Tú les dices semillas,
yo granos.
Tú los siembras tras calcular profundidad.
Yo los lanzo donde caigan.
A veces discutimos.
Es cierto que pierdo,
pero solo porque me emborracho.
Entonces, te veo regar
y hasta hacer marcas
y cálculos…
Y claro…
delimitas tu propio campo.
No se trata de cercas, es cierto.
Tampoco se trata de impedir el paso.
Todo es parte del camino, me
dices.
Y yo confío en tus palabras.
Ahora bien… tú les dices palabras.
Yo les digo más bien ruidos…
corazonadas.
De hecho,
de vez en cuando nos confundimos
y tú les llamas semillas
y yo granos.
Y bueno…
buscamos entonces las marcas de tu campo.
Para ti es tan importante que te ciegas.
Yo me conformo con andar buscando.
Algo que hacer…
Algo que esperar mientras crece el grano.
Una palabra se queda en las raíces,
otra sale a buscar el sol,
otras se esconde,
temblando…
Discutimos un poquito…
Casi por costumbre,
tal vez por abonar el grano.
¿Cómo sabes que es tuyo?, me
preguntas.
¿Vas a seguir lanzando semillas
cuando no entiendes ni tus pasos?
Yo guardo silencio y te observo discutir.
Solo interrumpo para decir que a tus semillas
yo les llamo granos.
Son la misma hueá, te diría.
Y es que un paso y una voz
siempre es una voz
y también un paso.
De esta forma,
confieso,
nunca ha sido mi tierra,
nunca ha sido mi voz…
y ni siquiera soy dueño
de los granos que lanzo.
Diles tú, semillas.
Sigue hablando de tu campo.
¿Te dije que estás linda discutiendo?
¿Te conté que hoy comienzan mis últimos pasos?
No tiene mucho que ver, pero no se por qué me recordó una canción de Javier Krahe, que escuché una vez... quizás porque en un momento dice
ResponderEliminar"También cuidamos la tierra y también con el trabajo dividido. Yo troncos, frutos y flores, ella riega lo escondido"... no se, se me ocurrió no mas...
;)
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