debe ser molesto.

Quizá por eso, las mató los primeros días.

Hoy no sé si se atreve.

A veces, cuando solo hay una, se queda mirándola, concentrado.

Yo no sabía que miraba polillas.

Y es que yo pensaba, más bien, que miraba un avión que busca dónde aterrizar de emergencia.

No sé bien por qué.

Justo entonces, mientras pienso aquello, observo al primer paracaidista.

Lázaro parece querer aplaudir, en primera instancia, pero no lo hace.



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