martes, 25 de marzo de 2014

El hueón que me asaltó dos veces.



Hoy lo vi.

Lo reconocí sin rabia mientras viajaba en el metro.

Me sorprendí al hacerlo porque el problema ocurrió hace más de diez años.

El problema, por cierto, fue un asalto.

O dos asaltos, más bien.

Esa vez se lo intenté explicar.

Ya me asaltaste hace una hora, le dije, en aquel entonces.

Pero el hombre estaba nervioso y no comprendió.

Y claro, insistió en que le entregase la billetera que ya tenía en su poder.

Todo eso fue hace diez años.

Se me había olvidado por completo, salvo una vez que leí sobre los dos soles de Epicuro.

Hoy, por cierto, también se veía nervioso.

Iba con un niño de la mano y le cargaba la mochila.

El niño y el hombre se veían cansados.

Yo, supongo, también lo estaba.

Viajamos así, juntos, unas cuatro estaciones y luego él se bajó.

El niño lo siguió, tomado de la mano.

La mochila del niño, que cargaba el hombre, tenía el dibujo de un auto de carreras.

Los vi alejarse por el pasillo… luego el metro partió.

Me fui entonces pensando en aquellas cosas que te ocurren dos veces.

Aquellas en que pierdes por segunda vez algo ya perdido.

Llegué entonces a casa.

Abracé y también discutí con mi hijo por tareas y cosas de ese estilo.

Hice a última hora una prueba de libro.

Regalé unas entradas para un recital al que no alcanzaré a ir.

(…)

Por último, antes de acostarme, fui a mirar a mi hijo dormido,

Miré sus libros sobre el escritorio.

Su guitarra que casi no alcanza a tocar.

Sus ojos cerrados.

Es inocente, me dije, el hueón que me asaltó dos veces.

Después de todo, pudieron ser tres, y no lo hizo.

(...)

Besé a mi hijo en la frente y volví a mi cuarto.

1 comentario:

  1. "Aquellas en que pierdes por segunda vez algo ya perdido"... sin palabras

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