sábado, 30 de abril de 2016

Ropa tendida (II).


A veces me ocurre.

Mirar la ropa tendida y no saber si te pertenece.

O no recordarlo, más bien.

A veces desde la cama, por la ventana, mientras les llega el sol.

Como un personaje de Beckett, pero sin angustia.

Y es que afortunadamente es solo la ropa.

Me refiero a que no dudas mucho de otras cosas.

O sea… en el fondo sí, tal vez… pero no como con las ropas.

No de esa forma, me refiero.

Es decir, te preguntas por la camisa ahí tendida, es cierto.

Y por la polera esa y hasta los calcetines.

Pero no dejas, así, que la duda llegue hasta ti mismo.

O hasta tu vida o cómo se desarrolla.

Y es que hay que reconocerlo…

Se trata de una buena defensa, al menos.

Inconsciente y todo, pero es un mecanismo que funciona.

Además siempre te ayuda la lógica.

Te socorre y te dice que sí… que es tu ropa…

Que no puede ser de nadie más si está ahí, puesta al sol.

Y es lógico, te dices.

Esa ropa es mía.

Debe de serlo, te dices.

Pero claro, aun así, no sabes totalmente a quién le pertenece.

Quién es esa persona a la cuál le pertenece, me refiero.

Parece una exageración, pero en el fondo sabes que es así.

Sabes que ocurren esas cosas.

No todos los días, por supuesto, pero ocurren.

Como a los personajes de Becket, por ejemplo.

Como a ellos, pero sin angustia.

O con otro tipo de angustia.

Vaya uno a saber.

viernes, 29 de abril de 2016

Una mentira, la nieve.


I.

Una mentira, la nieve.

La blancura de la nieve.

La apariencia limpia del mundo.

Su cubierta de pureza.

Si hasta un muerto común, bajo la nieve, parece un santo.

¡Cuánta mentira, la nieve…!


II.

Para dignarse a mirar el mundo, Dios tiene que lanzarle nieve.

De lo contrario el asco.

De lo contrario el espasmo.

De lo contrario el vómito.

Por eso tiene que lanzarle nieve.

Un día, sin embargo, dejará caer más de la cuenta
y será el fin de todo esto.

La eternidad posible.

El paraíso blanco.

El fuego frío.


III.

No lava el mundo, la nieve.

No lo esteriliza.

Tampoco lo bautiza, ni lo limpia de pecado.

No lo conserva fresco por más tiempo.

Que no nos mienta la nieve.

La belleza es otra cosa.

O al menos eso dicen.


IV.

Bajo la nieve, el mundo, también miente.

De una forma sucia, incluso, él nos miente.

La hierba que crece, nos miente.

Las flores de colores, sobre el pasto.

Las voces de los hombres, sobre el mundo.

Todo miente.

Y es que es cierto: poco puede hacer la nieve.

Poco podemos pedirle.

No seamos hipócritas…

Lo que no puede el corazón, no lo puede la nieve.

El asco de Dios –y no Dios-, es lo que inunda mi pecho.

jueves, 28 de abril de 2016

Bolsillos falsos.


Ella trabaja haciendo bolsillos falsos.

Generalmente en pantalones y chaquetas.

Pequeñas costuras que se agregan por razones ciento por ciento estéticas.

No es un gran ingreso, pero le ayuda para ir tirando.

Según sus cálculos, sumando y restando le quedan $200 por bolsillo falso.

No es mucho, digamos, pero al menos ella es rápida.

Digamos que alcanza a hacer sin problemas, de 30 a 40 bolsillos diarios.

De todas formas, ese no es el problema.

El problema es que desde que empezó con el encargo de los bolsillos, no se siente muy bien.

De hecho, se avergüenza incluso de decir que hace bolsillos falsos.

Un día, por ejemplo, intentó decírselo a su hijo pequeño.

Le costó tanto explicarlo que tuvo que mostrarle uno de esos bolsillos.

Y claro, el niño intentó meter la mano por ese bolsillo hasta que señaló derrotado:

Ese no es un bolsillo.

Entonces, ella intentó decirle que se equivocaba, que sí se trataba de un bolsillo, pero de un bolsillo falso.

Si es falso no es un bolsillo, concluyó igualmente.

Por otro lado… algo similar ocurrió con su otra hija.

No tan tajante, por suerte.

Así, un poquito más sensata y menos agresiva se atrevió a preguntar a su madre:

¿Qué se puede guardar en un bolsillo falso?

