miércoles, 26 de marzo de 2014

Un rito delicado.



Estoy en un bar y un hombre, a un costado, cuenta una historia.

La historia es de él y su esposa.

Y bueno… yo pido una cerveza grande pues la historia promete ser buena.

Entonces, el hombre cuenta que, a modo de juego, siempre que su esposa se dormía, él le ponía en el ombligo unas pelusas acrílicas azules, sacadas del relleno de una vieja chaqueta impermeable.

La historia suena chistosa hasta que el hombre señala que dicha broma la realizó por años, aunque de forma esporádica, y que al menos en tres ocasiones la mujer fue a ver un especialista, pues él no le decía nada al respecto.

-Ya ni siquiera me daba risa –dice el hombre-, pero aquello era casi un rito que yo sentía debía mantenerse…

Así, la mujer fue sometida a varios exámenes que no parecían arrojar luces sobre una posible causa.

Finalmente, un doctor extranjero, que además trabajaba en una fábrica de remedios, se llevó unas hebras de aquellas pelusas.

-Mi esposa me contó apenas a los seis meses –dice el hombre-. Imagínense… seis meses en que ella piensa que está ocurriendo algo mal… Seis meses en que no te dice nada al respecto… Seis meses hasta que un doctor extranjero te aclara que esas pelusas no las produce tu cuerpo.. que todo está bien… que no es necesario asustarse…

-¿Y qué pensaba ella que ocurría? –le pregunta otro tipo.

-Pues realmente no sé… quizá hasta pensara que era como una especie de muñeco relleno… Lo cierto es que nunca lo hablamos directamente…

-Pero ¿le contaste al menos cuando pasó el tiempo?

-No. Pensé en hacerlo, pero finalmente no lo hice… quizá podía comprender mal.

-¿Comprender mal?

-Sí, o sea… puede sonar raro… pero para mí aquello era un gesto importante…

Entonces, el hombre explica que más allá de ser una  broma molesta, el poner aquello en el ombligo de su esposa requería varias atenciones…

-Debía esperar a que se durmiese… aprender sus gestos de sueño profundo… era todo un rito… Un rito delicado, incluso.

-¿Y cómo terminó aquello? –preguntó el otro hombre.

-Mmm… no sé bien… Fue entonces que yo me vine a Santiago y ella se quedó en Conce… No nos vemos casi nunca…

-Ah… -dice el otro.

Así, mientras termino mi cerveza, quedo atento a un posible final de aquella conversación, pero no hay indicio de que aquel final exista.

Y claro, como soy honesto, no piense usted que voy a inventármelo.

3 comentarios:

  1. Las cosas que si se explican, pierden todo sentido.

    ¡Qué preciosura de blog tienes aquí!
    Saludos.

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  2. Como yo no soy tan honesta, me invento que ella extraña su pelusa, porque efectivamente pensó que era una muñeca rellena y le hubiese gustado seguir estando rota

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