lunes, 25 de abril de 2016

Atrapa esa polilla. (Texto complementario)


I.

Me envían a entrevistar a un escritor joven. Nunca acepto, pero a este le leí un par de poemas interesantes. Además estuvo internado en el siquiátrico y colecciona ediciones de Los hermanos Karamazov. Ahora vive en una pieza chica, en Estación Central. Me dijo que me daba la entrevista si llevaba doce cervezas de a litro y las tomábamos a medias.

Sus poemas me son interesantes, por cierto, porque me parecieron honestos.


II.

-Atrapa esa polilla –me dijo, apenas entré-. Si vas a encender la luz atrapa esa polilla de mierda.

-¿Por eso estabas con la luz apagada? –pregunté.

-Por eso… pero igual la hueona daba vueltas.

-Ahora no se ve.

-Espera, ya va a salir.

-¿Destapo la cerveza mientras?

-No. Primero mata a la polilla.


III.

-¿De verdad hay una polilla? –pregunté.

-Sí… una grande –contestó-. Soy viejo, pero no estoy loco.

-Pero si tienes veinte años...

-Ah… entonces  soy joven y estoy loco… es la misma hueá al final.


IV.

-¡Ahí está…! -me dijo, apuntando la pared.

Era cierto, había una polilla en la pared, pero se veía incluso media seca.

-¿La mato? –pregunté.

Él se lo pensó un poco.

-Tomemos una cerveza mejor –dijo entonces-. Si vuelve a huevear, la matamos.

-Ok. –dije yo.


V.

Tomamos tres cervezas y la polilla no se movió.

La habitación estaba casi vacía, salvo por un refrigerados chico, una cama y un mueble con un computador y unas revistas.

-¿No tenías una colección de Los hermanos Karamazov? –le pregunté.

-Ciento catorce ediciones –dijo-. Diecisiete idiomas. Treinta y ocho traducciones diferentes.

-¿Y qué las hiciste?

-Las quemé –me dijo-. O quemaba a Aliosha o quemaba el mundo.

-Ya –dije yo.

-No se merecen el uno al otro.


VI.

La polilla se movió cuando íbamos en la quinta o sexta cerveza.

De hecho, voló hasta uno de los vasos, en que el líquido brillaba por el reflejo de la luz.                     

Yo estaba mareado y ya había ido un par de veces a un baño chico.

No hay nada que contar del baño chico.

Desde ahí, mientras volvía, pude ver como él tomaba la polilla y se la tragaba, junto con la cerveza.

Me senté frente a él y seguí la entrevista.

No llevaba grabadora ni nada para anotar así que intentaba mantenerme lúcido, para recordar lo que decía.

De todas formas, no estaba en ningún proyecto de escritura y hasta comentó sobre la posibilidad de no escribir nada más.

-Me hace mal –dijo.


VII.

Escribí la entrevista hace un rato y la envié por mail.

Pensaba subirla acá, pero un amigo de la revista me dijo que podía ser un problema, sobre todo porque van con diferentes nombres.

Por lo mismo, escribo este texto, con anotaciones complementarias.

De todas formas, la entrevista no terminó como la había planeado.

Y es que este sábado, cuando hablamos, logramos apenas terminar la décima cerveza.

-Parece que sí me estoy poniendo viejo –dijo él, cuando decidimos no abrir la undécima.

Yo no comenté nada.

De hecho, le dije que me iría, pues no estaba procesando nada de lo que me decía.

La última vez que fui al baño, sin embargo, vi que tenía escondida una copia pequeña de Los hermanos Karamazov, junto a una lámpara vieja.

Finalmente, cuando abrí la puerta para irme, entró otra polilla, en la habitación.

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