Y sí… ella quiso contestarle que solo pueden guardarse cosas falsas…

Finalmente, sin embargo, desistió de dar cualquier explicación.

Ante esto, con el tiempo, los niños también dejaron de preguntarle.

Asunto zanjado, pensó.

miércoles, 27 de abril de 2016

Un chino batió un récord (Canción china - Fragmentos)

“Intenté ver la hora en ese reloj,
pero tiene palitos
que se mueven todo el rato”

Un chino batió un récord.
Vamos pronto a festejar.
Un chino batió un record.

Contó hasta un millón el chino.
Sin parar los contó.
¡Puta qué ocioso el chino!

Cuatro noches sin dormir.
Cuatro noches sin soñar.
Ahora sí que va a dormir.

Llegó al millón y se acostó.
Parecía muerto ahí rendido.
En un segundo se acostó.

Tras dos días dio entrevistas.
Salió en diarios y en tv.
Yo leí cuatro entrevistas.

Él hablaba con orgullo.
Si hasta creo que entrenó.
No entendí por qué su orgullo.

Y es que hoy pregunto al chino
De entre tanto que contó.
¿Qué mierda contó el chino?

Me refiero a que no hay nada
Ni ovejas ni mujeres
Tras los números no hay nada.

Pobre chino que no sabe
Cuenta mucho, pero nada
Cuenta nada y no lo sabe.

Coro (x 127):
Un chino batió un récord.
Vamos pronto a festejar.
Un chino batió un record.

martes, 26 de abril de 2016

Suena el teléfono.


I.

Suena el teléfono.

Existen historias que comienzan así.

Varias historias.

Acá en cambio, no hay historia.

Solo el sonido del teléfono.

Luego no hay sonido.

No hay historia.


II.

Vuelve a sonar el teléfono.

En tres ocasiones vuelve a sonar.

Calculo que cada vez suena aproximadamente dos minutos hasta silenciarse.

Yo prefiero dejarlo así.

Tres veces dos minutos son seis minutos.

Entre una llamada y otra, hay un intervalo de diez.

Pero claro… sin historia los números poco significan.

Nada, incluso, significan.


III.

No debo explicarme, pero lo hago.

Este es el resumen:

No levanto el teléfono para que nada pase.

Nada más, al menos, por el día.

No es que las cosas estén bien.

No es que las cosas estén mal.

Estoy cansado, simplemente.

Cansado de la incomprensión mía y de los otros.

Y es un cansancio amargo.

Ese es el resumen.


IV.

Intento sanarme mientras suena el teléfono.

Volver a creer.

Observar mis errores.

Si contesto es abrir una ventana.

Abrigarme nuevamente.

Protegerme.

Y es que nadie me cree,
pero amo a las personas
a quienes no les contesto.

No es solo intentar hacerlo.

Repaso sus nombres.

Pido disculpas y a veces disculpo.

Si no lo logro duermo poquito.

lunes, 25 de abril de 2016

Atrapa esa polilla. (Texto complementario)


I.

Me envían a entrevistar a un escritor joven. Nunca acepto, pero a este le leí un par de poemas interesantes. Además estuvo internado en el siquiátrico y colecciona ediciones de Los hermanos Karamazov. Ahora vive en una pieza chica, en Estación Central. Me dijo que me daba la entrevista si llevaba doce cervezas de a litro y las tomábamos a medias.

Sus poemas me son interesantes, por cierto, porque me parecieron honestos.


II.

-Atrapa esa polilla –me dijo, apenas entré-. Si vas a encender la luz atrapa esa polilla de mierda.

-¿Por eso estabas con la luz apagada? –pregunté.

-Por eso… pero igual la hueona daba vueltas.

-Ahora no se ve.

-Espera, ya va a salir.

-¿Destapo la cerveza mientras?

-No. Primero mata a la polilla.


III.

-¿De verdad hay una polilla? –pregunté.

-Sí… una grande –contestó-. Soy viejo, pero no estoy loco.

-Pero si tienes veinte años...

-Ah… entonces  soy joven y estoy loco… es la misma hueá al final.


IV.

-¡Ahí está…! -me dijo, apuntando la pared.

Era cierto, había una polilla en la pared, pero se veía incluso media seca.

-¿La mato? –pregunté.

Él se lo pensó un poco.

-Tomemos una cerveza mejor –dijo entonces-. Si vuelve a huevear, la matamos.

-Ok. –dije yo.


V.

Tomamos tres cervezas y la polilla no se movió.

