sábado, 30 de abril de 2016

Ropa tendida (II).


A veces me ocurre.

Mirar la ropa tendida y no saber si te pertenece.

O no recordarlo, más bien.

A veces desde la cama, por la ventana, mientras les llega el sol.

Como un personaje de Beckett, pero sin angustia.

Y es que afortunadamente es solo la ropa.

Me refiero a que no dudas mucho de otras cosas.

O sea… en el fondo sí, tal vez… pero no como con las ropas.

No de esa forma, me refiero.

Es decir, te preguntas por la camisa ahí tendida, es cierto.

Y por la polera esa y hasta los calcetines.

Pero no dejas, así, que la duda llegue hasta ti mismo.

O hasta tu vida o cómo se desarrolla.

Y es que hay que reconocerlo…

Se trata de una buena defensa, al menos.

Inconsciente y todo, pero es un mecanismo que funciona.

Además siempre te ayuda la lógica.

Te socorre y te dice que sí… que es tu ropa…

Que no puede ser de nadie más si está ahí, puesta al sol.

Y es lógico, te dices.

Esa ropa es mía.

Debe de serlo, te dices.

Pero claro, aun así, no sabes totalmente a quién le pertenece.

Quién es esa persona a la cuál le pertenece, me refiero.

Parece una exageración, pero en el fondo sabes que es así.

Sabes que ocurren esas cosas.

No todos los días, por supuesto, pero ocurren.

Como a los personajes de Becket, por ejemplo.

Como a ellos, pero sin angustia.

O con otro tipo de angustia.

Vaya uno a saber.

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