Una vez quise escribir un cuento sobre un hombre
que miraba cómo hervía el agua. Parado junto a la cocina, dejándola hervir, simplemente.
Lamentablemente, el cuento que hice esa vez quedó
horrible.
Y es que además de no existir reflexiones o ideas
de importancia, la única acción que probablemente desarrollaba el hombre, aparte
de mirar el agua hervir, era dudar por un momento si metía el dedo o no, al
agua hirviendo.
Con todo, esa vez envié el cuento a un concurso en
el que salí segundo.
Lo chistoso fue que el cuento que salió primero era
de un hombre mirando algo que creía era un ovni y el tercero de una vaca que
miraba una piedra llena de bichos, que alguien había volteado cerca de ella.
Cómo sea… el punto es que esa vez nos hicieron leer
nuestros textos en voz alta y descubrimos que eran demasiado similares.
Y claro, hasta nos avergonzamos un poco pues era
difícil explicar la situación ante los demás.
Obviamente –pues nadie se preocupa realmente de
estas cosas-, el asunto no pasó a mayores y terminamos los tres tomando unas
cervezas en un bar cercano al lugar de premiación.
Por último, a partir de un acuerdo, los tres
dejamos en el bar las medallas que nos habían regalado.
Así, resulta que hasta el día de hoy están las tres, colgando junto a una mesa, cerca del lugar
donde bebimos.
Ya no hay nadie que pueda reclamarlas.
Puedo ir a verlas?
ResponderEliminarTienes derecho a buscarlas. :)
ResponderEliminarPor qué no me sorprende tu respuesta?... Está bien, comenzaré una expedición en busca de las medallas perdidas... por dios que me va a salir caro :/
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