La habitación estaba casi vacía, salvo por un refrigerados chico, una cama y un mueble con un computador y unas revistas.

-¿No tenías una colección de Los hermanos Karamazov? –le pregunté.

-Ciento catorce ediciones –dijo-. Diecisiete idiomas. Treinta y ocho traducciones diferentes.

-¿Y qué las hiciste?

-Las quemé –me dijo-. O quemaba a Aliosha o quemaba el mundo.

-Ya –dije yo.

-No se merecen el uno al otro.


VI.

La polilla se movió cuando íbamos en la quinta o sexta cerveza.

De hecho, voló hasta uno de los vasos, en que el líquido brillaba por el reflejo de la luz.                     

Yo estaba mareado y ya había ido un par de veces a un baño chico.

No hay nada que contar del baño chico.

Desde ahí, mientras volvía, pude ver como él tomaba la polilla y se la tragaba, junto con la cerveza.

Me senté frente a él y seguí la entrevista.

No llevaba grabadora ni nada para anotar así que intentaba mantenerme lúcido, para recordar lo que decía.

De todas formas, no estaba en ningún proyecto de escritura y hasta comentó sobre la posibilidad de no escribir nada más.

-Me hace mal –dijo.


VII.

Escribí la entrevista hace un rato y la envié por mail.

Pensaba subirla acá, pero un amigo de la revista me dijo que podía ser un problema, sobre todo porque van con diferentes nombres.

Por lo mismo, escribo este texto, con anotaciones complementarias.

De todas formas, la entrevista no terminó como la había planeado.

Y es que este sábado, cuando hablamos, logramos apenas terminar la décima cerveza.

-Parece que sí me estoy poniendo viejo –dijo él, cuando decidimos no abrir la undécima.

Yo no comenté nada.

De hecho, le dije que me iría, pues no estaba procesando nada de lo que me decía.

La última vez que fui al baño, sin embargo, vi que tenía escondida una copia pequeña de Los hermanos Karamazov, junto a una lámpara vieja.

Finalmente, cuando abrí la puerta para irme, entró otra polilla, en la habitación.

domingo, 24 de abril de 2016

Saber decir. Saber escuchar. Saber decir.

“Él estaba muerto, yo casi”.


I.

-¿Le echo un poco de whisky a su café?

-Sí, gracias… pero no tan poco.

-¿Cuánto más o menos?

-No sé, como tres o cuatro dedos...

-De acuerdo.

-Ah… y de paso, si todavía no lo armas, no le pongas el café…

-¿Y lo quiere con hielo?

-No, gracias… seco está bien. Ya veremos el segundo…


II.

-Ella alegaba todo el tiempo que yo no sabía escuchar… y sí, puede que sea cierto… no me interesaba escuchar… ¿pero sabes? Eso es solo porque la gente habla lento… como por los lados… sin llegar nunca a lo esencial, a lo importante… ¿a ti no te pasa lo mismo?

-No. A mí me gusta escuchar. O sea…

-Lo que pasa es que a mí me gusta ver… Yo veo y sé, digamos… pero escuchar es mucho tiempo… te pierdes demasiadas cosas… uno puede perder la vida escuchando, sabes… en cambio a veces ver basta, y se pierde menos vida…

-Sí, puede ser…

-No solo puede ser… ES. Dilo así, sin lugar a dudas…

-Sí, creo que tienes razón.

-Claro que sí… ella no lo entendió, pero tú puedes entenderlo, ¿no?…

-Sí, tal vez…

-Eres simpático, sabes… me recuerdas a un ex compañero de colegio… ¿cuál era tu nombre…?

-Roger.

-Pues mira Robert, esto de la vida…

-Roger, disculpa…

-¿Cómo?

-Que mi nombre es Roger.

-Robert, eso dije.

-No: Roger… como Roger Federer.

-¿Y quién mierda es Robert Federer…?


III.

-¡Garzón…!

-Diga.

-Me puede traer otro café, como el de recién…

-Pero es que el anterior…

-No discuta. Otro como el de hace un rato.

-De acuerdo... ¿Algo más?

-Sí. Esta vez tráigalo con hielo.

sábado, 23 de abril de 2016

Cosas que pasan todo el tiempo.


Ella despertaba y me contaba sus sueños.

Siempre era lo primero que hacía.

Me despertaba incluso, para esto, pues luego se le podían olvidar.

A veces eran sueños pequeños y otras veces podían durar como media hora.

Y claro, yo también me acostumbré a escucharlos.

Generalmente no tenían nada de eróticos ni profundos.

Me refiero a que ella tenía sueños más bien sencillos.

Una jirafa que se asomaba por la ventana, por ejemplo.

O un sueño donde el agua nunca llegaba a hervir.

De todas formas, ella acostumbraba contarlos con detalles.

Deteniéndose en cada una de las sensaciones, para que yo pudiese entenderla.

Y sí… hasta creo que yo la entendía.

Nos llevábamos bien, me refiero.

Nos queríamos.

Pero claro, ocurrió entonces que ella empezó a reclamar.

A reclamar y a exigir, más bien, que yo le contase mis sueños.

Lamentablemente, yo no suelo recordar mis sueños.

Y claro: eso fue, en definitiva, lo que nos llevó al desastre.

Primero porque no me acordaba.

Luego porque ella me acuso de no querer compartir, de ser insensible y hasta de ser falso.

Entonces, para salvar la relación, opté incluso por inventar mis sueños.

Debo haberlo hecho como por tres meses, hasta que comencé a repetirlos.

Y sí… pude de todas formas haber seguido, pero se me ocurrió confesar, un día.

Entonces ella simplemente decidió terminar.

No podemos estar juntos, me dijo.

Yo acepté.

En su último sueño, estando juntos, me dijo que ella aparecía picando repollo.

Tú no estabas, me dijo.

Luego nos separamos.

No sufrí demasiado, si soy sincero.

Y es que cosas así, en definitiva, pasan todo el tiempo.

viernes, 22 de abril de 2016

Ella y el Políglota.


Nos encontramos en el matrimonio del domingo. Yo estaba en una mesa junto a unos amigos cuando ella se acercó. Ya era de madrugada y habíamos bebido bastante. Para peor, mis amigos adivinaron lo que se venía y nos dejaron solos. O sea, solos los dos más su nuevo novio. Un gringo alto, bien vestido y que tenía un rólex de oro y brillantes. Lo sé porque ella lo dijo.

-Se llama Michael –dijo-. Es médico. Tiene un audi y usa rólex…

-Ya –dije yo.

Ella parecía estar contenta  de presentarme a Michael

-¡Ah…! –exclamó de pronto... - ¡y sabe cinco idiomas…

-¿Qué idiomas? –pregunté yo, directamente a Michael.

Él no respondió.

Yo insistí.

-Pregunté cuáles idiomas conoces –le pregunté nuevamente a Michael.

Él no contestó.

Era mi oportunidad de devolver un poco la mano.

-¿No habla español? –le pregunté a ella.

-Sí –contestó, captando el tono-.Sí habla, pero no le contesta a hueones…

-Voy a ver –dije yo, y repetí la pregunta nuevamente. Casi en la cara de Michael.

-Inglés –dijo él, entonces-, alemán, francés, italiano… y un poco de español.

-¿Me podrías explicar tus razones de vida, en alemán? –le pregunté entonces.

-¿Cómo? –dijo él-.

-Tus razones de vida –intenté explicar-, ya sabes… para qué vives, que te impulsa a respirar… pero en alemán…

-Eh… -murmuró Michael, mientras miraba a todos lados-, no te entiendo bien…

-¿Por qué lo haces? –preguntó ella, algo molesta.

Yo hice como si no la escuchara.

Luego me preparé para salir del lugar.

Busqué una frase final y la lancé.

-No sabe una mierda –le dije a ella-.Tiene un audi y un rolex y no sabe nada.

-Tiene dos audi y un mercedes –me dijo-. Tampoco es “un rolex”. Debe tener unos quince…

-Igual no sabe nada –insistí.

Luego me fui del lugar.

jueves, 21 de abril de 2016

Un canguro para los niños.


¿El libro que más me gustó cuando niño…?

El libro que más me gustó cuando niño fue una pequeña novela infantil española.

Una mierda de libro, por cierto.

Lo debo haber leído al menos unas diez veces y creo que me inspiró a escribir ciertos relatos de corte fantástico.

(Una mierda de relatos).

Lo extraño del caso es que todo surgió en base a un error.

Y es que el libro en cuestión se titulaba más o menos así:

“¡Un canguro para los niños!”

Y claro, yo nunca entendí que un canguro era en realidad una niñera, y leí todo el relato asombrado de los los esfuerzos por conseguir este supuesto animal, y de cómo –una vez conseguido, por suesto-, hablaba e interactuaba con los niños.

Debe haber constituido, para mí, algo similar a lo que La metamorfosis provocó –supuestamente-, en algunos autores de renombre.

Una puerta nueva, digamos.

Infinitas posibilidades, de paso.

Me acuerdo, por ejemplo que finalmente doné ese libro en el jardín –había aprendido a leer de muy pequeño-, e intenté contar a un par de compañeros cómo este animal australiano se había dedicado a cuidar a dos hermanos durante toda una noche, en la que sucedían además algunas aventuras.

Así, mientras le contaba la historia a mis pequeños compañeros, recuerdo hasta haber incluido unos dibujos, para que se entendiera mejor. Y me había tomado muy en serio esa labor.

Una mierda de dibujos, claro está… pero justo hoy, que los encuentro en unas cajas con cosas de esa época, al menos me parecen simpáticos…

No sé si con esto, contesto su pregunta.

miércoles, 20 de abril de 2016

Dos amigos. Hablan. Da lo mismo dónde.

"Por más que intento escribir un texto 100% hueón
siempre termino diciendo algo interesante"
R. B.

-¿Sabes qué hicimos el viernes pasado en el trabajo?

-¿Trabajar?

-Claro, pero además…

-¿Además de trabajar?

-Sí.

-Mmm… no sé…

-Vamos, intenta decir algo…

-Es que no se me ocurre…

-Pero intenta.

-A ver… ¿el viernes pasado, dijiste?

-Sí.

-¿En el trabajo?

-Sí.

-¿Además de trabajar?

-Sí, hueón. Además de trabajar.

-Pues no sé.

-Ya.

-Es que de verdad no se me ocurre… no te enojís…

-Si no me enojo, pero ¿cómo no se te puede ocurrir nada?

-Es que no sé po, hueón, dame una pista.

-¿Una pista…? Eh… Ya sé: era algo hueón.

-¿Cómo “algo hueón”?

-Algo estúpido… ya sabes… se nos ocurrió de pronto hacer algo estúpido en equipo, y como nos tenemos confianza…

-¿Todos participaron?

-Sí. Algunos con más ganas que otros, pero al final todos lo hicimos…

-Mmm…

-Di algo po, hueón…

-Es que no se me ocurre.

-¿No se te ocurre que cosa estúpida puede hacer uno…?

-No… O sea, no te enojís, pero no.

-Puta, hueón… que eres fome… hay millones de hueás estúpidas que pueden ser…

-Pero es que presionay mucho po, hueón…

-Te hago una pregunta no más, hueón… pa contarte algo chistoso…

-Pero ¿por qué no lo contay no más?

-Puta, no sé… pero no pa presionar…

-Pero presionay igual.

-Puta que estay complicado, hueón… mira, acá tengo una foto… deja buscarla…

-¿En el celular?

-Sí po, hueón… en el celular…

-¿Una foto de qué?

-De la hueá que hicimos el viernes pasado en el trabajo po, hueón… la hueá tonta…

-Ya…

-La hueá tonta que no era trabajar…

-Sí, si entendí.

-Ya… mira… aquí está…

-…

-¿Y?

-¿Esos son ustedes?

-Sí.

-¿Y por qué chucha están en pelota?

-Estamos en pañales, hueón… todos nos disfrazamos de guaguas… Mira… tenemos pañales…

-Pero eso no es ser guaguas po, hueón…

-¿Y qué es, entonces?

-Es ser adultos en pañales…

-Pero imitamos guaguas po, hueón… nos fuimos a llorar y nos tiramos al suelo, afuera de la oficina del jefe…

-Ah…

-Mira, esta foto es del Marcos… una vez fuimos a tomar con él… se ve muy hueón…. como es barbón… es muy chistoso el hueón…

-Sí…

-Pero no te reís po, hueón…

-Es que me habiay presionado antes po, hueón… si te dije…

-Pero no encontray chistosas las fotos…

-Puede ser… pero es que no los veo como guaguas… y no entiendo para qué lo hicieron…

-Pa huevear po, hueón, porque era chistoso… y porque creo que dijimos que a las guaguas no se les podía negar nada y empezamos a huevear y pedir aumento… hablando como guaguas…

-Pero las guaguas no hablan…

-Puta, hicimos como que hablábamos mal…

-Ya.

-Además todos quieren a las guaguas… o sea  a la condición de guaguas…

-¿Y a los adultos no?

-No po, hueón… es más fácil negar algo a los adultos que a las guaguas… ese era el punto… o sea, igual se les quiere, pero menos que a las guaguas…

-Pero los adultos son las guaguas crecidas…

-Sí po.

-Pero entonces son las mismas personas.

-Sí po, hueón… pero se les deja de querer… o de consentir al menos…

-¿Y ustedes creían que la solución era disfrazarse y…?

-Ya, para la hueá, hueón…

-Pero es que…

-No, hueón… está bien así… no te cuento ni una hueá más…

-Pero no te enojís po, hueón…

-No me enojo, pero no hablemos más la hueá…

-¿No me querís mandar las fotos?

-No, hueón. Déjalo así.

-¿Así cómo?


-Así po, hueón... Así.


martes, 19 de abril de 2016

Convicciones nuevas.


Él y ella están tomando once.

Ella preparó palta e hizo además huevos revueltos.

La televisión está apagada y entre ambos se ha formado un silencio incómodo.

-¿En qué piensas? –preguntó ella.

-¿De verdad quieres que te lo diga? –dijo él.

Ella intentó analizar el tono.

Parecía afable.

-Si –dijo ella.

Él echó huevo revuelto a una tapa de pan.

La mascó y comió con cuidado.

Luego habló, tranquilo.

-Pues no sé… -señaló-. Puede sonar como un gran tema, pero lo cierto es que pienso en las convicciones reales por las que continúo haciendo esto.

-¿Esto? –preguntó ella-, ¿qué es “esto”?

Él no contestó.

Ella parecía nerviosa.

-¿Vivir? –insistió ella-, ¿contestarme…? ¿comer pan con huevo?

Él seguía en silencio.

-¿Fingir que estás acá…?

-No quería discutir, ¿sabes? –interrumpió él-. Te hablaba seriamente… buscar convicciones reales para hacer lo que hago… No veo la razón de discutir.

Ella intentó calmarse.

Tomó un poco de té.

-Cuando dices “real” me molesta –dijo ella-. Al hablar de convicciones reales siento que dices que las otras convicciones son falsas…

-¿Y tú te sientes partes de esas convicciones falsas?

Ella no contestó.

Él dio otra mascada al pan.

Le costó tragar un poco más.

-Tú no eres una convicción falsa –dijo él.

-Pero eso no quiere decir que sea de verdad –interrumpió ella-. Casi todo lo dices como si ya no estuvieras acá…

-¿Y dónde estoy?

-No sé –dijo ella-, pero no acá.

-Tal vez estoy pensando en esas nuevas convicciones, que necesito… -dijo él-. Nada más.

Luego acercó una de sus manos a las de ella.

-Disculpa –dijo ella-. Estoy nerviosa.

-No importa –dijo él-. No te preocupes.

-Si quieres enciende la tele – agregó ella.

Él buscó el control remoto, con la vista.

Ella le acercó la palta.

-Come –le dijo-. Ya se empezó a poner negra.

lunes, 18 de abril de 2016

Golpes al aire.


No sé a ti, pero a todos los hombres les pasa.

Casi siempre cuando ven Rocky o alguna película de esas.

Me refiero a hacer un par de abdominales o lanzar algunos golpes.

Golpes al aire, por supuesto.

Casi siempre después de las escenas de entrenamiento o la pelea final.

Golpes al aire.

Hasta que te cansas un poco.

Luego vas frente al espejo.

Minutos después se pasa.

Es una ecuación sencilla, digamos.

Casi siempre ocurre.

Y claro… esos golpes lanzas cuando ves Rocky, pero la ecuación sirve también para otros momentos.

Otros golpes al aire, digamos.

Cuando alguna vez te motivas en el trabajo, o piensas en la importancia de la familia o hasta te acuerdas del amor.

Golpes al aire, igual.

A veces botas alguna lágrima.

A veces piensas que vas a cambiar.

Que los golpes van a llegar a algún sitio.

Todo eso te inventas.

Como si fuese posible derribar a alguien con todo eso.

Como si buscases derribar afuera aquello que está dentro tuyo.

Por suerte, en todo caso, eso también se pasa a los pocos minutos.

Y es que te cansas.

Después de ese ajetreo te cansas.

Y es que para eso sirven los golpes al aire, a fin de cuentas.

Y claro… para eso sirve el aire.

Para que nadie pierda por KO.

Para que perdamos por puntos.

Y es que mira...

Ahí va Stallone de nuevo.

Ahora comienza la música.

Luego se vienen los golpes al aire.

Siempre es así, no lo niegues.

Demuéstrame en cambio,
si quieres,
que estoy equivocado.

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